domingo, 30 de julio de 2017

SISTEMAS JUDICIAL 2.0

"¿Quién eres para juzgar la vida que vivo?
No soy perfecto, y no vivo para serlo,
pero antes de empezar a señalar...
asegúrate de tener tus manos limpias".

Bob Marley

Existe un nuevo tipo de sistema judicial que se caracteriza por la celeridad en dictar sentencia y por la falta de argumentos para justificar la misma. De igual manera, los reos suelen cumplir condenas que no suelen ir más allá de uno o dos días, en los que, como si de la Inquisición se tratase, se les pasea con un sambenito en forma de crítica continua. 
Este sistema, que prejuzga, juzga y condena cuenta la ventaja de que para formar parte del jurado no se necesita estudios de ningún tipo, ni tan siquiera poseer un mínimo de inteligencia para fundamentar las sentencias. En muchos casos basta con cambiar un par de palabras a los tópicos para dar forma a una condena sin revisión posible. 
En este loco y celérico entramado jurídico se observa que no todos los encargados de dictar sentencia se rigen por los mismos criterios, aunque si muestran los mismos criterios para exculpar a los suyos y para condenar sin remisión a los que no consideran de su cuerda. Se puede arrancar la piel, si es menester, a aquellos alejados de las posiciones deseables por un acto nimio y justificar cuestiones mucho más sangrantes de los colegas de pensamiento. 
Por otra parte, este mecanismo ha ido elaborando un mecanismo de defensa para los inculpados que, lejos de ser complejo, permite, con un leve castigo, salir al paso de todo tipo de acusaciones. Basta con desaparecer, no contestando a las acusaciones, durante uno o dos días, o, si se ostentan cargo público, pedir disculpas por lo dicho y/o hecho, sin arrepentirse de ello. Las disculpas se pueden convertir en una acusación de falta de profesionalidad de aquel o aquellos que recogieron las declaraciones del acusado. Lo importante, en todo caso, es mostrarse compungido y simular que lo acontecido turba sobremanera al personaje que parece sentirse mal por lo dicho o hecho. 
Caso aparte resultan los acusados que sí han cometido un acto perseguible por la Justicia. A estos tipos se la suda esta nueva arma justiciera, pues unos años en el maco resultan bastante más jodidos que ser juzgados por este nuevo sistema.
Una de las grandes ventajas de esta justicia nueva y eficiente reside en la constatación de la existencia de una gran cantidad de expertos en todo tipo de temas y situaciones. Expertos que tienen la asombrosa capacidad de conocer en profundidad de leyes de derecho civil, derecho penal, derecho internacional, legislación educativa, relaciones internacionales o cualquier otro tema que se le pueda presentar ante sus narices. Bien es cierto, que una parte significativa de los encargados de juzgar utilizan uno, dos o hasta tres temas comodín y los van acoplando a las diferentes situaciones. Pero otros, los más avezados, se permiten razonar sobre diferentes cuestiones con argumentos varios, que, en general, coinciden con los de la prensa que leen. Sea como fuere, resulta reseñable la gran versatilidad que muchos de los juzgadores muestran a la hora de abordar situaciones y asuntos del más distinto pelaje y complejidad.
No merece caer en el olvido la gran capacidad de trabajo de estos juzgadores semiprofesionales, que en cuestión de una hora pueden abordar varias cuestiones y dictar sentencia con toda naturalidad y prontitud, como si el esfuerzo no hiciese mella en ellos. Tal vez por eso la jurisprudencia flaquee en algunas de sus decisiones, siendo capaces de dictaminar que un asunto debe resolverse de forma diferente a otro sobre el que se trato unas semanas atrás. 
Uno, que se dedica a la Educación, contempla como se puede juzgar y culpar a los docentes por su incapacidad para realizar su labor educativa con unos métodos adecuados a los tiempos, para unos días después contemplar, contrariado, como esos mismos jueces alaban la labor docente de esos mismos tipos criticados con anterioridad, y claman al cielo contra el sistema que no reconoce a los abnegados enseñantes. 
Lo dicho, la celeridad impide que la jurisprudencia se contemple con un poco más de rigor. 
Lo chocante llega cuando diferentes jurados emiten veredictos distintos, no respetándose los votos particulares de los otros, ni, mucho menos, escuchándose los argumentos del disidente. En esos momentos, tensos, por qué no decirlo, algunos de los encargados de impartir justicia se enzarzan en una discusión trufada de descalificaciones e insultos, que concluyen cuando alguno de ellos borra de su mapa al rival dialéctico.
Si uno mira bien este armazón jurídico se caracteriza por la dureza, virtual, de las condenas. No existe perdón ni capacidad de reinserción para el condenado, que por siempre será un paria marcado por su delito. Y es este aspecto el que mejor define a esta troupe de juzgadores profesionales: las necesidad de condenar y de hundir, si se pudiera, para siempre al condenado. Es entonces cuando uno piensa que incluso la Inquisición daba la oportunidad de arrepentirse al condenado. Sin embargo, la caterva de intransigentes que pulula en Twitter, creyendo que son importantes por poder criticar y, muchas veces, acusar sin pruebas, sólo ven culpables que han de pagar con su sangre por no ser de los suyos. 
Aunque no me gusten en exceso, prefiero a aquellos que van contando su vida a estos nuevos Torquemadas, disfrazados de pureza y buenas intenciones.
Un saludo.

miércoles, 26 de julio de 2017

CUENSO (CUENTOS DE VIDA CASI EN VERSO)

EL CIELO SE DERRAMÓ ABRUPTO, ÁSPERO, 
ENFERMO DE ALTURA;
ENFRIANDO CUERPOS,
 LIBERANDO ALMAS JADEANTES SIN TABLA DE SALVACIÓN.
NO QUEDABAN NUBES A LAS QUE ASIRSE; 
ROBARON SU FORMA VARIABLE,
  SU SUSTANCIA ETÉREA Y 
SU EXISTENCIA  DE MIRADAS FUGACES NOMINATIVAS.
NADIE PREGUNTÓ
TODO OCURRIÓ SIN SU COMPLICIDAD, SIN NECESIDAD DE TIEMPO.
TRAS EL CATACLISMO SURGIÓ UN PAISAJE
DE CIENO EN UN HORIZONTE DE PESADILLAS
NACIDAS Y MUERTAS EN LA VIDA DEL INDIVIDUO
EN SU INFINITA SOLEDAD SOCIAL
ENTONCES LA NOCHE PARECE SALVACIÓN
Y LA SALVACIÓN NO LLEGA.
NO HAY LUZ, NO HAY FUEGO,
SOLO PROMETEO QUEBRADO, 
CONOCEDOR DE SECRETOS, POSEEDOR DE CASTIGOS.


