miércoles, 27 de enero de 2016

IDEAS INCONEXAS

Comienzo a escribir esta entrada y no tengo nada claro como concluirá. A pesar de ello me apetece mucho enfrascarme en la tarea de garabatear ideas, a priori inconexas, como si de la escritura automática de los poetas malditos (y colocados) se tratase.

A veces un suceso ajeno a nuestra voluntad posee un extraño efecto catalizador. Conocer a alguien; una conversación con un viejo amigo; un viaje; que alguien te tire el teléfono móvil y se estropee... puede desembocar en borrar parte de tu pasado, en vislumbrar que deseas para tu presente o tu futuro o en cualquier otra cosas que el lector pueda imaginarse. Tal vez, el hecho en sí no represente una ruptura. Tal vez, sólo responda a crear una señal, o justificación, para tomar decisiones aplazadas. No lo sé con exactitud. 
Sea como fuere, pequeños acontecimientos (al menos comparados con los hechos transcendentales de la vida) pueden suponer el inicio de algo, esta vez sí, transcendental. 
¿Por qué cuento todo esto? Porque tengo la intuición de que un hecho, sería mejor hablar de una sucesión de ellos, me encaminan hacia algo distinto, y esa perspectiva me resulta excitante, muy excitante. Tengo el convencimiento de que el amable lector comprenderá lo que expongo y, de manera harto probable, es casi seguro que habrá vivido una, o varias, situaciones similares durante su existencia.

El paso del tiempo, así como las diversas experiencias vividas y la capacidad de comprenderse a uno mismo, van conformando una forma de entender la vida y un modo de ser de las personas con las que te gusta compartir tu tiempo. A veces me gustaría ejercer de doctor Frankenstein, para ir construyendo con todo aquello que me gusta de otras personas mi persona ideal. Tal vez resulte más entretenido buscarla, aunque puede ocurrir que dicha persona aparezca y no sea el momento para apreciar que se trata de lo deseado. Pero, como diría Camarón, "... Por el camino, yo me entretengo..."

Leo en las redes sociales mensajes que anuncian que la madurez consiste en restar importancia a lo que dicen los demás sobre uno. No puedo decir que esté en desacuerdo por completo con el enunciado, aunque me parece, tal como se plantea, absurdo e incompleto. Absurdo porque suena a aviso al personal para que no se critique al que alardea de su coraza. Aquél al  que en realidad le resbale todo, si existe esa persona, no creo que tenga la necesidad de perder su tiempo advirtiendo al resto del mundo de su feliz estado de apatía social. Incompleto porque creo que en realidad lo que debería aparecer escrito es algo como lo sigue: Con el paso del tiempo aprendes a que te importe lo que dicen de ti las personas importantes para ti. Es posible que sólo prestes atención a esas personas porque sabes que son las que se preocupan por ti y tienen el valor de decirte tanto lo bueno como lo malo. El resto de personas pueden considerarse como esos extras necesarios para completar la película que es tu vida.

Me gusta una idea que se ha ido asentando en mí: apostar por lo sencillo y disfrutar de ello. Lo enrevesado suele resultar atractivo y, si me apuran, adictivo. Hace mucho tiempo le contaba a alguien que me gustaba llegar a los sitios, pero no por el camino más recto (por un momento he pensado que por aquellos entonces era más joven y tenía más energía. ¡Qué cabrón es el pensamiento!).En otras palabras: me proponía conseguir aquello que suponía un mayor obstáculo. El desafío de conseguir aquello que te planteabas tenía su gracia, por muchas trabas que te pusieran. Ahora sé que cuando en una relación, de amistad o sentimental, para llegar a algo se deben dar pasos atrás y adelante (y a un lado si eres Mas) no merece la pena gastar energías en consolidar lo que quiera que se desee conseguir. Lo más probable es que aprecie más mi tiempo y no considero necesario pasar por los sinsabores que, de manera invariable, conlleva ese proceso.

Una última reflexión. Creo que existen personas cuyo interior es oscuro, pero no por su perfidia, que también puede existir en ellos, más bien por su ausencia de vida. Personas que contemplan el mundo desde la más cómoda nada interior.

Un saludo.

lunes, 25 de enero de 2016

¿QUIÉN SECUESTRÓ A LA IZQUIERDA?

Los que vencen, 
cualesquiera que sean los medios empleados,
nunca se avergüenzan.

