Casi dos décadas relacionado, de una u otra forma, con el mundo de la educación (tanto en mayúsculas como en minúsculas) han dado para mucho. Este viaje en el tiempo, y en el espacio, me ha permitido conocer lugares diversos y variopintos, personas, muchas de ellas encantadoras y algunas a las que considero amigos. De igual manera, gracias a esta peregrinación, encontré y engañé (o eso dice ella) a mi actual pareja, lo que me permitió, nos permitió, crear una familia. Esta epopeya personal me ha permitido conocer la vida "rural", en ciertos aspectos bastante similar a la de ciudad, lo cual es un lujo para mí, pues soy más de ciudad que los adoquines.
En general, se han producido una serie de cambios en mi vida, que han afectado a mi forma de relacionarme y de entender ciertos aspectos de la realidad. Sin embargo, otras cuestiones, al menos en lo esencial, han permanecido inamovibles. Entre estos asuntos se encuentra el de la capacidad o la incapacidad de los alumnos para conseguir adquirir aprendizajes. Ese viejo caballo de batalla que tanto me ocupa y preocupa y gracias al cual como caliente todos los días (mal que le pese a algún tipo del Partido Popular que ha leído el blog en alguna ocasión y ha escrito comentarios sobre la necesidad de meternos en cintura a todos los funcionarios. Comentario que, desde mi punto de vista, por genérico puede que sobre, de sobrar, que no de sobre de Bárcenas).
Tal vez lo mejor para empezar sea comentar un informe sobre educación relativamente reciente, si mal no recuerdo de la OCDE (posterior a aquél al que dediqué una entrada completa) donde se habla de que el problema del sistema educativo español reside en la atención que reciben los alumnos con menos capacidades y aquellos con capacidades superiores a la media. En otras palabras, el sistema educativo español parece estar diseñado para alumnos del montón. Sinceramente, no puedo estar más de acuerdo. Y añadiría más, diseñado para los alumnos, especialmente de Educación Primaria, que pueden aprender casi de manera autónoma, al menos si lo que se trabaja con ellos es, de manera exclusiva, los contenidos de los libros de texto al uso. Sé que, posiblemente, esta afirmación escandalice a los padres, que ven como sus hijos realizan deberes a troche y moche en casa, necesitando el apoyo puntual, o no, de uno o de los dos progenitores para resolver tal o cual cosa o explicar un concepto determinado. Pues queridos padres, madres, hermanos mayores, tutores legales..., desde mi punto de vista, la realidad es la que acabo de describir. De hecho, en muchas ocasiones, lo que trabajan los padres es la constancia en el esfuerzo, trasladada al hogar (hacer los deberes en un tiempo prudencial y de forma correcta), especialmente a medida que los hijos se van haciendo mayores. Como algunos sociólogos neomarxistas del siglo XX escribieron, se trata de preparar, de manera progresiva, a los niños para seguir las rutinas que les esperan en el mundo laboral. Y la nueva reforma, contrarreforma, educativa va a potenciar esta parte de la Educación, que no debería ser la única, ni la más importante. Pero éste aspecto ya ha sido tratado en este blog, y posiblemente volverá a aparecer en estas páginas, por lo que no merece la pena perder más tiempo en él. Por tanto, volvamos a lo que nos traemos entre manos.
Como escribí unas líneas más arriba, el sistema educativo español responde a las necesidades del alumno medio, si este existiese. Sin embargo, los alumnos que se encuentran por debajo, y por encima, de esa media tienen dificultades para recibir una oferta adecuada (cada vez más, con la subida de ratios). ¿Por qué ocurre esta situación?
Antes de dar una respuesta me gustaría aclarar que no hablo de todos los docentes, ni muchos menos, pero sí de un número significativo de los mismos.
En el caso de los alumnos situados por debajo de la media, no siempre, ni mucho menos, debido a su capacidad intelectual, el problema radica en la falta de preparación del docente de a pie, que, en muchas ocasiones, no ha desterrado el concepto de patología, generalmente inventada, como causante de todos los males, habidos y por haber. Males que tienen difícil, o imposible, resolución. Esta visión clínica del alumnado provoca una distorsión, por interés o por desconocimiento, de la realidad, que perjudica al alumno.
Fruto de dicha visión, en que los alumnos tienen problemas, imaginarios las más de las veces, pero siempre estables, han surgido dos "dolencias" que justifican muchos de los problemas del alumnado "menos capaz": la hiperactividad, de la que ya he hablado por activa y pasiva, un gran fraude, y ciertas dislexias.
