lunes, 12 de septiembre de 2011

CHILE, EL EXPERIMENTO QUE HACE AGUAS

Hoy, tal vez por vaguería, no voy a escribir mucho, me voy a limitar a comentar una entrada del diario Público de ayer sobre el pretendidamente exitoso modelo chileno, uno de los buques insignias del liberalismo, no olvidemos que otro de esos buques era Irlanda. La entrada es la siguiente:

PABLO SAPAG M.
Profesor e investigador de la Universidad Complutense de Madrid
Ilustración de Patrick Thomas

Con asombro y el malestar propio de quien se ha sentido engañado por años, el mundo es testigo de la actual convulsión chilena. Tres meses de protestas, no ya contra el Gobierno del derechista Sebastián Piñera, sino contra el modelo económico, político y social impuesto tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Así es, porque el movimiento que el sistema chileno y sus altavoces mediáticos internacionales intentan reducir a mera protesta sectorial no se condice con la implicación profunda y transversal de toda la sociedad en estos meses de efervescencia. Tan claro es que no se trata de la reedición de otras protestas estudiantiles que el lema más coreado por unos jóvenes que no habían nacido cuando el dictador dejó el poder en 1990 no deja lugar a dudas: “Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet”, repiten los estudiantes, pero también quienes con ellos protestan.

Con esa consigna los manifestantes han puesto al Chile aparentemente exitoso frente a su realidad. La de un país que, pese a cambios parciales, sigue anclado en una problemática socioeconómica similar a la de 1983, cuando al grito de “y va a caer”, la movilización popular estuvo a punto de tumbar un régimen que sólo se mantuvo por la represión. Ese año se saldó con el mayor número de víctimas en una década, entre otras cosas porque militares y carabineros disparaban a mansalva a los que como hoy hacían sonar sus cacerolas en plazas y esquinas.
Se exige así la caída de un modelo educativo que es fiel reflejo de un Chile al servicio de las grandes empresas y la maximización del beneficio –lucro–, sin importar si se comercia con bienes básicos o suntuarios. La educación chilena es la más cara del mundo. Según la OCDE –club de países ricos al que tanto empeño puso la élite chilena por asociarse–, el costo mensual de los estudios universitarios equivale al sueldo medio de la mayoría, por lo que las familias se endeudan de por vida. El modelo ultraliberal chileno las ha engañado durante años con la promesa de un avance social imposible en uno de los 20 países más desiguales del mundo, según su índice Gini. Esa desigualdad social se sustenta en el desequilibrio racial y cultural de un Chile de mayoría mestiza y latinoamericana gobernada por una élite racialmente blanca y culturalmente europea. Con esas condiciones de fondo, la burbuja financiera de la educación convertida en negocio no podía durar eternamente. Hinchadas por el peculiar sistema chileno, esperan su turno otras burbujas. Como la educación, los sistemas de salud y jubilación también han sido privatizados y operan como negocios y no como los servicios públicos que debería proveer un Estado hoy desertor de sus obligaciones. Al exigir la caída de la “educación de Pinochet” se apela, además, al destierro de los valores implantados por la dictadura y los gobiernos que le siguieron: individualismo feroz, atomización social y descrédito de cualquier iniciativa colectiva. Por eso el paro nacional convocado por la modesta Central Unitaria de Trabajadores los días 24 y 25 de agosto fue más éxito que fracaso. Nunca en estas décadas de modelo chileno se había logrado semejante paralización parcial acompañada de una gran marcha popular. Eso teniendo en cuenta que la sindicalización en Chile apenas alcanza al 20% de los trabajadores y que la negociación colectiva es casi inexistente. Un éxito más de un movimiento amplio que el Gobierno y su aparato de propaganda intentan desacreditar magnificando los episodios de violencia. La única víctima mortal de esas jornadas de huelga, sin embargo, fue un menor al parecer baleado por un carabinero. La salida a esta crisis de un modelo tanto tiempo puesto como ejemplo positivo y hoy en tela de juicio en el mundo entero no será fácil. Al recuperar una consigna de los años ochenta se apunta al origen espurio de un sistema político impuesto entonces y vigente sin cambios reales hasta ahora. El mismo sistema de cuyos registros electorales se excluye un 40% de los ciudadanos con derecho a voto, incluido el casi millón de chilenos que a casi cuatro décadas del golpe de Estado no se identifican tanto con el exilio político como con el económico. Chilenos que tienen claro que los 15.000 dólares de renta per cápita de la propaganda oficial no son reales en un país tan desigual. Ese sistema político y la peculiar legislación electoral binominal facilita el empate perpetuo en escaños parlamentarios entre el centroderecha y el centroizquierda, independientemente del número de votos cosechados. Eso imposibilita los cambios a leyes pinochetistas, como la del sistema educativo y otras de igual importancia. A 20 años del final formal de la dictadura y un lustro de la muerte de Pinochet, muchos chilenos están hartos de un sistema que se ha mantenido por miedo al general y la conveniencia de unos políticos hoy repudiados en las encuestas. Por lo mismo, los manifestantes exigen una asamblea constituyente para refundar el sistema político con el objetivo de que sea cauce verdadero para la discusión pública de cuestiones tan importantes como la educación, la salud, el sistema previsional o la protección de un mediambiente también amenazado por el neoliberalismo. Quizás entonces Chile pueda dejar de ocultar al mundo y a sí mismo su problemática étnica, económica y social. Difícil empeño.
Si he traído este artículo a mi blog se debe a que el autor suscribe, explicando la realidad chilena, alguna de las mentiras que se han denunciado desde esta bitácora sobre la, supuestamente, benéfica doctrina neoliberal. Mentiras que la realidad chilena se ha encargado, desde el primer día, de sacar a la luz. Mal que les pese a los que defienden esa doctrina difusora de miseria, muerte y desigualdad.
En primer lugar, resaltar que el neoliberalismo lo que crea son desigualdades, abríéndose cada vez la brecha entre ricos y pobres. A este respecto existen datos estadísticos que dejan a las claras que la diferencia de reparto de la riqueza en Chile se fue agrandando desde el primer momento. Por tanto, como dice el autor, las cifras se pueden interpretar como se quiera, pero no es verdad que todo el mundo viva mejor. Más bien, se produce una concentración del dinero en pocas manos. Concentración que se oculta utilizando medidas estadísticas como la media aritmética, que oculta la realidad, pues no es verdad, a pesar de lo que defiendan algunos economistas, que si un tipo tiene un millón y nueve más tienen mil, la media de lo que posee cada uno es cien mil. Que nadie olvide, por ejemplo, que esas mismas medidas estadísticas se han utilizado en Perú, para hablar del milagro peruano. Sin embargo la realidad ha demostrado que todo son artificios, y tan es así, que el presidente que dirigió el pretendido milagro no ha podido concurrir a la segunda vuelta electoral, donde sólo acuden los dos candidatos electorales más votados.
Por otra parte, como defiende el autor del artículo, la privatización de los servicios sociales acaba consiguiendo que dichos servicios sean más caros para el ciudadano. Basta aplicar la lógica para darse cuenta de que siempre  será así. Cuando el Estado ofrece unos servicios al ciudadano, que paga con sus impuestos, no busca obtener beneficios, mientras que si esos mismos servicios son ofrecidos por la empresa privada siempre lo hará para ganar dinero, cuanto más mejor. Alguien defenderá que ese beneficio saldrá de una mejor administración, falso como demuestra el caso de la universidad en Chile o el coste de la sanidad privada en EE.UU. muy superior, por ejemplo, a la pública española.