Nicolás Maquiavelo

Por casualidad este fin de semana pasado escuché en la radio una conversación donde se defendía que la izquierda había dejado de reclamar el reparto de la riqueza y se había centrado en lo que denominaban lo cultural. No pudo alegrarme más esta defensa de la esencia de los valores de la izquierda y, a la vez, esta crítica de los partidos, y partidarios, de esta izquierda descafeinada, que asienta sus posaderas sobre el paleoliberalismo que en realidad es lo que resta todas las libertades a los ciudadanos. 
Lo curioso del asunto radica en que esta necesidad de centrar la vista en lo cultural (podíamos llamarlo sin ningún rubor postureo) provino de una estrategia de los conservadores estadounidenses (al menos eso defendían en el programa de la cadena SER) que, sabedores de que no podían competir en aspectos de justicia social con los postulados de izquierdas, centraron su dardos en aspectos menos lesivos para sus intereses. Por fas o por nefás la socialdemocracia entró de cabeza al trapo y parece que se estableció una carrera por ver quien era más radical en la derecha de minorías, animales y personajes de ficción agredidos en los parques de atracciones. Jugada redonda de los ideólogos del neoliberalismo: se distrae la atención de los problemas más acuciantes y se mantiene al personal entretenido. Esta forma de entender la izquierda también le vino de perlas a los socialdemócratas e incluso a los sindicatos de clase: no se debía cambiar lo fundamental y se distraía a los seguidores con fruslerías. Todo a cambio de seguir en el machito, medrando a costa del posibilismo. Esto último no es nuevo, valga el ejmplo que Francisco Largo Caballero, líder del P.S.O.E. y de U.G.T., dio durante la dictadura de Primo de Rivera.
Tal vez alguien hable de luchas trasnochadas y asocie la idea de luchar por los derechos de los ciudadanos con las dictaduras del Este. En mi modesta opinión mejorar la calidad de vida de los ciudadanos no puede considerarse como algo trasnochado. Por otra parte, resulta que donde se consiguieron todos esos derechos fue en los países de Europa Occidental, donde no existía ninguna dictadura del proletariado, por lo que asociar la reivindicación de derechos con la U.R.S.S. y sus países satélites es tan absurdo como identinficar a EE.UU. con las libertades (que se lo digan a los ciudadanos negros que pagaron con su vida la lucha por poder ejercer sus libertades, por ejemplo).
En mi modesta opinión se debe felicitar a esa fuerzas reaccionarias que han conseguido anestesiar al personal a base de series de televisión (es muy guay seguir series, cuanto más enrevesadas y carentes de toda lógica argumental mejor), de la Play o, en el caso de los modernillos más cool, permitiendo que alardeen de haber visto tal o cual obra de teatro o haber realizado uno u otro viaje a un lugar remoto, a ser posible de cultura exótica  (aunque en realidad muchos de ellos sólo han realizado excursiones organizadas por lugares muy determinados, y turísticos).
Mientras los de un lado y otro nos han dejado disfrutar de estos caramelos, perdemos derechos de todo tipo a pasos agigantados. En España se han perdido derechos laborales, derechos en lo referido a la Justicia (lo peor de la reforma del P.P. no es la "mordaza". La reforma legislativa ha creado una sistema judicial para ricos, al cambiar la catalogación de determinados delitos y faltas y su tratamiento. Le propongo al lector que indague sobre el asunto), derechos en lo referido a la Educación y a la Sanidad... Todo en nombre de una crisis. Lo curioso del asunto es que ya en los años de bonanza del artista conocido anteriormente con el nombre de ZP, la parte porcentual de la riqueza nacional que nos llevábamos los trabajadores era  cada vez menor. Ni al Gobierno del leonés ni a los sindicatos pareció importarles mucho este asunto que, como era de esperar, se ha agravado con la crisis. La estrategia era sencilla, pasar por todo de refilón, sin molestar en exceso a los que detentan el poder económico, para seguir aupados en la poltrona. En España personajes como Zapatero, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Candido Mendez, Toxo han contribuido sobremanera a acallar al ciudadano, haciendo reformas para que todos siga igual, o mejor, para los que poseen el capital.
Fruto de todo ello han surgido una serie de movimientos, algunos de izquierdas (Syriza o Podemos) y otros de extrema derecha (Frente Nacional, Partido Popular Danés, Amanecer Dorado, Verdaderos Finlandeses...).
En el caso de Syriza y, muy probablemente en el de Podemos, se ha producido una bajada en sus pretensiones a la hora de llevar a la práctica cambios sociales contundentes. Uno tiene para sí que han entrado pronto en la rueda del sistema y que realizarán los cambios justos y necesarios para no molestar en exceso al amo.
Por otra parte, ante la falta de un discurso coherente de la izquierda, los nuevos partidos de extrema derecha han asumido los postulados reivindicativos de los partidos izquierdistas, eso sí culpando a los inmigrantes de todos los males. El auge de este tipo de agrupaciones en muchos países ha sorprendido, pero, ¡ojo!, pensemos una cosa: hay partidos de este corte que han sido votados por más del 20% de la población. Es decir, que muchos ciudadanos han optado por esa opción. No se trata de unos fulanos que se han juntado y no representan a nadie. De hecho en feudos típicos de la izquierda como Marsella es donde el partido de Marine Le Pen obtiene unos magníficos resultados. Tal vez deberíamos pensar sobre el asunto. Ciudadanos cabreados, con la percepción de que nadie les representa, ni defiende, contra los abusos económicos optan por buscar una solución en la extrema derecha. Esa puede ser una de las consecuencias de la existencia de una izquierda encantada de conocer a sí misma, que ha dejado de ser izquierda y que se escandaliza porque un personajillo de tres al cuarto de unos capotazos a una vaquilla con su hija en brazos. Resulta curioso que en vez de preocuparnos la situación de los niños sin recursos y cómo solucionar ese problema (en el fondo se trata de lo mismo de siempre: el injusto reparto de la riqueza), las redes sociales se llenen de mensajes de personas, que dicen ser de izquierdas, poniendo a caer de un burro a un personaje insustancial. Ese es el más claro ejemplo de en que se ha convertido una buena parte de la izquierda: la preocupación por lo nimio, por las formas y no por el fondo.
Si he sacado este ejemplo, de un comportamiento estúpido que ha soliviantado al personal, ha sido para fundamentar una teoría que poseo sobre donde se sitúan ciertas personas que se denominan progresistas o de izquierdas y, más importante, para mostrar sus esquemas de funcionamiento. Cuando hablo de esquemas de funcionamiento me refiero a sus criterios a la hora de decidir que parte de la realidad supone un problema y su forma de encarar esos problemas. El buenismo, tontismo o la anestesia intencionada y sistemática que han proporcionado las élites políticas, económicas, mediáticas e intelectuales han conseguido que se enfoque la atención en cuestiones absurdas que se identifican con lo carca o en cuestiones nimias que en realidad enmascaran problemas que afectan a muchas personas.
La cuestión radica en acostumbrar a la gente a focalizar su atención en cuestiones que no meneen el sistema. Se trata de encontrar "enemigos", por lo general personajes dignos de un vodevil, evitando con ello analizar situaciones sangrantes y, lo más importante, buscar las causas últimas de estas situaciones. Parece evidente que si no se identifican esas cuestiones estructurales que afectan a una mayoría resultará muy difícil, imposible, cambiar aquello que resulta injusto. Esto es lo que ha perdido la izquierda: buscar las causas últimas de las desigualdades para cambiarlas de raíz.
Tal vez por ello los partidos socialistas, y otros sucedáneos, europeos se están diluyendo. Tal vez porque no se representan más a que ellos y a los intereses de la clase dirigente de esos partidos. Tal vez por eso dé tanto miedo a los medios los nuevos partidos de izquierdas que surgen, y que, por desgracia, luego se adocenan. Dan miedo porque pueden decir cosas que no suelen ser las típicas de los partidos que se autodenominan progresistas o de izquierdas. Porque pueden descubrir que las reglas del juego no resultan inamovibles ni mucho menos justas.

