domingo, 30 de julio de 2017

SISTEMAS JUDICIAL 2.0

"¿Quién eres para juzgar la vida que vivo?
No soy perfecto, y no vivo para serlo,
pero antes de empezar a señalar...
asegúrate de tener tus manos limpias".

Bob Marley

Existe un nuevo tipo de sistema judicial que se caracteriza por la celeridad en dictar sentencia y por la falta de argumentos para justificar la misma. De igual manera, los reos suelen cumplir condenas que no suelen ir más allá de uno o dos días, en los que, como si de la Inquisición se tratase, se les pasea con un sambenito en forma de crítica continua. 
Este sistema, que prejuzga, juzga y condena cuenta la ventaja de que para formar parte del jurado no se necesita estudios de ningún tipo, ni tan siquiera poseer un mínimo de inteligencia para fundamentar las sentencias. En muchos casos basta con cambiar un par de palabras a los tópicos para dar forma a una condena sin revisión posible. 
En este loco y celérico entramado jurídico se observa que no todos los encargados de dictar sentencia se rigen por los mismos criterios, aunque si muestran los mismos criterios para exculpar a los suyos y para condenar sin remisión a los que no consideran de su cuerda. Se puede arrancar la piel, si es menester, a aquellos alejados de las posiciones deseables por un acto nimio y justificar cuestiones mucho más sangrantes de los colegas de pensamiento. 
Por otra parte, este mecanismo ha ido elaborando un mecanismo de defensa para los inculpados que, lejos de ser complejo, permite, con un leve castigo, salir al paso de todo tipo de acusaciones. Basta con desaparecer, no contestando a las acusaciones, durante uno o dos días, o, si se ostentan cargo público, pedir disculpas por lo dicho y/o hecho, sin arrepentirse de ello. Las disculpas se pueden convertir en una acusación de falta de profesionalidad de aquel o aquellos que recogieron las declaraciones del acusado. Lo importante, en todo caso, es mostrarse compungido y simular que lo acontecido turba sobremanera al personaje que parece sentirse mal por lo dicho o hecho. 
Caso aparte resultan los acusados que sí han cometido un acto perseguible por la Justicia. A estos tipos se la suda esta nueva arma justiciera, pues unos años en el maco resultan bastante más jodidos que ser juzgados por este nuevo sistema.
Una de las grandes ventajas de esta justicia nueva y eficiente reside en la constatación de la existencia de una gran cantidad de expertos en todo tipo de temas y situaciones. Expertos que tienen la asombrosa capacidad de conocer en profundidad de leyes de derecho civil, derecho penal, derecho internacional, legislación educativa, relaciones internacionales o cualquier otro tema que se le pueda presentar ante sus narices. Bien es cierto, que una parte significativa de los encargados de juzgar utilizan uno, dos o hasta tres temas comodín y los van acoplando a las diferentes situaciones. Pero otros, los más avezados, se permiten razonar sobre diferentes cuestiones con argumentos varios, que, en general, coinciden con los de la prensa que leen. Sea como fuere, resulta reseñable la gran versatilidad que muchos de los juzgadores muestran a la hora de abordar situaciones y asuntos del más distinto pelaje y complejidad.
No merece caer en el olvido la gran capacidad de trabajo de estos juzgadores semiprofesionales, que en cuestión de una hora pueden abordar varias cuestiones y dictar sentencia con toda naturalidad y prontitud, como si el esfuerzo no hiciese mella en ellos. Tal vez por eso la jurisprudencia flaquee en algunas de sus decisiones, siendo capaces de dictaminar que un asunto debe resolverse de forma diferente a otro sobre el que se trato unas semanas atrás. 
Uno, que se dedica a la Educación, contempla como se puede juzgar y culpar a los docentes por su incapacidad para realizar su labor educativa con unos métodos adecuados a los tiempos, para unos días después contemplar, contrariado, como esos mismos jueces alaban la labor docente de esos mismos tipos criticados con anterioridad, y claman al cielo contra el sistema que no reconoce a los abnegados enseñantes. 
Lo dicho, la celeridad impide que la jurisprudencia se contemple con un poco más de rigor. 
Lo chocante llega cuando diferentes jurados emiten veredictos distintos, no respetándose los votos particulares de los otros, ni, mucho menos, escuchándose los argumentos del disidente. En esos momentos, tensos, por qué no decirlo, algunos de los encargados de impartir justicia se enzarzan en una discusión trufada de descalificaciones e insultos, que concluyen cuando alguno de ellos borra de su mapa al rival dialéctico.
Si uno mira bien este armazón jurídico se caracteriza por la dureza, virtual, de las condenas. No existe perdón ni capacidad de reinserción para el condenado, que por siempre será un paria marcado por su delito. Y es este aspecto el que mejor define a esta troupe de juzgadores profesionales: las necesidad de condenar y de hundir, si se pudiera, para siempre al condenado. Es entonces cuando uno piensa que incluso la Inquisición daba la oportunidad de arrepentirse al condenado. Sin embargo, la caterva de intransigentes que pulula en Twitter, creyendo que son importantes por poder criticar y, muchas veces, acusar sin pruebas, sólo ven culpables que han de pagar con su sangre por no ser de los suyos. 
Aunque no me gusten en exceso, prefiero a aquellos que van contando su vida a estos nuevos Torquemadas, disfrazados de pureza y buenas intenciones.
Un saludo.

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