domingo, 28 de octubre de 2018

IDIOTARIO (CIII)

Al fondo a la derecha: en arquitectura, lugar donde se sitúa de manera obligatoria el servicio en un bar.


Aspirar: acción que se produce cuando una carta de la baraja con el número uno se va de un sitio.


Calderón de la Barca, Pedro: Dramaturgo español del siglo XVII , cuya obra se enclava dentro del Barroco y del Siglo de Oro. Su producción es muy abundante y variada: dramas, comedias, autos sacramentales...; destacando entre todas ellas la que dedicó a los lunes, titulada La vida es sueño.


Estreñimiento: tener ganas de mierda.


Exitus: éxito de la muerte.


Marco: antigua moneda alemana que vivía al pie de las montañas en una humilde morada y se levantaba muy temprano para ayudar a su buena mamá.


Morse: sistema de representación de letras y números basado en la emisión de señales intermitentes. Con frecuencia se ha acusado a dicho sistema de favorecer la adicción a la droga por el uso continuado que en él se hace de las rayas.


Sábana bajera: sábana ordinaria, grosera, maleducada.


VIP: siglas de Very Important Person, que traducido al español significa persona muy importante. Cuando dicha persona huele a mentol y/o eucalipto se dice que es  un VIP Vaporub.

jueves, 25 de octubre de 2018

PERSONAS NORMALES CONTRA CAMPEONES

"Si usted cree que hay diferencias,
las encontrará.
Si piensa que no las hay,
no encontrará ninguna".