Recuerdo que hace no mucho alguien me preguntaba sobre una posible dislexia de un alumno común y yo le decía, como venía insinuando desde hace tiempo, que no, su problema era otro bien distinto. Su problema era que no sabía lo que se le pedía y lo que se esperaba exactamente de él. Bastó marcarle las normas para que su rendimiento mejorase y desapareciesen los problemas de dislexia. A este respecto resulta chocante que se denomine igual, por parte de profesionales, a los problemas de lectura, dislexia, que a los de escritura, disgrafia y disortografía, aunque otros manuales hablan de trastornos de la expresión escrita. Sea como fuere convertir un problema educativo en meramente clínico ya nos ilustra sobre el camino que se desea tomar.
Voy a contar una anécdota, que creo haber contado ya. Las dificultades de aprendizaje, esa etiqueta que existía cuando yo estudié, han sido un cajón de sastre que ha servido para incluir a todos los chavales que no avanzaban en el sistema educativo como se esperaba de ellos. No sólo eso, además ha supuesto un gran negocio para las editoriales, que han creado materiales "específicos" para trabajar esos problemas. Materiales específicos que, en muchos casos, son una auténtica estafa. Lo ilustraré con un ejemplo.
Existen una gran multitud de materiales específicos para "trabajar" la atención. Así, a primera vista, parece un gran acierto la existencia de actividades específicas para trabajar la atención, una de las funciones cognitivas básicas, elementales o como se quiera llamar. Pues no puede haber nada más estúpido en este mundo. ¿Por qué? Pues por algo tan sencillo como que cualquier actividad que emprendemos necesita de nuestra atención. Necesita que focalicemos la atención sobre ella y, después, que la mantengamos. Y cuando digo cualquier actividad digo cualquier actividad: estudiar, leer, jugar a la Wii, jugar al fútbol, ver dibujos animados... Repito, cualquier actividad. ¿El lector conoce a algún niño que no sea capaz de pasar un buen rato delante de un televisor, de la PSP o andando en bici sin escogorciarse? En otras palabras, ¿el lector conoce a algún niño sin atención? Es más, si el lector tiene niños conocerá la capacidad de concentrar la atención de los pequeños sobre, por ejemplo, los dibujos animados. Entoces ¿qué se trabaja con los contenidos de esos libros? Pues exactamente lo mismo que se puede trabajar con los libros de clase si se presta atención al niño: fijar y sostener la atención sobre actividades académicas.
Sin embargo, sigue habiendo compañeros que te demandan libros con fichas mágicas, porque así se van a "curar" de sus dolencias. De esas dolencias que, cuando yo estudiaba, estaban provocadas por una disfunción cerebral mínima. ¿El amable lector sabe lo que es? No se preocupe, nadie sabe lo que es, pues nunca se llegó a encontrar la terrible disfunción cerebral mínima.
Podríamos hablar de algunos otros problemas que los alumnos tienen en sus funciones cognitivas, por ejemplo los muy recurrentes problemas de memoria y esa extraña incapacidad de muchos chavales para almacenar datos, generalmente de contenido académico. Pero eso y el desconocido, incluso en ciertos aspectos para mí, de los chavales que son "excesivamente listos" lo dejaremos para la siguiente entrada.
Un saludo.
Como escribí unas líneas más arriba, el sistema educativo español responde a las necesidades del alumno medio, si este existiese. Sin embargo, los alumnos que se encuentran por debajo, y por encima, de esa media tienen dificultades para recibir una oferta adecuada (cada vez más, con la subida de ratios). ¿Por qué ocurre esta situación?
Antes de dar una respuesta me gustaría aclarar que no hablo de todos los docentes, ni muchos menos, pero sí de un número significativo de los mismos.
En el caso de los alumnos situados por debajo de la media, no siempre, ni mucho menos, debido a su capacidad intelectual, el problema radica en la falta de preparación del docente de a pie, que, en muchas ocasiones, no ha desterrado el concepto de patología, generalmente inventada, como causante de todos los males, habidos y por haber. Males que tienen difícil, o imposible, resolución. Esta visión clínica del alumnado provoca una distorsión, por interés o por desconocimiento, de la realidad, que perjudica al alumno.
Fruto de dicha visión, en que los alumnos tienen problemas, imaginarios las más de las veces, pero siempre estables, han surgido dos "dolencias" que justifican muchos de los problemas del alumnado "menos capaz": la hiperactividad, de la que ya he hablado por activa y pasiva, un gran fraude, y ciertas dislexias.
