lunes, 30 de mayo de 2016

IDIOTARIO (LXXV)

Anatomía comparada: hecho que ocurre cuando uno de los cónyuges compara a un hombre o una mujer,depende del caso, con su pareja. Cuando esto ocurre, por un extraño fenómeno cósmico, el consorte siempre sale perdiendo. Fue en este contexto donde surgió el dicho: las comparaciones son odiosas.


Azar: flor blanca del naranjo, el limonero o el cidro que aparece unas veces sí y otras no. 


Ben-Hur: novela de Lewis Wallace, llevada varias veces al cine. En la novela se cuenta las aventuras de Judá Ben-Hur, una especie de príncipe judío, que sufre cautiverio, es liberado por el romano al que salva la vida y acaba convirtiéndose al cristianismo, tras pasar diversas vicisitudes. En su versión cinematográfica más famosa, el papel protagonista está interpretado por Charlton Heston que, en esta ocasión, por extraño que parezca, no utiliza armas de fuego para resolver sus cuitas.


Educación en valores: proceso educativo en el que lo más importante es la cotización en Bolsa de determinadas empresas.


Fotocopias en color: ciertos cuadros de Andy Warhol.


Homófono: sonido que sólo quiere mantener relaciones afectivas y sexuales con otros sonidos de su mismo género.


Idiota: autor de la sección Idiotario, que se puede leer en el blog Todo sigue igual.


Incineración: acción tras la que se acaba muy quemado.


Musas: divinidades de la mitología griega, hijas de Apolo, que protegían diversas artes o ciencias. Según el relato mitológico eran las encargadas de inspirar a los diversos artistas, por lo que sabemos que nunca han visitado a gente como Melendi, Justin Bieber o Dani Martín.


Triángulo amoroso: polígono de tres lados que reparte besos, abrazos y caricias a diestro y siniestro.

viernes, 27 de mayo de 2016

EL PÚLPITO

"No todo lo que choca rompe. A veces encaja"

Hace un par de semanas, o tres, una amiga, docente como el que suscribe, se puso en contacto conmigo y me comentó que algunos de sus alumnos iban a participar en un concurso de debate sobre un tema, que para el desarrollo de esta entrada resulta intrascendente. Me pidió mi opinión sobre cómo se podía enfocar, desde diversas perspectivas, el asunto. Deprisa y corriendo le aporté alguna idea que se me iba ocurriendo y ahí quedó el asunto.
Hace dos o tres días volvimos a charlar y me comentó como había transcurrido la competición en la que sus alumnos habían participado. Aunque no ganaron, tampoco hicieron mal papel. Pero no es este aspecto el que va a vertebrar esta entrada. Más bien vamos a centrarnos en los vencedores y en ¿por qué vencieron?
Al seguir la conversación surgió el tema de la gran capacidad dialéctica del equipo que se hizo con la competición. Una capacidad que les llevó a noquear a todos sus adversarios, sin piedad alguna. Hasta aquí todo bien. A simple vista resulta muy atractivo contemplar como unos jóvenes muestran la capacidad de, mediante la palabra, defender, e imponer, sus argumentos sobre otras personas. Sin embargo, existe un pero: estos chavales tan brillantes destacan no por su capacidad para aportar ideas, sino por su habilidad para defender o destrozar una idea. En otras palabras: a estos chicos se les ha preparado para armar un discurso ganador, sin importar sobre qué se hable, o sus idoneidad moral. No sólo eso, que no es poco, también se les adiestra para minusvalorar la importancia de las ideas, que pueden ser defendidas o destrozadas, depende de lo que toque en cada momento, con igual empeño y eficacia. Uno no puede evitar acordarse de cuando andaba terminando la Educación Secundaria y de un profesor de Filosofía, democratacristiano, tildaba a los filósofos sofistas de charlatanes (cosa que otro profesor de Filosofía rojeras se encargó de desmentir un año antes).
Fíjese el amable lector que estos futuros líderes, tengo la certeza de que alguno de estos chavales llegará a serlo, han sido adiestrados para convencer a través de la palabra, sin importar el asunto que deban defender. Lo importante en este asunto es la forma, no el contenido. No hay problema alguno en identificar esta forma de proceder con la de los políticos, y con la de los periodistas. Su forma de actuar no se basa en transmitir ideas sobre las que construir un proyecto. Nada más lejos de su propósito. En realidad su quehacer se fundamenta en transmitir mensajes intentando convencernos de lo buenos que son ellos y lo malos que son sus rivales políticos. Se trata del mismo esquema de funcionamiento. Pero, además, unos y otros son capaces de defender una cosa, y la contraria (no es coña), en función del momento y del público al que dirija el mensaje. En el fondo, se trata del mismo patrón: no importa las ideas, se puede defender una y la contraria, lo que pretenden es envolver su ansia de convencer, de imponerse, en palabras. Como el lector se habrá dado cuenta, se trata de personas que se dedican a vender su producto, no por sus bondades, que lo hace mejor que cualquier otro producto, sino porque es el suyo y ya está.
La última frase resulta mucho más importante de lo que pudiese parecer. Se trata de productos inalterables. De todo o nada; no de algo que pueda ser mejorado con el concurso de más gente. O conmigo o contra mí. Nada más curioso que contemplar como se incentiva a jóvenes no a trabajar en equipo para mejorar ideas, no, sino a machacar al rival. Parece que hemos importado una estúpida moda de EE.UU., la de divagar sobre lo que fuere, con la excusa de que debemos aprender a hablar en público (cuestión que me parece estupenda y que debería darse con profusión en el sistema educativo español), pero nos hemos olvidado de algo también fundamental: aprender a escuchar al de enfrente para, entre todos, mejorar ideas, proyectos o la práctica diaria. Nos hemos olvidado que defender una postura a toda costa, utilizando todos los recursos dialécticos a nuestro alcance, sólo es cháchara. Debemos enseñar a trabajar sobre ideas, o realidades, que son maleables. Ideas o realidades que poseen puntos fuertes y puntos débiles (muchas veces se obvian las cosas positivas y toda la "labor" se centra en lo que no funciona, resulta absurdo construir sin una base previa). Debemos enseñar a trabajar sobre puntos de vista diferentes, que pueden llegar a resultar complementarios. En fin, debemos enseñar a respetar que aunque las opiniones del de enfrente puedan no ser acertadas, al menos nos sirven para buscar una fundamentación teórica a por qué nuestras posturas son las correctas, haciendo explícitos nuestros esquemas de pensamiento.
El todo o nada sólo sirve en lo emocional. Los hijos, una persona a la que se ama son lo mejor. Un ser humano que te ha hecho daño se puede calificar como lo peor. Pero, en este caso, hablamos de sentimientos, no de ideas o realidades sobre las que cimentar nuestra vida.
Me gustaría que el lector se fijase en que los políticos, esos que utilizan durante casi toda su existencia la descalificación al rival y el autohalago como patrón de comportamiento (conmigo o contra mí), cuando le interesa alcanzar el poder y no tiene representación suficiente, utiliza la negociación que, en teoría, es un intercambio de ideas, donde se intenta encajar el programa electoral de uno y otro, para construir algo mejor. Al menos eso dicen ellos.
Un saludo.