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


VERSOS PEQUEÑOS
REDACTADOS EN TU OÍDO


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


MURIÓ EL PAYASO DE PENA.
MURIÓ LA PENA MAQUILLADA DE PAYASO
Y PENA SE CONVIRTIÓ EN SIGNIFICANTE Y SIGNIFICADO
EN PALABRA Y SENTIMIENTO.
Y PENA VAGÓ, ENVUELTA EN EL AZAR,
POR LA HUMANIDAD,
EMPEÑADA EN VIVIR, EMPEÑADA EN MATARSE
Y PENA GANÓ  Y PERDIÓ, PERDIÓ Y GANÓ
Y PENA FUE MORTAJA, HERIDA DE GUERRA, TRAICIÓN.
Y PENA FUE LIBRO, CANCIÓN Y MODA.
Y EL PAYASO, MUERTO DE PENA, RESUCITÓ
E ILUMINÓ CON UNA SONRISA SU ALREDEDOR.



--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


AYER FIRMÉ UNA TREGUA,
DESISTÍ DE DISPARARME RENCOR 
AMPARADO EN MI OSCURIDAD.



--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


MIL FRASES SOBRE LA VIDA,
PUGNAN POR ILUMINAR ERIALES NOCTURNOS
PORTADOS POR CUERPOS UNGIDOS POR LA RUTINA.
PROFETAS DE LA PALABRA, DE LA OCASIÓN
FINGIENDO SANAR ÚLCERAS
CON ORACIONES HUECAS.
EN REALIDAD, TODOS ESOS CUERPOS
AJADOS, DESGASTADOS
SOLO NECESITAN LA EXTREMA UNCIÓN DEL AMOR.



domingo, 23 de julio de 2017

BUENAS NOCHES

No recordaba el tiempo que había transcurrido, tal vez veinte años, desde la última vez que ambos habían acudido a un evento ajeno a su vida ordinaria. En realidad, se trataba de una especie de compromiso; la hija de un amigo participaba como actriz en un cortometraje y su madre, compañera de trabajo con la que tenía una buena relación, me había invitado, nos había invitado, al pase que se iba a producir del mismo en un aula de cultura. Con cierta desgana acepté la invitación en nombre de mi mujer y en el mío propio y aquí estamos, en esta vieja sala multiusos, perteneciente a una desaparecida caja de ahorros, sentados frente a una pantalla en la que empiezan a aparecer las primeras imágenes.
Una mujer joven, y hermosa, intuyo que la hija de mi compañera, cena junto a su marido, otro joven bien parecido, viendo la televisión sin cruzar palabra mientras ingieren unos sándwiches y una ensalada. Terminada la comida se levantan, cada uno recoge los platos, vasos y los cubiertos que han usado y los llevan a la cocina, todo ello en silencio, roto por la voz que procede de la pantalla plana situada frente al sillón, que pasan a ocupar tras volver de la cocina.
Pasan unos minutos hasta que él se levanta y se despide de su pareja diciendo: "Hasta mañana". La mujer no le responde y en la pantalla aparece un fundido a negro, que presagia desaparecer cuando se oye el sonido de un despertador. La luz de una lampara alumbra una habitación, en la que se encuentra el protagonista masculino, que se apresta a poner fin al sonido que le ha despertado. Una vez acallada la odiosa música se gira y cae en la cuenta de que su mujer no se encuentra en la cama. Se levanta y, mientras se dirige a la ducha, da las buenos días a su cónyuge, que se encuentra viendo la televisión en el salón.
Tras la ablución se dirige a la cocina y prepara café para ambos. Sale al pasillo y en la puerta del salón la pregunta si quiere que también caliente leche para ella. Vuelve a repetir la pregunta y sigue sin obtener respuesta, lo que le mueve a acercarse a ella y volver a plantear la cuestión. Al ver que lleva puesta la misma ropa que anoche, junto con su cara lívida y sus labios amoratados sabe que no va a obtener respuesta de ella.
Aparecen los títulos de crédito. El bodrio ha terminado. Su mujer y él se levantan y se encaminan hacia la salida. Por suerte la madre de la protagonista se encuentra en la otra punta de la sala y no debe mentir sobre la apreciación que la pieza que protagoniza su hija le merece. 
Justo antes de franquear la puerta mi mujer me preguntó/afirmó que cenaríamos en casa. Mi respuesta, un escueto sí. Fuimos paseando, aprovechando la fantástica temperatura, en silencio, sin darnos la mano o sin abrazos. Cuando llegamos a casa, tras cambiarnos la ropa, cada uno se encargó del cometido que, con la convivencia, sabíamos debíamos llevar a cabo para poder iniciar la cena. Yo me encargaba de la ensalada y ella del plato caliente. Tras aliñar la ensalada yo me encargaría de poner la mesa y, si ella había terminado con lo suyo, me echaría una mano con los cubiertos. En esta ocasión no tuve necesidad de abrir el cajón para sacar de él tenedores y cuchillos.
Dos tortillas francesas, una ensalada, agua, un trozo de pan y una cerveza, junto con unos cubiertos y un par de servilletas de papel, ocuparon la mesa rectangular anteriormente vacía. Cuando todo estuvo en su lugar cogí el mando y encendí el televisor. No fue necesario preguntar por el canal, siempre veíamos el mismo los sábados, y la mayoría de los días. En la pantalla aparecieron una serie de hombres y mujeres, sentados uno frente a otro que discutían, por bandos, sobre cuestiones de actualidad y Política. Daba igual el tema, siempre discutían. El silencio entre ellos solo se rompía cuando yo le preguntaba a mi mujer si quería más agua. 
Cuando terminamos con los alimentos de la mesa mi pareja me preguntó si quería un yogur o una pieza de fruta. Mi respuesta consistió en un sobrio no, gracias. Ella se levantó y, un minuto después, apareció con un yogur desnatado y una cucharilla. 
Esperé a que se lo terminase para empezar a retirar la mesa, cuestión que, como mandaba la tradición, hacíamos a medias y, una vez realizada esta labor, procedimos a sentarnos en el sillón, para continuar asistiendo a la contienda verbal de unos y otros. Las únicas palabras que se oían en el salón de mi casa eran la de un tipo gordo con gafas y otro con coleta, enzarzados en una disputa árida y sin fin.
El sueño me estaba venciendo y decidí irme a la cama. Me levanté y le dije a mi esposa que me iba a la cama. La desee buenas noches y, en ese momento, por instinto me giré, la miré y dejé escapar una ligera sonrisa (que, sin embargo, en ella pareció convertirse en un gesto de tristeza) cuando escuché que ella me miraba y también me deseaba buenas noches.

