"Lo malo, cuando se finge bueno, es pésimo"
Francis Bacon
Desear en lo más profundo una desgracia a alguien que nos condiciona sobremanera o nos ha hecho mucho daño. Tener deseos de huir de una situación que conlleva una gran responsabilidad y nos hace renunciar a parte de lo que nos apetece y somos. Soñar que esa cita, ese evento, en el que va a estar esa persona, que tanto nos desagrada, se debe suspender por algún imprevisto... Pensamientos, deseos, anhelos poco confesables que, casi seguro, a todos se nos ha pasado alguna vez por la cabeza. En general, el dolor y la obligación, en diferentes grados, necesitan válvulas de escape, que aminoren el sufrimiento o la sensación de entrega.
Resulta obvio que los pensamientos no poseerán la misma carga, el mismo deseo, de mal cuando derivan de una situación liviana, que cuando se vinculan a una circunstancia onerosa. Al menos, esto ocurrirá en líneas generales.
Este tipo de ideas suelen llevar aparejadas, en especial cuando se asocian a intentar evitar una responsabilidad, ideas de culpa. Se establece una pugna entre la obligación, a veces asfixiante, y la necesidad de huir de ella, aunque no sea más que una temporada. Creo que nadie, o casi nadie, se encuentra preparado para renunciar a uno mismo, a sus necesidades para desarrollarse como persona, para entregarse, tanto en lo físico como en lo mental, a otra o otras personas, que necesitan esa ayuda. Todos y cada uno de nosotros necesitamos esa porción de tiempo, y de espacio, para nosotros, para dar rienda suelta a aquello que nos llena, que nos entretiene, que nos hace nosotros mismos. Y, en este sentido, cuando alguien nos lacera sin piedad, también nos acota, nos constriñe al espacio y al tiempo del dolor, al menos hasta que seamos capaces de ir arrinconándolo y difuminándolo en el vivir diario.
Creo que este tipo de pensamientos tienen mucho de salud mental, de alivio mental, y poco de maldad. En general, siempre puede haber algún tipo sonado por ahí (es cuestión de estadística) este tipo de ideas ayudan a sobrellevar situaciones desagradables, jugando de manera mental con nuestras frustraciones; buscando una solución que, como dije antes, no suele llegar más allá del espacio que delimita nuestra piel.
Se trata de salud mental porque somos capaces de recrear una situación, tal vez deseada con fuerza, y controlarla, lo que nos genera un cierto bienestar, un alivio. Además, este tipo de deseos conllevan la característica de que la persona que los tiene, ni tan siquiera es el causante de aquello que idea. Se trata de que un agente externo, generalmente no una persona, causa el mal que deseamos. En otras palabras, incluso en nuestros ensoñaciones ejercemos de Poncio Pilatos; nos lavamos las manos. ¿Puede haber algo mejor?
Intuyo que lo que he escrito hasta el momento resulta bastante discordante con lo establecido en estos días: buenismo, buen rollito y medir las palabras, por si alguna es esdrújula y debiera ser llana (como la mentalidad de los ideólogos de esta forma de hablar, que no de ser), pues lo siento, pero el problema no se centra en lo que expongo. El disparate lo cometen quienes quieren ocultar la realidad, quienes no poseen la capacidad de comprender que los seres humanos tenemos estrategias, algunas poco confesables, como es el caso, para abordar nuestra vida y nuestros problemas. Necesitamos aligerar nuestros pesares, en especial cuando no tenemos la capacidad de cambiar aquello que nos angustia, que nos desborda, que nos hace sufrir. Porque sí, todos sufrimos, forma parte de la vida, como disfrutar, y los rollos tipo Coelho quedan muy bien en los libros, pero somos cada uno de nosotros los que tenemos que cargar con nuestros sufrimientos, con nuestros problemas y los que debemos ir deshaciéndolos en el tiempo, a costa de nuestro dolor, de nuestra tristeza, de nuestro cansancio físico y mental.
No, no me parece mal que las personas tengan pensamientos en los que se desee algo negativo. Al contrario, me parece síntoma de salud mental. Síntoma de saber que nos duele, que no siempre se sabe. Lo sé, algún apóstol de lo correcto dirá que supone el primer paso para que ocurra una desgracia. Intuyo que en un país donde vivimos 45 millones de personas, más de 300 personas han deseado algo negativo a otra persona. Digo 300 personas, porque en España son los crímenes que se cometieron en 2015. El hecho de que exista algún loco criminal no significa que exista una causalidad entre una cosa y otra. Como no la existe entre el buenismo y la inteligencia. Más bien ocurre lo contrario.
Seguiré teniendo en alta estima a esa persona que vio como su vida cambiaba tras un embarazo y que, a su manera, sigue luchando para que todos salgan adelante. Seguiré teniendo en muy alta estima a aquella persona que, cuando las cosas vienen mal dadas, se echa a la espalada a la familia y saca todo adelante. Seguiré teniendo en alta estima a aquellos que, a pesar de todas las dificultades, y de tener pensamientos que no parecen los más aceptados por la sociedad, siguen hacia delante. Seguiré teniendo en alta estima a aquellos que han sufrido dolor o injusticias y no devuelven la moneda a quien se lo infringió de manera gratuita o altruista.
Un saludo.
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