Taisen Deshimaru


Hace unos días, en una actividad docente, alguien preguntó cuál era la película favorita de los que allí estábamos. Hubo una diversidad de respuestas (al que suscribe le vino a la cabeza en ese momento Casablanca), entre ellas una bastante actual: Campeones.
Reconozco que, a pesar de haber pretendido ir a verla, por motivos que no vienen al caso, aún no lo he hecho. Sin embargo, por lo que me cuenta la gente intuyo que no me va a parecer tan maravillosa como a otras muchas personas. De hecho, en el grupillo que estábamos en esa actividad había otra persona a la que "por conocer el tema de primera mano" tampoco le motivaba especialmente ese film.
Como los lectores asiduos saben me dedico, desde hace una pila de años, al mundo de la Educación Especial. No escribiré que sé muchas cosas sobre el asunto, pero una idea aproximada tengo del tema, tras andar de acá para allá. He trabajado en centros de Educación Especial y en centros ordinarios, con adultos, con adolescentes y con niños a partir de tres años. Todo ello contribuye a que tenga una visión amplia del tema: miedos, esperanzas con los primeros avances y el gran salto adelante que se produce en muchos chavales, en especial si adquieren lenguaje oral u otro tipo de lenguaje, el momento de empezar a plantearse el futuro... Un trabajo repetitivo para niños, profesionales y padres, buscando aprovechar al máximo las capacidades del niño o del adolescente, al igual que la de las otras personas. Pero no todos estos niños llegan a hablar ni a andar ni a controlar esfínteres ni a poder comer solos y sobre esos niños no se hablará, porque no han ganado nada espectacular ni han hecho una gesta digna de mención, si obviamos seguir viviendo en algunos casos (me viene a la memoria una niña con un nivel de consciencia mínimo, que estaba de manera recurrente en urgencias para que le aspirasen las flemas que no podía expulsar y que le impedían respirar).
Es evidente que películas como Campeones suponen que unas personas, sobre las que existe mucho desconocimiento y se las cataloga en función de tópicos, adquieran una notoriedad que no tenían y ciertas gente puedan interesarse por ellas o cambiar su percepción, pero, como podéis ver en el perfil de la humorista Raquel Sastre (@raquelsastrecom), el día a día resulta bastante diferente del que se presenta en esa película. Pero, ¡ojo! todos queremos, como ya he escrito, que nuestros alumnos e hijos alcancen su desarrollo pleno, lo que ocurre es que, a veces el gran triunfo es que un niño con discapacidad es que diga papá o mamá por primera vez.
Voy a contar una anécdota personal, de la que me siento muy orgulloso, que ilustra lo que he descrito con anterioridad.
Hace unos cuantos años trabajaba con un niño de cinco o seis años, no lo recuerdo con precisión, con una patología que le impedía, le impide, andar, hablar, comer solo... Sin embargo, en una alfombra o en la cama tenía ciertos movimientos y sus padres jugaban con él en esos lugares. Yo hablaba mucho con la madre y le proponía cosas, con la consigna de que podían funcionar o no, pero que había que probar. Una de las veces propuse a la madre que aprovechase esos juegos en la cama para atribuir el significado de un beso a ciertos acercamientos que hacía su hijo a ella. Ella le debía llevar la cara hacia la suya y decir que le estaba besando, lo que le gustaba mucho... En otras palabras: atribuir un significado a un gesto. Pasaron dos o tres meses y, lo reconozco, yo tenía olvidado el asunto, pero la madre me lo recordó para decirme que su hijo intentaba acercarse a ella en la cama para repetir ese gesto al que la madre le había atribuido el significado de un beso. Imagine el lector lo que pudo suponer eso para una madre a la que su hijo no le podía llamar mamá ni abrazarla ni... Imagine también el lector todas las repeticiones que tuvo que hacer la madre para conseguir ese gigantesco y, a la vez, mínimo avance de su hijo. Eso no saldrá en ninguna película.
Si el lector hurga en el TL de Twitter de Raquel Sastre, comprobará que también existe una lucha para que los niños con discapacidad reciban atención temprana (aspecto fundamental), ella cuenta su experiencia, las diferencias entre comunidades autónomas, las diferencias que existen en función de la capacidad adquisitiva de las familias... Y esa lucha silenciosa, en ocasiones individual no luce tanto, porque hay en ella muchos sinsabores, miedos, frustraciones, cansancio, incertidumbre, además de esperanza, avances en sus hijos, ilusión... Esos padres, con su sufrimiento, sus incertidumbres, sus miedos y, hasta, como escribió Andrés Aberasturi (que también tiene una hija con discapacidad, creo recordar que con parálisis cerebral infantil) el rechazo que pueden sentir hacia sus hijos (suena duro, pero en ocasiones es real y ese rechazo se traduce en internarlo en algún centro o en exigir sobremanera a los profesionales que trabajan con sus hijos) son también parte de esa película no contada.
No, no todas personas con discapacidad van a realizar lo que la mayoría de la gente entendemos por gestas. No, la vida de muchas de esas personas con discapacidad no dará para un argumento de pelicula con final feliz y maravilloso. Pero la gran mayoría de esas personas han tenido que esforzarse mucho para conseguir lo que otras personas han adquirido de manera natural. Han luchado por aprender a sonreír, a hablar, a andar, a amar, a ser autónomos. En el fondo, han luchado, junto a sus familias, para llegar a participar lo máximo posible en esta sociedad de la que forman parte; pero  eso vende menos porque eso no supone ser mejor que nadie, superar a otros, o hacer comentarios graciosos;  sólo supone conseguir el desarrollo de uno mismo, mediante el trabajo sordo de las personas con discapacidad, de sus padres, de distintos profesionales...
Para mí mi campeón es un niño que hace cuatro años no hablaba ni una palabra y está comenzando a leer. Para mí mi campeón era ese adolescente que no hablaba y tenía una marcha inestable que aprendió a no rechazar a los otros y a aceptar las caricias de su hermana. Para mí mi campeón es cualquier niño, adolescente o adulto que ha tenido que conseguir lo que otros han conseguido mediante la ayuda de sus padres, de profesionales a base de tesón, de ocupar horas en que otros niños están jugando en terapias de diversa índole. Para mí esos son mis campeones.
Un saludo.

lunes, 22 de octubre de 2018

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (21-X-2018)