lunes, 23 de mayo de 2016

ESA SONRISA

No sabía como había llegado a aquel lugar ni a aquella situación. Lo último que recordaba era haberse acostado cansada, muy cansada, tras una jornada agotadora. La mejor descripción de lo que le rodeaba podía ser dantesco. Uno de sus mejores amigos yacía en el suelo sobre una gran mancha creada a partir de su propia sangre. Mancha que parecía proceder del manantial en que se había convertido su cabeza, tras sufrir un fuerte golpe que le había producido una tremenda herida. 
Un par de metros hacia la derecha pudo contemplar con horror como la cabeza de su mejor amiga, sentada en una vieja silla de madera y maniatada, había cedido a la fuerza de la gravedad y apuntaba a una más que probable muerte por rotura del tronco del encéfalo, producto de una maniobra intencionada
Para completar el cuadro, un desconocido, tumbado también sobre un charco de sangre entre la estancia y el pasillo, mostraba el mango de un gran cuchillo saliendo de su abdomen. No podía asegurar si había recibido una o más cuchilladas, pues el rojo invadía teñía su ropa y costaba profundizar en detalles como la saña del ejecutor.
No la cabía duda alguna sobre lo ocurrido: las tres personas habían sufrido la furia de uno, o varios, asesinos, que parecían haber disfrutado, acabando de diferentes formas con los tres finados. Pero a ella lo que parecía intrigarla más del asunto era por qué se encontraba en ese lugar. Cómo había llegado hasta allí y, lo más importante, cuál era su papel en todo este asunto. 
Cuando logró apartar esos pensamientos de su cabeza hizo lo que consideró más lógico: llamar a la Policía. En unos minutos los primeros agentes franquearon la puerta de la casa y, tras la fuerte impresión inicial, se hicieron cargo del asunto.
A partir de ese momento la casa se convirtió en un maremágnum. Gente, uniformada o no, entrando y saliendo, repitiendo las mismas preguntas y los mismos comentarios morbosos y, en algún caso, las mismas previsibles gracietas. Así durante casi media hora, hasta que la persona que parecía mandar en todo ese pequeño ejército me invitó a abandonar el lugar. escoltada por dos funcionarios policiales,sin uniforme, que me invitaron a acompañarles a una comisaría.
No voy a narrar lo que allí ocurrió. Baste decir que al abandonar el lugar, tras más de seis horas de espera e interrogatorios, me sentí humillada, ultrajada, por las insinuaciones que una y otra vez me lanzaban los interrogadores. Preguntas que atentaban contra mi intimidad y que llegaban a insinuar que cometí los asesinatos movida por celos. ¿Celos? ¿Celos de quién o de qué? Mi pareja, mi esposa, me ama y nuestra relación me colma de felicidad. Ella es una mujer maravillosa y yo creo ser también una mujer que la llene cada día con esa misma felicidad. Al menos yo me esfuerzo cada día para que así sea.
Casi una hora después de abandonar la comisaría llegué a mi casa. Sentí en el alma que mi cónyuge no estuviese en casa, llevaba dos días de viaje por cuestiones labores y aún tardaría dos más en volver a nuestro hogar. En cuanto pudiese hablaría con ella para contar la desagradable experiencia que había vivido durante este último día. Pero debía esperar a que ella me llamase. No quería interrumpir ninguna reunión con algo que podía esperar.
Me tumbé en la cama e ingerí una pastilla para tranquilizarme. Mi mente vagó por todo lo vivido durante el día, intentando ordenar lo sucedido. Demasiadas emociones para poder extraer conclusiones definitivas, en especial sobre mi papel en este asunto. Al final, fruto del cansancio del día y del fármaco, me dormí.
Cuando desperté no reconocía el lugar en el que me encontraba, tal vez porque aún me encontraba adormilada y no conseguía enfocar la estancia con nitidez. Seguía tumbada, pero no podía mover ni los brazos ni las piernas. Me aprecia escuchar un par de voces. Sí, alguien hablaba cerca de mí. Entonces lo tuve claro: todo había sido una pesadilla. Nada había ocurrido en realidad.
Seguía sin poder mover los brazos y las piernas, pero no me importó. Mi atención se centró en escuchar las voces. Me costaba mucho focalizar mi atención. Seguía en una especie de duermevela, que me impedía dominar por completo mis sentidos.
Ahora sí. Ahora parecía comprender las dos voces, una masculina y otra femenina, que parecían encontrarse muy cerca de mí. La mujer le decía al hombre:
- Creo que ni el bromuro de pancuronio ni el cloruro de potasio han surtido efecto.