jueves, 20 de julio de 2017

DEPORTE Y ESPECTÁCULO

"Tienes que esperar cosas de ti mismo
antes de poder hacerlas"

Michael Jordan



El reciente triunfo de Garbiñe Muguruza ha servido, una vez más, para que en las redes sociales, en Twitter, se pueda observar a todo tipo de fauna, que aprovecha cualquier resquicio para lanzar su mensaje único y adaptado a cualquier situación. Desde el tipo que defiende que la hispano-venezolana es una traidora a la causa chavista, por decidir representar a España en los eventos internacionales, hasta la intelectual que defiende que existe machismo porque la final no se emitió por la televisión pública (la final de Roland Garrós se emitió en una emisora privada, que compró los derechos a última hora para emitir la semifinal y la final del torneo). Uno intuye que la autora de tal desfachatez y algunos otros entes similares que pululan por ahí, no dudarían en poner el grito en el cielo si el coste de tal retransmisión nos costase a todos los españoles unos cuartos nada desdeñables.
Entre toda esta tropa existe un nivel intermedio, poblado de gente que se apunta al triunfo, viviéndolo como propio (dudo mucho que la triunfadora del torneo comparta los dos millones doscientas mil libras de premio por alzarse con la ensaladera con ninguno de ellos), y que ve en el trabajo realizado por la tenista durante estas dos semanas un reflejo de la grandeza de este país, España; lo que resulta chocante tratándose de un deporte individual, donde prima, además del trabajo, el talento que el deportista trae de serie. Si estos tipos quisieran felicitarse por algo relacionado con la trayectoria de la deportista, podrían vanagloriarse de que la ganadora del trofeo sobre hierba vino a vivir a España a los seis años para poder aprender en una de las mejores academias de tenis del mundo, sita en Barcelona, pero lo demás... También podían felicitarse si la tenista cambiase su domicilio fiscal y lo ubicase en España, en vez de en Suiza, pagando aquí sus impuestos; pero ése es otro cantar.
Sin embargo, existe un cierto número de personas, intuyo que muchas, que ven el triunfo de la deportista como la suma de esfuerzos solitarios, sinsabores, dolores musculares y, en determinados momentos, dudas sobre el camino emprendido. En otras palabras: el éxito como resultado de un esfuerzo anónimo, que no en todos los casos da el resultado apetecido, a pesar del talento. Y eso, querido lector, es el deporte: esfuerzo para alcanzar una meta, que no tiene porque ser un Grand Slam, una Champion o una medalla olímpica. 
Creo haber escrito alguna vez que practico deporte de forma regular. Lo hago porque me encanta y porque con el paso del tiempo, a pesar de disminuir mis facultades, encuentro unos nuevos límites que superar y una gran satisfacción cuando lo consigo. No se trata de ganar competiciones, a las que no me presento; el objetivo es conocerme, proponerme retos nuevos, por lo general pequeños, que aumenten, aún más, mis ganas de practicar actividad física. Eso, y en los deportes de equipo compartir un rato con compañeros y rivales, es la esencia del deporte. Lo que vemos en nuestras pantallas, por lo general, se puede asimilar más con el espectáculo de unos tipos con una capacidad innata para practicar una determinada especialidad, que con la esencia del deporte, aunque ellos practiquen ese deporte, siendo los mejores del mundo en su especialidad. En el fondo Messi, Ronaldo, Lebron James o Garbiñe no difieren en nada de los héroes de las Olimpiadas en la Grecia clásica o de los gladiadores o aurigas romanos afamados. Intuyo que toda sociedad necesita sus figuras relevantes relacionadas con el mundo del espectáculo, que pueden convertirse en émulos donde mirarse, los niños como modelo y los adultos si su comportamiento extradeportivo resulta un modelo moral a seguir (creo que aquí no se puede incluir al deportista que más dinero ha ganado en los últimos tiempos, Floyd Mayweather).
En realidad, lo que la gran mayoría de la gente practicamos es deporte para sentirnos bien e intentar conocer nuestros límites reales. Una de las experiencias más extrañas, y divertidas, consiste en, tras unas jarras de cerveza, o tras unas copas, empezar a hablar entre amigos de los deportes que practicamos, del esfuerzo, de la sensación de bienestar tras la ducha, siendo lo mejor de todo, que todos sentimos las mismas sensaciones, todos tenemos días malos, días de plenitud y que no nos cuesta nada traducir el nombre que cada uno a puesto a esas sensaciones. Eso es el deporte, y puede que una resaca al día siguiente. Y, lo curioso, es que todos los que practicamos deporte sabemos que detrás del triunfo de Garbiñe se encuentran muchas horas, días, meses, años de trabajo, de esfuerzo, de dolor, de dudas, de superación, porque, que nadie lo olvide, en eso consiste el deporte.
Un saludo.

