miércoles, 17 de abril de 2013

PROPIEDAD PRIVADA, INDECENTES PÚBLICOS.

En estas últimas semanas, tal vez meses, el tema de los desahucios, las leyes antidesahucio, las actuaciones de ciudadanos para cambiar esta situación y las trapacerías de personajes de la política, por ejemplo la tal Cifuentes, para intentar desactivar las acciones de estos ciudadanos, se han convertido en el pan nuestro de cada día. Sin embargo, a uno le ha llamado poderosamente la atención uno de los aspectos, aparecido en los últimos días, de este asunto: la nueva ley del Gobierno de Andalucía que obliga a que las viviendas sirvan para lo que fueron ideadas, para ser habitadas por personas.
Como el lector bien sabrá el gobierno de la comunidad autónoma más poblada de nuestro país, ha decido que van a utilizar las viviendas deshabitadas, que no estén en el mercado, de bancos e inmobiliarias para promover alquileres sociales. Además las entidades que posean este tipo de viviendas podrán ser sancionadas por acumular bienes inmuebles de este tipo sin darles el uso adecuado, aquel para el que fueron concebidas.


La canallesca de centro extremo ha escupido heces de todo tipo y condición ante esta medida tomada por los dirigentes autonómicos gubernamentales. Con su habitual elegancia y saber estar, los exabruptos, los razonamientos estultos y las comparaciones disparatadas han llenado las ondas hertzianas, las columnas de opinión y hasta nuestras retinas. En todo caso, adornasen como adornasen sus disparatados discursos, un substrato común aparecía en todos ellos: la defensa de la propiedad privada por encima de cualquier otra cuestión. Y es en ese punto donde a uno le parece que el grado de imbecilidad de los argumentos de estos gachós alcanza extremos cósmicos (que diría la otra). El provincianismo intelectual (yo soy de provincias y vivo en un pueblo de otra provincia distinta a la de mi nacimiento, por lo que no intento ofender a la gente nacida o que vive en una provincia. Sólo intento utilizar un vocablo aprovechando alguno de los significados reconocidos para el mismo) desborda sus argumentos. Parece que Francia, Suecia o Dinamarca también son chavistas o castristas, pues las medidas de estos países respecto a las casas abandonadas son mucho más contundentes que las proponen en Andalucía. Éso, o que estos garrulos intelectuales y morales del extremo centro desconocen la realidad que les rodean y sólo poseen mala baba, ganas de insultar y dificultad para expresar algo coherente.

Europa multa, expropia e incluso derriba las viviendas desocupadas

Lo cual demuestra que los fulanos que nos gobiernan y su coro de mamporreros mediáticos sólo invocan a Europa cuando les interesa, y muchas veces utilizando datos manipulados.
Pero, una vez más, me desvío del tema que quiero exponer en esta entrada y no deseo hacer perder el tiempo al amable lector con mis divagaciones y andanadas contra ciertos personajillos, que han hecho de la mentira y el servilismo al poder económico su modus vivendi. Por tanto, sin más dilación, presentaré lo que deseo transmitir en este post. Para ello necesito tomar una cierta distancia respecto al momento que vivimos y al sistema que rige nuestras vidas, o lo intenta. Y que mejor forma de hacerlo que con una una pequeña historia, que me ayude a expresar lo que deseo con más facilidad y sencillez.


Imagine el amable, y muchas veces  sufrido, lector, que una pareja de golondrinas, recién iniciada la primavera, decide anidar en el alar del tejado de su casa. Como es bien sabido, los pájaros, con este tipo de construcción, buscan conseguir un lugar seguro donde poder reproducirse y ofrecer protección durante las primeras semanas a sus retoños. Tampoco descubro nada al lector si escribo que cada pareja de esta especie se limitará a hacer un sólo nido, que sastisfaga las necesidades que hemos descrito (salvo que alguien, como yo,  derribe sus nidos para evitar que sus heces embadurnen, una y otra vez, desde la ropa tendida, hasta las paredes de la casa). Intuyo que a nadie, lector asiduo o no, le parecerá disparatada esta forma de actuar por parte de los citados animales alados. Sin embargo, tampoco albergo duda alguna, sobre lo disparatado que a cualquiera que ojee esta página le parecerá que un grupo de golondrinas se dedique a acaparar nidos para... Para lo que el lector desee, con la única condición de que no sea para servir de morada a una pareja de pájaros y a su prole. Absurdo.
Cambie el amable lector las golondrinas por seres humanos y esa absurda situación se trocará en realidad.,que dará lugar a las situaciones que narraba en los primeros párrafos. Y aquí reside el nudo gordiano del asunto: hemos conseguido que los objetos, o los inmuebles, no se utilicen para aquello que los humanos los diseñamos, sino para acumular poder y dinero. Nuestra organización social ha llegado a desposeer a los bienes que poseemos de la función para la que fueron creados, que, en muchas ocasioens, es para conseguir que tengamos una vida mejor, trocando esta función por una meramente monetaria. Sin embargo, en la trampa llevan la penitencia, pues, como en el caso de los pisos en nuestro país. al perder su función y convertirse en mera mercancía de tipo financiero, llega un momento en que no sirven para nada y se los dueños se los han de comer con tomate.


Lo interesante del asunto no reside en los resultados de tal aberración, sino en la aberración misma, que consiste en desposeer  al objeto de todo el sentido finalista para el que fue creado. Los cosas no valen y, sobre todo, no sirven para facilitar la vida a las personas; al contrario. Su acumulación acaba destrozando la vida de muchos seres humanos, que, por ejemplo, no poseen un hogar. Lo cual lleva a cuestionarse una sociedad, en la que los objetos creados por el hombre son desposeídos de su función, con la finalidad de que unos pocos humanos acumulen poder y/o dinero, generando sufrimiento y dolor.
Esta reflexión no es anticapitalista, ni procapitalista, palabrejos muy largos y difíciles de escribir. Lo que intento transmitir es lo absurdo de una sociedad en que los objetos creados por el hombre pierden su función y se convierten en mero instrumento financiero, económico, que los alejan de la finalidad para la que fueron creados y para la que sirven de verdad.
Si fuésemos golondrinas los humanos nos considerarían una especie muy extraña. Sin embargo, en nuestra sociedad ésto constituye la normalidad e, incluso, algunos, muchos, levantan su voz para quejarse de que los objetos, incluidos los bienes inmuebles, se utilicen para aquello para lo que fueron creados: facilitar la vida a los seres humanos.
Un saludo.

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