- Sí- repuso la voz del hombre- Solo el calmante ha hecho su trabajo. Aunque parece que se está despertando.
- No sé si volver a aplicar el procedimiento o esperar la decisión del Gobernador- expuso confusa ella.
- Nosotros debemos contarle lo sucedido y que él decida qué hacer- zanjó el hombre.
¿Bromuro de pancuronio, cloruro de potasio? Esas sustancias me sonaban, aunque no estaba seguro de qué. Por fin desapareció esa especie de modorra y pude contemplar la aséptica sala en la que me encontraba tumbada. En ese instante me di cuenta de que me encontraba atada de pies y manos.
¡Dios! ¡El bromuro de pancuronio y el cloruro de potasio son dos de los tres componentes de la inyección letal! ¡Me han intentado ejecutar!
No sabría definir con precisión lo que sentía. Tal vez lo que mejor defina mi estado sea aterrada. Me agité, intentando zafarme de lo que me mantenía atada a mi cadalso. Como era previsible no lo conseguí. Al girar la cabeza, en uno de las absurdas tentativas por liberarme, pude contemplar que a mi derecha se encontraban varias personas sentadas, observando la escena. No parecían tener excesivo interés en mi lucha por escapar. Diríase que parecían contrariadas porque yo hubiese llegado a poder intentar seguir viviendo.
De repente me fijé en una de ellas y la reconocí. Entre ese reducido grupo se encontraba mi esposa, que esbozó una casi imperceptible sonrisa cuando se dio cuenta de que la miraba. En ese instante todo vino a mi mente con la claridad de un día despejado de verano.
Mis dos mejores amigos habían organizado una cena en su casa para festejar que habían decidido casarse. A esa cena sólo acudiríamos cuatro personas: ellos dos, el hermano de ella y yo. Mi esposa se encontraba fuera de por un asunto laboral, que habia surgido de manera imprevista, y no pudo acudir.
La cena resultó muy agradable y divertida. Julien, el hermano de la futura esposa, al que no conocía con anterioridad, resultó ser un excelente conversador, con un sentido del humor maravilloso. Como colofón, en los postres, apareció, de improviso, mi pareja. Nos explicó que pudo zafarse antes de tiempo de sus obligaciones y nada le apetecía más que compartir con nosotros esta velada. Aportó unos magníficos profiteroles, que decía haber comprado en una afamada panadería italiana que se encontraba en la ciudad que había visitado por trabajo. Me extrañó que hubiese traído ese dulce, pues a mí no me gustaba, pero en un instante disipó mi extrañeza al enseñarme una pequeña tarta de queso, mi favorita. "Sé que no te gustan los profiteroles, pero no les iba a privar a ellos de esta delicatessen. Como puedes comprobar, y podrás probar, no me he olvidado de ti", explicó, mientras me daba un beso.
Los cuatro dimos cuenta de los dulces sin excesivas contemplaciones. Estaban exquisitos. Mi cónyuge no probó ninguna de las delicias que había traído, lo cual no me extraño, pues llevaba una estricta dieta desde hace casi dos meses.
Pasados unos pocos minutos noté cierto sopor, que, por lo que observaba, resultaba mucho más profundo en los otros comensales. Sería más preciso decir, en los otros tres comensales. Mi pareja no parecía sufrir los mismos síntomas. Entonces vi por primera vez esa leve sonrisa. Ella me miraba con ese asomo de sonrisa. Fue en ese momento cuando el trío compuesto por el futuro matrimonio y el próximo cuñado del esposo se quedaron dormidos sobre la mesa. Yo, a duras penas, conseguía mantener los ojos abiertos. En ese momento la recién aparecida habló, dirigiéndose a mí. "Los profiteroles contienen un relajante neuromuscular en altas dosis, que ha provocado la somnolencia en ellos. Tu tarta de queso también está aliñada con esa misma sustancia, pero en dosis menor, lo que te provoca somnnolencia y una gran dificultad para coordinar tus movimientos, pero no te hará dormir. Vas a asistir al asesinato de los otros tres comensales, sin poder impedirlo. Y, lo mejor, te echarán a ti la culpa de ellos. ¿Por qué? Me he cansado de ti. De tus mimos, de tus detalles, de tu falta real de pasión. ¡Estoy harta! Necesito otra cosa. No sé muy bien el qué. O sí. Romper con lo cotidiano, con la seguridad de lo cotidiano. Necesito algo como lo que estoy a punto de hacer". Y en ese momento volví a ver ese asomo de sonrisa que ahora veo al otro lado del cristal en una persona que se encuentra entre el público que asiste a mi ejecución.

viernes, 20 de mayo de 2016

SOBRE NIÑOS Y ADOLESCENTES (II)