Un saludo. 

viernes, 22 de enero de 2016

CIENCIA Y PSEUDOCIENCIA AL SERVICIO DE...

"Para manipular eficazmente a la gente
es necesario hacer creer a todos 
que nadie les manipula"

John Kenneth Galbraith

Pretendo, espero conseguirlo, que esta entrada sea la última dedicada a la trilogía de la manipulación. Aunque en ningún caso haya puesto un indicador, "Colectivizar" y "De profesión, profeta" se pueden considerar una visión, cada vez más genérica, del mismo asunto. En esta ocasión pretendo abordar este asunto desde el punto de vista de la ciencia; aunque sería más preciso hablar de ciencias. De ciencias naturales, exactas o como se quieran llamar y de ciencias sociales.
Aunque no existe un consenso sobre cuál es la diferencia entre unas y otras, parece evidente que en el primer caso se trata de explicar fenómenos o sucesos relacionados con la naturaleza y en el segundo con los seres humanos. Ajustando un poco más podemos exponer que en el primer caso además de una capacidad explicativa de los hechos se determina de manera precisa una causalidad. Me explico: si alguien se tira desde un puente en el planeta Tierra siempre va a caer, debido a la ley de la gravedad, y esto va a ocurrir siempre que repitamos el experimento.
A diferencia de las ciencias exactas, las ciencias humanas pretenden explicar los hechos, aunque no siempre encuentran una causalidad invariable. No todos los individuos sometidos a unas condiciones similares se comportarán de la misma manera. La reacción vendrá determinada por los aprendizajes previos, por los valores..., que en cada individuo son distintos. Algunas de las ciencia humanas con la Economía, la Educación, la Psicología... que, como se puede comprobar, no poseen respuestas unívocas y universales para los hechos que intentan explicar.
En mi modesta opinión, la mayor dificultad que encuentran las ciencias sociales, o humanas, para poder explicar los hechos reside en el gran número de variables que deben tener en cuenta. Aspectos como los expuestos anteriormente, los valores sociales (una buena parte de ellos típicos de una sociedad y de un momento temporal determinado), los roles o la presión social constituyen algunas de las variables que se han de valorar y que no siempre son tenidas en cuenta.Un ejemplo claro de lo expuesto anteriormente lo constituye el experimento de la cárcel de Stanford.
Antes de seguir desarrollando esta entrada me gustaría hacer referencia a la importancia de la presión social, real o percibida por el sujeto, y la capacidad de ciertos autodenominados científicos para justificar mediante hipótesis, que ellos llegan a llamar teorías, las corrientes de pensamiento mayoritaria.
Tal vez para ello debemos remitirnos a los experimentos que Solomon Asch realizó a mediados del siglo pasado, en los que intentó valorar la influencia del grupo en la toma de decisiones del individuo. Por si el lector no ha pinchado el enlace anterior, le diré que un tercio de los individuos sometidos al experimento seguían de manera ciega las respuestas del grupo, aún sabiendo que éstas resultaban incorrectas (los errores en las respuestas se reducían de manera exponencial cuando la respuesta no era pública). Es más, el 76% de los individuos respondían, al menos una vez, siguiendo los dictados de la mayoría (todos ellos compinchados con el investigador).
Ese miedo a no seguir los dictados "morales" y/o estéticos de la una sociedad en un determinado momento, que tan bien queda reflejado en el cuento El traje nuevo del emperador, a veces se asienta sobre pretendidos postulados científicos. Postulados "científicos", emanados de las Ciencias Sociales o humanas. Podemos encontrar ejemplos de ese miedo a ser señalado en diversos ámbitos de nuestra vida, pero tal vez sea en el mundo de lo políticamente correcto donde encontremos el mejor ejemplo de ello.
