viernes, 30 de diciembre de 2016

LA BOINA Y EL CIGARRO

Hace unos cuantos años, cuando aún fumaba, me sorprendía que en el metro de Madrid se prohibiese, de manera terminante, fumar, cuando al salir por cualquier boca a la superficie se podía disfrutar de esa famosa "boina", que se puede observar en todo su expresión cuando se accede a la capital, por ejemplo, desde la Carretera de la Coruña. Me extrañaba que se mirase, de manera acertada, por la salud de los usuarios del transporte público y pareciese no importar mucho que millones de personas aspirasen una densa y colorida capa de contaminación día sí día también. 
Cabe decir que, con el discurrir del tiempo, me encontré con un informe de la O.M.S. donde se habla de millones de muertos prematuros al año fruto de la contaminación. Posiblemente un número similar, o mayor (no lo he contrastado), de muertes que las producidas por el tabaco.


Hete aquí que, con el paso del tiempo, las autoridades pertinentes parecieron mostrar preocupación por una circunstancia que en la ciudad mesetaria parecía formar parte del paisaje, con especial incidencia en períodos en los que ni el viento ni la lluvia hacían acto de presencia en el centro de la Península Ibérica. Se establecieron protocolos de actuación que, en los últimos días, han debido aplicarse hasta un nivel extremo, por mor de una concentración, nunca hasta entonces alcanzada, de una sustancia emitida en especial por los coches diesel: el dióxido de nitrógeno. En el enlace que se encuentra sobre este párrafo se puede observar que se trata de uno de los cuatro parámetros que se miden para detectar el nivel de contaminación en una zona. Se estima que los vehículos propulsados por gasoil generan el 60% de las emisiones de dióxido de nitrógeno. Una sutancia que parece no resultar muy recomendable para la salud, y menos en altas dosis de concentración.
Cuando escribo esto, me viene a la mente la estafa que las empresas automovilísticas realizaron, de manera sistemática, con la aquiescencia de la Unión Europea, en sus datos sobre emisiones de ésta y otras sustancias.



Y, tras la indignación inicial, no puedo hacer otra cosa que aumentar mi enfado, tras leer que la Unión Europea persigue a los infractores permitiéndoles que durante los dos próximos años los coches que fabriquen emitan el doble de sustancias nocivas que las permitidas hasta este momento.


Sea como fuere, la contaminación no resulta algo exclusivo de Madrid, ni de España. En este enlace se puede observar, en tiempo real, la situación del aire en cualquier lugar del mundo
Resulta evidente que un modelo basado en la producción desmedida, sustentada sobre el uso de combustibles fósiles, representa un serio problema para una buena parte de los seres vivos que moran en este planeta, incluidos nosotros los humanos. La contaminación por partículas de diversos tipos se produce de manera más acusada en las grandes concentraciones urbanas, donde se consume mucha más energía fósil, que en lugares menos poblados. Las medidas para paliar este problema como las tomadas en Madrid, se han tomado en otras megápolis de Europa y de América Latina desde hace lustros y supones un parche que intenta revertir, de manera momentánea, una situación límite. Este tipo de actuaciones resultan necesarias, pero insuficientes. 
No me considero experto en este tema, como en ningún otro, por lo que dejo de la mano del amable lector indagar sobre posibles soluciones eficaces y realistas al citado problema. Soluciones que, presumo, no han de ser fáciles ni prontas, pero que sí han de pasar por desterrar el populismo absurdo e irreflexivo de ciertos tipos de la derecha neoliberal rancia y, me atrevería a decir, cómplice de esta situación.
Parece que en este país, imagino que en otros ocurrirá lo mismo, ciertos personajes públicos (he escuchado a varios de ellos en los medios) arremeten contra la medida tomada por el Ayuntamiento de Madrid por vulnerar su libertad para transitar con sus vehículos cuando y por donde les dé la gana. El argumento es tan estulto como las personas que lo formulan. Lo es porque el derecho a la salud de millones de personas se sitúa por encima de cualquier libertad de tránsito de una panda de iluminados. 
Por otra parte, he escuchado a otro neoliberal, kafkiano hasta lo esperpéntico, un catedrático de Economía que responde al nombre de Carlos Rodríguez Braun, esgrimir, entre otros argumentos, que la O.M.S. se dedica a meter miedo al personal, para limitar libertades. Reconozco que con lo de la gripe aviar se les fue la mano; pero, en general, su forma de actuar resulta bastante positiva para la humanidad: campañas de vacunación, lucha contra el tabaquismo, contra el sobrepreso, la actuación en la crisis del virus zika ... Pero, lo mejor de todo, es que un tipo que basa defiende a capa y espada una teoría que se basa en meter miedo al común de los mortales, porque si no se siguen sus dictados el infierno está a la vuelta de la esquina (aunque la desregulación sea la que nos haya conducido allí) sea el que arguya que la O.M.S. basa su actuación en infundir miedo. Lo curioso de este fulena es que tras argumentar que las medidas se habían implementado porque se ha bajado el nivel máximo permitido de dióxido de nitrógeno, no cejó en su empeño de defender su postura, tras escuchar a un experto del C.S.I.C. diciendo que la contaminación alcanzada en Madrid en los últimos días era la más alta en toda la historia de la ciudad desde que existen registros. Espero que en lo suyo, el tal Braun, sea un poco más riguroso que en otro tipo de cuestiones.
Por supuesto, existe la visión aguirrista que defiende que limitar el tránsito rodado afecta al comercio,lo que produce pérdidas económicas. Tal vez lo apropiado sería pensar que con un menor nivel de contaminación existirán menos patologías asociadas a tal circunstancias y todos los ciudadanos nos ahorraremos un montón de dinero, porque menos ciudadanos tendrán que usar la Seguridad Social para poner coto a los problemas de salud que un aire portador de sustancias nocivas provoca. A no ser, claro está, que la mala salud de los ciudadanos se vea como un negocio para farmacéuticas y demás empresas que se pueden beneficiar de un mayor uso de las instalaciones médicas por parte de pacientes. 
Creo que el populismo es eso: ante la existencia de un problema serio, muy serio, aparecer para decir sandeces que buscan hacer quedar al personaje en cuestión como un gurú de... De lo que sea.
Lo siento, me niego a hacer caso a esas personas, porque quiero que mis descendientes puedan vivir lo mejor posible y, para ello, necesitan un entorno salubre. Aunque no lo hagamos por nosotros, pensemos en los que vienen detrás.
Un saludo.

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