"Enseñar no es transferir el conocimiento,
sino crear las posibilidades para su propia
producción o construcción"
Paulo Freire

Vamos con la segunda parte del tema de los niños y adolescentes. Me atrevería a decir que ambas entradas versan, con mayor exactitud, sobre la visión que los adultos tenemos de niños y adolescentes. 
Tras leer la primera parte del asunto, el lector podrá haber extraído la conclusión de que el que suscribe defiende la beatitud de niños y adolescentes. Nada más lejos de la realidad. Los niños y adolescentes poseen la capacidad para hacer el bien y el mal, como el resto de seres humanos. Nada más lógico pensar que cuando realizan este tipo de acciones en función de la capacidad de maniobra que poseen. En otras palabras, si un niño quiere hacer una perrería a alguien, por lo general, lo va a hacer con otro niño de edad similar o inferior, porque con un adulto le puede salir el tiro por la culata. No hace falta reseñar que en este sentido actúan igual que cualquier otro ser humano de mayor tamaño o desarrollo cognitivo.
Me quiero detener en este aspecto, la bondad o maldad de los peques y púberes, para desarrollar esta segunda parte del asunto. 
Existe una opinión, muy extendida, que defiende que todos y cada de los niños, y la niñas ni te cuento, poseen una composición 100% de esencia angelical. Diría más, estos defensores de la beatitud infantil abogan porque negar lo evidente, culpando de las malas acciones de los pequeños a presuntas carencias educativas. Ya se sabe, cuando algo no resulta tan maravilloso como se desea, echamos la culpa a la educación o, si eres del otro bando, a la pérdida de la familia tradicional. En realidad hemos mejorado algo, antes se echaba la culpa de este tipo de cosas a maldiciones. Aunque, bien visto, unos y otros siguen el mismo patrón que en la Edad Media: culpar de algo a un factor incontrolable, intangible y, desde mi punto de vista, falaz. 
No se puede negar que existen casos de niños y adolescentes que han tenido la mala suerte de dar en familias de esas que se llaman desestructuradas y que acaban convirtiéndose en carne de cañón. Los que nos dedicamos a esto de la docencia conocemos unas cuantas. Y también sabemos que los servicios sociales suelen hacer poco, o nada, en estos casos (desconozco si por falta de compentencias para abordar los asuntos, o por falta de competencia). Estos niños, no sólo de familias de clase baja, resultan una minoría sobre el total. Sin embargo, como todo en esta vida, la mayoría de los niños y adolescentes nacen y crecen en familias que podemos denominar  normales. Familias con sus cosas buenas (sus puntos fuertes) y sus cosas malas (sus puntos débiles). Muchas de esas familias están compuestas por más de un hijo y, cosas de la vida, cada uno de ellos puede tener un patrón de comportamiento bien distinto. Si descartamos asuntos de esos que estudiamos los docentes como el lugar que ocupa cada niño en la familia, la importancia de tener hermanos mayores como modelos... resulta que cada uno de los niños son de su padre y de su madre. Parece que la educación resulta importante, pero no tanto. Aunque creo que lo que debemos preguntarnos es: ¿qué entendemos por educación?
Parece que el ideal de cierta gente puede definirse como transmitir a los niños, y a los adultos, unos conocimientos que les permitan desenvolverse en la vida con total solvencia, en especial en lo referido a normas y creencias. Esta transmisión de conocimientos, según estos entendidos, resultan suficientes para conseguir seres humanos angelicales.¡Magnífica estupidez!
Los niños, como los adolescentes y los adultos, aprendemos indagando, en especial cuando nos referimos a reglas sociales. Las reglas sociales son arbitrarias, cada sociedad tiene las suyas, por lo que ningún ser humano nace con ellas en sus genes. Los defensores de las teorías de la educación y de la familia, creen que los seres humanos nos convertimos en máquinas sociales perfectas por el hecho de que nos expliquen tal o cual norma. Pues no.
Para empezar las normas no resultan tan claras en muchos casos. Resulta evidente que matar no es bueno, pero...¿coger diez céntimos de papá de encima de la mesa es robar? En sentido estricto sí, pero...
Para continuar, una de las cosas que los niños deben hacer, los adultos también, es experimentar; y dentro de esa experimentación nos encontramos con los límites de las normas sociales. Límite que, como bien sabemos, resulta muy flexible, siendo determinado tanto por las circunstancias (las normas son más flexibles en una fiesta familiar, por ejemplo), como por las características e ideología del núcleo social donde se desarrollan. A nadie se el escapa, por ejemplo, que lo que en una familia, o institución, resulta aceptable, en otras puede representar una aberración.
Dicho todo lo anterior queda claro que los niños, y los adolescentes, van a ser unos bandarras, al menos de vez en cuando, y lo van a ser por obligación. Por la obligación de experimentar, de conocer los límites y, de manera involuntaria en muchas ocasiones, de conocer las consecuencias de sus actos. Acciones buenas traerán aparejadas consecuencias positivas (al menos en muchos ocasiones). Acciones reprobables deberían conllevar consecuencias negativas. Y esto debe formar también parte del aprendizaje social de todos y cada uno de nosotros.
Los niños, y los adolescentes, no son, al menos en su mayoría, buenos o malos. Se limitan a vivir y experimentar. A cometer errores y a acertar, sufriendo las consecuencias en ambos casos. A veces son malvados y otras unos seres estupendos; como todos nosotros.
Tal vez la conclusión que debamos sacar de todo lo anterior es que los peligrosos son aquellos que apelan a la educación, o la familia tradicional, como solución de todos y cada uno de los problemas. Ellos, adultos fanatizados y entontecidos, son los que no se han dado cuenta de que los niños y los adolescentes no sólo aprenden a base de doctrina. Además de la charla de rigor se encuentran en la obligación de tantear, de acertar, de equivocarse, de probar el premio y el castigo y, lo más importante, de interiorizar una serie de valores a través de su experiencia y de la reflexión sobre ella.
Un saludo.