La gente que ha aceptado mi amistada en Facebook encontrará conocido este enlace que habla a las claras de la fuerza del miedo a salirse de la corriente dominante. Aún a riesgo de parecer pesado, vuelvo a colgarlo. Aunque me gustaría introducir un matiz: no sólo en el tema de los emigrantes prima lo políticamente correcto. En temas como la igualdad de género (invito al lector a que indague sobre lo ocurrido en Noruega con la agrupación feminista más antigua del país cuando se ha obligado a que las mujeres formen parte de la leva obligatoria para conformar su ejército) existe un miedo a salirse de la norma. Si hago referencia a la igualdad de género se debe a que existen diversas universidades que tienen en su plantilla a expertos en el asunto. Sesudos analistas de la realidad que deben refutar a toda costa sus hipótesis.  Pero, ¡oh, sorpresa!, cuando en un documental realizado por un humorista, licenciado en Sociología, se aborda el asunto, parece que los expertos en el tema chocan contra otros expertos (alguno de ellos muy famoso para los que nos dedicamos a esto de la Educación Especial) que aportan estudios rigurosos y, ante todo, replicables; cosa que no hacen los expertos en el asunto de la Igualdad de Género.
Dejo el documental dividido en dos partes (no lo he encontrado entero, pero sé que existe).

https://www.youtube.com/watch?v=2sblNk2aPzE

https://www.youtube.com/watch?v=Me3okdm0C1M

Pero volvamos al asunto que nos traemos entre manos. Resulta más que evidente que las ciencias sociales sirven a su amo en muchas ocasiones. Vamos a ilustrarlo con un par de ejemplos.
La Economía, mal que les pese a algunos economistas, no puede enclavarse dentro de las ciencias exactas, por lo que una parte significativa de sus postulados se fundamental en la ideología y no en leyes universales. El lector habrá leído y escuchado que la acumulación de capitales sirve para generar riqueza. Esa teoría, una estupidez, pues no se tienen en cuenta otras variables: ambición, corrupción, moral de éxito... fue la que se usó en España en 1917 por los empresarios/especuladores españoles, que se estaban enriqueciendo a manos llenas durante la 1º Guerra Mundial. Estos tipos, entre ellos unos de los impulsores del regionalismo catalán, Cambó, o el famoso Juan March, desviaban al mercado exterior (a los países en conflicto) los productos, muchos de ellos de primera necesidad, desabasteciendo el mercado español. Esto generó escasez, inflación, conflictos sociales y un intento del Gobierno de turno de reparar esta situación. La excusa que dieron las aves de rapiña fue la misma que dan ahora los economistas paleoliberales: la acumulaciòn de capitales crea riqueza, porque tiende a redistribuirse de manera automática. La "ciencia" al servicio de unos pocos.
Un segundo ejemplo lo encontramos en la Educación. La educación resulta un ámbito donde no existen verdades incuestionables. Cada persona es una, irrepetible y, además, su ritmo madurativo es único. Por tanto, decir que tal o cual método en educación es bueno o malo para todos resulta harto atrevido. A pesar de ello existen gurús que todo lo saben, cuyos métodos o tecnologías sirven para hacer el bien común. Voy a poner un ejemplo. Hace unos pocos días, en un informativo de fin de semana de la cadena SER, aparece, sin ton ni son, una ¿noticia? que habla de las bondades de la educación mediante tecnología 3D. Tras la entrada un tipo, con acento argentino, comienza a glosar datos que defienden el producto que, intuyo, él vendía. ¡Ojo! No advirtiendo de que se trataba de publicidad. Los resultados estadísticos resultaban fascinantes. Uno, se quedó con ganas de comprar el producto para ver si mejoraba su capacidad intelectual, acercándose con ello a la media. Por supuesto el fulano no hablaba de grupos de control, de variables, de poblaciones de nada sustancial; pero el avispado sudamericano sí vendía que no poseer esa tecnología era de "atrasados". ¿Fundamento científico? Ninguno. Pero resulta un hecho incontestable que defender que la educación depende de los docentes y no tanto de la tecnología no está de moda. Decir que las TICs son un recurso más para conseguir unas metas no resulta lo más aconsejable. La pseudociencia defiende las bondades de las Pizarras Digitales Interactivas (P.D.I.) y lo felices que son los niños que sólo utilizan estos instrumentos. Uno, que algo sabe de tecnologías de la educación, considera que resultan un recurso más y que sustituir los libros de texto por las P.D.I. siguiendo las mismas estrategias sólo es un lavado de cara, tecnológico, eso sí.
Resulta evidente que en ambos casos las pretendidas ciencias que amparan los postulados carecen de toda evidencia científica. Se trata de
Espero no haber aburrido al amable lector con toda esta perorata. Prometo abordar temas más amenos en próximas entradas.
Un saludo.