Hace poco alguien me hablaba de una patología que causaba más muertos en España que los cuatro tipos de cánceres con mayor índice de mortandad juntos. Sin embargo, de esta enfermedad, que afecta sobremanera a ancianos que no tienen un seguimiento adecuado, por carecer de los apoyos adecuados, sólo hablan los expertos. No existen campañas públicas, los medios de comunicación no se vuelcan con el tema, ni tan siquiera crean un ridículo lazo para "concienciar" a la gente de que existe un problema serio que mata a mucha gente, de la que nadie se acuerda. Personas, que viven en nuestro piso o tres portales más allá, pero no muy lejos de nosotros.
Te preguntarás, querido diario, qué tiene esto que ver con el asunto que nos suele ocupar, la Educación. Mucho, como intentaré demostrarte.
En ocasiones, bastantes, transmitimos a nuestros alumnos la existencia de problemas serios en ciertos lugares del mundo, cuando no la existencia de graves cuestiones que afectan al planeta de forma global. A mí esto no me parece mal, al contrario, cualquier intento para que nuestros alumnos conozcan la realidad resulta interesante. Sin embargo, en ocasiones, nos centramos en proyectos lejanos, que, al final, resultan cuestiones poco tangibles para nuestro alumnos. Sin embargo, como he expuesto antes, en nuestro entorno cercano existen personas con problemas y sobre ese asunto, en muchas ocasiones, pasamos de puntillas en las aulas, porque puede generar problemas actuar sobre nuestro entorno inmediato. Pongamos como ejemplo de este tipo de pensamiento un asunto que surgió con fuerza hace unos poco años: para mucha gente, en este caso sobre todo padres, resulta "más acertado" que los niños vayan uniformados, porque así ocultamos la realidad a los pequeños: que existen personas que viven peor que la mayoría. Tapamos la vergüenzas de la sociedad. 
Podrás pensar, querido diario, que unos críos no deben solucionar los problemas que sus mayores no consiguen subsanar. Cierto. Pero no está de más que sepan que también hay personas, cerca de ellos, que tienen problemas para conseguir comer, que existen personas, en especial ancianas, que viven solas y con pocos apoyos y/o amigos, que existen personas que viven en la calle por haber tenido o tener problemas de adicciones (tal vez evitaríamos que algunos niñatos malcriados se burlasen de personas en esa situación)... No se trata de presentar un mundo calamitoso, como hacen los informativos o algunos de los que van vendiendo la moto de moda a los centros. Se debe procurar hacer ver que existen personas, cerca de nosotros, que tienen dificultades más o menos seria y, lo más importante, que esas personas son seres humanos como nosotros que, por las cuestiones que fueren, están atravesando situaciones complicadas para ellos que, en ciertos casos, son transitorias y reversibles.
Tal vez, se trata de presentar a nuestros niños la idea de que para cambiar el mundo debemos poner nuestro empeño y nuestro esfuerzo en lo cotidiano. Y, de paso, hacer ver a los críos que no todos triunfan y que cualquier persona, incluidos nosotros, podemos tener problemas en la vida, siendo precisa ayuda para superar este tipo de hechos. En otras palabras, olvidarnos de la terminología hueca, tan de moda en nuestros días, hablando de realidades y no grandes metas inabarcables e irrealizables.
Tras esta reflexión, casi Metafísica, me vas a permitir, fiel diario, que dé un giro radical y aborde una cuestión que creo importante: el punto de partida.
En muchas ocasiones se analizan los informes sobre Educación comparando comunidades autónomas y comparándonos con otros países y, por lo general, los que acuden a esos datos (que vete tú a saber lo que miden en realidad) los utilizan para valorar o minusvalorar, en función del signo político, a unos y otros.
Sin embargo, para entender la realidad de nuestro país la gente se suele olvidar que hasta hace algo menos de medio siglo, aquí no hubo un ley de Educación con estándares occidentales, la Ley General de Educación de 1970. Nos olvidamos que en este país el índice de analfabetismo durante el franquismo era muy elevado. Basta ver estadísticas como ésta:

https://datosmacro.expansion.com/demografia/tasa-alfabetizacion/espana

Nos olvidamos de igual manera que en este país había una dicotomía entre regiones alfabetizadas y aquellas con los índices más altos de analfabetismo, que se corresponden a fecha de hoy con las comunidades autónomas con peores datos en los informes internacionales (puedes verlo, querido diario, en la  pagina 80 de este libro sobre el analfabetismo)

https://books.google.es/books?id=H5gWAHWGXKQC&pg=PA28&lpg=PA28&dq=analfabetismo+en+espa%C3%B1a+1970&source=bl&ots=kR5SlBzwSA&sig=0Pr56pygZpAoqncQkluWleuR9pQ&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwi4hKqYnJLeAhVNhxoKHbpkAdoQ6AEwDXoECAEQAQ#v=onepage&q&f=false

