viernes, 25 de agosto de 2017

MONOLOGO. HISTORIA DE ESPAÑA.

Yo siempre he sido un gran aficionado a la Historia. Diría que desde que tengo uso de razón, o justo un poco después, ya me preocupaba por dar a conocer a la gente historias. Recuerdo un día, cuando era joven, no puedo precisar si ya tenía uso de razón, llegué de madrugada a casa con alcohol suficiente en el cuerpo como para eliminar todas las infecciones del vecindario. Debí hacer algún ruido al entrar, yo sólo recuerdo que ese día tenía dificultades auditivas y motrices, y desperté a mi madre. En estos casos ocurrió lo normal: 
- ¿De dónde vienes?
- Del portal.
- ¿Cómo vienes?
- Andando.
- Hueles raro.
- Me ha abandonado el desodorante.
- Tú has bebido.
Y aquí emergió mi vena historiadora: "Sí, si he bebido. Sólo un par de cervezas, sabes que no me gusta el alcohol. Pero, ahora que lo dices, sí yo también me siento mal. Creo que ha sido el bocadillo de tortilla que me he comido en la calle. Igual los huevos estaban mal. O igual soy celiaco. Mi madre me miraba y, por no preguntar que era eso de celíaco se hacía la tonta. O igual no era por eso.
Con el paso de los años acabé dirigí mis inquietudes hacia los sucesos ocurridos en España y alrededores durante los últimos tiempos. 
La Prehistoria siempre me ha fascinado. Estuve hace unos años en Atapuerca y allí pude ver el cráneo denominado Miguelón. Se trata de los restos de un cráneo de homo heilderbengensis, con unos 400.000 años de antigüedad. El nombre, esto no es coña, se lo pusieron en honor a Miguel Indurain. Uno, se imagina a Miguelón, cuando aún vivía, en la tribu, cejijunto, respondiendo a todo con monosílabos y recomendando a los otros miembros del clan, mientras huyen de una manada de mamuts, que tomen Danacol y Enervit para mejorar su rendimiento. ¡Claro, como él iba en bici!
Otro de los personajes que me fascinaron de la Historia de España fue Viriato. Viriato era un pastor lusitano que tuvo en jaque a las tropas del Imperio Romano durante un buen tiempo. Tanto fue así que los romanos tuvieron que cambiar su calendario, añadiendo dos meses, para poder derrotar a todos los locos hispanos, lo que fue una putada para los niños, que tuvieron que aprenderse dos meses en la escuela. No tenían ya bastante con saber escribir 7.347 con números romanos que, a ver, quién de los que está leyendo esto sabe escribirlo. Pues eso, encima tuvieron que aprenderse dos meses y en latín.
Pero volvamos a Viriato. Viriato, aunque lusitano, parecía de Bilbao: nacía donde le salía de los cojones... al iluminado de turno. He visto esculturas de Viriato por media España, conmemorando que había nacido allí o en un prado cercano. Lo primero que piensas es la suerte que tuvo el escultor que hizo todas las tallas. Se debió llevar un porrón de sestercios y no le debió faltar trabajo. Luego, con más calma, empiezas a creer que lo del nacimiento de Viriato es como las meigas: ocurrir ocurrió, pero la fe de nacimiento se debió perder y no hay certeza del lugar exacto donde fue traído al mundo. Lo único incuestionable a ese respecto lo aportó Gregorio Esteban Sánchez, más conocidos por Chiquito de la Calzada: nació después de los dolores.
Reconozco que, con el paso del tiempo, la figura de Viriato perdió interés para mí. Tal vez sea porque hubo un tiempo en que le asocié a Marcial, el pastor de mi pueblo. Miguel es buena gente, con su palillo entre los dientes, de los que le faltan un par, siempre con una gorra verde de Caja Rural, regordete, con la tripa que se le marca en una camisa de rayas, que ya debía vestir cuando hizo la Primera Comunión, con el transistor en la oreja, escuchando Agropopular y siempre gritando: "Yatealapallá". Y, claro, uno no se imagina a Miguel, o a otro pastor por el estilo, acaudillando unas aguerridas tropas, que pusieron en jaque al mayor imperio del momento.
Me imagino las negociaciones entre los romanos y Viriato. El romano: "Ríndete, y no te haremos nada". Viriato: "Yatealapallá". Y así no hay forma de acabar una guerra.
Una vez los romanos conquistaron toda la Península Ibérica se produjo la romanización de la misma. Pero no sólo ellos nos aportaron cosas, nosotros también les dimos a ellos. Desde el garum, una salsa de pescado que debía saber a hostias, pero que era muy cara, hasta emperadores: Trajano, Adriano y Teodosio. Los dos primeros eran de Itálica, al lado de Sevilla y, esto tampoco es coña, debían tener un acento muy peculiar, que resultaba bastante chocante en Roma. 
