Imagino que la circunstancia empuja, de una u otra manera, a ello. Empuja a rememorar estos últimos años, que parecían iban a diluirse en una nebulosa de olvido y dejadez, pero que, por fortuna, acabaron convirtiéndose en la culminación de dos vidas, la tuya y la mía.
Cuando llegué a esta institución me encontraba desorientada y, no lo voy a negar, con ganas de que todo acabara pronto. Sentía como el abandono por parte de mis seres queridos se había convertido en un lanza que atravesaba mi alma y la llenaba de soledad, anegando de tristeza todo lo que era y lo poco que en esos momentos podía abarcar. No recuerdo con exactitud cuando te vi por primera vez, pero no albergo duda del instante en que comprendí que me sentía atraída por ti. Te miré, y cuando tu imagen llegó a mis pupilas todos mis cimientos se cimbrearon, como si de una cucaña se tratara, anulando al instante todo la sensación de soledad y tristeza que sustentaban mi plúmbeo pasar. No cabía duda, había vuelto a enamorarme.
He vuelto a rescatar esa instantánea cientos de veces desde entonces y si me pidiesen describirla con una sola palabra, no albergo duda alguna de que ésta sería luz. La luz que parecía haber desaparecido de mi vida desde mucho antes de que fuera recluida, contra mi voluntad, en aquella residencia de ancianos.
Como luego me constaste, a ti te ocurrió algo similar. Aún recuerdo los torpes esfuerzos por acercarte a mi que hiciste. No puedo evitar reírme cuando recuerdo la disputa que tuviste con Nicolás, que por aquellos entonces también mostraba interés por mi. Los dos, como un par de adolescentes, acabasteis discutiendo para intentar dilucidar quien iba a por un descafeinado para mi, que al final, con tanta testosterona por medio, no me llegué a tomar. ¿Te acuerdas? ¡Ja, ja, ja!
Reconozco que yo también fui un poco puñetera contigo. Aunque deseaba con todos mis fuerzas tenerte a mi lado, alternaba los momentos de atención exclusiva a tus requerimientos, con otros en las que me mostraba distraída, hasta desinteresada, contigo. No me culpes. Me educaron así y, a pesar de todo lo que provocabas en mi, no conseguía evitar esos comportamientos, llamémosles pendulares.
En el fondo, a pesar de las apariencias, era cuestión de tiempo que apartara mi máscara y me dejara seducir, esta vez sin reservas, por ti. Resultó hermoso redescubrir emociones, sensaciones, deseos depositados en lo más profundo del olvido, que pronto comprendí formaban una parte esencial de mi persona; de mi hasta entonces triste e incompleta persona. .
Durante estos años no hemos realizado grandes viajes, ni tampoco hemos emprendido grandes aventuras, dignas de relatar a nuestros nietos en Navidad, época en la que sus padres parecen acordarse de la importancia de que los abuelos estén con su familia. Durante estos años nos hemos limitado una historia de amor y cariño, en la que escribíamos, casi a cada momento, una o dos palabras, que dieran sentido al presente que vivíamos.
Ahora, aquí tumbada junto a ti, todo este tiempo me ha parecido lo más hermoso de mi ya larga existencia. Desconozco si existe un después tras la muerte, que muy posiblemente te llegará antes de que amanezca, pero puedo asegurarte que el paraíso no puede ser mejor que estos años junto, ni tan siquiera puede ser mejor que este momento en que tú y yo estamos postrados, uno junto a otro, en esta cama.
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