Por tanto, debemos empezar a valorar que en este país, y en determinadas comunidades autónomas con más énfasis, se ha migrado de una sociedad rural con altos índices de analfabetismo, a una sociedad enclavada en el siglo XXI, en las que el índice de alfabetización ronda el 100%. A partir de aquí podremos, y debemos, mejorar la calidad de la Educación, pero vamos a reconocer también el esfuerzo realizado. Y vamos a analizar por qué permanecen esas diferencias, en este caso cualitativas entre unas y otras regiones. Parece que las diferencias cuantitativas (número de personas que acceden al sistema educativa), con el paso del tiempo se han convertido en cualitativas (personas que optimizan su estancia en el sistema educativo). Sería interesante profundizar en si es algo causal o sólo correlacional y, faltaría más, analizarlo para mejorar la respuesta educativa, en busca de la ansiada calidad educativa.
Por supuesto, mejorar la calidad de la Educación no consiste en preparar al alumno para un futuro incierto, fruto de los cambios tecnológicos. Entre otras cosas porque es un bobada como un piano. Nadie se prepara para lo que desconoce. Cuando se preparaban los viajes espaciales de Gagarin, el primer paseo espacial o el aterrizaje en la Luna del Apolo XI, había incertidumbres, pero también una preparación sobre cuestiones como el retorno, el oxígeno necesario, el combustible... En otras palabras, no controlaban todas las variables, pero sí las principales. Sin embargo, en Educación se ha puesto de moda preparar a nuestro alumnos para un futuro cambiante, incierto... No. Una de las cualidades del sistema educativo debe ser transmitir toda el conocimiento acumulado durante milenios por el ser humano. Ese intento del neoliberalismo de borrar la huella de la historia y el pensamiento humano en pos de producir, consumir y la ganancia resulta un error, intencionado, mayúsculo. Después, los mismos que apuestan por un modelo del emprendimiento en la Escuela se quejan de que adolescentes no sepan quienes son los Reyes Católicos, satanizando al sistema educativo por su falta de calidad.
Al final, querido diario, estos vendedores de lo difuso, del futuro incierto, del emprendimiento y el éxito contribuyen a que debamos enseñar a nuestros niños que existen perdedores (ancianos solos, adictos, sin techo...) a los que debemos ayudar para hacer nuestro mundo mejor.
Creo, silente diario, que me ido enredando y he acabado donde comencé. Desconozco si lo que he escrito puede parecerte interesante. Si no ha sido así te pido disculpas por hacerte perder el tiempo y te prometo que la siguiente vez intentaré hacerlo mejor.
Nos vemos pronto.

jueves, 18 de octubre de 2018

UN DÍA ESPECIAL

Escuchó el inicio del tema Resurrección  de Amaral y abrió los ojos. El despertador de su móvil acaba de sonar. No recordaba la última vez que necesitó ayuda de un aparato para levantarse a la hora en un día laboral, pero en los últimos tiempos todo resultaba distinto. 
Sentía en su cabeza el extraño efecto de la falta de horas de sueño, mezclado con ese sentimiento tan especial que le había invadido, apabullado,  hacía unas semanas. Se miró al espejo y comprobó como sus ojos reflejaban el cansancio y una sonrisa casi perenne. Se sintió dichoso cuando pensó que todo ello tenía el mismo origen: Alicia. Robar horas al sueño para estar junto a ella y lo que ella le hacía sentir, que pensó nunca más iba a sentir, todo nacía en ella y brotaba en él.
Se duchó con rapidez, pero no había más tiempo. Hubiese necesitado cinco o diez minutos más para sentir que el agua activaba sus sentidos, embotados por el sueño y, en extraño contraste, saturados de hormonas que  producían un estado de felicidad y excitación en cada micra de su cuerpo.
Tomó con rapidez un café solo, cargado todo lo que su vieja cafetera le permitía y salió, de manera atropellada, por la puerta de su casa.


