Esta entrada debería llenarse con párrafos describiendo la actitud, supuestamente astuta, del dictador Francisco Franco a partir desde 1939 hasta el final de sus días, o al menos hasta la década del 50, donde fue reconocido por todo perro quisque su régimen totalitario y brutal. Pero por caprichos de este humilde bloguero la cosa no va a ser así, posponiendo para otro día de la próxima semana dicha entrada.
¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que en la cabeza del que suscribe hay temas que llevan tiempo dando vueltas y, a veces, sin saber bien porqué, piden paso, atropellando toda planificación existente, necesitando ocupar un espacio en este blog. Además, para este humilde bloguero, el tema de hoy es nuevo, y ésto supone un reto (debo reconocer que de no existir estos pequeños, o grandes, retos, el blog llevaría cerrado bastante tiempo, pues, a veces, tengo la impresión de no salir de un círculo eterno y desesperante).
Y, ¿cuál es el tema de hoy? (Redoble de tambores y cara de desilusión en el lector): Arabia Saudí.
Desde hace un par de semanas he recopilado información sobre el tema, pero ha sido ayer, al escuchar que las reservas petrolíferas de Venezuela han superado a las del país árabe, donde se ha encendido la bombilla y todo ha cobrado la forma, casi de manera espontánea, que el lector podrá observar a través de las líneas que he garrapateado hoy.
¿Por qué se me encendió la bombilla? Tal vez por un hecho que a uno le llama mucho la atención: las líneas y minutos que se dedica en los medios de comunicación españoles a atacar al gobierno, democrático por otra parte, de Chávez, tipo por él que no siento especial simpatía, pero que ha sido elegido de manera democrática por los ciudadanos venezolanos y la poca bola que se da a las tropelías ejercidas por el gobierno despótico, teocrático del país árabe. Resulta curioso, que un gobierno elegido democrático sea presentado como la reencarnación del demonio y una monaquía feuda, teocrática, que desprecia los derechos humanos por sistema, no merezca más que pequeños espacios en los informativos, generalmente halagándoles por la cantidad de parné que aflojan cuando vienen a España.
Es por todo ello que creía necesario poner negro sobre blanco ciertas cosas.
Tal vez lo mejor sea comenzar explicando que el nombre de Arabia Saudí, al menos el segundo de los nombres, proviene de la familia que lleva unos dos siglos gobernando el país, aunque ocupen el trono de la actual Arabia Saudí desde 1932, obviamente de manera nada democrática. El nombre de dicha familia real es Al-Saud. Casi con total seguridad este pequeño dato nos sirva para adentrarnos en el tema de manera sencilla y brutal. El reino es propiedad de un clan formado por miles de príncipes, donde las intrigas palaciegas están a la orden del día, entre otras cosas para coger la herencia de un trono que ha fecha de hoy sostiene un rey octogenario . Recomiendo, a quien lo desee, que para obtener una visión más completa de la situación pinche sobre estas palabras en azul.
No descubro nada al escribir que la familia Saud mantiene su poder basándose en costumbres medievales en las que en nombre del Islam se cometen todo tipo de tropelías contra los ciudadanos de ese país y, especialmente contra los trabajadores inmigrantes, que son considerados poco menos que esclavos. En este informe (leer informe) el lector podrá encontrar las condiciones en las que viven trabajadores, especialmente trabajadoras, en este país tan aliado de Occidente.
Tampoco destapo un secreto de estado al decir que la versión del Islam que mantiene la monarquía saudita, el wahhabismo, o, al menos, su aplicación en este país, vulnera de manera sistemática los derechos humanos, como bien recogen informes de diferentes organizaciones que luchan a favor de los derechos humanos. Si se pincha sobre este enlace de accederá a un informe, un poquito largo, todo sea dicho de paso, de Amnistía Internacional de 2009, que describe las situación en dicho país. Me gustaría recordar que el wahhabismo, o como ellos prefieren llamarlo, el salafismo, ha servido de caldo de cultivo ideológico para conformar lo que hoy conocemos como Al-Qaeda, financiada, al menos en un principio, por alguno de los príncipes de la familia Al-Saud. Es evidente que no Arabia no sólo exporta terrorismo, también minusvalora a las mujeres de su propio país, considerándolas un cero a la izquierda.
Arabia Saudí, fiel aliado de EE.UU. y el resto de países occidentales, también ha intentado llevar la voz cantante dentro de los países árabes durante bastante tiempo, especialmente en estos últimos meses de alzamientos ciudadanos contra las dictaduras en los países árabes. Por un lado, la monarquía Saudí se ha mostrado como fiel aliada de los rebeldes libios, mientras en su propia casa no dudaban en disparar contra sus propios ciudadanos
El rey de Arabia Saudí, que será un tirano, pero no es tonto, ante las demandas de sus ciudadanos, o de parte de ellos, ha prometido reformas, que consisten, básicamente, en repartir dinero a espuertas entre los ciudadanos y en crear un comité para investigar la corrupción. Si sirve como dato, aunque no recuerdo con exactitud, pero creo que en una película de Michael Moore, aparece alguien de la familia real hablando a las cámaras y sin tapujos, hace casi una década, sobre como se desviaron medio billón de dolares, hacia nadie sabe donde, en Arabia de un plan de inversiones, por lo que la corrupción no parece venir de ahora. No sólo lo reconoce, le parece una cantidad mínima y algo absolutamente normal.
Sin embargo, no se ha mostrado tan "indulgente" con los ciudadanos de otros países, como Barhéin, donde a petición de la monarquía gobernante en ese país no ha dudado, junto con algún otro emirato, en invadir dicho país para acallar las protestas.
Con estos "movimientos", Arabia Saudí se juega, no sólo la permanencia de la familia Al-Saud en el trono y con ellos el mantenimiento de sus privilegios, también persigue seguir siendo la potencia dominante en la zona, en dura pugna con Irán, otro país con un sistema de gobierno teocrático, que no duda en apoyar cualquier movimiento en el país que fuere, especialmente si éste es llevado a cabo por los seguidores de las facción sunita del Islam. En el fondo, y en la superficie, todo se reduce a una lucha de poder. Lucha en el interior del país, para seguir manteniendo los privilegios de unas pocas familias, y lucha en el exterior, para mantener la influencia de Arabia Saudí en el mundo árabe. Para ello todos los medios son válidos, desde la publicidad o el acallamiento de lo que acontece en Arabia, o de sus actos en los países vecinos, en los medios de comunicación internacionales, centrando todo lo que ocurre en los países árabes en Libia o Siria, hasta la restricción de las comunicaciones en el propio país entre sus propios ciudadanos. Sin embargo lo que acontece en la patria de Mahoma no deja de ser terrible y una muestra más de la hipocresía reinante en nuestro mundo preñado de intereses, generalmente económicos y bastardos.
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