viernes, 15 de enero de 2016

COLECTIVIZAR

"Esto es lo único que importa en la buena propaganda.
Se trata de crear un esolgan que no pueda recibir
ninguna oposición, bien al contrario, 
que todo el mundo esté  a favor"

Noam Chomsky

Lo que voy a contar a continuación puede no resultar del agrado del lector, por lo que le pido que siga leyendo hasta el final y, llegado a ese punto, valore todo el contenido de la entrada.
Hace no mucho tiempo alguien me contaba que la inmigración ilegal (no sé si este adjetivo es preciso, pero sirve para entendernos) constituía un negocio, y no sólo para las mafias. Esa persona, exponía que existen demasiados sueldos y subvenciones que dependían del ir y venir de personas que, en busca de un mejor futuro, atraviesan fronteras de una forma que las leyes de los países de destino no contemplan.
Esa charla quedó latente en algún lugar de mi memoria, porque, lo reconozco, el argumento llamó mi atención. Hete aquí que hace unas semanas, leyendo una novela ambientada en Tarifa el protagonista/narrador de la misma, un delincuente, vuelve a esgrimir el mismo argumento. El autor de la novela, Montero Glez (madrileño, residente en la zona gaditana en la que ambienta la novela) pone en boca del pesonaje el mismo argumento que unos meses antes una persona me había transmitido. Esta "casualidad" me hizo pensar mucho, cosa rara en mí. 
En esas andaba, cuando la noticia de los sucesos de fin de año en Colonia aparecieron en todos los medios. No hará falta que recuerde al amable lector los mismos, por lo que seguiré desarrollando la entrada. En este caso lo que me llamó la atención fue el tratamiento de la información por parte de unos y otros. Los unos, los que se inclinan por el racismo y/o la xenofobia, no dudaban en calificar a todos los inmigrantes y refugiados como criminales. Los otros, los progres del buenismo, no dudaban en pasar por el asunto de puntillas, porque meterse con los inmigrantes no queda muy cool. Pero la que más me gustó fue una tipa, no recuerdo el nombre (no merece la pena), cuyas majaderías tienen cabida  en eldiario.es. La colega en cuestión culpó la rearme machista de lo ocurrido en Colonia; eso sí, sin citar quienes eran los delincuentes.
El sufrido lector podrá pensar que carajó tiene que ver una novela, con Colonia y con una juntaletras. En mi modesta opinión mucho, aunque tal cual lo he presentado hasta este momento pudiera no parecerlo. Voy a intentar explicarme (espero conseguirlo y no hacer perder el tiempo al lector).
Uno lleva defendiendo desde hace tiempo que hablar de colectivos, de estereotipar, constituye una de las lacras de nuestra sociedad. Considerar que las personas que tienen un color de piel llevan asocidas unas características éticas y culturales, buenas o malas, denota falta de inteligencia. Pretender que por petenecer a tal o cual religión se está ante un santo o ante un asesino entra dentro del disparate. Defender que por provenir de un colectivo desfavorecido se es tal o cual cosa no se sostiene de manera alguna. Sin embargo, esta forma de encuadrar a las personas resulta muy utilizada y muy provechosa para aquellas personas que lo hacen. Ambos extremos, su uso y su abuso para beneficio propio, constituyen un todo indisoluble. La explicación de esta afirmación se basa en los siguiente: cuando alguien encuadra a otra persona dentro de un colectivo lo primero que hace es privar a ese ser humano de otras facetas de su persona. Resulta obvio que aquél que clasifica a otro dentro de una colectividad lo hace con alguna intención: criticar, defender, repudiar, ensalzar... Siempre en función de la perspectiva, y de los intereses, de quien incluye o excluye a las personas. Resulta tan evidente que bastará un  ejemplo para ilustrarlo. A los inmigrantes se les agrupa bajo el epígrafe inmigrantes y, como mucho, se les apellida en función del país de procedencia, pero en ningún caso se les clasifica por sus estudios, por su desempeño laboral, por el número de hijos, por su capacidad económica (si tienen mucha pasta puede que no se les incluya dentro de la categoría inmigrantes), etc. Da igual, lo único que importa es su origen; bien para criminalizarlos, bien para defender que mean colonia.