Llevaba despierta casi media hora, tiempo que había dedicado a escuchar música. En su teléfono había una colección de canciones que superaba las trescientas. Hacía una semana que había creado una nueva lista con alguna de ellas, agrupadas bajo el título Pablo, para que la acompañasen en ese momento tan especial de su vida. En esa carpeta se encontraban algunas de sus canciones favoritas, como la que sonaba ahora: Alegría de vivir, de Ray Heredia. La sonrisa que esbozaba desde hacía treinta minutos se acentuó cuando escuchó los primeros acordes de ese tema, cuyo título tan bien definía lo que sentía en ese instante.
Se obligó a incorporarse para comenzar la jornada, tras mirar la hora y comprobar que en menos de sesenta minutos debía estar en su trabajo, donde volvería a ver a aquella persona que había conseguido que los pequeños actos cotidianos estuviesen impregnados de ese revoloteo en el estómago, que parecía ser lo único necesario en la vida.
Se miró al espejo y se encontró más guapa que nunca. Pensó que el secreto de la belleza no residía en ninguna crema ni potingue especial, sino en estar henchido de felicidad. En la breve ducha se olvidó del asunto y se dedicó a tararear un fragmento de un viejo tema de El último de la fila: "Te amo como se ama por primera vez. Cuando aún no hay costumbre...". 
Cuando salió de la ducha miró de nuevo su reloj y de manera celérica simuló secarse el pelo, se vistió y se tomó un café con leche, ardiendo, de unos pocos sorbos. En menos de un minuto, tras coger la cartera y ponerse una cazadora vaquera, se encontraba cerrando la puerta de su casa.


Se subió a su viejo Ford Focus rojo y pensó que en menos de media hora la volvería a ver, lo que provocó que en su interior algo parecido a un instrumento de percusión golpease contra las paredes que le contenían y sonase de manera frenética y rítmica. Le hubiese gustado que Alicia estuviese en ese momento apoyada en su pecho y sintiese lo que provocaba en él. Era sólo cuestión de tiempo que ocurriese, pensó. Salió de su garaje y comprobó que el día poseía una luz especial, que invitaba a sincerarse, a compartir, a devolver lo que estaba recibiendo, sintiendo, de ella. Una emoción especial le embargaba. Por un lado sentía un cosquilleo, un encogimiento en el estómago, generado por la hercúlea labor que debía acometer. Sin embargo, a la par, seguía embriagado de esa sensación que sólo podía definir con la palabra amor.
No podía demorarlo más, hoy debía hablar con ella para contarle lo que sentía desde hacía semanas. Habían pasado mucho tiempo juntos en el último mes y pico, pero nunca se había atrevido a sincerarse sobre ese asunto. Intuía que ella debía sentir algo parecido. ¿Por qué esperar más para compartirlo? Hoy, a ser posible en la hora del café, la diría que estaba enamorado como un chiquillo de ella. Cuando pensó esto volvió a escuchar y sentir un sonido rítmico, alocado y veloz que provenía de lo más hondo de su ser.


No encontraba la llave del coche. Rebuscó en el bolso hasta que apareció, al cabo de unos pocos segundos. Apretó el botón de la misma y un sonido seco, acompañado de unas luces, indicaron que se podía acceder al interior del coche. Iba tarde, ¡otra vez! Pero esta vez tenía prisa de verdad, tenía la necesidad de ver a Pablo. Le invitaría a comer y durante el almuerzo le iba a contar, a describir si fuese capaz, lo que sentía por él. Creía sentirse correspondida, casi poseía la certeza, y había llegado el momento de saberlo. Sentía la necesidad de hacerle partícipe de la existencia de esa miríada de mariposas que habitaban en su estómago y que revoloteaban de manera apasionada cada vez que Pablo la miraba o hablaba con ella.
Las calles de todos los días se sucedían durante el trayecto, pero hoy parecían haber adquirido una característica nueva: todas parecían separarla de Pablo cuando comenzaba a transitarlas y unirle a él cuando agotaba su recorrido por ellas.
A medida que avanzaba notaba que aumentaba el número de sensaciones que sentía en su estómago. Se sentía feliz, porque intuía que en ese día comenzaría algo nuevo y distinto. Un mundo de emociones, de sentimientos que la marcarían.


