Dejamos al ya dictador, ganando un guerra criminal y alargada artificialmente, precisamente por él mismo, para consolidar su poder entre los suyos y, de manera especial, para machacar al enemigo, evitando en el futuro tener abierto ese frente.
Franco se apunta al rollete nacional-sindicalista de F.E. de las J.O.N.S., aunque sólo sea de manera nominal, pues no tiene gana alguna, por ejemplo, de nacionalizar toda la banca para que ésta funcione sólo con la única intención de generar riqueza y bienestar entre los españoles, como postulaba José Antonio. Es este un período donde consolida todo su poder interior, no encuentra enemigo en los seguidores de la República, huidos, desmoralizados y, muchos de ellos, confinados y maltratados por el gobierno francés. Además, entre otros aspectos, hace que una parte de nobles y terratenientes que "recuperan" su patrimonio lo tengan que hacer solicitándoselo, de una u otra forma, directamente a él, por lo que tras aceptar la petición estos terratenientes deben estarle "agradecido". Mientras la represión interna sigue a todo trapo y los asesinatos politicos y las muertes en las insalubres cárceles se suceden.
Franco busca el apoyo de las Potencias del Eje, Alemania, Italia, en el aspecto económico, encontrándose con un aliado inesperado desde 1940 en este aspecto, EE.UU. Churchil no quiere que España entre en la 2ª Guerra Mundial e insta a EE.UU. al envío de petróleo, dinero y otras materias primas a cambio de que nuestro país no entre en la guerra y de que, por ejemplo, no venda wolframio, indispensable para la fabricación de tanques y otras armas, a lo nazis. Franco, lo sigue haciendo y hace el paripé cada vez que EE.UU. amenaza o retira sus ayudas. Mientras no duda en colaborar, en la medida de lo posible, con las potencias fascistas.
En la famosa entrevista de Hendaya, donde ya se había comprobado que los alemanes no ganarían la Batalla de Inglaterra, Franco pide mucho y no sólo armas y capitales, pero Hitler también, entre otras cosas una de las Islas Canarias. Sin embargo, desde mi punto de vista, influyen, básicamente, dos temas para que Hitler no le dé nada a Franco y se olvide todo el tema: parte de los territorios que pedía el gallego eran franceses y el austriaco aún deseaba que la Francia de Petain colaborara militarmente con ellos y, en segundo lugar, Hitler deshecha la idea de conquistar Gibraltar, operación Félix, cerrando el Mediterráneo a los británicos, uno de los errores estratégicos más grandes del asesino nazi, por lo que la necesidad de España para llevar a cabo los planes nazis desaparece. Por tanto, Franco no fue un genial estratega, negociador o como se quiera llamar, de hecho al poco tiempo los nazis obligan a firmar un tratado totalmente desfavorable a los intereses españoles respecto a su intervención en la guerra (que no se llevó a efecto, por cierto), son más bien las circunstancias, y el estado del país, las que libran a España de entrar en la guerra.
Durante la guerra Franco juega al ratón y al gato, especialmente con los aliados, pero cuando ve la cosa se pone chunga para los nazis no duda en variar parte de su política, destituye a Serrano Suñer, falangista, lavando la cara a sus gobiernos. Además el estado pasa de ser nacional-sindicalistas a nacionalcatólico, se suprimen los saludos fascistas... Es más, en el 44 envía una carta a Churchil (de nuevo se ofrece como salvador, como en el 36), ofreciéndose como mediador para conseguir la paz entre Aliados y Potencias del Eje. Evidentemente, este nuevo papel no convenció a nadie y no obtuvo respuesta.
Como es sabido, con anterioridad, como gesto de buena voluntad envía a la División Azul, en total varias decenas de miles de soldados, para ayudar a los nazis en la conquista de la U.R.S.S. A este respecto decir que no todos eran falangistas, ni voluntarios, algunos, tal vez muchos, eran represaliados que tuvieron que elegir entre el frente ruso y cárcel y/o paredón. Se trataba de un gesto para contentar a su aliado, pero sin implicarse del todo en la guerra.
