lunes, 25 de julio de 2011

NI ES TODO CULPA NUESTRA NI LOS CULPABLES SE DEBEN IR DE ROSITAS

Tengo para mi que la gran mayoría de los lectores que siguen, de una u otra manera, este blog comparten, al menos, una serie de principios básicos sobre lo correcto e incorrecto, sobre lo ético y lo que no lo es, sobre... Hay que reconocer que no hace falta ser un genio para llegar a esta conclusión, pues, en general, obviamos o nos desvinculamos de todo aquello que no nos resulta atractivo. Como mucho, muy de vez en cuando, se echa un ojo a aquello que linda con lo friki, para desengrasar mentalmente un poco, y tener tema de conversación, o entrada para el blog (es por ello que cada dos o tres meses hay que ver durante cinco minutos una tertulia de Interlobotomía ;-)).
Sin embargo, mucha gente no comparte una buena parte de los principios que podemos tener en común los lectores y este humilde bloguero (de nuevo la aportación no me va a hacer acreedor del Nobel) y ésto me parece un tema trascendente, mucho más de lo que pudiera parecer. Intentaré explicarme.
En muchas ocasiones damos por hecho que el mundo se puede dividir entre personas de una ideología y personas de otra, con un número indeterminado de ciudadanos que navegan entre esas dos aguas, bien por indiferencia, bien por pragmatismo. Sin embargo, uno tiene la impresión de que esas ideologías, esos bloques, que deberían estar determinados por esa ética, por esa forma de entender la sociedad de la que hablábamos antes, no está tan definida y, en realidad, aún siendo muchos, el número de ciudadanos que pensamos más allá del momento, de la solución rápida a los problemas del momento, somos una minoría.
En líneas generales, todos buscamos seguridad económica, que lleva aparejada la seguridad laboral, tener cubierto servicios esenciales como sanidad y educación y alguna otra cosa más, que nos permita que nuestra vida, y la de nuestros allegados, disponga de unos mínimos que garanticen una buena calidad de vida, o, si hablamos de justicia, una vida digna. Creo que es a partir de este momento donde radica la diferencia entre unos y otros. Una parte de las personas que conforman nuestra sociedad se conforman con tener cubiertas, de mejor o peor manera, esos ´"mínimos" (lo entrecomillo porque considero que los mínimos son algo subjetivo, no siendo los mismos para mi que para otra persona), no cuestionándose más aspectos, entre ellos su protagonismo, el real y el potencial, a la hora de dirigir la nave en la que estamos todos embarcados. Me gustaría aclarar que todo aquél que mantenga esta actitud está en su legítimo derecho de hacerlo. Sin embargo, otros no nos conformamos con ese estatus, consideramos que podemos pedir más, que podemos seguir avanzando en la mejora de esos mínimos y en el mejor reparto de la tarta, cuyos ingredientes hemos comprado entre todos. Desde mi punto de vista, aquí encontramos lo que distingue a los unos de los otros: no en la ideología, si no en lo que queremos del sistema: conformismo y que la cosa no se tuerza mucho o mejorarlo, se tuerza mucho o no la cosa.
Tal vez sea por ello que cuando leo que los culpables somos nosotros de lo que pasa, sienta una tremenda zozobra y siento que se trata de una verdad a medias. Siento zozobra porque sí, entre todos seríamos capaces de hacer cambiar las cosas, pero no, no todos pensamos igual y para otros los culpables son los funcionarios, los niños de San Idelfonso o el espíritu de Lola Flores (si me queréis, marcharse). Es más, para otros, una minoría no habría que cambiar nada. Por tanto, somos culpables por consumir desaforadamente, por votar a los mismos partidos, por ..., pues sí, lo somos, especialmente considerando que los ciudadanos tenemos el poder como votantes y como consumidores, pero no, porque otra mucha gente no considera que seamos nosotros los que tengamos que cambiar las cosas. Muchos ciudadanos delegan en los políticos, en los economistas, en una palabra en los "expertos" en los diversos asuntos, cuyo papel consiste en gestionar lo de todos. ¿Esta forma de entender es criticable? Puede, pero tal vez nuestra forma de pensar o actuar también lo sea para otra mucha gente.
Respecto a la verdad a medias de la que hablaba antes, parece que en los tres o cuatro últimos años ha quedado una cosa clara: los ciudadanos podemos ser responsables de parte de los problemas por nuestra inacción, pero existen unos culpables claros de buena parte de lo que pasa, con nombres y apellidos, que no somos los ciudadanos anónimos (si alguien quiere nombres estadounidenses que vea el documental Inside Job. Si lo que quiere es saber nombres en España, que vea una rueda de prensa del mandamás del Banco de España, de Zapatero, del presidente de Bankia, del experto del PP en economía, el box de Ferrari durante las carreras de Fórmula 1... Si lo que desea es conocer nombres de responsables europeos le remito a las ruedas de prensa del BCE, a las reuniones de consejos de ministros europeos de economía o las de presidentes del gobierno). La inacción ciudadana puede haber facilitado la situación en la que nos encontramos, pero existen unos responsables máximos de este desastre, repito, con nombres y apellidos, que no pueden irse de rositas, porque los ciudadanos no hemos sabido movernos cuando todo, pretendidamente, iba bien. En una guerra siempre existen personas que han destacado por su crueldad, lo que se conoce como criminales de guerra, pues en este caso existen unos criminales de guerra que no se han de ir de rositas y, muchos menos, porque una parte de las personas, críticas con el sistema y, considero, con toda la buena fe del mundo, piensen que los ciudadanos teníamos y tenemos que movernos más, mucho más, para exigir lo que es nuestro. Adoptar esta postura, por la cual la culpa de lo que sucede recae, casi en exclusiva, sobre el ciudadano, inmóvil o no ante la situación, es aplicar la misma doctrina que aplican los culpables, pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, el único culpable es el ciudadano. Considero que dicha forma de entender la situación no sólo es derrotista, aunque en cierta forma sea, no en su totalidad, realista, sino que hace el caldo gordo a los culpables de todo este desaguisado, que saldrían de rositas, pues el culpable es otro por dejarles hacer.
Considero que no basta sólo con apuntar a los culpables, nosotros también podemos hacer. Podemos manifestar nuestra indignación, podemos consumir mesuradamente, podemos elegir que compramos y de que empresas, podemos votar a los que consideremos que respetan la dignidad de las personas, podemos salir a las calles, podemos educar a nuestros hijos en el respeto, en la asunción de responsabilidades y en la petición de las mismas a los que nos representan, podemos... Podemos hacer todos los días pequeñas cosas, no se trata de revoluciones, se trata de cambios, grandes o pequeños, de que los políticos sientan nuestro aliento en el cogote, de que se sientan vigilados y fiscalizados por los ciudadanos a los que representan. Se trata de no consumir de manera compulsiva y, por qué no, de intentar disfrutar de las pequeñas cosas que nos ocurren cada día. Tal vez así todo cambiará o tal vez no, pero debemos intentarlo.
Un saludo

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