Buscó en el listado del aparato reproductor de su vehículo la canción que a ella tanto le gustaba: Alegría de vivir. Al fin la encontró y levantó la vista. En ese momento lo vio.


Pensó en el tema que él utilizaba para despertarse, Resurrección y lo tarareó, hasta que la imagen de un coche rojo, destrozado tras ser embestido por un camión en el último cruce antes de llegar a su trabajo, apagó su voz.

domingo, 14 de octubre de 2018

EL SEXO Y MI AMIGO (MONÓLOGO POCO DECOROSO Y AÚN MENOS DELICADO)

Sé que a los que me conocen en persona les sorprenderá, pero hoy voy a hablar de sexo. Aunque, para ser sinceros, debo dejar claro que voy a contar no lo haré por pura experiencia, porque en los últimos tiempos, diez o veinte años, he tenido menos vida sexual que el Espíritu Santo. Pero tengo un amigo que sabe más de agujeros negros que Stephen Hawking, que no tiene problema para contarme con pelos, o depiladas, y señales, toda su vida sexual. Él me ha servido de guía para contar esto, y, por qué no decirlo,  para desarrollar un instinto asesino hacia su persona, que he sabido controlar hata el momento; tal vez por el hecho de que prefiero seguir compitiendo en el tema sexual con el Espíritu Santo, que tenerme que agachar a recoger el jabón en las duchas del talego.
Pero seguro que estos pequeños detalles no importan mucho y por eso vamos al tema. Me cuenta mi amigo que él distingue los ligues en dos: aquellos en los que se pilla y aquellos en los que el alcohol  le ayuda ayuda a pillar. Él insiste que esos son los más peligrosos. 
Recuerdo que me contó que una vez se enrolló con una mujer con la que tres cervezas antes no se hubiese acostado ni aunque le hubiesen regalado un máster pata negra. Pero la octava cerveza es muy traicionera, o eso dice él, y te hace renunciar a todo aquello que juraste no hacer nunca, por ejemplo acostarte con esa tía que te hace ojitos desde hace un rato, lo que te puede generar, estando sereno, ganas de tomar Prozac. Sin embargo, mi amigo, hombre recio donde los haya que afronta las dificultades a pecho descubierto, pasa de antidepresivos y se da al alcohol para olvidar, y la caga. Acaba con el pecho descubierto, con los calzoncillos bajados y en la cama con la de los ojitos. Y eso no esta mal, sobre todo si el alcohol le deja cumplir, lo peor viene después, cuando hay que hablar y no se puede salir corriendo, batiendo el récord de los cien metros lisos. La cosa, por lo visto, siempre empieza igual: "Es la primera vez que me pasa...". No, perdón. Según mi colega la cosa discurre más o menos así: 
- Ha estado bien. ¿A ti te ha gustado?
- Mucho. Mucho - mientras una voz interior se lamenta: "¡Joder, al final me acosté con esta!"
- La verdad que ha estado bien. ¿Sabes? Me gustaste desde que te vi en el bar cuando entraste con tu colega.
Pausa larga. 
- Ya - pausa larga. - ¿No tendrás un Prozac a mano?
Mi amigo comenta que es lo que tiene la noche: alcohol, desenfreno, repentinos problemas de agudeza visual, episodios de amnesia puntuales, en especial en lo referido a números de teléfono, por lo que a veces das un número que no es el tuyo a la persona con la que te acabas de acostar. Siempre lo hace por error, por el error de haber bebido demasiado y haberse liado con la que dijo una hora antes que no se acostaría aunque dependiese de ello la continuidad de la raza humana. 
Por lo que narra mi colega no todos los ligues resultan fruto del alcohol y la noche. En ocasiones, escuchar también resulta útil y da sus frutos. Cuenta que hay mujeres con las que se debe conversar, durante horas incluso, para conseguir acostarse con ellas. Algunas tienen un temas de conversación divertidos, pero otras hablan de feminismo, del papel del mujer en la sociedad y de cosas así, de forma insistente. Mi amigo sabe que, en el fondo, va a acabar con ellas desnudas junto a él, también desnudo, por lo que las deja hablar, asiente y de vez en cuando dice: "Claro, claro". Mientras tanto él piensa: "¿No queréis igualdad? ¿Por qué no me pides lo que te voy a tener que pedir yo dentro de un rato, cuando me acabes de hablar de la igualdad entre hombres y mujeres? A ver si va a ser que para pedir follar vamos a reproducir los papeles de toda la vida y le toca pedirlo siempre al hombre y encima me tengo que aguantar una chapa sobre la igualdad". Pero mi amigo, que es un caballero para esas cosas, nunca ha expresado su queja en voz alta y se ha esforzado en no molestarlas con ese asunto, que podría generar contradicciones en ellas, destrozando la magia del momento. Así que, de manera desinteresada, siempre ha sido él que ha dado el primer paso para acostarse con ellas. Eso sí, cuando acaba la faena con estas mujeres lo que sí suele decir es: "Ha sido el polvo más igualitario de toda mi vida"; frase que le suele producir ataques de amnesia, a veces unido a una discalculia, que le hace dar de manera incorrecta su número de teléfono.