La verdad es que podía haber sido peor, podían haber nacido en Cádiz (Gades) y entonces no se les hubiese entendido nada. 
Una de las razones por las que resultaba chocante su forma de hablar era porque todos los discursos los terminaban con una frase incomprensible para los cultos romanos. Una frase que sonaba algo así como: "Y ahora una Cruzcampo frezquita".
Los romanos estuvieron por aquí una pila de tiempo, pero, como pasa siempre, vinieron otros, más jóvenes, más guapos y se quedaron con el cortijo. Estos nuevos dueños del sarao son conocidos con el nombre de visigodos. Tuvieron que largar a otros primos suyos: suevos, vándalos, alanos e incluso a los primeros tipos que habitaron Marina d`Or y sus alrededores, los bizantinos. Los bizantinos, que eran los herederos del Imperio Romano, leyeron en algún manuscrito que aquí había tinto de verano y paella y se vinieron desde la otra punta del Mediterráneo a pasar sus días por esta zona, con el todo incluido contratado. Los primos y los turistas acabaron siendo expulsados y los visigodos se quedaron con todo. 
Los visigodos, que a su vez habían sido echados de Francia (es posible que este hecho sea un temprano precedente del vuelco de camiones), tenían una costumbre muy maja, que era elegir a su rey entre los nobles del lugar. El único problema que tenía el asunto es que el perdedor no solía tener muy buen perder y se solía armar la de dios es Cristo, arriano o católico, depende de si era antes o después de Recaredo. Se montaban unos pifostios muy majos, que de haber existido La Sexta se hubiesen solucionado con una tertulia sabatina, pero, a falta de otras opciones, acababan zurrándose de lo lindo. En una de estas andaban cuando unos tipos que venían de África se asomaron por aquí y acabaron quedándose con el cortijo, con la masía, con el latifundio y con todo lo que se terciase. Sí, los alemanes jubilados. ¡No! Es broma. Eran los seguidores de Alá, al que parecían no encontrar, porque se movieron por medio mundo conocido, conquistándolo a su paso, siempre siguiendo a Alá.
La realidad es que, además de árabes, en la Península entraron bereberes e, incluso, algunas tropas mercenarias del Norte de Europa. Los árabes aportaron muchas cosas a nuestra cultura: el cero, que lo trajeron de la India, sistema de irrigación o palabras tan importantes para nuestra lengua, y nuestra existencia, como: almohada, alcohol o rubia. Imaginemos que haríamos si después de beber diez o doce cervezas rubias con alcohol, no tuviésemos una almohada en nuestra cama para dormir la mona.
Sin embargo, los musulmanes adoptaron una costumbre muy nuestra: darse de hostias entre ellos. Árabes con bereberes. Familias poderosas árabes con familias poderosas árabes. Los de la tortilla con cebolla contra los de la tortilla sin cebolla. Un sindiós, pero con Alá. 
A diferencia de los visigodos, estos se llevaban bien con sus primos del Norte de África y vinieron a echarles una mano contra los cristianos, que, cuando no estaban dándose por culo entre ellos, ocupaban sus ratos de ocio en bajarse al moro y zurrarse con los musulmanes. Los que vinieron eran un poco extremistas, aunque, en honor a la verdad, los primeros que vinieron descubrieron que en este país se vive de puta madre y se amoldaron. Esto lo aprovecharon los cristianos y cuando los almorávides estaban durmiendo la siesta tras el vermú (sin alcohol) les dieron para el pelo. Peores fueron los segundo que vinieron, los almohades. Eran como el ISIS, pero sin vídeos de Internet de promoción. Esto puede sonar a coña, pero no es real: los musulmanes hispanos tenían fama de vagos entre sus primos almorávides y almohades. Tal vez fuera porque ocupaban mucho tiempo bebiendo Cruzcampo 0,0 y comiendo sus tapitas, sus gambitas, sus espetos y su jamoncito de tofu especial para musulmanes.
A principios del siglo XIII los cristianos dieron para el pelo a los almohades y acabaron siendo la fuerza hegemónica en la Península.
No se me ha olvidado hablar de los cristianos, sólo voy por orden. Los cristianos se dedicaron a recuperar tierras, pudiendo residir su éxito en que ellos eran más de Mahou que de Cruzcampo. Los cristianos formaron varios reinos que se dedicaron, ¡oh sorpresa!, a guerrear entre ellos. Que uno piensa que cuanto esfuerzo se habrían ahorrado si hubiesen inventado unos siglos antes el Risk. Aunque, a veces, no se enzarzaban con el vecino y se dedicaban a pelearse padres con hijos, hermanos contras hermanos y hermanas, para conseguir el trono. Ríete tú de la mierda de serie Juego de Tronos. Putos aprendices a su lado.