domingo, 16 de julio de 2017

DIECISIETE DÍAS

Diecisiete días pueden suponer una muesca en una vida o un cúmulo de experiencias intensas de diverso cariz. Estos últimos diecisiete días de mi existencia se han asemejado más a un tobogán sin fin, con virajes continuos y recovecos inesperados (tal vez en los últimos tiempos casi todo se pueda comparar a un cúmulo de situaciones diversas e interesantes). Diecisiete días que no han sido míos, pero sí para mí. 
Ha habido momentos para contestar, sin preparación previa, por qué Alá es un dios. No creo haber salido mal parado respondiendo que es un dios porque sus seguidores creen que su dios, como el resto de dioses, creó el mundo, los animales, el hombre y a éste le dijo como tenia que vivir. Lo único que varía entre Alá y otros dioses es la forma de crear el mundo y al hombre y algunas normas sobre como vivir.
Durante un rato he conseguido rescatar el gusto, que no recuerdo cuando perdió, de mi peque por hacer rutas por el campo. Aunque haya sido en un paraje entre eucaliptos y pinos (algún roble joven pugnaba por recobrar a los moradores originales) el marco que envolvía el camino, mar límpido y frío, constituía un aderezo sin igual. Culminar la marcha en una playa, considerada por alguna revista de renombre como una de las mejores del mundo (una chorrada como otra cualquiera), constituyó un buen colofón.
Al fin conseguimos rendir a ese fonema vibrante y malvado que tanto se resistía. El esfuerzo, tan poco reconfortante para él como para mí, se convirtió en la casi total generalización. Reír, perrear, desbarrar, repetir... (Gracias Javi y Pilar).
Un cine, una película para niños y toda la música de los años ochenta como banda sonora del largometraje.  Recordar, al lado de tu hijo, todo aquello que viviste y que él no llega a comprender. Él también tendrá su banda sonora de juventud. Ésa que a su hijo, o a sus hijos, si los tiene, les sonará a chino y bastante apolillada.
El primer día, ferias y carruseles. Sus amigos. Algún amigo mío. Gente conocida, una cierta cantidad, envuelta en la distancia de una vida anterior, que cada vez considero más vacía y carente de sentido alguno. Buscando diagnóstico a dolores físicos, que desparecieron sin más, como desparecieron los lugares comunes, que nunca existieron.
Un cumpleaños, para él. Un rato de descanso para mí.
Minimizar situaciones que para él resultan importantes en ese momento. La confianza para contarte esas cosas importantes, a veces poco adecuadas para los oídos de un progenitor. Explicar que no todo el mundo nos debe caer bien. Explicar que la gente no es buena ni mala por su religión, por sus ideas políticas o por otro tipo de etiquetas. Explicar que a las personas se las puede considerar buenas o malas por sus actos.
Comer con amigos. Adueñarse de la expresión de un crío de su edad: ¡Qué pereza! Adquirir una banda sonora de dos letras para dieciséis días. Intercalar las dos palabras con: "He sido muy malo", extraído de la película con temas de los ochenta.
Un poco de arte. Visita a un museo de arte contemporáneo. Alucinar con Salvador Dalí y con el surrealismo, en especial por la gran cantidad de penes que aparecen en los grabados que vimos. Un pequeño no se olvidará de Salvador Dalí ni del surrealismo, aunque sea por sus representaciones fálicas. Picasso, Magritte o Juan Gris, entre otros, parecieron llamar menos su atención. Por cierto, descubrí una obra de Tápies que me gustó. Jamás pensé que pudiera ocurrir. 
Parque, mucho parque. Patín, fuente,  agua, pistolas de agua, ropa mojada, niños y niñas (alguna gitana) para jugar y pasar el rato. 
Mis amigos. No todos, pero casi. Los de siempre. Comer, beber, jugar con mi hijo, querer a mi hijo. Mis amigos. 
Nueva comida en la carta gastronómica del pequeño: rape. Me encanta que pruebe cosas y que, algunas de ellas, entren a formar parte de su repertorio. Me gusta hacer un esfuerzo e ir, de vez en cuando, a algún buen restaurante, para que pruebe cosas nuevas, que yo he pedido para mí. 
La diferencia entre unos mejillones al vapor comidos al ladito del mar, del que se han extraído (las bateas afloran unos kilómetros más allá) y unos con la salsa típica, en teoría los mejores de la ciudad, en un lugar de interior, resulta abismal. 
Mañana de vermú, algunos artesanos y de picoteo. Noche, lluviosa, de cerveza y picoteo. Cervezas y picoteo. Amigos. Gente que se ama. Gente que supo crear su forma de vida. Personas que se buscan aún. 
Entro una red social. Los mismos tontos hablando de referéndum y machismo con cualquier (una gilipollas aseguraba  por no emitir el partido de Garbiñe en la televisión pública era machismo). El mundo, ahí fuera, sigue teniendo el mismo nivel de cretinos que hace diecisiete días. Los cretinos que, en nombre de una pretendida vanguardia, destrozan la vida a personas inocentes y a niños, que unidos a los cretinos de derechas que, en este caso, no lo ocultan conforman una fauna de subhumanos que sólo destilan odio, del cual viven moral y, en ciertos casos, económicamente. 
Diecisiete días dan para que te pare la Guardia Civil en un segundo control de carretera en menos de doscientos kilómetros y te pregunten por un bate de béisbol de plástico duro y hueco por completo. Cuando el de la pestañí cogió el minúsculo bate y comprobó que se trataba de un juguete, no creo que sobrepase los cien gramos de peso, y tras echar un vistazo al maletero y ver la sombrilla, la nevera y las palas de playa concluyó con rapidez su recién iniciado registro visual, porque debió pensar que poco atentando podíamos cometer un niño y yo con semejante arsenal. La escena del bate de béisbol creo que le resultó tan surrealista al de verde como a mí. O eso creí ver cuando le miré tras comprobar que en una revista infantil de cuatro euros no suelen regalar armas de destrucción masiva, aunque tengan forma de herramienta beisbolera. 
Un pez globo y un marrajo, ambos tratados por un taxidermista, constituyen lo inesperado que consigue fascinar a un niño que ha escuchado hablar del veneno del pez globo y de la ferocidad de los tiburones, pero que nunca ha tenido uno en sus manos. 
Se me olvidaba Manolo, esa langosta gigante de goma, inflable, que ocupaba una parte significativa de la piscina. Manolo, el indomable Manolo, que cuando parecía que ya se había conseguido subir encima de él parecía empujar a mi pequeño jinete al fondo de la piscina. 