Una vez mi colega me contó que su hijo, un preadolescente, le había preguntado qué era ser un calavera y, por un momento, pensó contestar que él, su padre, era un ejemplo, pero se abstuvo de ello y prefirió definírselo lo mejor que supo. Eso sí, en cuanto tuvo oportunidad, con la excusa más absurda, castigó a su hijo una semana sin Internet. Mi amigo temía que su churumbel buscase en la Wikipedia o en un tutorial de Youtube el significado de ser un calavera y lo primero que viese fuese una foto de su padre. 
Hace un par de años mi colega se enamoró de una mujer. Parecía otro. Se le veía feliz, iba siempre que su pareja de la mano y apenas salía por la noche. Parecía que había ido a Tu cara me suena y, en vez de cantar, había escogido el papel de hombre sensato y de orden. Tal era el cambio que su pareja, que le conocía desde hacía tiempo, le hizo prometer que mientras estuviese con ella no habría otras. Mi amigo, un caballero, le prometió que mientras estuviese con ella no se enrollaría con ninguna otra mujer y cumplió su palabra. A la semana dejo a su pareja para poder enrollarse con la nueva vecina. 
Cuenta mi colega que entre las mujeres, imagino que igual que entre los hombres, hay de todo en la cama. Las hay divertidas, aburridas, mandonas, sumisas, abiertas a nuevas experiencias, cerradas ante nuevas experiencias, pero abiertas de piernas... Yo le he preguntado muchas veces cuáles son las mejores y él siempre me responde que las de Letras, porque no te piden cuentas. 
Lo que más me chocó es que mi camarada me contase que había mujeres aburridas en la cama. Él me respondió que algunas son muy previsibles y que cuando llevan un rato encima de ti, moviéndose siempre al mismo ritmo, le ha llegado a ocurrir que, mentalmente, ha hecho la lista de la compra en el supermercado, he saludado a los reponedores de alimentación, he tirado los trastos a la cajera, me he disculpado por ello con el segurata y aún me ha sobrado tiempo para determinar si la Declaración de Hacienda le sale ese año a pagar o a devolver. Eso sí, nunca le falta la cortesía y a estas mujeres también las dice que ha sido el polvo más igualitario de su vida (todo igual de aburrido). Las mujeres le suelen mirar raro cuando dice esto, pero el piensa: "Mejor, con un poco de suerte piensan que soy un loco peligroso y me puedo pirar cagando hostias". 
Sin embargo, hay otras mujeres que son una verdadera bomba y que  enseñan cosas que nunca vistas. Cuenta que una, en una ocasión, cuando se quitó su ropa interior le enseñó un pene de veinte centímetros. Nunca había visto algo semejante. A ésta no le dijo que había sido el polvo más igualitario de su vida. Sin embargo, parece que sí que le dijo a su fallido ligue que era una verdadera pena que en el mundo hubiese tanta desigualdad. 
Como se puede ver, mi amigo tiene gran experiencia en conseguir liarse con mujeres. Yo le pregunto sobre su secreto para conseguir tanto éxito y él siempre me responde que con ello se nace, no se puede aprender. A mí me parece que exagera un poco y que se hace el interesante. En realidad creo que le entra a todas las mujeres y si suena la flauta pues eso que se lleva por delante. De otra forma no se puede explicar que en los pasados Carnavales, cuando yo iba disfrazado de mujer, me entrase (no me reconoció porque había decidido no tomar Prozac y sí tres cervezas más) y yo, ante tanta necesidad acumulada, le dijese  que sí. Pero lo que más me llamó la atención en ese momento fue que me dijese que era una verdadera pena que en el mundo hubiese tanta desigualdad.
Otro día hablaré sobre otro de mis amigos, que también tiene lo suyo. Mientras tanto, decidan si prefieren Prozac o cervezas.

