jueves, 1 de marzo de 2018

COMO DE COSTUMBRE

Hacía una semana que había aterrizado en Barajas. Su último viaje, de carácter espiritual, podía definirse como un completo éxito, al menos en lo referente a su búsqueda de una senda por la que transitar durante la vida. Sobre el asunto de Mario, nada nuevo. Han pasado mucho tiempo juntos hablando, durante este nuevo periplo de prospección interior y de aprendizaje, pero, como en las ocasiones anteriores en que han coincidido, su relación no trasciende de las palabras y los silencios engarzados en miradas plenas de desesperación.
Ella siente algo hacia él, que no sabe, o no quiere, definir, e intuye que es recíproco, pero todo permanece entre ellos igual que aquella primera vez que, de manera torpe, azorada, hablaron a solas. A pesar de lo cual alberga la esperanza de que la siguiente vez que coincidan en un viajes de autoexploración, de encuentro interior, se produzca el acercamiento definitivo entre ambos. 
Sin embargo, a pesar de este pequeño fracaso, todo lo demás que había ocurrido durante esos catorce días, en aquel remoto lugar de Asia, cargado de espiritualidad, sólo podía definirse como un éxito. El gurú que les había guiado en su proceso de búsqueda durante esas dos semanas, la había ayudado a conocerse un poco, o un mucho, más. Había tomado conciencia plena de sí misma. Se sentía capaz de controlar sus necesidades, encauzando su energía hacia una realización plena y una comunión con el universo espiritual que  generamos todos los seres vivos.
Le gustaría que sus padres compartiesen su visión del mundo, pero resultaba difícil, imposible, que ellos entendiesen todo ese mundo. El hecho de que apenas tuviese relación con ellos, también dificultaba cualquier posibilidad de explicarles todo aquello que ella vivía en aquel momento. No recordaba con precisión cuál fue la última vez que habló con ellos. Sabía que fue por teléfono, a raíz de una pequeña intervención ambulatoria que sufrió su padre, pero no podía concretar si eso ocurrió hace un mes, dos o tres. Tampoco la importaba en exceso. Se había acostumbrado a mantener un contacto superficial, casi protocolario, con sus padres y con su única hermana. Aunque sería más preciso decir que rehuía el contacto con su hermana, que, en las escasas ocasiones en que mantenían contacto, siempre acababa recriminándole que no se preocupase por sus padres. Hacía tiempo que comprendió que no servía de nada explicar que ella vivía en otra ciudad, tenía sus ocupaciones y que no podía estar siempre pendiente de sus padres. Además, su hermana y su cuñado vivían, bastante bien, gracias al negocio que habían heredado de sus padres. ¡Qué mejor forma de gratitud que devolver algo, en forma de cuidado, a quienes les habían provisto de una seguridad laboral!
Prefería olvidar ese tema y recordar las sensaciones tan profundas que le había hecho sentir el chamán en aquellas meditaciones nocturnas. Sabía que aquel paraje casi selvático, alejado de todo aquello accesorio e innecesario, como las posesiones materiales, habían contribuido también a alcanzar esta sensación de plenitud. Esperaba no tener que volver a atravesar casi medio mundo para conseguir esa vivencia interna tan fascinante. Las pautas para recrear lo sucedido las conocía, pero, por cuestiones que se la escapaban, no siempre resultaba fácil reproducir esas sensaciones que alcanzaba durante aquellos viajes.
Resulta  difícil, muy difícil, transmitir a los no iniciados, en especial, a los no creyentes esas sensaciones de paz y tranquilidad que llegaba a alcanzar en aquellos momentos.
También resultaba complicado aplicar los conocimientos espirituales adquiridos a la vida diaria. Poca gente, casi nadie, entendía ese camino de perfeccionamiento emprendido por ella. En ocasiones, su posicionamiento la había generado roces con otras personas, incluso con algunas de su entorno más cercano. Su círculo de amistades se había visto reducido, de manera progresiva. Casi nadie comparte sus inquietudes. Incluso ha llegado a ser criticada por gastarse dos o tres mil euros en sus viajes de búsqueda. Cada día le resulta más difícil relacionarse con personas carcomidas por el materialismo y lo inmediato. No encontraba motivación en estar con otros semejantes tan diferentes, que no podían aportarla nada y a los que ella tampoco podía aportar mucho. Le resultaba irritante la facilidad con la que cierta gente se ponía a la defensiva cuando ella les aconsejaba sobre como abordar su vida, para conseguir una mejora en la misma.
Sin embargo, a pesar de todo, ella sigue buceando dentro de sí misma; asfaltando su camino, en esa búsqueda incesante de la paz, de la mejora interior, que emprendió hace casi quince años. Siente que, desde ese momento hasta el día de hoy, muchas cosas han cambiado en ella. Ahora se siente más fuerte, más unida a la Madre Naturaleza, a los espiritual. De hecho, está pensado, mientras ve sola un programa de televisión el sábado por la noche, en ir al día siguiente a dar un paseo por el campo, para conseguir esa comunión, casi mística, con el viento, las plantas, los pájaros... Le atrae mucho la idea y ha decido calzarse mañana temprano las botas de montaña para caminar por el monte, como de costumbre, sin compañía. 

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