Esta clasificación siempre, y de manera interesada, parcial de las personas responde al criterio y antojo del que encasilla a las personas. Diría más, aquél que procede a encuadrar a otras personas en colectivos, con la finalidad de defender o repudiar a estos colectivos, no tiene interés alguno en que se muestre los diferentes matices (roles sociales, caracteristicas personales...) de las personas. En el fondo, se trata de ajustar la realidad al entendimiento propio y, en muchos casos, a las necesidades de quien procede a situar en departamentos estancos a las personas. Necesidades económicas, necesidad de poder y, por qué no decirlo, de sentirse bien con uno mismo, mostrando lo enrollado que se es (aunque en realidad, en muchos casos, esconde un sentimiento de superioridad hacia aquellos colectivos que se dice defender).
Como se ha dicho, resulta muy apropiado denostar a personas a las que se encuadra en un determinado colectivo (ya se tiene a quién echar la culpa de todo), y también sirve para justificar la rapiña y el bienestar de unos pocos, que culpan del mal de todos a esos colectivos. De igual manera, resulta provechoso, a veces a nivel económico y otras a nivel moral, para las personas que despersonalizan a seres humanos y los encudran en tal o cual colectivo, pues esta postura sirve para que, sin moverse del sillón, se demuestre lo solidario que se es.
Además de las coincidencias expuestas en el párrafo anterior en ambos casos también existe otra cuestión que comparten: Ambos necesitan tener un enemigo, el de enfrente.
En el caso del que denosta a un colectivo, además del propio colectivo se busca el enferentamiento con los que defienden a esos colectivos, pues son complices de las presuntas inquinidades de estos.  En el caso de los defensores de los colectivos los enemigos son aquellos que repudian a estas agrupaciones ficticias de personas en función de una característica.
Este hecho, el de buscar enemigos, resulta trascendental, pues sirve para explicar porque las cosas no cambian y siempre se debe seguir luchando, cuando no siendo mucho más estricto en las normas a aplicar en la batalla contra... Luchar por causas grandilocuentes resulta muy apropiado para poder tener un banderín de enganche eterno. Si las situaciones no se arreglan no es por culpa de la ineptitud de los que abanderan la lucha. Tampoco se puede achacar a que los objetivos sean difusos o inexistentes. La culpa de los pocos o nulos avances se debe a un enemigo agazapado siempre en espera para hacer el mal. En este sentido resulta muy útil ilustrar con algún suceso, por lo general puntual, que corrobore las ideas defendidas. Si además este ejemplo se presenta de forma que eluda la razón y vaya a los sentimientos, mejor que mejor.
No me cabe duda alguna de que si analizásemos con mayor profundidad la "realidad" que nos presentan y los intereses económicos que subyacen nos llevaríamos muchas sorpresas. En el fondo, esta idea de crear colectivos también sirve para evitar que las personas piensen. Ya se encargan unos pocos de pensar por todos O, al menos, lo intentan.
Por cierto, se me olvida decir que dentro de los etiquetadores también existen iluminados, que pretenden salvar el mundo. Iluminados que, ¡casualidad!, acaban viviendo muy bien de sus ideas.
A modo de resumen puedo decir que intento huir de aquellos que etiquetan a las personas, buscando con ello definir a dichas personas, basándose sólo en el criterio usado para establecer tal clasificación. Las personas tienen el vicio de ser personas, con muchas facetas; con diferentes comportamientos y ningún rasgo, y mucho menos uno externo, sirve para definir a una persona, a la que, además, por lo general, lo unos y los otros no se han molestado en conocer.
Un saludo.

miércoles, 13 de enero de 2016

IDIOTARIO (LXXI)

Bajas pasiones: dícese del sentido vehemente, capaz de nublar la razón, que tienen las personas de pequeño tamaño.


Báscula: enemigo declarado de muchas mujeres tras las celebraciones navideñas.


Dependencia: persona que tiene facilidad para meterse en peleas.


Estadística:  Ciencia que utiliza conjuntos de datos numéricos para obtener, a partir de ellos, inferencias basadas en el cálculo de probabilidades y que siempre da como resultado lo que al político de turno le interesa.




Extinta: dícese de la uva de color morado oscuro, casi negro.


