De manera extraña, pero no casual, se ha seguido asociando a los países occidentales, la gran mayoría de los que se cobijaban bajo el paraguas de la O.T.A.N., con la libertad. De manera más concreta, con la libertad del ciudadano en todo lo referido a las libertades individuales, especialmente en lo referido a derechos políticos.
Si durante la Guerra Fría la libertad del ciudadano era infinitamente mayor, que no absoluta, ni mucho menos, en los países occidentales (no en todos, que nos los pregunten a españoles, portugueses o griegos), cuando concluyó ésta se siguió asociando libertad con estos países occidentales, y con otros que también habían accedido al capitalismo, cada vez más salvaje, en los cuales imperaba, en muchos casos, sistemas políticos que eran simulacros de democracias, pues gobernaban auténticos tiranos que "justificaban" su estancia en el poder mediante simulacros democráticos.
Todos estos países, los dirigidos por dictadores y los patroneados por personajes salidos de sistemas partitocráticos, es el caso del nuestro, tienen algo que les asemeja: el seguimiento ciego de lo que se ha denominado economía de mercado o de libre mercado. En otras palabras, parece que el concepto libertad, libertad para el ciudadano en concreto, va asociado al libre mercado, a comprar y vender todo o casi todo, algunas cosas son ilegales, o, al menos, se pretende.
No hace falta ser un genio para hacerse una pregunta: ¿qué tiene que ver la libertad de los ciudadanos con la economía de libre mercado, o de de mercado?
Para los teóricos y defensores del neoliberalismo mucho. Generalmente asocian su sistema a la libertad, contraponiéndolo con las dictaduras opresoras comunistas (vete tú a saber donde están la mayoría de esas dictaduras y qué tenían de comunistas), con Cuba...(nunca con China, que reune los vicios de ambos sistemas: el gobierno de una cúpula política genocida y la explotación del ser humano para conseguir que las macrocifras cuadren). Pero jamás nadie me ha explicado cual es la causa de que un sistema neoliberal sea por sí mismo igual a la libertad del ciudadano. Lo que parece claro es que los que mandan en un sistema neoliberal no es un cúpula salida de un pártido único, de eso no hay dudas. Pero...¿quién manda realmente en un sistema neoliberal? ¿El ciudadano? ¿Los políticos que les representan, (no siempre elegidos democráticamente, véase el caso de los países árabes, economía de mercado, o de la citada China)? O, a lo mejor, los que manejan todo son una minoría, una cierta élite económica, cuyo único interés es el aumento de beneficios de sus empresas y de sus cuentas corrientes, o no tan corrientes.
Las pruebas de que esto último es así las encontramos por doquier: agencias de calificación descalificadas por las ¿autoridades? monetarias, tras empujar a la bancarrota a países enteros, bancos que imponen condiciones a los dirigentes de sus países, especulación con productos alimentarios de primera necesidad que condenan, cada año, a decenas de millones de personas a ingresar en el "selecto club" de la pobreza extrema...
¿Ésto es la libertad? ¿Morir de hambre? ¿Perder derechos sociales? ¿Desviar dinero de todos a la saca de unos pocos? ¿Destrozar nuestro planeta, patrimonio de todos los ciudadanos, para conseguir unos beneficios rápidos, que redundan en unos pocos?
Tal vez no estaría demás recordar a todos estos teóricos de la destrucción humana el siguiente artículo:
Artículo 25
Si durante la Guerra Fría la libertad del ciudadano era infinitamente mayor, que no absoluta, ni mucho menos, en los países occidentales (no en todos, que nos los pregunten a españoles, portugueses o griegos), cuando concluyó ésta se siguió asociando libertad con estos países occidentales, y con otros que también habían accedido al capitalismo, cada vez más salvaje, en los cuales imperaba, en muchos casos, sistemas políticos que eran simulacros de democracias, pues gobernaban auténticos tiranos que "justificaban" su estancia en el poder mediante simulacros democráticos.
Todos estos países, los dirigidos por dictadores y los patroneados por personajes salidos de sistemas partitocráticos, es el caso del nuestro, tienen algo que les asemeja: el seguimiento ciego de lo que se ha denominado economía de mercado o de libre mercado. En otras palabras, parece que el concepto libertad, libertad para el ciudadano en concreto, va asociado al libre mercado, a comprar y vender todo o casi todo, algunas cosas son ilegales, o, al menos, se pretende.
No hace falta ser un genio para hacerse una pregunta: ¿qué tiene que ver la libertad de los ciudadanos con la economía de libre mercado, o de de mercado?
