"Tienes que esperar cosas de ti mismo
antes de poder hacerlas"
Michael Jordan
El reciente triunfo de Garbiñe Muguruza ha servido, una vez más, para que en las redes sociales, en Twitter, se pueda observar a todo tipo de fauna, que aprovecha cualquier resquicio para lanzar su mensaje único y adaptado a cualquier situación. Desde el tipo que defiende que la hispano-venezolana es una traidora a la causa chavista, por decidir representar a España en los eventos internacionales, hasta la intelectual que defiende que existe machismo porque la final no se emitió por la televisión pública (la final de Roland Garrós se emitió en una emisora privada, que compró los derechos a última hora para emitir la semifinal y la final del torneo). Uno intuye que la autora de tal desfachatez y algunos otros entes similares que pululan por ahí, no dudarían en poner el grito en el cielo si el coste de tal retransmisión nos costase a todos los españoles unos cuartos nada desdeñables.
Entre toda esta tropa existe un nivel intermedio, poblado de gente que se apunta al triunfo, viviéndolo como propio (dudo mucho que la triunfadora del torneo comparta los dos millones doscientas mil libras de premio por alzarse con la ensaladera con ninguno de ellos), y que ve en el trabajo realizado por la tenista durante estas dos semanas un reflejo de la grandeza de este país, España; lo que resulta chocante tratándose de un deporte individual, donde prima, además del trabajo, el talento que el deportista trae de serie. Si estos tipos quisieran felicitarse por algo relacionado con la trayectoria de la deportista, podrían vanagloriarse de que la ganadora del trofeo sobre hierba vino a vivir a España a los seis años para poder aprender en una de las mejores academias de tenis del mundo, sita en Barcelona, pero lo demás... También podían felicitarse si la tenista cambiase su domicilio fiscal y lo ubicase en España, en vez de en Suiza, pagando aquí sus impuestos; pero ése es otro cantar.
Sin embargo, existe un cierto número de personas, intuyo que muchas, que ven el triunfo de la deportista como la suma de esfuerzos solitarios, sinsabores, dolores musculares y, en determinados momentos, dudas sobre el camino emprendido. En otras palabras: el éxito como resultado de un esfuerzo anónimo, que no en todos los casos da el resultado apetecido, a pesar del talento. Y eso, querido lector, es el deporte: esfuerzo para alcanzar una meta, que no tiene porque ser un Grand Slam, una Champion o una medalla olímpica.
Creo haber escrito alguna vez que practico deporte de forma regular. Lo hago porque me encanta y porque con el paso del tiempo, a pesar de disminuir mis facultades, encuentro unos nuevos límites que superar y una gran satisfacción cuando lo consigo. No se trata de ganar competiciones, a las que no me presento; el objetivo es conocerme, proponerme retos nuevos, por lo general pequeños, que aumenten, aún más, mis ganas de practicar actividad física. Eso, y en los deportes de equipo compartir un rato con compañeros y rivales, es la esencia del deporte. Lo que vemos en nuestras pantallas, por lo general, se puede asimilar más con el espectáculo de unos tipos con una capacidad innata para practicar una determinada especialidad, que con la esencia del deporte, aunque ellos practiquen ese deporte, siendo los mejores del mundo en su especialidad. En el fondo Messi, Ronaldo, Lebron James o Garbiñe no difieren en nada de los héroes de las Olimpiadas en la Grecia clásica o de los gladiadores o aurigas romanos afamados. Intuyo que toda sociedad necesita sus figuras relevantes relacionadas con el mundo del espectáculo, que pueden convertirse en émulos donde mirarse, los niños como modelo y los adultos si su comportamiento extradeportivo resulta un modelo moral a seguir (creo que aquí no se puede incluir al deportista que más dinero ha ganado en los últimos tiempos, Floyd Mayweather).
En realidad, lo que la gran mayoría de la gente practicamos es deporte para sentirnos bien e intentar conocer nuestros límites reales. Una de las experiencias más extrañas, y divertidas, consiste en, tras unas jarras de cerveza, o tras unas copas, empezar a hablar entre amigos de los deportes que practicamos, del esfuerzo, de la sensación de bienestar tras la ducha, siendo lo mejor de todo, que todos sentimos las mismas sensaciones, todos tenemos días malos, días de plenitud y que no nos cuesta nada traducir el nombre que cada uno a puesto a esas sensaciones. Eso es el deporte, y puede que una resaca al día siguiente. Y, lo curioso, es que todos los que practicamos deporte sabemos que detrás del triunfo de Garbiñe se encuentran muchas horas, días, meses, años de trabajo, de esfuerzo, de dolor, de dudas, de superación, porque, que nadie lo olvide, en eso consiste el deporte.
Un saludo.
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