jueves, 13 de julio de 2017

IDEAR LO INADECUADO

"Lo malo, cuando se finge bueno, es pésimo"

Francis Bacon

Desear en lo más profundo una desgracia a alguien que nos condiciona sobremanera o nos ha hecho mucho daño. Tener deseos de huir de una situación que conlleva una gran responsabilidad y  nos hace renunciar a parte de lo que nos apetece y somos. Soñar que esa cita, ese evento, en el que va a estar esa persona, que tanto nos desagrada, se debe suspender por algún imprevisto... Pensamientos, deseos, anhelos poco confesables que, casi seguro, a todos se nos ha pasado alguna vez por la cabeza. En general, el dolor y la obligación, en diferentes grados, necesitan válvulas de escape, que aminoren el sufrimiento o la sensación de entrega.
Resulta obvio que los pensamientos no poseerán la misma carga, el mismo deseo, de mal cuando derivan de una situación liviana, que cuando se vinculan a una circunstancia onerosa. Al menos, esto ocurrirá en líneas generales.
Este tipo de ideas suelen llevar aparejadas, en especial cuando se asocian a intentar evitar una responsabilidad, ideas de culpa. Se establece una pugna entre la obligación, a veces asfixiante, y la necesidad de huir de ella, aunque no sea más que una temporada. Creo que nadie, o casi nadie, se encuentra preparado para renunciar a uno mismo, a sus necesidades para desarrollarse como persona, para entregarse, tanto en lo físico como en lo mental, a otra o otras personas, que necesitan esa ayuda. Todos y cada uno de nosotros necesitamos esa porción de tiempo, y de espacio, para nosotros, para dar rienda suelta a aquello que nos llena, que nos entretiene, que nos hace nosotros mismos. Y, en este sentido, cuando alguien nos lacera sin piedad, también nos acota, nos constriñe al espacio y al tiempo del dolor, al menos hasta que seamos capaces de ir arrinconándolo y difuminándolo en el vivir diario.
Creo que este tipo de pensamientos tienen mucho de salud mental, de alivio mental, y poco de maldad. En general, siempre puede haber algún tipo sonado por ahí (es cuestión de estadística) este tipo de ideas ayudan a sobrellevar situaciones desagradables, jugando de manera mental con nuestras frustraciones; buscando una solución que, como dije antes, no suele llegar más allá del espacio que delimita nuestra piel.
Se trata de salud mental porque somos capaces de recrear una situación, tal vez deseada con fuerza, y controlarla, lo que nos genera un cierto bienestar, un alivio. Además, este tipo de deseos conllevan la característica de que la persona que los tiene, ni tan siquiera es el causante de aquello que idea. Se trata de que un agente externo, generalmente no una persona, causa el mal que deseamos. En otras palabras, incluso en nuestros ensoñaciones ejercemos de Poncio Pilatos; nos lavamos las manos. ¿Puede haber algo mejor?
Intuyo que lo que he escrito hasta el momento resulta bastante discordante con lo establecido en estos días: buenismo, buen rollito y medir las palabras, por si alguna es esdrújula y debiera ser llana (como la mentalidad de los ideólogos de esta forma de hablar, que no de ser), pues lo siento, pero el problema no se centra en lo que expongo. El disparate lo cometen quienes quieren ocultar la realidad, quienes no poseen la capacidad de comprender que los seres humanos tenemos estrategias, algunas poco confesables, como es el caso, para abordar nuestra vida y nuestros problemas. Necesitamos aligerar nuestros pesares, en especial cuando no tenemos la capacidad de cambiar aquello que nos angustia, que nos desborda, que nos hace sufrir. Porque sí, todos sufrimos, forma parte de la vida, como disfrutar, y los rollos tipo Coelho quedan muy bien en los libros, pero somos cada uno de nosotros los que tenemos que cargar con nuestros sufrimientos, con nuestros problemas y los que debemos ir deshaciéndolos en el tiempo, a costa de nuestro dolor, de nuestra tristeza, de nuestro cansancio físico y mental.
No, no me parece mal que las personas tengan pensamientos en los que se desee algo negativo. Al contrario, me parece síntoma de salud mental. Síntoma de saber que nos duele, que no siempre se sabe. Lo sé, algún apóstol de lo correcto dirá que supone el primer paso para que ocurra una desgracia. Intuyo que en un país donde vivimos 45 millones de personas, más de 300 personas han deseado algo negativo a otra persona. Digo 300 personas, porque en España son los crímenes que se cometieron en 2015. El hecho de que exista algún loco criminal no significa que exista una causalidad entre una cosa y otra. Como no la existe entre el buenismo y la inteligencia. Más bien ocurre lo contrario.
Seguiré teniendo en alta estima a esa persona que vio como su vida cambiaba tras un embarazo y que, a su manera, sigue luchando para que todos salgan adelante. Seguiré teniendo en muy alta estima a aquella persona que, cuando las cosas vienen mal dadas, se echa a la espalada a la familia y saca todo adelante. Seguiré teniendo en alta estima a aquellos que, a pesar de todas las dificultades, y de tener pensamientos que no parecen los más aceptados por la sociedad, siguen hacia delante. Seguiré teniendo en alta estima a aquellos que han sufrido dolor o injusticias y no devuelven la moneda a quien se lo infringió de manera gratuita o altruista.
Un saludo.