martes, 17 de mayo de 2016

SOBRE NIÑOS Y ADOLESCENTES (i)

“Si existiera algo que quisiéramos cambiar en los chicos, 
en primer lugar deberíamos examinarlo
 y observar si no es algo que podría ser mejor 
cambiar en nosotros mismos".
Carl Gustav Jung

Ayer pude asistir a un hecho que me sirvió para corroborar, una vez más, cuán equivocados están aquellos que defienden que los niños se pasan el día delante de un aparato electrónico, habiendo perdido la capacidad de comunicarse y, por supuesto, de jugar entre ellos. Pero lo curioso del asunto es que todo tiene que ver con un móvil y con un juego para dicho aparato. Paso a contar el asunto y luego haré una reflexión sobre el asunto, y sobre alguna cuestión más relacionada con el asunto.
Dos niños, pongamos que de unos nueve o diez años, que hasta ese momento no se conocían de nada, coinciden y uno le pregunta a otro cuál es su equipo favorito. Uno dice ser del Atlético y el otro le responde que del Barça. El primero felicita al segundo por el título de Liga obtenido el día anterior. Medio minuto después el seguidor del equipo catalán le enseña un móvil al otro niño y le muestra una aplicación, un juego, que el segundo dice desconocer. Ni corto ni perezoso el niño el dueño del smartphone le presta el aparato y le explica paso a paso el juego y le invita a probarlo. Uno y otro van comentando el desarrollo de las partidas, intercambiándose el aparato cada poco, sin que, de manera previa, hayan establecido unos normas, al menos de manera explicita. 
Curioso. Establecen pautas de interacción, turnos, comparten objetos... Y todo con un aparato electrónico delante. O, lo que dicho en cristiano, se comportan como se desea (he escrito desea) que lo haga cualquier niño de su edad, "a pesar" de esos aparatos del diablo que parecen volver autistas, o algo parecido, a los niños y adolescentes. 
Tal vez sea aquí donde debamos abandonar lo ocurrido ayer, para centrarnos en lo que deseo sea el cuerpo de la entrada: la falsa percepción de la realidad que algunos adultos tienen sobre la vida de los niños y adolescentes.
Creo que ya lo he escrito otras veces, pero uno está harto de escuchar que los críos se pasan la vida encerrados en casa, jugando son sus cacharros infernales o, y en esto estoy de acuerdo (al menos en algunos casos), asistiendo y participando en un sinfín de actividades extraescolares. Nada más lejos de la realidad. Basta con pasearse por un parque, cuando hace buen tiempo, para observar a una infinidad de niños, y de chavales algo más mayores, correteando de un lado para otro, jugando a fútbol, a la peonza (sí, hay críos que juegan a la peonza), jugando con patinetes... Los niños salen a la calle, juegan, se mueven, pero resulta difícil verlos cuando se está en casa viendo la tele o enganchado a las redes sociales, cuando se frecuenta habitualmente bares o cuando se pasa media vida trabajando.
Sí, los críos siguen corriendo, jugando al Pilla-pilla, saltando a la comba o jugando a la goma, echando partidos de fútbol... y, además, utilizan las nuevas tecnologías, son capaces de jugar a la Nintendo, a la PSP, a la Wii, tienen la habilidad para manejar el móvil mejor que nosotros y, por si eso fuera poco, hacen trastadas en casa y en la calle, como las hacíamos nosotros.
Como era de esperar, el uso de aplicaciones, videojuegos y demás engendros de las nuevas tecnologías no ha creado una generación de psicópatas, cuyo mayor anhelo es imitar a sus héroes de los videojuegos. En ese sentido no había mucha posibilidad de error. Ni el cine, ni los cómics, ni la televisión crearon una generación, la nuestra y la anterior, de descerebrados asesinos (ni tan siquiera el cine franquista creó una generación de Joselitos, Marisoles o Marcelinos, con su pan y su vino).
Resulta curioso hablar de niños que se pasan la vida solos ante pantallas, cuando lo que en realidad debemos decir que existen padres que ven poco a sus hijos o que, de manera directa, les enchufan a la tele o a un aparato electrónico para que no den la brasa. Pero, tal vez, resulte menos espectacular echar la culpa al modelo productivo o a la dejadez de los padres, que a la falta de un modelo eductivo guay (progre) o a la disgregación de la familia (carcas).
De igual manera, uno oye hablar de los adolescentes como una panda de drogadictos, incapaces de hacer nada que no sea medrar. Esta aseveración me hace especial gracia cuando se les compara con nuestra generación, que debió ser de puta madre, pero yo no me enteré. Nuestra generación fue la última de la heroína y la que ya empezó a meterse farlopa por la nariz. Todos conocemos alguno que se ha quedado por el camino, gracias a lo maravilloso de estas sustancias; pero aún así y todo, nosotros éramos mejores. Eramos mejores porque nunca nos hemos emborrachado cuando éramos jóvenes, ni de mayores; porque nunca nos metimos en peleas, ni cometimos tropelías. Nos pasábamos el día pensando en proyectos maravillosos, nuestra única meta era emular a Gandhi en lo moral y a Einstein en lo intelectual. No había cabida para otra cosa en nuestra existencia.
Por si eso fuera poco nos muestran en los medios el comportamiento desmadrado de miles de jóvenes, españoles o guiris, en la Fiesta de Fin de Año de Salamanca, en Magaluz o en otros lugares, y momentos puntuales. ¡Habrase visto estos universitarios,de cuarto de Arquitectura, borrachos y drogados como piojos!
Por fortuna, la realidad, el día a día, resulta bastante distinto. Existen jóvenes toxicómanos y alcohólicos, pero la mayoría estudian, trabajan (o lo intentan) y tienen metas en su vida. Como las tuvimos nosotros.
Uno considera que el problema no se centra tanto en los jóvenes, como en la percepción que quieren tener los adultos y que los medios de comunicación contribuyen a extender. No resulta nada atractivo narrar la vida de un estudiante que madruga, estudia, se enamora, se enfada, se frustra, sale los fines de semana... Tampoco resulta apasionante narrar el discurrir de un chaval con estudios básicos, sin trabajo o con un trabajo de mierda por cuatro duros. Y no digamos ya lo aburrido que puede resultar contar como un niño desayuna, va al cole, come, hace los deberes, participa en actividades extraescolares, juega en el parque, ve la tele..
No cabe duda de que la atracción de lo morboso, del exceso (aunque sea momentáneo), de aquello que se sale de lo común ejerce mucha más atracción sobre las personas. No cabe duda de que los medios viven de ello, desvirtuando la realidad para todos aquellos que, en vez de vivirla, prefieren que se la den a través de una pantalla o de papel. Pero, no. Los niños siguen jugando, interactuando, compartiendo y pegándose, ligando cuando son un poco más mayores, aprobando y suspendiendo... En definitiva, los niños siguen rigiéndose por los mismos esquemas, para bien y para mal, por los que nos gobernábamos nosotros. Han cambiado dos cuestiones:

  • La disponibilidad de las nuevas tecnologías.
  • Una vida, en determinados casos, marcada por los horarios laborales de los progenitores, que conlleva que ciertos niños pasen mucho tiempo encerrados en casa o realizando actividades extraescolares que poco les aportan en ciertos casos.
Con este reflexión, que pone el énfasis en el papel de los padres y de una sociedad que prioriza el trabajo (cuando lo hay) y el consumismo, acabo esta entrada, la primera que versará sobre niños y los adolescentes. La segunda, y última, intentará dar una visión, la mía, sobre la infancia y la juventud bastante alejada de los cánones establecidos.
Un saludo.



martes, 10 de mayo de 2016

LAS TETAS, EL OBISPO Y LA IMPOSICIÓN IDEOLÓGICA

"La semilla de la revolución es la represión"

Woodrow Wilson

Vamos a echar un vistazo a lo divertido que resulta ser inconsecuente en este país, que, imagino, no se diferencia mucho de otros, al menos en este aspecto.
Uno considera que si alguien hace algo, cualquier cosa, de manera voluntaria debe ser consecuente con aquello que acarrea, ya sea bueno o malo. Diría más, si una, o varias, personas llevan a cabo un acto que vulnera la ley para intentar que sus ideas se lleven a la práctica, lo menos que se puede pedir es que apechuguen con las consecuencias. Creo recordar que ya he hablado en este blog de esos patriotas cobardes que, una vez cae su régimen, reniegan de todos esos crímenes que cometieron "en nombre de la patria". Basta recordar dictadores y militares, o policías de diversos países, entre ellos el nuestro. Este esquema de actuación no sólo lo encontramos en dictadores genocidas y sus adláteres, gente "del otro bando" también ponen el grito en el cielo, cuando no reniegan de sus actos, en el momento en que el sistema judicial (que no la Justicia) alarga su mano hacia ellos. Un ejemplo de ello es toda la movida que rodea a Rita Maestre. Digo movida porque elevar a categoría de importante esa menudencia resulta ofensivo.
Debo empezar diciendo que considero que la religión, me da igual una que otra, debe formar, y forma, parte del ámbito privado, por lo que debería estar fuera de los edificios públicos, del sistema educativo, del ejército, de la celebración de actos oficiales... Sin embargo, la bobada de exhibirse semidesnudo para reivindicar algo resulta una gilipollez, digna de mentes "privilegiadas". Se trata de provocar, y como tal provocación busca más fastidiar a alguien, que cambiar las cosas. Vamos a imaginar que un tipo, que considera las ideas de Rita Maestre y sus acompañantes inaceptables, se presenta en medio de su asociación, o partido político, se baja los pantalones, los calzoncillos y enseñe el pene, con unas frases "reivindicativas" escritas en los muslos. Intuyo que apelativos como machista, carca, retrógado, degenerado... se escucharían por doquier y, ¡oh sorpresa!, proferidos por los mismos que defienden la misma forma de actuar de la política y sus compañeras, a día de hoy, el grito en el cielo por la sentencia recibida.
Vamos a actuar con un mínimo de coherencia. Existen medios establecidos para cursar peticiones, aceptables o no, para cambiar las cosas. Enseñar las tetas y pintarse cosas no parece el medio más adecuado para cambiar algo. Seguro que Rita Maestre se muestra más partidaria, ahora que ocupa un cargo político, de que los ciudadanos se dirijan a ella para cursar sus demandas a través de los cauces establecidos a que tomen la opción de enseñar pechos o penes para reivindicar lo que corresponda.
Este hecho también encierra una segunda interpretación del asunto: ¿quién decide que se puede decir o no decir? Me explico.
Vivimos en un mundo, no sólo ocurre en este país, en que una tropa de personajes, con bastante poder mediático, se ofenden por comentarios o actos de otra gente, intentando anteponer su mentalidad a la de los demás. Existen ofensas a los creyentes, comentarios que son considerados machistas (no hablemos ya del lenguaje), ofensas a la patria... Demasiada gente intentando imponer sus criterios amparándose en un único mérito: contar con la fuerza que proporciona la manada y la intransigencia. En este vorágine de lo políticamente correcto, basada en la imposibilidad de manifestarte por si alguien se molesta, subyace el más puro fascismo ideológico. La censura de las ideas, la búsqueda de la autocensura, para evitar "ofender", se ha convertido en el modus operandi de una serie de personas, muchas, que parecen estar por encima del común de los mortales. Esa pretendida superioridad moral que tan bien describe a ciertas personas nada recomendables y muy intransigentes. Personas que parecen no poseer la capacidad de discernir cuando un mensaje se realiza en tono jocoso o con ánimo ofensivo. Gente que se cree con la capacidad de decidir sobre lo que otros deben, o no deben, hablar. Y es aquí, en la intención del que emite el mensaje donde radica la cuestión. Una palabra, un enunciado resultan neutros per se. Es la intención del emisor lo que determina el carácter de dicho mensaje. La interpretación del receptor se puede ver enturbiada por lo prejuicios (o por la estupidez del individuo) previos. Por tanto, lo que resulta ofensivo a una persona resulta totalmente subjetivo e, incluso, puede ser fruto de su propia mala intención, y de las modas.
No sólo eso. Esa actitud de ladrar ante mensajes o conductas, para intentar amedrentar a quien proceda, denota otra cosa: cobardía. Si realmente los mensajes resultan ofensivos, o algo más, parece oportuno que a quien le ofenda acuda al sistema judicial para defender sus derechos. Recuerdo alguna declaración de obispos que resultan susceptibles de ser llevadas ante los tribunales, pero la gente modernilla se conforma con ladrar, ante el enemigo. En el fondo, unos y otros sólo tratan de imponer su zafia y limitada forma de pensar. En el fondo sólo buscan dominar a los demás y la castración del lenguaje, así como la de ciertas formas de actuar, resultan un claro ejemplo de ese intento de imponerse a la gran mayoría de los ciudadanos, de una forma sutil, pero efectiva. No hay duda de que se trata de lo de siempre: Una minoría que intenta imponerse a través de la creación de una moral.
Un saludo.