A medida que se acerca el final de la 2ª Guerra Mundial, el dictador se siente más inseguro en la poltrona, incluso algún general monárquico le habla de dejar la jefatura de estado en manos del Borbón. Tal es la inseguridad que llega a sentir que fortifica la frontera norte de España, la zona de Pirineos con un complicado entramado de casamatas y búnkeres, a todas luces ineficaces si los aliados hubieran decidido entrar en España para largarle del poder. Mientras tanto, consciente de su situación, empieza a hacer movimientos buscando aliados, siendo la situación del dictador y, desgraciadamente de los españoles, pésima. Dicha situación durará varios años, pero a principios de los cincuenta se le aparece la Virgen, tanto rezar de algo le debía servir, una vez más al ciclán dictador. La Guerra Fría se ha cernido sobre el planeta y EE.UU. busca aliados, encuentrando al más antimarxista de todos los antimarxistas en el de Ferrol, obviando los yanquis que además de antimarxista es antidemócrata. Ésto, que ha priori puede parecer casual y desinteresado, se fragua en una negociación (1952/53) sobre cuyos resultados Carrero Blanco o Juan José Rovira, ferviente seguidor de Franco, consideran como una entrega de la soberanía nacional o de España entera a los estadounidenses; todo ello a cambio de inversiones, migajas armamentísticas y, lo más importante para el dictador, su reconocimiento por parte de una de las dos potencias hegemónicas. De nuevo el tirano realiza cualquier acción, por contraria a lo que defienda en público que sea, con tal de permanecer en el poder o por conseguir el favor del poderoso.
Aunque no me voy a extender en ello si el lector tiene ganas puede indagar sobre la curiosa y chocante, en el sentido literal de la palabra, política iberoamericana propiciada por Franco para paliar el aislamiento político exterior.
Como estas tres entradas dedicadas al dictador no aspiran a ser una biografía exhaustiva, me gustaría concluir reseñando dos aspectos. Entre octubre de 1936 y 1938, fecha en la que se publica el Fuero del Trabajo, el gobierno de Franco no se rige por ninguna ley, siendo este un caso excepcional, pues cualquier golpista, por muy torpe que sea, busca legitimar inmediatamente su llegada al poder mediante la promulgación de leyes que lo justifiquen. Evidentemente el Fuero del Trabajo tampoco es una ley que organice el estado, los poderes del mismo, ni nada parecido. Este hecho muestra a las claras que el gallego, ávido de poder, sólo tenía una ocupación, evitar que nadie le hiciese sombra.
Y, por último, de Franco se recuerda el despegue económico de los últimos 50 y, especialmente, de los 60 y primeros 70, siéndoles atribuidos tales logros a la habilidad de Franco para incorporar a los tecnócratas del Opus que cambiaron la concepción económica del país. Si sobre Carrero hay dudas sobre el apoyo a los tecnócratas, unos historiadores defienden que él fue su valedor ante Franco, otros hablan de precaución del Almirante volador ante dichos seguidores de la obra, sobre Franco no hay dudas: no "veía nada claro" lo que proponían, pues su concepción de la economía era cuartelaria y autárquica. Por tanto, lo del milagro económico español de mediados del siglo XX tiene bastante más que ver con que Franco dejara hacer, a la inteligencia y visión del dictador, nula en este aspecto, como en otros muchos.
Y con esto y un bizcocho aquí acaba esta pequeña labor de desmitificación, lo más científica posible, sobre una figura, importante a la par que trágica, de la reciente historia de España.
Un saludo.
Aunque no me voy a extender en ello si el lector tiene ganas puede indagar sobre la curiosa y chocante, en el sentido literal de la palabra, política iberoamericana propiciada por Franco para paliar el aislamiento político exterior.
Como estas tres entradas dedicadas al dictador no aspiran a ser una biografía exhaustiva, me gustaría concluir reseñando dos aspectos. Entre octubre de 1936 y 1938, fecha en la que se publica el Fuero del Trabajo, el gobierno de Franco no se rige por ninguna ley, siendo este un caso excepcional, pues cualquier golpista, por muy torpe que sea, busca legitimar inmediatamente su llegada al poder mediante la promulgación de leyes que lo justifiquen. Evidentemente el Fuero del Trabajo tampoco es una ley que organice el estado, los poderes del mismo, ni nada parecido. Este hecho muestra a las claras que el gallego, ávido de poder, sólo tenía una ocupación, evitar que nadie le hiciese sombra.
Y, por último, de Franco se recuerda el despegue económico de los últimos 50 y, especialmente, de los 60 y primeros 70, siéndoles atribuidos tales logros a la habilidad de Franco para incorporar a los tecnócratas del Opus que cambiaron la concepción económica del país. Si sobre Carrero hay dudas sobre el apoyo a los tecnócratas, unos historiadores defienden que él fue su valedor ante Franco, otros hablan de precaución del Almirante volador ante dichos seguidores de la obra, sobre Franco no hay dudas: no "veía nada claro" lo que proponían, pues su concepción de la economía era cuartelaria y autárquica. Por tanto, lo del milagro económico español de mediados del siglo XX tiene bastante más que ver con que Franco dejara hacer, a la inteligencia y visión del dictador, nula en este aspecto, como en otros muchos.
Y con esto y un bizcocho aquí acaba esta pequeña labor de desmitificación, lo más científica posible, sobre una figura, importante a la par que trágica, de la reciente historia de España.
Un saludo.
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