miércoles, 12 de julio de 2017

lunes, 10 de julio de 2017

MICRORRELATOS

Enterrado bajo varios metros de nieve, en una perdida zona del Himalaya, sabía que moriría en breve. Había conseguido sobrevivir, en un primer momento, al alud, pero sabía que la gruesa capa nívea acabaría convirtiéndose en su sepultura. Su último pensamiento fue para su hijo. Deseó con todas sus fuerzas que él fuese capaz de ser el primer el ser humano en coronar, por aquella vía que a él le iba costar la vía, la montaña en la que estaba abandonando la vida.



Ella se enamoró de su profesor de su Biología. Él se dio cuenta y aceptó el reto. Ellos acabaron convirtiéndose en pareja. Ella se sintió orgullosa de conquistar a un hombre mucho más mayor y de gran cultura. 
Unos años después una alumna se enamoró de su profesor de Biología. Él se dio cuenta y aceptó el reto. Ellos acabaron convirtiéndose en pareja. Él se sintió orgulloso de seguir conquistando a mujeres jóvenes y atractivas.




Se comprometía a devolver todo lo cobrado. No tenía ningún problema en ello. En la publicidad de su negocio aparecía con letra destacada: "En caso de no satisfacer sus expectativas devolvemos el dinero recibido". Sin embargo, el furioso cliente no parece tener bastante con lo pecuniario. La predicción del adivino le empujó a tomar unas decisiones que se demostraron erróneas y que habían convertido su existencia en un infierno. Ahora, el iracundo reclamante, sabiendo que no podría recuperar su anterior vida , sólo quería cobrarse, cuchillo en mano, su deuda, acabando con la de la persona que había utilizado las cartas para destrozar la suya.




Estudió Filosofía porque le apasionaban cuestiones como el bien o el mal. Llevaba años, más de dos décadas, leyendo y escribiendo sobre estos conceptos, sintiéndose uno de los mayores expertos sobre el tema. Durante el proceso de divorcio pudo comprobar como un abogado sin escrúpulos y una expareja despechada y ambiciosa, aprendió que el amor puede convertirse en una forma de mal poderosa y destructiva.




Luchó duro para que su pequeño país lograse la independencia. Varios años de cárcel, reuniones clandestinas, golpes recibidos en comisaria... Y hoy, logrado el objetivo, situado frente al televisor comprueba que entre los ministros  del nuevo Gobierno de su país se encuentra su antiguo jefe, el mismo que le hizo la vida imposible a él por su nacionalismo y que, hasta hace bien poco, se alienaba con los ocupantes de su país. 




Comprobó que todo se encontraba en su sitio. Rezó por última vez. Cuando vio a su hijo bailando, a unos pocos metros de él, no pudo hacer nada. Acababa de activar el mecanismo de activación de su cinturón explosivo. 

miércoles, 5 de julio de 2017

DISTOPÍA Y REALIDAD.

“La oscuridad no puede sacarnos de la oscuridad. 
Solo la luz puede hacerlo. 
El odio no puede sacarnos del odio. 
Solo el amor puede hacerlo”.

Martin Luther King


Esta noticia recoge todas las incongruencias en que ciertos movimientos han caído con su forma de intentar imponer una visión parcial, e interesada, de la realidad. 


Leyes ad hoc, realizadas por un gobierno para fidelizar a colectivos, que a la vez se benefician de subvenciones de ése y del posterior gobierno. Buenos y malos por decreto. Problemas que siguen existiendo y que a casi nadie parece interesar erradicar. Visión deformada y caricaturesca de la realidad; cuestiones individuales utilizadas como categoría. Castigo, mucho castigo, porque su moral se basa en el castigo para los que no piensan como ellos... Un cóctel perfecto para que los fanáticos de siempre de arracimen en torno a nuevos temas, sobre los que sólo ellos pueden entender y opinar y sobre los que crear una moral única. Los sucesores de los nacionalcatólicos, muchos de ellos autodenominados progres, aprendieron de sus mayores la importancia de adueñarse de la moral colectiva.


Entre esos nuevos temas se encuentra la desigualdad de salarios entre el hombre y la mujer. Merece la pena ver este extracto de un programa de la La Sexta, donde expertos en el tema aportan una visión diferente.



¡Vaya! Parece que la verdad no se parece a lo que nos presentan unos y otros. Excepto en un aspecto: sí existe una diferencia clara entre lo que cobran los hombres directivos y las mujeres directivas. ¡A ver si todo esta movida va a ser por eso! Porque jamás hemos visto pedir que haya igual número de mineros que de de mineras, ni de fontaneros que de fontaneras, de conductores de autobuses hombres y mujeres. Tal vez todo ello sea, porque la conductora de autobús, de una conocida compañía de origen asturiano, con la que me cruzo todos los días cuando voy a currar, se ha tenido que currar aprobar las psicotécnicos, de más de tres horas de duración, ella sola, para poder trabajar, igual que sus compañeros, en dicha empresa. Tal vez sólo sea eso: hay gente que consigue cosas por mérito propio y otras que aspiran a medrar en puestos de consejos de dirección asignados de manera digital. Sería interesante recordar donde han acabado algunas de las mujeres de este país que han clamado por la igualdad salarial, incluso desde un ministerio. Le puedo asegurar al lector que en la ONU cobran mucho más que la mujer conductora de autobús de la que hablaba hace un momento.


