viernes, 22 de enero de 2016

CIENCIA Y PSEUDOCIENCIA AL SERVICIO DE...

"Para manipular eficazmente a la gente
es necesario hacer creer a todos 
que nadie les manipula"

John Kenneth Galbraith

Pretendo, espero conseguirlo, que esta entrada sea la última dedicada a la trilogía de la manipulación. Aunque en ningún caso haya puesto un indicador, "Colectivizar" y "De profesión, profeta" se pueden considerar una visión, cada vez más genérica, del mismo asunto. En esta ocasión pretendo abordar este asunto desde el punto de vista de la ciencia; aunque sería más preciso hablar de ciencias. De ciencias naturales, exactas o como se quieran llamar y de ciencias sociales.
Aunque no existe un consenso sobre cuál es la diferencia entre unas y otras, parece evidente que en el primer caso se trata de explicar fenómenos o sucesos relacionados con la naturaleza y en el segundo con los seres humanos. Ajustando un poco más podemos exponer que en el primer caso además de una capacidad explicativa de los hechos se determina de manera precisa una causalidad. Me explico: si alguien se tira desde un puente en el planeta Tierra siempre va a caer, debido a la ley de la gravedad, y esto va a ocurrir siempre que repitamos el experimento.
A diferencia de las ciencias exactas, las ciencias humanas pretenden explicar los hechos, aunque no siempre encuentran una causalidad invariable. No todos los individuos sometidos a unas condiciones similares se comportarán de la misma manera. La reacción vendrá determinada por los aprendizajes previos, por los valores..., que en cada individuo son distintos. Algunas de las ciencia humanas con la Economía, la Educación, la Psicología... que, como se puede comprobar, no poseen respuestas unívocas y universales para los hechos que intentan explicar.
En mi modesta opinión, la mayor dificultad que encuentran las ciencias sociales, o humanas, para poder explicar los hechos reside en el gran número de variables que deben tener en cuenta. Aspectos como los expuestos anteriormente, los valores sociales (una buena parte de ellos típicos de una sociedad y de un momento temporal determinado), los roles o la presión social constituyen algunas de las variables que se han de valorar y que no siempre son tenidas en cuenta.Un ejemplo claro de lo expuesto anteriormente lo constituye el experimento de la cárcel de Stanford.
Antes de seguir desarrollando esta entrada me gustaría hacer referencia a la importancia de la presión social, real o percibida por el sujeto, y la capacidad de ciertos autodenominados científicos para justificar mediante hipótesis, que ellos llegan a llamar teorías, las corrientes de pensamiento mayoritaria.
Tal vez para ello debemos remitirnos a los experimentos que Solomon Asch realizó a mediados del siglo pasado, en los que intentó valorar la influencia del grupo en la toma de decisiones del individuo. Por si el lector no ha pinchado el enlace anterior, le diré que un tercio de los individuos sometidos al experimento seguían de manera ciega las respuestas del grupo, aún sabiendo que éstas resultaban incorrectas (los errores en las respuestas se reducían de manera exponencial cuando la respuesta no era pública). Es más, el 76% de los individuos respondían, al menos una vez, siguiendo los dictados de la mayoría (todos ellos compinchados con el investigador).
Ese miedo a no seguir los dictados "morales" y/o estéticos de la una sociedad en un determinado momento, que tan bien queda reflejado en el cuento El traje nuevo del emperador, a veces se asienta sobre pretendidos postulados científicos. Postulados "científicos", emanados de las Ciencias Sociales o humanas. Podemos encontrar ejemplos de ese miedo a ser señalado en diversos ámbitos de nuestra vida, pero tal vez sea en el mundo de lo políticamente correcto donde encontremos el mejor ejemplo de ello.
La gente que ha aceptado mi amistada en Facebook encontrará conocido este enlace que habla a las claras de la fuerza del miedo a salirse de la corriente dominante. Aún a riesgo de parecer pesado, vuelvo a colgarlo. Aunque me gustaría introducir un matiz: no sólo en el tema de los emigrantes prima lo políticamente correcto. En temas como la igualdad de género (invito al lector a que indague sobre lo ocurrido en Noruega con la agrupación feminista más antigua del país cuando se ha obligado a que las mujeres formen parte de la leva obligatoria para conformar su ejército) existe un miedo a salirse de la norma. Si hago referencia a la igualdad de género se debe a que existen diversas universidades que tienen en su plantilla a expertos en el asunto. Sesudos analistas de la realidad que deben refutar a toda costa sus hipótesis.  Pero, ¡oh, sorpresa!, cuando en un documental realizado por un humorista, licenciado en Sociología, se aborda el asunto, parece que los expertos en el tema chocan contra otros expertos (alguno de ellos muy famoso para los que nos dedicamos a esto de la Educación Especial) que aportan estudios rigurosos y, ante todo, replicables; cosa que no hacen los expertos en el asunto de la Igualdad de Género.
Dejo el documental dividido en dos partes (no lo he encontrado entero, pero sé que existe).

