lunes, 18 de febrero de 2013

OTRA ESTÚPIDA NECEDAD DE LOS DE SIEMPRE

Imagine el amable lector que observa una escena como la que sigue:
Dos macarras, no confundir con dos políticos cualquiera, estos últimos pueden llegar a ser peores que los primeros, zarandean a una tercera persona menos corpulenta y en franca desventaja con respecto a los provocadores. Éstos conminan al agredido a que les de todo el dinero que lleva encima o a que prepare para recibir una paliza. Tremendo dilema, o no. Dos personas, en una situación de superioridad sobre la que se encuentra sola, obligan a ésta a elegir entre dos opciones que le imponen, ninguna de ellas buenas para él. Sin embargo debo reconocer que tengo ganas de complicar un poco más el hecho descrito y propongo introducir una nueva variable: los dos macarras citados con anterioridad no han actuado así por primera vez, es más, siempre actúan así, pues la autoridad, pongamos que la policía, se preocupa muy mucho de que a los atracadores no les haga frente más de una persona a la vez. Sí, querido lector, los que deberían repeler a los maleantes ¡se encargan de que cometan sus fechorías con total impunidad y, por si esto fuera poco, le dan todas las facilidades imaginables! La repera.


Aunque a simple vista pudiera parecer que este ejemplo  lo he extraído de la sección Noticias absurdas, que tan buenos ratos me proporciona mientras las creo, o de algún manual de lucha callejera contra el opresor, nada puede haber más lejos de la realidad. El único mérito que me puedo atribuir es el de cambiar el nombre de los protagonistas, pero el trasunto de la historia no lo he inventado. Es el día a día nuestro, del ciudadano de a pie. Aunque, como dije antes, con otros protagonistas, igual de macarras y con las mismas actitudes barriobajeras. Veamos a que me refiero.
Suponga el amable lector que va a llenar el depósito de su vehículo y comprueba que el precio del carburante ha subido tres céntimos desde el lunes, pongamos, para situarnos, que nos encontramos a viernes. Ustede, francamente contrariado, se dedica a observar los precios del carburante durante varias semanas y comprueba que todos los lunes la gasolina y el gasoil bajan, sin que los precios del petróleo suban o bajen significativamente. Item más, usted sigue indagando y comprueba que los precios del carburante, antes de impuestos, en nuestro país son las más altos de Europa. Obviamente, la primera reacción será de enfado. Y, a continuación, ¿qué puede hacer contra esta arbitrariedad? La respuesta resulta evidente, NADA, al menos desde un punto de vista meramente personal.


Creo que este ejemplo habrá servido para ilustrar a que me refiero con los macarras y las autoridades que los defienden (podíamos hablar de la extraña, y casual, bajada del precio de los carburantes en noviembre y diciembre, que ha permitido al Desgobierno cuadrar el IPC y que el desfase entre la ¿subida? de las pensiones y el IPC, que se calcula en noviembre, no haya sido abismal, pero no es cuestión de aburrir al sufrido lector). Sin embargo, todos los teóricos de la Economía Patológica hablan de la libertad de mercado, de la competencia como fuente de bienestar para los ciudadanos. Sin embargo se olvidan de dos aspectos importantes: cuando dos no se encuentran en el mismo plano dentro del escalafón, el que se encuentra más arriba puede actuar con arbitrariedad y, en segundo lugar, sus leyes olvidan las motivaciones humanas, en muchos casos poco, o nada, honestas.


Respecto a la importancia de la posición en el escalafón no hay ninguna duda, aunque existen muchos aspectos dignos de matiz, que pudieran pasar desapercibidos. El más evidente de todos no deja de ser aquel  que sucede día a día, la existencia de unas pocas empresas, generalmente multinacionales, que copen un sector conlleva, casi de manera indefectible, a que las corporaciones alteren los precios, siempre en función de sus propios intereses. Sobre este aspecto no me voy a extender, pues tenemos ejemplos como el citado de las petroleras, el de las compañías aéreas, las de teléfono y hasta las industrias distribuidoras de gel.
Un segundo matiz, importante, consiste en que una posición superior en el escalafón también te permite acceder a una mayor cantidad de información. No sólo te permite acceder a una mayor cantidad de información, alguna de ella restringida al común de los mortales, además te permite moldear la "información" que recibe el consumidor o el pequeño competidor, siempre pensando en el beneficio propio, no en el del consumidor, como defienden los seguidores de Adam Smith.
No cabe duda que la actual visión del mundo de los negocios conlleva la formación de "gigantes" industriales que siempre van a tener más poder que el ciudadano, que sólo puede defenderse agrupándose para proteger sus derechos. Cuanto más grandes sean las corporaciones, menos competencia, menos libertad . Menos libertad, incluso para crear negocios que intenten arañar parte del mercado de esa rama y más implicaciones directas en la política, presionando a los ¿representantes? políticos para que actúen a favor de sus intereses (véase el ejemplo de la "flexibilización" de horarios comerciales, que, básicamente, favorece a las grandes cadenas comerciales).


Existe un segundo aspecto que no parecen contemplar los seguidores de la Economía Patológica: las motivaciones de las personas. Todo aquel ser humano que gestiona una empresa, grande, pequeña o mediana, se rige por un fin: ganar dinero,cuanto más mejor. No sólo resulta lógico, el propio sistema pretende que ésto sea así y esta forma de funcionar constituye uno de los pilares del sistema en el que vivimos. Sin embargo, lo que no parecen tener en cuenta los economista patológicos es lo que el ser humano es capaz de hacer para conseguir esos resultados. Según los planteamiento de los seguidores del neoliberalismo todos los que dirigen empresas actuarán movidos por unos hilos invisibles, aportando bienestar y riqueza a la comunidad, debido a que sus acciones serán poco menos que actos de caridad cristiana. No cabe en ellos la maldad, la doblez, la ambición desmedida, la estafa... ¿Por qué? Porque lo dicen ellos y ya está. En el mundo de la empresa existen, doy fe de ello, personas con unos principios morales que ya les quisiera yo, pero, de la misma manera, existen una parte significativa de elementos cuyo único afán es acaparar ganancias, al precio que sea. Y eso, queridos patanes de la economía patológica, desvirtúa ese maravilloso mercado que, según vuestras estúpidas creencias, funciona sólo y que tantos beneficios decís que nos proporciona.
Seguramente, con toda la razón, se puede alegar que para detener las acciones de personas sin escrúpulos, la existencia de oligopolios o la presión de las grandes coorporaciones a los gobiernos, existen los cuerpos policiales, las organismos que vigilan la competencia, las asociaciones de consumidores,el sistema judicial. .. Cierto. Pero...¿el mercado no era capaz de regularse sólo? ¿Por qué necesita que se le vigile constantemente? ¿ El mercado, sea lo que sea, tiende a actuar como los macarras del principio de la entrada? Pues sí. Especialmente si las grandes corporaciones se adueñan de un sector, donde su poder anula cualquier atisbo de igualdad.
Por cierto, una última reflexión. Resulta curioso que la creación de estas grandes entidades impidan, en teoría, que quiebren, pues darían lugar a un problema de esos que se denominan sistémico, véase el ejemplo de la banca. Pero resulta trágico que nos hayan convencido, o nos intenten convencer, de que el sistema lo forma la banca, las empresas inmobiliarias o las de coches y no los seres humanos.
Un saludo.


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