Volviendo a lo de la violencia en la pareja, merece la pena echar un vistazo a esta noticia:

http://www.elconfidencial.com/espana/2017-06-27/maltrato-gay-lesbianas-intragenero-violencia-lgtb_1404557/

Los datos, exagerados o no, están ahí. No sólo están ahí, sino que de aproximarse a la realidad, mostrarían  dos hechos importantes: las mujeres homosexuales maltratan con mayor frecuencia que los hombres homosexuales y el maltrato en las relaciones se da en un porcentaje muy alto. Intuyo que estos datos no los va a airear Boris Izaguirre o alguno de los voceros del Grupo Prisa o de eldiario.es, se les podía desbaratar el tinglado y no es cuestión de eso. Su mundo de heteros blancos malos y opresores, heteropatriarcado creo que lo llaman, se les podía desmoronar y tendrían que molestarse en hacer periodismo.

Imaginemos que en un país la primera causa de muerte no natural, unas cuatro mil personas por año (más del doble que la segunda, los accidentes de tráfico), no interesa a casi nadie.
Imaginemos que en ese país no existen campañas para prevenir que el número de personas muertas por esa causa aumente cada año.
Imaginemos que, sin embargo, en ese mismo país se destinan miles de millones de euros a causas de muerte no natural que generan unas sesenta muertes al año.
Imaginemos que de esas casi cuatro mil personas muertas al año, unas tres mil sean hombres y algo menos de mil mujeres.
Imaginemos que ese país se llama España y esa causa de muerte se llama suicidio.

http://www.elmundo.es/sociedad/2016/03/30/56fb9dc5ca47413d358b4604.html

Dejemos de imaginar, por desgracia es la realidad, pero, obviamente, no merece la pena mostrar una verdad sórdida y dolorosa. Sigamos haciendo carreras por la mujer, desfiles con carrozas patrocinadas por grandes multinacionales, que despiden a empleados por ir a la huelga:


http://www.publico.es/sociedad/trabajadores-deliveroo-despedidos-apoyar-huelga-repartidores.html

Folklore, neoliberalismo y causas elegidas, y deformadas, hasta la caricatura, para que tener al personal entretenido y controlado.
Un saludo.

domingo, 2 de julio de 2017

EL LIBRO INCOMPLETO

¡Calla!, pensó. ¡Olvida esos pensamientos! No te van a llevar a ningún sitio bueno. Acabarás enloqueciendo. Sus ojos parecieron seguir las órdenes que su cerebro dictaban y alzó los ojos, hasta fijarse en el ponente, al que desde hacía un rato no escuchaba. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos desmedidos que hacía, no conseguía borrar por completo esos pensamientos de su cabeza y las palabras del tipo situado frente a ella en una tarima parecían no tener significado alguno.
Unos minutos después los aplausos dirigidos al orador, que había concluido su exposición, consiguieron borrar, de forma provisional, sus idas y venidas mentales. Aplaudió para unirse en este gesto al resto de asistentes. Se levantó y se dispuso a unirse a una incipiente fila, que en esos momentos se estaba formando, con el objetivo de conseguir la firma del sujeto al que apenas había prestado atención. 
No tuvo que esperar mucho para poder entregar el libro que llevaba al hombre de mediana edad que lo había escrito, para que estampase su firma en él y escribiese unas palabras, a modo de dedicatoria.
- ¡Buenas tardes! ¿Le gustó el libro?, preguntó el autor del mismo. 
Está muy bien escrito - repuso ella -. Y, sí, sus consejos me han servido para superar, o comenzar a superar, una situación difícil. ¡Muchas gracias! - continuó ella. 
- Me alegra saber que mis ideas pueden servir de ayuda a mis lectores - explicó el escritor -. Hay gente que considera que los libros de autoayuda los escribimos unos desaprensivos, que sólo queremos sacar dinero fácil a personas vulnerables y desamparadas.
- Pues, en mi caso, creo que no ha sido así - afirmó la mujer -. Sus ideas me están ayudando a aclarar mis ideas y a espantar mis miedos, aunque aún queden cosas por conseguir - concluyó, mientras se comenzaba a vislumbrar una franca sonrisa en su rostro.
- ¿Cómo se llama?- preguntó él, mientras abría el libro para escribir en él una dedicatoria.
- María - fue la escueta repuesta de ella.
- María, termino a las ocho de firmar en esta librería. Si te apetece, podemos tomar algo después - propuso el escritor.
Ella, desconcertada, se limitó a asentir bajando y subiendo su cabeza.
- ¿Conoces la cafetería Magisterio?
Un nuevo movimiento afirmativo de la mujer sirvió de confirmación.
- ¿Te parece bien a las ocho y media allí?
- Sí. ¡Perfecto! Allí estaré - afirmó María mientras cogía su libro.



María llego cinco minutos tarde al lugar de la cita. Él, Carlos, ya se encontraba allí. Ambos se saludaron con una sonrisa. La de él transmitía seguridad. La de ella timidez.
Él se levantó del sitio que ocupaba en una mesa y la agradeció que hubiese venido a la cita. María dijo que era un placer.
Tras el momento inicial establecieron una conversación animada, vertebrada en un principio por lo que les unía: los problemas de María y las soluciones a los mismos que consideraba había encontrado en el libro que tenía la firma del hombre que se encontraba frente a ella. Durante unos segundos el silencio se interpuso entre ellos. Sus miradas se encontraron por encima de ese silencio. Los ojos verdes de ambos se contaron muchas cosas. Tantas que en el rostro de ambos apareció una sonrisa, en la que ya no había atisbo de seguridad o timidez. Si un experto en sonrisas las hubiese analizado, casi seguro, que hubiese encontrado, por encima de todo, futuro.