https://www.youtube.com/watch?v=2sblNk2aPzE

https://www.youtube.com/watch?v=Me3okdm0C1M

Pero volvamos al asunto que nos traemos entre manos. Resulta más que evidente que las ciencias sociales sirven a su amo en muchas ocasiones. Vamos a ilustrarlo con un par de ejemplos.
La Economía, mal que les pese a algunos economistas, no puede enclavarse dentro de las ciencias exactas, por lo que una parte significativa de sus postulados se fundamental en la ideología y no en leyes universales. El lector habrá leído y escuchado que la acumulación de capitales sirve para generar riqueza. Esa teoría, una estupidez, pues no se tienen en cuenta otras variables: ambición, corrupción, moral de éxito... fue la que se usó en España en 1917 por los empresarios/especuladores españoles, que se estaban enriqueciendo a manos llenas durante la 1º Guerra Mundial. Estos tipos, entre ellos unos de los impulsores del regionalismo catalán, Cambó, o el famoso Juan March, desviaban al mercado exterior (a los países en conflicto) los productos, muchos de ellos de primera necesidad, desabasteciendo el mercado español. Esto generó escasez, inflación, conflictos sociales y un intento del Gobierno de turno de reparar esta situación. La excusa que dieron las aves de rapiña fue la misma que dan ahora los economistas paleoliberales: la acumulaciòn de capitales crea riqueza, porque tiende a redistribuirse de manera automática. La "ciencia" al servicio de unos pocos.
Un segundo ejemplo lo encontramos en la Educación. La educación resulta un ámbito donde no existen verdades incuestionables. Cada persona es una, irrepetible y, además, su ritmo madurativo es único. Por tanto, decir que tal o cual método en educación es bueno o malo para todos resulta harto atrevido. A pesar de ello existen gurús que todo lo saben, cuyos métodos o tecnologías sirven para hacer el bien común. Voy a poner un ejemplo. Hace unos pocos días, en un informativo de fin de semana de la cadena SER, aparece, sin ton ni son, una ¿noticia? que habla de las bondades de la educación mediante tecnología 3D. Tras la entrada un tipo, con acento argentino, comienza a glosar datos que defienden el producto que, intuyo, él vendía. ¡Ojo! No advirtiendo de que se trataba de publicidad. Los resultados estadísticos resultaban fascinantes. Uno, se quedó con ganas de comprar el producto para ver si mejoraba su capacidad intelectual, acercándose con ello a la media. Por supuesto el fulano no hablaba de grupos de control, de variables, de poblaciones de nada sustancial; pero el avispado sudamericano sí vendía que no poseer esa tecnología era de "atrasados". ¿Fundamento científico? Ninguno. Pero resulta un hecho incontestable que defender que la educación depende de los docentes y no tanto de la tecnología no está de moda. Decir que las TICs son un recurso más para conseguir unas metas no resulta lo más aconsejable. La pseudociencia defiende las bondades de las Pizarras Digitales Interactivas (P.D.I.) y lo felices que son los niños que sólo utilizan estos instrumentos. Uno, que algo sabe de tecnologías de la educación, considera que resultan un recurso más y que sustituir los libros de texto por las P.D.I. siguiendo las mismas estrategias sólo es un lavado de cara, tecnológico, eso sí.
Resulta evidente que en ambos casos las pretendidas ciencias que amparan los postulados carecen de toda evidencia científica. Se trata de
Espero no haber aburrido al amable lector con toda esta perorata. Prometo abordar temas más amenos en próximas entradas.
Un saludo.

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