Recuerdo que hace no mucho alguien me preguntaba sobre una posible dislexia de un alumno común y yo le decía, como venía insinuando desde hace tiempo, que no, su problema era otro bien distinto. Su problema era que no sabía lo que se le pedía y lo que se esperaba exactamente de él. Bastó marcarle las normas para que su rendimiento mejorase y desapareciesen los problemas de dislexia. A este respecto resulta chocante que se denomine igual, por parte de profesionales, a los problemas de lectura, dislexia, que a los de escritura, disgrafia y disortografía, aunque otros manuales hablan de trastornos de la expresión escrita. Sea como fuere convertir un problema educativo en meramente clínico ya nos ilustra sobre el camino que se desea tomar.
Voy a contar una anécdota, que creo haber contado ya. Las dificultades de aprendizaje, esa etiqueta que existía cuando yo estudié, han sido un cajón de sastre que ha servido para incluir a todos los chavales que no avanzaban en el sistema educativo como se esperaba de ellos. No sólo eso, además ha supuesto un gran negocio para las editoriales, que han creado materiales "específicos" para trabajar esos problemas. Materiales específicos que, en muchos casos, son una auténtica estafa. Lo ilustraré con un ejemplo.
Existen una gran multitud de materiales específicos para "trabajar" la atención. Así, a primera vista, parece un gran acierto la existencia de actividades específicas para trabajar la atención, una de las funciones cognitivas básicas, elementales o como se quiera llamar. Pues no puede haber nada más estúpido en este mundo. ¿Por qué? Pues por algo tan sencillo como que cualquier actividad que emprendemos necesita de nuestra atención. Necesita que focalicemos la atención sobre ella y, después, que la mantengamos. Y cuando digo cualquier actividad digo cualquier actividad: estudiar, leer, jugar a la Wii, jugar al fútbol, ver dibujos animados... Repito, cualquier actividad. ¿El lector conoce a algún niño que no sea capaz de pasar un buen rato delante de un televisor, de la PSP o andando en bici sin escogorciarse? En otras palabras, ¿el lector conoce a algún niño sin atención? Es más, si el lector tiene niños conocerá la capacidad de concentrar la atención de los pequeños sobre, por ejemplo, los dibujos animados. Entoces ¿qué se trabaja con los contenidos de esos libros? Pues exactamente lo mismo que se puede trabajar con los libros de clase si se presta atención al niño: fijar y sostener la atención sobre actividades académicas.
Sin embargo, sigue habiendo compañeros que te demandan libros con fichas mágicas, porque así se van a "curar" de sus dolencias. De esas dolencias que, cuando yo estudiaba, estaban provocadas por una disfunción cerebral mínima. ¿El amable lector sabe lo que es? No se preocupe, nadie sabe lo que es, pues nunca se llegó a encontrar la terrible disfunción cerebral mínima.
Podríamos hablar de algunos otros problemas que los alumnos tienen en sus funciones cognitivas, por ejemplo los muy recurrentes problemas de memoria y esa extraña incapacidad de muchos chavales para almacenar datos, generalmente de contenido académico. Pero eso y el desconocido, incluso en ciertos aspectos para mí, de los chavales que son "excesivamente listos" lo dejaremos para la siguiente entrada.
Un saludo.
4 comentarios:
Repito como siempre que tengo ocasión: el adoctrinamiento estatal, jamás será privatizado, puesto que eso iría contra los intereses del propio estado, la educación "pública " nunca correrá peligro, aunque se empeore cuando no se necesite mano de obra especializada para un futuro inmediato (caso actual).
Las mencionadas "enfermedades" recientemente inventadas, lo que persiguen en una medicalización temprana de la población, para mejorar las ventas de la mafia-industria farmacéutica.
Hola, Piedra.
Me alegro de tenerte por el blog de nuevo.
Sobre al adoctrinamiento imagino que todo depende de lo que se considere adoctrinamiento. Aunque te aseguro una cosa, estos tipos son capaces de todo, incluida la privatización de todos los servicios púbicos, con tal de llevar su idea adelante: enriquecer aún más a los más ricos, a costa del sufrimiento ajeno.
Sobre la medicalización de la población, no puedo estar más de acuerdo. Se te olvidó decir que en este asunto las autoridades son cómplices necesarios de este proceso. Váease el caso de la gripe A, o la existencia de algunas vacunas cuya verdadera utilidad y cuyos verdaderos riesgos aún no se conocen.
http://www.desalmado.blogspot.com
Muy interesante,es la consecuencia de esta sociedad mercantilizada en la que nos a tocado vivir.
Un abrazo Paco
Hola, Javier Liébana.
No sé si es consecuencia de una sociedad mercantilizada o de una mala, pésima, formación y de un enfoque distorsionado de lo que debe ser la educación.
Un saludo.
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