lunes, 4 de enero de 2016

DE PROFESIÓN, PROFETA

En todo profeta coexisten el gusto por el futuro
y la aversión por la dicha.

Emil Cioran

No se asuste el amable lector cuando lea el título de la entrada, no tengo intención de hablar de religiones y mucho menos de desvelar cuál es la verdadera (entre otras cosas porque no creo que exista ninguna religión verdadera). Ni tan siquiera tengo intención de enumerar o analizar las actuaciones de los diferentes mediadores entre la deidad y su grey. No poseo tales conocimientos y, además, lo considero una pérdida de tiempo, para el lector y para mí. 
Sin embargo, si que vamos a tomar algo de lo que aparece escrito un poco más arriba. Mi intención es abordar el tema de los mediadores entre la realidad (me da igual que sean dioses, mercados o formas de pensar) y las personas de a pie, como usted y como yo.
Resulta probable que el lector haya escuchado la expresión: "Los mercados piensan...". Desconozco a que se refieren cuando hablan de los mercados (a lo mejor se denomina así a los inversores y/o especuladores), pero lo que me desconcierta sobremanera es quién es/son el/los individuo/s que sirven median entre los mercados y las cuestiones terrenales que tanto parecen afectarlos.
No voy a incidir en profundidad sobre la reificación, pues ya dediqué, hace tiempo, una entrada a este asunto (parece que bastante potable). Baste decir que el dotar a la inversión de capitales características propias de las personas dice mucho de por donde nos movemos. Pero más divertido resulta contemplar que existen unos profetas que hablan/interpretan (a lo mejor leen las entrañas de un parado) las reacciones del mercado ante determinados hechos.
El lector puede pensar que se trata de capitales e inversiones y que el ¿dinero tiene miedo? Bla, bla, bla. El lector también habrá llegado a la conclusión de que ese mensaje, etéreo e impreciso, resulta calcado al que utilizan los profetas del mercado, que no difieren en nada de otros profetas: los de la fe, los de la patria, los de lo políticamente correcto, los de la moda, los de las medicinas alternativas... Todos ellos tienen algo en común: su discurso se fundamenta en lo irracional, vestido con un traje tejido de afirmaciones pseudocientíficas.
Se me olvidaba, también se observa otra semejanza entre todos estos mediadores entre la verdad revelada y el humilde ciudadano de a pie: el interés, por lo general económico, de todos esos profetas por conseguir que su verdad llegue al mayor número de personas posibles. Nadie debe llevarse a engaño, no se trata de filantropía; más bien hablamos de una contribución interesada para llenarse los bolsillos con el dinero de todo aquél que haya decidido encontrar una verdad en ese conjunto de palabras hueras de significado y fundamento.
Resulta curioso contemplar como cualquier acto humano (bien individual, bien colectivo) se explica en función de una serie de variables, mayores o menores, pero estos tipos contemplan, a lo sumo, una o dos como base para explicar todo lo que acontece. Uno considera que si deben explicar por qué ocurren las cosas, al menos han de esforzarse en presentar un cuadro lo más exacto posible de la realidad,
Debo decir que, por sistema, desconfío de todos aquellos que venden verdades incuestionables. La vida se compone de un cúmulo de matices que van enriqueciéndola. Sin embargo, los profetas no aceptan que nadie cuestione su verdad, ni tan siquiera lo más insustancial de esa verdad. Sólo ellos poseen esa capacidad de cuestionar su propia revelación, aunque, por lo general, suelen culpar a los demás (bien por interpretar mal su mensaje, bien por no seguirlo) de sus desatinos. Lo que me resulta chocante, porque unos tipos que son capaces de encontrar explicación a cuestiones muy complejas no son capaces de transmitir correctamente su mensaje. Tal vez se deba a que tratan con seres "inferiores".
Me gustaría concluir con una última reflexión: no existirían profetas si no encontraran seguidores que aceptan como buenas explicaciones carentes de toda lógica.
Un saludo.

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