martes, 22 de agosto de 2017

A PROPOSITO DE

Tras la tempestad llega la calma. Por un lado resulta triste, pero por otro gratificante, observar como la misma gente de siempre (periodistas, políticos, personajes absurdos...) empieza a meter sus cuñas, para vender aquello que les define y que les permite ser alguien "importante". Curioso, la barbarie sólo ha supuesto un paréntesis mínimo en sus quehaceres absurdos, no sirviendo para nada más. 



Intuyo que el dolor que siente un padre o una madre de un terrorista, que no comparta la brutalidad de su hijo, debe ser horrible. Por un lado desean que su hijo siga vivo, mientras por el otro, se dispara el sufrimiento por las atrocidades cometidas por su vástago. Rogar para que un hijo se entregue, lo que le permitiría seguir vivo, y no cometa más asesinatos de gente inocente. Es preferible ver durante toda una vida a un hijo entre rejas, que no encontrarlo en el paraíso por el que murió. Desconozco si estos padres reciben ayuda psicológica, pero considero que deberían resultar objetivos prioritarios para quien maneje este tipo de atención.



A veces me he preguntado que siente un terrorista perseguido y acorralado durante días. En especial me preocupa conocer si las convicciones que le llevaron a cometer las atrocidades por las que he perseguido siguen igual de firmes. No me cabe duda de que si la huida se produce en grupo esas creencias no desparecen, incluso se pueden ver reforzadas aún más, si es posible, pero qué ocurre cuando el protagonista de la caza huye en solitario y las únicas palabras que escucha son las que se generan en su interior. Tal vez no tenga tiempo de plantearse nada. O tal vez sí, y por eso huye, porque no tiene prisa en llegar a su paraíso.



Existen dos tipos de supremacistas blancos: 
  • Los que no tienen problema en reconocerlo
  • Aquellos que consideran que todos los hechos trágicos que ocurren en nuestro planeta son responsabilidad del hombre blanco y, por tanto, de manera inconsciente, consideran que los moradores de otras latitudes son seres inferiores, capaces de pensar y actuar por sí mismo, siendo influenciados con facilidad extrem


Leía que mostrar la foto de asesinos yihadistas acribillados y con la cara deformada resultaba importante, porque la propaganda dice que todos ellos mueren con una sonrisa. El comercio de la vida y la muerte crea mitos de sufrimiento y felicidad asociados a las sensaciones y sentimientos que tenemos en este lugar. Igual todo se debe a que los paraísos y los infiernos son cuadros y relatos que sólo existen aquí y se destinan a la gente que habita aquí. 



Se habla mucho del miedo tras los atentados. Tengo para mí que, con la excepción de aquellos que lo han vivido en primera persona, para el resto de ciudadanos se trata más de una sensación de desasosiego, de dolor y, a lo sumo, de vulnerabilidad, que se va diluyendo a medida que la rutina o la vida va ocupando ese lugar. Los mismos lugares, la misma gente y/o gente distinta, los mismos sueños, las mismas pesadillas... El terror que desean sembrar dura lo que permanece en las mentes lo extraordinario. No puede haber una derrota más abrumadora para los que mueren de manera inútil.



Me llama la atención como un grupo de personas pueden retroalimentar sus ideas delirantes, llegando a cometer atrocidades sin cuento, sin que exista ningún disidente entre ellos. Un conjunto de tipos se dejan influenciar por alguien para cometer actos aberrantes, y nadie parece mostrar objeción alguna. No sé si se trata de la fuerza del grupo, el miedo a quedar como el diferente, la capacidad del conjunto de anular las objeciones de los demás... Lo desconozco, pero me parece un tema interesante, pues no se trata de que un aparato estatal bombardee día y noche con consignas, se trata de un pequeño grupo.



Existen tantas religiones como personas que las interpretan. No existen religiones de paz o de guerra, existen personas que intentan amoldar sus ideas, a veces aprendidas en templos, a los preceptos de un profeta.  

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