"Si escondes tu ignorancia,
nadie te herirá y nunca aprenderás"
Ray Bradbury
Imaginemos que cuando nos encontrábamos en la adolescencia una chica o un chico (depende de nuestras preferencias sexuales) nos da calabazas. Lo normal en estos casos suele ser sentir que el mundo se acaba y no hay salida posible... hasta que una semana después aparece algo interesante en la vida u otra chica o chico del que enamorarse perdidamente y que, con un poco de suerte, nos corresponde.
Creo que a nadie se le ocurriría, tras un fracaso amoroso, renunciar a mantener en el futuro posibles relaciones de este tipo, debido a que algo no ha funcionado una vez. No resulta lógico, ni normal, rehuir buscar a personas que pueden resultar interesantes o por las que puede sentir amor, por ese miedo a una negativa. Intuyo que lo que todos tendemos a hacer, de manera consciente o inconsciente, es "refinar" nuestras estrategias, buscando tener más posibilidades de éxito. Parece, aunque de amor se trate, lo más lógico y lo más práctico.
Sin embargo, aunque parezca mentira, en otros muchos aspectos actuamos como el tipo que renuncia a intentar disfrutar junto a otra persona, porque un día a alguien no le interesó lo suficiente y le dio un no por respuesta.
Uno que trabaja en Educación ve como todo dios tiene una ley milagro para corregir problemas, que muchas veces no lo son, y que, en puridad, consiste en que los medios hablen de algo intrascendente que contiene dicha ley o dicha propuesta, pero que, según transmiten medios y políticos, van a revolucionar el sistema educativo de arriba a abajo. Mentira.
Me gustaría contar una anécdota al respecto. La LOMCE, que es una mierda de ley educativa, igual que su antecesora, la LOE, impulsada por el PSOE, dispone en su apartado dedicado a la Educación Especial, que en lo fundamental se remite a la LOE, casi casi palabras textuales. Sin embargo, algunos progres, entre ellos gente del PSOE, critican que con esta ley los alumnos con necesidades educativas específicas han sido marginados. Ver para creer.
Pero no sólo esto ocurre en mi campo. En otros ámbitos de la vida ocurre exactamente igual. Me contaba una amigo que la tan traída y llevada Ley Mordaza tiene algunos aspectos que favorecen a las fuerzas del orden, pero que en su desarrollo se regulan aspectos como la cuestión de la identificación de ciudadanos por parte de estas mismas fuerzas, que han evolucionado para bien del ciudadano, estableciendo aspectos como duración de dichas identificaciones, formas de hacerlo... que no estaban contempladas y que favorecen al ciudadano. Además de que dicha ley regula otro muchos aspectos como evitar que se ejerza la prostitución cerca de centros educativos... Reconozco que no he leído dicha ley, pero mi amigo me merece bastante confianza en este aspecto y no pongo en duda su palabra. Sin embargo, parece que porque no guste una parte de esa normativa se debe cambiar todo.
Como ya escribí en otra ocasión, ciertas fuerzas progresistas, que no de izquierdas, alabaron el cambio de legislación en Islandia, respecto a la igualdad salarial, exigiendo esos mismos cambios radicales en nuestro país, aunque como aduje, esa misma norma existe en España en una ley llamada el Estatuto de los Trabajadores. Pero nuestros progres de redes sociales y de series de Netflix pedían sacar la piqueta para abolir todo. Tiremos abajo el edificio para hacer uno mejor.
Uno, que es aficionado al Arte y a la Historia, sabe que, hasta hace bien poco, las nuevas construcciones aprovechaban elementos de otras anteriores. Pero aquí no sirve nada, todo se debe demoler, al menos en teoría, llevar al correspondiente vertedero y hacer una nueva obra, deslumbrante, llena de efectos especiales y... vacía. Es lo que se ha dado en llamar la posmodernidad: correr hacia delante, intentando cambia todo (mentira) o, en su defecto criticar todo y hacer propuestas sobre cosas nuevas, cuyo única aportación son un conjunto de expresiones nuevas y rimbombantes.
En realidad todo se reduce a eso, al uso de neologismos huecos y petulantes.
La progresía, no confundir con la izquierda, ha hecho de esta forma de entender su realidad. Si algo no funciona como debe, derribémoslo (o digamos que vamos a hacerlo) y ya tenemos causa. ¡Oiga!, que en esto que critica funciona esto, esto y esto. ¡Bobadas! Derribemos, derribemos y hagamos algo totalmente distinto. ¿Pero qué? Nada. Absolutamente nada.
Hace un par de días leía un tuit de ese titiritero del neoliberalismo que es Alberto Garzón, alabando las políticas proteccionistas de Donald Trump, porque dice que van en contra del neoliberalismo. En efecto, querido Alberto, las medidas de Trump proponen que los medios de producción pasen a manos de los trabajadores y los empresarios sean desposeídos de ellos. ¡Ah, no! Que lo que propone es que se den las mismas condiciones que hasta ahora, pero se favorece a las élites extractivas locales. En otras palabras: lo mismo, pero sumando el nacionalismo.
No todo lo que choca con lo que luchamos resulta que es bueno. Pero, en esta mentalidad simplista, acientífica hasta la extenuación, en la que vivimos sumergidos cualquier cosa supone una revolución.
Cuando escribo recuerdo como hace unos meses alguien me hablaba de recuperar al abuelo Marx y, de una u otra manera, de eso se trata. No tanto de recuperar al abuelo Marx, que puede que también, como de recuperar aquellas cosas que funcionaron y de seguir utilizando aquellas que funcionan, intentando cambiar solo lo que es manifiestamente mejorable. Pero, eso sí, con propuestas concretas, huyendo de palabras y expresiones huecas (ya sé que ello conllevaría que PSOE y Podemos se tuviesen que definir, aún más).
Me gustaría acabar diciendo que yo, por salud mental y por si acaso, huyo de todos esos mesías del cambio porque sí. El lector ya habrá observado que estos gurús del cambio suelen vivir bastante bien. Sin embargo, los que realmente sufren los problemas en su vida diaria suelen pedir que se cambie tal o cual cosa, siempre algo muy concreto. Tal vez debamos empezar por ahí, por saber cuales son los problemas reales de las personas. Valorando también lo que funciona para una mayoría. Pero, querido lector, eso no da votos ni llena programas de televisión, de radio o páginas de periódicos.
Un saludo.
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