"Agradezco este premio que se me concede. Me llena de orgullo ser el escritor que más libros ha vendido en este país durante año que acaba de concluir. Considero que parte de mi éxito, de mi modesto éxito, se lo debo a mi mujer, María. Estos tres años junto a ella han sido magníficos. María, eres el mejor libro de autoayuda que podía leer y tener. Todos este tiempo junto a mí me han ayudado a crecer y, por qué no decirlo, a contribuido de manera fundamental a que sepa en que consiste la felicidad. Gracias por todo ello.
Gracias también a mi familia, a mis lectores, a mi sufrido editor y a todos aquellos que han contribuido, de una u otra forma, a que ahora esté aquí, recogiendo este premio frente a todos ustedes".


El número que aparecía en la pantalla de su teléfono móvil no lo tenía registrado, pero tampoco le extrañó porque, dos semanas después de recoger el premio por su éxito literario, seguía recibiendo felicitaciones de personas que no conocía o con las que hacía tiempo había perdido el contacto.
 Pulsó el botón verde del aparato y, tras decir: "Diga", una voz desconocida preguntó: "¿Es usted Carlos Cantalejo Martín?". "Sí. ¿Con quién hablo?". "Soy el inspector Lucas, de la Policía. Le llamo para poner en su conocimiento que, María Carbonero Carro, su mujer según nuestro registro, ha sufrido un accidente de tráfico y se encuentra hospitalizada en el Clínico. Lo siento".
Cuando Carlos describe, tiempo después, lo que recuerda del período que transcurrió a continuación siempre dice lo mismo: incertidumbre, miedo y, al final,  vacío, cuando en el hospital le comunicaron que su esposa había fallecido, sin que pudiesen hacer nada por evitarlo.


Había transcurrido un mes y medio desde la muerte de María y, por fin, se sintió con fuerzas para organizar sus objetos personales, aunque aún no había decidido qué hacer con ellos. Iría improvisando sobre la marcha.
Cuando abrió en primer lugar el cajón donde ella guardaba su ropa interior, sintió que profanaba la intimidad de María; pero también sabía que no tendría que pensar que hacer con ella, porque iría a un contenedor de basura, dentro de la bolsa que tenía en su mano izquierda. Sin embargo, la aparición de un sobre con el mensaje: "Para Carlos", semiescondido entre la ropa del cajón, trastocó los planes iniciales y provocó un aumento en la frecuencia cardíaca del destinatario de la misiva. No dudó ni un momento en rasgar el papel y sacar la única hoja que contenía, desdoblándola para leerla.

"No sé si habrá pasado un día, un mes o un año desde mi muerte, pero sé que cuando leas esto habré muerto. Imagino que te extrañará que haya escrito una nota previa a mi muerte inesperada. Todo tiene una explicación, más sencilla de lo que pudiera parecer.
Cuando nos conocimos (quedé atrapada en tu sonrisa y en la seguridad que transmitías), yo buscaba ordenar mis ideas, mis sentimientos sobre todo, aprendiendo a quererme y, sobre todo, aprendiendo a disfrutar de ser querida. Tu libro me hizo comprender que mi mayor problema residía en la dificultad para apreciar que a otras personas me querían o, incluso, que me amaban. Me sentía vacía, sola, sin nadie a quien importase a mi alrededor. 
Para mí constituyó un descubrimiento crucial saber que mi problema residía en mí, en mi forma de interpretar el mundo. El diagnóstico que encontré en tu libro, diría que en ti, no podía ser más certero. Cuando comenzamos a salir, a formar una pareja, pensé que las cosas sólo podían ir a mejor. De hecho, por primera vez en mi vida me sentí querida. No recordaba haber tenido esa sensación ni tan siquiera de pequeña, con mis padres, que, visto en perspectiva, me querían con locura. Sin embargo, el tiempo fue pasando, tampoco tanto tiempo; en unos meses volví a sentir la misma sensación. La sensación de soledad, de falta de cariño, de amor. Sonreía, sí, pero me sentía como un cuadro cubista, en el que diversas perspectivas conviven en un mismo ser. La sonrisa ocultaba la soledad que me autoimponía. Me habías ayudado a diagnosticar mi tumor anímico, pero parecía que no se podía hacer nada para detener la metástasis en que se había convertido. Por dentro era infeliz. Aunque no llorase, creo que lo he hecho dos o tres veces en mi vida, la tristeza me anegaba. Las sonrisas, las conversaciones en los actos públicos, todo aquello que quieras pensar que contradecían mi pena, mi dolor, no eran más que una práctica aprendida durante de pequeña, para no molestar, para pasar desapercibida, para no molestar a todas esas personas a las que creía no importar.
Tu libro me sirvió para conocerme, pero no para sanarme. En realidad debería haber escrito tú me serviste para conocerme, pero no para sanarme. De nuevo, releyendo la frase anterior, me doy cuenta de que me he vuelto a equivocar. Tú no eres el culpable de que yo no haya cambiado. De que yo no haya aprendido a disfrutar de lo que otras personas me ofrecen. La única culpable, si alguien tiene la culpa de esto, soy yo. 
No sé cuanto tiempo más podré aguantar esta situación, intuyo que poco. Llevo varias semanas dándole vueltas a la posibilidad de acabar con todo. Simular un accidente de tráfico, una forma de suicidio relativamente común, me parece la mejor opción. Todo parecerá algo fortuito, no premeditado y, de cara a tu público, tu imagen positiva no sufrirá merma, al contrario, se te verá como el afligido viudo. Míralo como una forma de compensar mi imposibilidad de sentirme amada por ti, a pesar de todos tus esfuerzos por demostrármelo.
Siento no haber sido capaz de hacer más".

Acabó de leer y acto seguido, casi como si la persona que llamaba supiese de la importancia que tenía no interrumpir la lectura que acababa de finalizar, sonó su teléfono móvil. Aturdido, con voz apagada, contestó a su representante, que le llamaba para recordarle que en un par de horas debía estar en una superficie comercial, para presentar su última libro de autoayuda.