Pinochet y Milton Friedman, economista de la Escuela de Chicago, que
inspiró con sus doctrinas a los ejecutores de la política económica de la
 que se habla en el artículo. Además de apoyo intelectual, también apoyo
con sus visitas y entrevistas al régimen. Friedman también fue uno de los
inspiradores de la política económica de George W. Bush.

Como aparece en el artículo, otra de las características del neoliberalimo es la falsificación sistemática de la realidad, mediante la repetición sistemática de mentiras en los medios de comunicación, que ocultan las desigualdades, la pobreza y la dificultad de muchos ciudadanos para obtener servicios esenciales. La distorsión interesada de los acontecimientos y la expansión del miedo a la catástrofe, no se sabe bien que catástrofe, son dos de las armas con las que la doctrina neoliberal juegan. La doctrina del shock, el bombardeo mediático avisándonos de una gran catástrofe que se avecina, son armas fundamentales del neoliberalismo.
Me gustaría reseñar que a este humilde bloguero le llama la atención como todo vale para mantener el sistema económico en vigor, desde la alteración del censo, como expone el autor, hasta la compra de votos de representantes populares, véase el caso de la Comunidad de Madrid. Aún defendiendo que este sistema es el sistema de las libertades, asociando interesadamente libertad de mercado, es decir que lo de todos acabe en manos de unos pocos, que pueden hacer lo que deseen: defraudar, alterar el libre mercado mediante componendas, condenar a decenas de millones de personas cada año a la miseria...a democracia, ésto no es cierto. La realidad demuestra que da igual democracia, o pseudodemocracia, o dictadura, cualquier sistema es bueno para implantar sus ideales y no sólo eso: cualquier sistema se puede deformar a voluntad para llevar a cabo las ideas de los seguidores de Friedman, como podemos comprobar en nuestras carnes a día de hoy.
Por cierto, las ideas de la Escuela de Chicago y sus seguidores se basan, son idénticas, a las que existían hasta la 2ª Guerra Mundial. Sí, esas mismas que desembocaron en la crisis del 29, de la que sólo se salió tras el establecimiento de un nuevo orden mundial, gestado durante el gran conflicto bélico. A uno le da que pensar sobre las intenciones de estos tipos e, igualmente, sobre la capacidad intelectual de Friedman y seguidores, que parecen obviar los resultados de sus teorías cuando se llevaron a la práctica.
Un saludo.

2 comentarios:

isabel lagar dijo...

Se nota que has visto el vídeo de la doctrina del shock. No sé si has podido ver el de "debtocracy". Te aseguro que también es demoledor y muy claro. Si no lo has podido ver aún, te lo recomiendo. Te dejo el link: http://www.youtube.com/watch?v=KX82sXKwaMg

PACO dijo...

Hola,moza casadera (perdón por la broma, pero me lo pide el cuerpo. Tú ya sabes).
Efectivamente, como bien sabes vi la doctrina del shock, pero antes de verla puede asistir perplejo como en una serie documental, bastante crítica con el sistema capitalista, cuyo nombre es: El poder del dinero, se hacía mención a los Chicago Boys y, para mi sorpresa, se ensalzaba la labor chilena.
Como escribí hace tiempo, además de la burbujas a las que hace referencia el artículo, más del 10% del PIB proviene de una empresa estatal, la del cobre, por tanto la realidad dista mucho de ser tal como la pintan los imbéciles de siempre, entre ellas tu jefa.
Un saludo.