Lotería de Navidad: juego de azar celebrado en España el 22 de diciembre que reparte alegría, a los agraciados con premios importantes, y salud al resto de participantes en dicho sorteo.


Mola: verbo/inf. molar. Palabra utilizada para expresar que a alguien le gusta lo que realizó un general golpista que encabezó la sublevación de 1936 contra el Gobierno legítimo de la II República.


Ósculo: beso de intelectuales. 


Tinto de verano: versión moderna del tinto con Casera de toda la vida de Dios.


Estar entre algodones: lugar de trabajo, obligado, de las personas negras que siendo esclavas desempeñaban su labor en los campos del Sur de Estados Unidos.

lunes, 11 de enero de 2016

YO HE HECHO MAL...

 “A menudo las personas dicen que aún no se han encontrado a sí mismas. 
Pero el sí mismo no es algo que uno encuentra, sino algo que uno crea”.
Thomas Szasz


Comienzo a escribir esta entrada y no tengo ninguna certeza sobre como va a acabar, a pesar de que el tema sobre el que voy a tratar lleva rondando por mi cabeza varios días. Por ello pido disculpas de antemano al lector si no encuentra mucho sentido a lo que se va a encontrar a partir de un determinado momento. Sin embargo, siento la necesidad de poner negro sobre blanco esta idea, sin saber muy bien los porqués. 
Pero no creo que a los que lean estas líneas les interese sobremanera lo que pasa por mi mente; por ello, sin más dilación, paso a abordar lo que me ocupa hoy.
Como todos aquellos que me conocen saben me dedico a la docencia. No temo desvelar un secreto si afirmo que se trata de una profesión donde el ego tiene gran importancia. No resulta infrecuente encontrarse con un compañero que todo lo sabe y domina, en general fruto de sus "muchos años de experiencia". Aunque no es necesario que ese pretendido dominio y conocimiento derive de ejercer décadas. A veces, la ciencia infusa se encuentra en alguien por gracia de una deidad, que parece no haber sonreído a los demás. A fuer de ser sincero, reconozco que yo también tengo ese puntito de egolatría, al menos en algún momento. 
Sin embargo, este post no versará sobre la egolatría propia o ajena. El objetivo de esta entrada no es otro que el de hablar de la capacidad de autocrítica.La autocrítica, esa virtud, desconozco si extendida poco o mucho entre el común de los mortales, que tan útil, o tormentosa, puede resultar.
Desde mi punto de vista, tan trascendentes resultan las conclusiones a las que se llega, fruto de una labor de reflexión propia, como la propia capacidad de cuestionarse diferentes aspectos de la propia existencia. Aspectos que van desde lo profesional, hasta las relaciones interpersonales, pasando por todo aquello que a lector se le pueda ocurrir.
Autocriticarse supone tener la necesidad de cuestionarse la idoneidad de lo que hemos llevado a cabo en diferentes momentos. A veces se debe a que hemos metido la pata hasta el fondo, por lo que resulta evidente que en algún momento algo hemos hecho mal. En otras ocasiones son matices, respuestas ante nuestros comportamientos, los que nos hacen analizar lo que ha ocurrido, intentando detectar aquello incorrecto. En todo caso todos estas conductas denotan una necesidad de buscar explicación a algo que no se ajusta a nuestras expectativas y, de paso, buscar una forma de actuar correcta si vuelve a suceder.
A nadie se le escapa que esta autocrítica viene siempre matizada por nuestra forma de entender el mundo, de entender las relaciones sociales, familiares... y que, en ningún caso, se encontrará una objetividad plena (si eso existe) en nuestro análisis de las causas. Sin embargo, a pesar de los expuesto con anterioridad, esta capacidad denota una intención de mejora, que no de autojustificación, pues se busca comprender lo que ocurre para responder con mayor eficiencia.
En ocasiones autocriticarse no resulta constructivo, en especial si se realiza en situaciones en que la moral anda baja, muy baja o por el núcleo terrestre. Pero en estos casos parece que inexcusable criticarse a uno mismo para demostrarse lo abyecto y mal tipo que es uno. Pero mi entrada no pretende hablar de estos momentos. Mi reflexión anterior se puede circunscribir a cuando nuestro estado de ánimo se puede calificar como normal e incluso un poco alto. En esos instantes la capacidad de autocrítica muestra su mayor eficacia. Resulta eficaz porque autocriticarse no consiste en fustigarse, sino en indagar sobre nosostros, nuestras reacciones, nuestras interacciones y buscar una mejora, si fuera menester, en las mismas. 
Se habla mucho de triunfadores, de personas emocionalmente estables, de empatía y de otro montón de historias que, según suene la flauta de una u otra manera, deben caracterizarnos, pero jamás se pone de relieve la capacidad para mejorar desde dentro (sin necesidad de mantras ni de mandangas budistas). Jamás se incide en la capacidad de pensar sobre nosotros, sobre como interactuamos con nuestro entorno, sobre lo que no nos gusta y sobre como cambiarlo. Queremos crear emprendedores/triunfadores, personas con una gran inteligencia emocional, personas capaces de desempeñar con eficacia diversos roles en esta sociedad, pero no nos cuestionamos enseñar a las personas a pensar sobre sí mismas, a pensar sobre lo que no les gusta, a pensar sobre lo que no funciona , a pensar sobre cómo cambiar todo aquello que, en el fondo, les lastra de una u otra manera. 
La autocrítica per se no va a cambiar el mundo, consiguiendo un mundo chachi (como ese que defienden desde algunos medios), pero sí puede contribuir a hacernos sentirnos mejor, a mejorar nuestro entorno y con ello a aumentar nuestro nivel de bienestar y el de las personas que nos rodean. 
Volviendo al mundo de la docencia, piense como sería el mundo de la educación si hubiese menos egos y mayor capacidad de autocrítica. Creo que este ejemplo resulta bastante ilustrativo de lo que hasta aquí he defendido.
Un saludo.