jueves, 5 de mayo de 2016

IDIOTARIO (LXXIV)

Bourbon: miembro de la familia Borbón que se ha ingerido, en grandes cantidades, güisqui estadounidense elaborado a base de maíz.


Conspiración judeo-masónica: teoría conspirativa que defiende que judíos y masones se unieron para generar todos los males del mundo mundial. A dicha conspiración se le atribuyen hechos como el nacimiento de Tele 5, la muerte de Manolete, la venida al mundo de José María Aznar o el libro de Belén Esteban. 


Delación: acto de delatar a alguien que ha hecho, o al que han hecho, una mamada.


Despotismo ilustrado: forma de gobierno autoritaria, inspirada en la Ilustración, llevada a cabo por diferentes reyes durante la segunda mitad del siglo XVIII. Uno de los lemas de dicha forma de gobernar fue: Todo para el pueblo, sin el pueblo. En la actualidad ese sistema se ha refinado, ha tomado el nombre de democracias liberales, y el lema es: Todo para unos pocos, sin los del pueblo.


La liebre y la tortuga: fábula de Esopo en la que una tortuga gana una carrera a una liebre, por dejadez de ésta. La moraleja del relato es: si haces apuestas ilegales disimula para que no te pillen. 


Ley de dependencia: ley relacionada con el tránsito vital de las personas que se puede resumir de la siguiente manera: los primeros años de la vida dependes de tus padres, los últimos de tus hijos y el resto de la vida los ricos dependen de tu trabajo.


Lupanar: establecimiento de la antigua Roma donde se ejercía la prostitución. Los que estaban especializados en la sodomía recibían el nombre de lupanales.


Pacto: nombre común de un individuo de una especie anseriforme acuática, de pico plano, con plumaje denso y cuello corto. Sus patas son cortas y palmeadas, siendo su marcha torpe, aunque es muy buen nadador. Otra de las características que definen a este ave es su capacidad para llevar a cabo alianzas con otros miembros de su especie o de especies ajenas. El miembro más famoso de esta especie en España es el Pacto de la Moncloa.


Zapatiesta: fiesta organizada por Zapatero que acaba en discusión, pelea o gran alboroto.