Para los teóricos y defensores del neoliberalismo mucho. Generalmente asocian su sistema a la libertad, contraponiéndolo con las dictaduras opresoras comunistas (vete tú a saber donde están la mayoría de esas dictaduras y qué tenían de comunistas), con Cuba...(nunca con China, que reune los vicios de ambos sistemas: el gobierno de una cúpula política genocida y la explotación del ser humano para conseguir que las macrocifras cuadren). Pero jamás nadie me ha explicado cual es la causa de que un sistema neoliberal sea por sí mismo igual a la libertad del ciudadano. Lo que parece claro es que los que mandan en un sistema neoliberal no es un cúpula salida de un pártido único, de eso no hay dudas. Pero...¿quién manda realmente en un sistema neoliberal? ¿El ciudadano? ¿Los políticos que les representan, (no siempre elegidos democráticamente, véase el caso de los países árabes, economía de mercado, o de la citada China)? O, a lo mejor, los que manejan todo son una minoría, una cierta élite económica, cuyo único interés es el aumento de beneficios de sus empresas y de sus cuentas corrientes, o no tan corrientes.
Las pruebas de que esto último es así las encontramos por doquier: agencias de calificación descalificadas por las ¿autoridades? monetarias, tras empujar a la bancarrota a países enteros, bancos que imponen condiciones a los dirigentes de sus países, especulación con productos alimentarios de primera necesidad que condenan, cada año, a decenas de millones de personas a ingresar en el "selecto club" de la pobreza extrema...
¿Ésto es la libertad? ¿Morir de hambre? ¿Perder derechos sociales? ¿Desviar dinero de todos a la saca de unos pocos? ¿Destrozar nuestro planeta, patrimonio de todos los ciudadanos, para conseguir unos beneficios rápidos, que redundan en unos pocos?
Tal vez no estaría demás recordar a todos estos teóricos de la destrucción humana el siguiente artículo:
Artículo 25
- Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
- La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.
Este artículo, y otros 29 de similar calado, forman la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la O.N.U. Dicha declaración, junto con alguna otra, prefiguran las libertades mínimas de las que deben disfrutar todos y cada uno de los ciudadanos de este planeta. La vulneración, consciente o inconsciente, de dichas libertades, especialmente si dicho ataque contra las libertades se hace de manera consciente y masiva, debería convertirse en crímenes contra la humanidad, les guste más o menos a algunos de los téoricos del neoliberalismo.
Tras lo visto anteriormente, parece que no existe ninguna duda: el sistema neoliberal y desregulador, ese que parece tan bueno, por el mero hecho de no ser una dictadura "comunista", no se erige en garante y defensor de la libertad. Más bien al contrario, su ideología lleva aparejada la denigración del ser humano, que se ve abocado a una esclavitud intelectual, y en algunos casos real, para que el sistema que intentan imponer los seguidores del infame Milton Friedman triunfe, mejor dicho se imponga, pues el neoliberalismo salvaje, como se ha podido comprobar, y todos estamos pagando, es una farsa, dirigida a que cuatro golfos vivan del esfuerzo de todos y con una base intelectual digna de un niño de cuatro años.
La libertad sólo se puede conseguir cuando se alcanza la dignidad de los seres humanos, permitiendo que éstos, ademas de los derechos políticos, tengan cubiertas sus necesidades básicas, y no tan básicas. El mero hecho de poder votar cada cierto tiempo no te asegura la libertad; como mucho te asegura que puedes elegir entre unos tipos de un partido u otro, cuya ideología es sospechosamente parecida. Todo lo demás: libertad de mercado, de circulación de capitales, de mercancías... es, por desgracia, intentar hacernos creer que el enriquecimiento obsceno de unos pocos, y las migajas que recogemos la mayoría, nos hace más libres. Una manipulación como otra cualquiera, nada nuevo en la historia, cuajada de manipulaciones más o menos hábiles.
En resumen: cuando alguien, especialmente si defiende una doctrina política y/o económica, hable de que él representa la liberta, bastará con mirar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, si su ideología consigue que se cumpla lo allí expuesto, estaremos hablando de libertad. Por contra, si se vulneran los principios que allí aparecen, uno o varios, estamos hablando de una dictadura, que vulnera los derechos esenciales de los ciudadanos, como así sucede con las ideas neoliberales, que, encima, tienen la desfachatez de asociar libertad de mercado (lo cual tampoco es real, pues las reglas se amoldan a los grandes) con la palabra libertad, libertad del ciudadano más concretamente. Este matiz es crucial. Ellos asocian libertad, con libertad de mercado, no con la libertad y dignidad del ciudadano. Un ciudadano no puede gozar de libertad si no tiene comida, no puede beber agua potable o no dispone de medicinas. Cualquier concepto de libertad que viole estos derechos fundamentales es una estupidez, digna de estúpidos o de malnacidos.
Un saludo.
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