martes, 19 de febrero de 2013

SENSACIÓN DE IMPUNIDAD

Una gran cantidad de casos de corrupción aparecen diariamente en los medios de comunicación, que no de información, conformando nuestra cotidianidad. Aunque todos los días no nos desayunamos con nuevos casos de latrocinio y saqueo de las arcas públicas, las de todos, si se produce esta regularidad diaria en la aparición de nuevos datos que apuntalan, si había alguna duda, la culpabilidad de viejos conocidos del negocio del hurto del dinero de todos. En definitiva, entre los nuevos casos que aparecen, los nuevos implicados en los viejos casos (caso Campeón, por ejemplo) y la aparición de datos que complementan lo ya conocido, la prensa, o como se deba llamar, tiene combustible para largo y los ciudadanos tenemos enfado, ¿ira?, para tener úlceras de tipos aún no clasificados. 
A este humilde bloguero lo que más la llama la atención de todo el asunto no es la cantidad de manguanes (políticos, empresarios, conseguidores...) que existen, y existirán, en este país. Recordemos que la picaresca llegó a constituir un género literario propio y que algunas de sus obras se encuentran entre lo más representativo de nuestro acervo literario patrio. Profundamente impresionado me tiene la sensación de impunidad con la que han obrado, y siguen obrando, los fulanos en cuestión. Veamos un par de ejemplos.
El tal Bárcenas, según informaciones aparecidas en la prensa, extrajo dinero de una segunda cuenta opaca, no declarada al fisco, para pagar el dinero, la minimulta, por mantener otra cuenta ilegal en un paraíso fiscal. En resumen, un fulano utiliza una segunda cuenta ilegal, que no declara, para ponerse al día con Hacienda respecto a otra cuenta ilegal. ¿No resulta sorprendente?


Un segundo caso se refiere al yernísimo y a su ex socio, Diego Torres. Él mencionado en último lugar filtra, con cuentagotas, correos electrónicos, y posiblemente algún otro tipo de información, con la intención de salir de rositas del asunto de corrupción relacionado con el "Instituto" Noos. La idea del encausado, al menos eso parece, no es otra que presionar lo máximo posible, cada andanada que suelta apunta un poco más alto, para que alguien interceda por él. ¿Por qué? Tal vez por la percepción, real o sobreentendida, de poder e impunidad de ciertos sectores de ese país.
Estos dos casos, que ocurren en días turbulentos, donde el hartazgo por la corrupción y el latrocinio es una constante entre los ciudadanos, indican la sensación de impunidad que los personajes asociados a la corrupción han tenido, o tienen. Podría remitirme a sucesos relacionados con personajes corruptos, que reflejan la impunidad con la que estos personajes han actuado, como cuando los los líderes de una trama corrupta son invitados, alguno muy especial, a la boda de la hija del presidente de gobierno de este nuestro país, España, pero he elegido estos dos casos por producirse ahora, en un momento trágico para una parte significativa de los ciudadanos de este país, donde pudiera parecer que la impunidad del corrupto habría de haber desaparecido. Aunque no haya sido así, ni por error.
La pregunta es ineludible: ¿cómo hemos llegado a esta situación?
Sería una hipocresía por mi parte hablar de unos tipos que aparecieron por generación espontánea en un lugar idílico, cuna del bien y la inociencia . Los sujetos, los corruptos, que horadan esta sociedad son parte de la misma. Una representación exagerada y esperpéntica de un país, de una mayoría de ciudadanos, que suponíamos que el mar estaba formado por hilos de plata y el Sol arrojaba oro sobre nosotros. Ciudadanos que intuíamos, erróneamente, que los sellos se revalorizarían, ad eternum, un 6% año tras año, que las obras faraónicas conllevarían el bienestar eterno o que comprar y vender ladrillos, colocados de forma defectuosa en muchos casos, constituía el ideal de sociedad y del bienestar. Ciudadanos que teníamos, una buena parte de nosotros, un buen pasar, ligado al presente y al endeudamiento. En ese caldo de cultivo, de gasto sin fin y de dinero fácil, no parecía importar, o no se prestaba excesiva atención a aquellos que acaparaban mucho parné a base de quitárnoslo a los demás. Tal vez, sólo tal vez, en esa coyuntura se gestó ese sentimiento de impunidad.


Sería absurdo, culpar a todos los ciudadanos españoles de que unos cuantos, muchos, ladrones, tanto políticos como empresarios, hayan actuado de manera deshonesta (el que realiza los actos delictivos es el verdadero delincuente), pero, muy posiblemente, sin el estado de laxitud moral generalizada que se extendió en este país, fruto de un presunto milagro económico los corruptos hubiesen tenido más difícil actuar. Por cierto, ¡manda cojones que el mismo asno que nos ha llevado a esta ruina, fruto de las necias politicas económicas que puso en práctica, hable de la necesidad de recortar el estado de bienestar! En definitiva culparnos de la corrupción a todos y cada uno de nosotros sólo sirve para que los verdaderos delincuentes expíen su culpa, diluyéndola en una falsa responsabilidad del ciudadano español. Pero una distinta percepción del asunto hubiese dificultado la proliferación de dichos elementos, porque, con total seguridad, la sensación de impunidad con la que han actuado, y actúan, no habría existido.
En mi modesta opinión lo ocurrido, unido a la crisis (estafa), debe servir para mejorar nuestra sociedad, no resignándonos, luchando por lo que creemos justo, y entre las cuestiones que deben cambiar se debe encontrar la de la impunidad de los que roban el dinero público. Si alguien roba dinero público debe pensar desde el primer momento que es un ladrón, en vez de pensar, como muchos de ellos pensaron, y piensan, que son los tipos más inteligentes del país.
Un saludo.

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