miércoles, 4 de mayo de 2016

HABLEMOS DE LO NUESTRO

No podía ser de otra manera, toca tema próximas elecciones y fracaso de pactos. No quiero enrollarme mucho, por lo que intentaré diligenciar esta entrada con la mayor brevedad posible.
Para comenzar me gustaría decir que a mí no me preocupa, ni me deja de preocupar, la nueva convocatoria de elecciones. Entraba dentro de las posibilidades y no se acaba el mundo, ni España, por la imposibilidad de que unos y otros lleguen a acuerdos para elegir al presidente del Gobierno. Este detalle, elegir presidente del Gobierno, pudiendo dejar muy, muy abierto un pacto de gobierno, un programa para gobernar, me preocupa. Parece que al personal le interesa bastante más tener una cara conocida en Moncloa, que saber lo que esa cara conocida va a hacer. Uno, al que le gusta tocar las narices, piensa que esta percepción de la Política no es más que el reflejo de una sociedad, inducida por los medios de comunicación, ahíta de pequeños gestos y huera de preocupaciones reales sobre aquellas cuestiones cruciales para su vida.
En otras palabras, a mí me preocupa mucho que desea hacer el fulano que habite en el palacio destinado al presidente del Gobierno de este país, que quién sea. Tal vez lo que mejor defina mi postura sea aquella frase de Don Julio Anguita: "Programa, programa, programa". Como consecuencia de ello lo trascendental, al menos para mí, es que los pactos entre partidos no afecten de manera crucial a la esencia de los programas electorales de las entidades políticas que pacten. No se trata de poner una jeta, o a un jeta, al frente del legislativo. La cuestión es que una persona lleve a cabo lo que los partidos afines al Gobierno se han comprometido a llevar a cabo en su programa electoral.
Sobre lo que ha acontecido hasta la fecha de hoy, tras las elecciones del 20 D, poco que decir.
Todo dependía del P.S.O.E. y Pedro Sánchez se decidió por una opción en la que importaba más su imagen que la viabilidad real del proyecto. No se trataba de no pactar con la derecha, Ciudadanos es un partido tan de derechas como el P.P., la cuestión radicaba en que Pedro Sánchez siguiese en el machito (de otra forma sus correligionarios le laminarían).
Desde un punto de vista estratégico (en este punto intento ser imparcial. Considero a Rajoy y Pedro Sánchez lo mismo) hubiese sido mucho más inteligente abstenerse, para dejar gobernar a Rajoy, asfixiándole con su no apoyo en el Parlamento, para culminar en un año y pico con la presentación de una moción de censura; pero el insulso Pedro Sánchez no disponía de ese tiempo dentro de su partido. Cuestiones de poder dentro de los partidos, que no de ideología.
Por cierto, la mujer que encarna la oposición dentro del P.S.O.E. a Pedro Sánchez fue nombrada a dedo por un tipo acusado de corrupción, que, a su vez, sustituyó a otro tipo también acusado de corrupción. Nada que envidiar al corrupto hasta la médula P.P.
Por su parte, Rivera, con miedo en el cuerpo a que una repetición de las elecciones hiciese descender el número de escaños de su partido (lo que puede ocurrir tras su pacto con el P.S.O.E.), siguió la misma estrategia que Pedro Sánchez. Resultado: veremos, pero creo que le restará votos, que irán al P.P., en las próximas elecciones.
Rajoy, desde mi punto de vista, ha sido el más inteligente. Sabía que tenía la sartén por el mango y ha dejado hacer a los demás. El fracaso de Rivera puede dar algunos votos a su partido, que unidos a una presumible menor participación puede hacer que sume algún escaño más en junio. De esta manera seguiría siendo la fuerza más votada, siendo su papel fundamental para la formación de un gobierno. Es más, las reuniones de la semana pasada con representantes del Gobierno de la comunidad autónoma catalana pueden buscar limar diferencias para un futuro próximo. Recordemos que los que pueden soltar la panoja son los que están en el Gobierno, no los que pretenden llegar a él y no lo consiguen.
Por último, hablar de Podemos. Creo que Podemos, y todas sus coaliciones, intentaron conocer cual era su fuerza real y, tras los resultados de diciembre, comprendieron que necesitan el apoyo de I.U., o como se llame ahora, para auparse al primer escalón de los partidos de centro/izquierda. El pacto entre P.S.O.E. y Ciudadanos les ha facilitado mucho la labor. No han necesitado buscar excusas rebuscadas para negarse a pactar con Pedro Sánchez. Ciudadanos es la derecha y con la derecha no se pacta. La gran mayoría de sus votantes no lo hubiesen aceptado. Precisamente, muchos de sus electores creo que piensan que no vale todo para llegar al poder. Capítulo aparte merece la consulta que hicieron a sus simpatizantes sobre el pacto. Una puesta en escena, típica de la "vieja política".
¿Mi predicción para las próximas elecciones? No lo sé, y si tuviese que adivinar el futuro preferiría saber la combinación del Euromillón, Pero, a pesar de ello, me aventuro a pensar que el P.P. subirá por encima de los 130 escaños, y por debajo de los 140. Ciudadanos bajará, tal vez más de lo esperado. Podemos, si al final pacta con I.U., superará al P.S.O.E. Como consecuencia de ellos en el P.S.O.E. se desatará una lucha de rostros, que no de ideas (hace tiempo que este partido perdió la capacidad de debatir ideas). Tal vez lo mejor que le pueda pasar al P.S.O.E., sea quedar en tercer lugar y pactar con Podemos para que este pueda llegar al poder. Ese giro a la socialdemocracia, que no a la izquierda, puede propiciar que los del puño y la rosa recuperen electores a medio y largo plazo. 
Por último, me gustaría decir que la irrupción de Podemos me parece importante, pero no porque suponga aire fresco, o una regeneración. A mi Pablo Iglesias me recuerda al Felipe González de la época de Suárez e, intuyo, que a largo plazo, si llega al poder, acabará actuando como él, o como Tsipras. Me parece importante la aparición de Podemos porque su ansia rompedora supone menear la época del franquismo y la Transición, muchas veces desde la ignorancia. Este meneo resulta crucial para, tras los pertinentes desvaríos y la oportuna superación de los mismos, nos sentemos todos y hablemos de nuestra Historia sin apasionamiento y con un conocimientos real de los hechos.
Un saludo.