lunes, 4 de enero de 2016

DE PROFESIÓN, PROFETA

En todo profeta coexisten el gusto por el futuro
y la aversión por la dicha.

Emil Cioran

No se asuste el amable lector cuando lea el título de la entrada, no tengo intención de hablar de religiones y mucho menos de desvelar cuál es la verdadera (entre otras cosas porque no creo que exista ninguna religión verdadera). Ni tan siquiera tengo intención de enumerar o analizar las actuaciones de los diferentes mediadores entre la deidad y su grey. No poseo tales conocimientos y, además, lo considero una pérdida de tiempo, para el lector y para mí. 
Sin embargo, si que vamos a tomar algo de lo que aparece escrito un poco más arriba. Mi intención es abordar el tema de los mediadores entre la realidad (me da igual que sean dioses, mercados o formas de pensar) y las personas de a pie, como usted y como yo.
Resulta probable que el lector haya escuchado la expresión: "Los mercados piensan...". Desconozco a que se refieren cuando hablan de los mercados (a lo mejor se denomina así a los inversores y/o especuladores), pero lo que me desconcierta sobremanera es quién es/son el/los individuo/s que sirven median entre los mercados y las cuestiones terrenales que tanto parecen afectarlos.
No voy a incidir en profundidad sobre la reificación, pues ya dediqué, hace tiempo, una entrada a este asunto (parece que bastante potable). Baste decir que el dotar a la inversión de capitales características propias de las personas dice mucho de por donde nos movemos. Pero más divertido resulta contemplar que existen unos profetas que hablan/interpretan (a lo mejor leen las entrañas de un parado) las reacciones del mercado ante determinados hechos.
El lector puede pensar que se trata de capitales e inversiones y que el ¿dinero tiene miedo? Bla, bla, bla. El lector también habrá llegado a la conclusión de que ese mensaje, etéreo e impreciso, resulta calcado al que utilizan los profetas del mercado, que no difieren en nada de otros profetas: los de la fe, los de la patria, los de lo políticamente correcto, los de la moda, los de las medicinas alternativas... Todos ellos tienen algo en común: su discurso se fundamenta en lo irracional, vestido con un traje tejido de afirmaciones pseudocientíficas.
Se me olvidaba, también se observa otra semejanza entre todos estos mediadores entre la verdad revelada y el humilde ciudadano de a pie: el interés, por lo general económico, de todos esos profetas por conseguir que su verdad llegue al mayor número de personas posibles. Nadie debe llevarse a engaño, no se trata de filantropía; más bien hablamos de una contribución interesada para llenarse los bolsillos con el dinero de todo aquél que haya decidido encontrar una verdad en ese conjunto de palabras hueras de significado y fundamento.
Resulta curioso contemplar como cualquier acto humano (bien individual, bien colectivo) se explica en función de una serie de variables, mayores o menores, pero estos tipos contemplan, a lo sumo, una o dos como base para explicar todo lo que acontece. Uno considera que si deben explicar por qué ocurren las cosas, al menos han de esforzarse en presentar un cuadro lo más exacto posible de la realidad,
Debo decir que, por sistema, desconfío de todos aquellos que venden verdades incuestionables. La vida se compone de un cúmulo de matices que van enriqueciéndola. Sin embargo, los profetas no aceptan que nadie cuestione su verdad, ni tan siquiera lo más insustancial de esa verdad. Sólo ellos poseen esa capacidad de cuestionar su propia revelación, aunque, por lo general, suelen culpar a los demás (bien por interpretar mal su mensaje, bien por no seguirlo) de sus desatinos. Lo que me resulta chocante, porque unos tipos que son capaces de encontrar explicación a cuestiones muy complejas no son capaces de transmitir correctamente su mensaje. Tal vez se deba a que tratan con seres "inferiores".
Me gustaría concluir con una última reflexión: no existirían profetas si no encontraran seguidores que aceptan como buenas explicaciones carentes de toda lógica.
Un saludo.