Entre tanta pelea con la familia, a veces los reyes de los otros reinos eran familia, y con los vecinos de al lado, sacaban tiempo para hacer cosas diferentes: pegarse con los moros de abajo o, en el caso de la Corona de Aragón, conquistar tierras en Italia e, incluso en Grecia. En otras ocasiones atendían más a las cuestiones de fe y se iban a Jerusalén, a participar en las Cruzadas, peleando contra el sarraceno infiel. Lo interesante es que se traían souvenirs de allí, que acabó convirtiéndose en un pingüe negocio. Igual que yo me he traído de Galicia un imán para la nevera, ellos adquirían a un módico el prepucio de Cristo o la rótula incorrupta de la Virgen María. Hay que reconocer que el invento del frigorífico ha cambiado bastantes las costumbres y la tipología de los souvenirs. Me imagino los puestos de esa época con camisetas con la leyenda: Yo estuve en Jerusalén, unos platos de cerámica con un templo dibujado en medio, trozos de cruz de Cristo, puntos de cuando la Virgen dio a luz a Cristo y el primer pañal de Jesús.
Aunque yo haya transmitido una visión belicista de la época también existieron figuras culturales relevantes, así como  hechos y productos culturales notables en ambos lugares. Tal es la influencia  de aquel período histórico que han perdurado hasta nuestros días palabras y manifestaciones. Pongamos como ejemplo la expresión músico de mierda, que en árabe se dice: Mel-endi.
En 1469 se casaron a escondidas un par de príncipes cristianos que darían mucho que hablar, tanto en las revistas del corazón como en los libros de Historia, un tal Fernando y una tal Isabel. A pesar del secretismo, la revista Hola se quedó con la exclusiva y mando a Valladolid a dos de sus mejores redactores para cubrir el evento. En esa época, para no perder la costumbre Isabel estaba un poco reñida con su hermano, el rey y cuando murió éste, su hija, Juana, acabó tirándose de los pelos con su tía. Ganó Isa. Por Cataluña también había una especie de guerra civil, que venía de largo, con la que Fernando acabó. 
Isa y Nando decidieron conquistar todo el territorio a los musulmanes, que aún pululaban por aquí y poco a poco, aprovechando también que padres, hijos y hermanos reinantes en Granada se estaban zumbando, se fueron quedando con todo. De hecho Boabdil, el último rey de Granada, era íntimo del Gran Capitán, ambos eran seguidores del Sevilla C.F.  (se les erizaban los vellos cuando cantaban el himno de El Arrebato en las finales de la Europa League), y habían pactado bastante tiempo antes del 2 de enero de 1492 la entrega de Granada. "Mucha Alhambra, mucho Albaicín, mucha polla..., pero aquí en invierno hace un frío de tres pares de cojones y en verano un calor que te torras. Esto está muy bien para venir unos días de visita, pero vive aquí y ya verás", se le escuchó decir a Boabdil cuando entregó las llaves de la ciudad.
Ese año, un tal Colón, que también nació como Viriato en Bilbao, o donde le sale a la gente de los cojones, consiguió embarcarse en tres cascarones, financiados por Castilla, y llegó a un sitio que él creía las Indias. Con el tiempo se supo que el lugar donde había llegado no era eso que decía el almirante, sino un nuevo continente. Historiadores de los dos últimos siglos han estudiado el origen de tal confusión y las últimas explicaciones aseguran que, con tanto recorte de gasto, Colón no había podido permitirse costear las últimas actualizaciones del Tomtom y que todavía funcionaba con una versión de la época del griego Estrabón. 
Sea como fuere, llegó y con este descubrimiento cambió la faz de nuestro planeta y empezó a germinar el capitalismo, gracias al descubrimiento de un sevillano: la Cruzcampo. ¡No, es broma! Bartolomé de Medina descubrió un método para aprovechar un obtener mucha más plata por cada metro cúbico extraído. Esta afluencia de plata inundó los mercados europeos y eso hizo aumentar el comercio. Se sabe que Bartolomé de Medina también trabajo sobre otros inventos, siendo el más famoso de ellos el rebujito, que le hizo pasar a la historia como el hijo de puta que inventó una bebida que entra muy bien y se te sube que te cagas. Pero eso ya es otra historia.
Por cierto, cuando me pilló mi madre borracho llevaba entre pecho y espalda nueve rebujitos. Pero explica tú a mi madre que el mismo tipo que sentó las bases del capitalismo, sentó las bases de la castaña que tú llevabas.
En fin, se me hace tarde. Voy a ver si me tomo unas cuantas Estrella Galicia, que se note que vivimos en un país con muchas autonomías. Otro día seguiré contando historias sobre la Historia de este país. 

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