jueves, 26 de julio de 2018

TE ANUNCIO UNA COSA

Desde hace tiempo me llama la atención un anuncio radiofónico en el que un fulano insta a comprar un detector de radáres, para evitar que la Administración, sedienta de recaudar según el anunciante, cruja a los pobrecitos conductores que se saltan los límites de velocidad.
En realidad, intuyo que el invento se limita a almacenar los lugares donde la DGT avisa de que suelen ponerse los radáres, para multar a los conductores que no respetan las normas sobre velocidad que todos hemos estudiado en las autoescuelas, cruzando esos datos con los datos de la posición del vehículo. El aparato en cuestión lo que hace es dar fe de que en ese lugar puede haber un cinemómetro. 
El comentario sobre el anuncio no estaría completo si no hiciese referencia a otro aspecto del mismo, que, en teoría, pretenden utilizar como gancho para su venta: el ahorro que supone la adquisición del artefacto para el conductor. El salvamultas creo recordar que vale casi doscientos euros y, según el encargado de la publicidad, te lo puedes ahorrar evitando con él una sola multa.  
A uno, al que sólo le han puesto una multa una vez en su vida, que por pronto pago se quedo en 50 euros, le chocó esta aseveración y consultó las tablas de sanciones de la DGT.



Intuyendo que el pagador de la presunta multa busque reducir la cuantía de la misma mediante el pronto pago, resulta que, según la tabla, para rentabilizar el aparato, el infractor debería circular, al menos, a 171 km/h por una autovía o, como poco, a 151 km/h en una carretera convencional, donde el límite fuese 100 km/h.
Así, a bote pronto, no parece muy adecuado que alguien anuncie por un medio de comunicación que la gente puede conducir a la velocidad que desee, porque con el aparato que ellos le ofrecen no tendrán problema alguno (desconozco si este maravilloso artilugio también es capaz de localizar los cinemómetros que portan los helicópteros). Tampoco resulta muy elegante que este tipo de publicidad se emita en medios que emiten campañas de la DGT, por las que pagan con el dinero de todos, para evitar precisamente accidentes y muertes por pisar el acelerador más de lo que el reglamento de circulación permite. Y mucho menos es apropiado en un medio que dice luchar contra los accidentes de tráfico.
Voy a hacer un inciso, desviándome un poco del tema, para luego volver a retomarlo, porque lo anterior le  recuerda al que suscribe a las campañas que realizan las administraciones contra el tabaco, cuyo cultivo se subvenciona por la Unión Europea desde hace mucho tiempo, beneficiándose España de ello:



A uno se le escapa como se puede hacer publicidad contra algo y, sotto voce, impulsar su producción, subvencionándola con el dinero de todos (como ya dije en otra ocasión, España es un país que ya contribuye con más dinero a la UE del que recibe).
Volviendo al tema de la publicidad y de sus derivas, parece oportuno hacer un pequeño alto en la publicidad engañosa. Ese tipo de publicidad que encontramos en videntes y sanadores, alguno de ellos muy ecológistas, como éste, y muy peligrosos. Gente que se vende como chamanes que con hierbas u otro tipo de sustancias son capaces de curar todo tipo de dolencias, algunas de ellas muy graves, y que en ocasiones llevan a la muerte del crédulo y poco precavido seguidor:


No me quiero alargar mucho sobre el asunto, porque en este período estival el calor me deshace los sesos, que diría el clásico, y no pretendo que al amable y sufrido lector le ocurra lo mismo, pero aquí dejo estos ejemplos de publicidad que deja bastante que desear, cuando no resulta delictiva. En otra ocasión, con más tiempo, un poco más de fresco y, por qué no decirlo, abordaré el asunto con un poquito más de profundidad. Sirva estos datos como aperitivo y motivo de reflexión sobre como prima lo económico sobre la ética.
Un saludo.


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