jueves, 11 de octubre de 2018

FRÍO

Frente a él un frasco de Lexapro comprado ayer, aún por estrenar. En su ser dolor, mucho dolor. Dentro de su mente una idea: acabar. 
No era la primera vez que esa idea aparecía en su cabeza; aunque sabía que nunca había surgido con esa fuerza tan brutal e hipnótica. En ese momento todo estaba lleno de esa energía paliativa que inflamaba hasta el aire que aún no había inhalado. 
Recordaba que la primera vez que surgió con fuerza la idea de acabar se acordó de su hijo, al que no vería crecer y, sobre todo, al que no podría acompañar en su maduración. Esa idea de orfandad, generada de forma egoísta, bastó para alejarlo del pretil de aquel viaducto. Recuerda que, mientras se encaminaba a su vehículo, mando un mensaje a su hijo con sólo dos palabras: Te quiero. En ese momento se dio cuenta de que nunca había escrito esas dos palabras juntas dirigidas a su vástago. Desde entonces rara era la semana que, con cualquier disculpa o justificación, no le escribía este texto escueto y necesario para ambos.
Desde aquella noche habían pasado bastantes años y hoy se encontraba solo, como en aquella ocasión, y con ganas de acabar, como aquella vez, pero con mucha más decisión. Solo; el sentimiento de soledad, ese fiel compañero de la última parte de su vida. Esa sensación de no importar a nadie; esa impresión de que a nadie le puedes resultar importante.
Mediaron dos o tres años entre la primera y la segunda vez que abordó la cuestión de acabar. Había decidido hacerlo de tal forma que su hijo no sintiese vergüenza por lo que iba a hacer o no se preguntase por qué y si él podría haber hecho algo por evitarlo. Un accidente de tráfico, un despiste en la conducción, guardaría las apariencias y finalizaría de igual forma que algo mucho más evidente. Rememoró aquel hecho, en especial el momento en que conducía por la autovía con destino a una carretera convencional mucho más sinuosa y peligrosa para la conducción,  y más útil para su propósito, y sonó el teléfono, que descolgó de manera refleja. La voz de Luisa, su anterior pareja, lleno todo tras el "diga" inicial de él. Durante varios minutos sólo se escuchaba la voz de ella, pidiéndole perdón por su comportamiento, rogándole, una y otra vez, que volviesen. 
Hacía tiempo que no sentía nada por ella, pero la idea de que alguien le necesitase, de que fuese necesario para alguien le llevó a levantar el pie del acelerador de manera instintiva y moderar la marcha. La sensación de no encontrarse sólo en este mundo, o de compartir con otra persona sus respectivas soledades, le reconfortó y le hizo desviarse de aquello que parecía irremediable hacía sólo un par de minutos. Lo curioso del asunto es que sólo había visto una vez a una cama en un centro hospitalario. Cambió de sentido en la primera oportunidad que tuvo más a Luisa desde aquel día y durante ese breve encuentro apenas tuvo tiempo para decirla que ella había dejado de interesarle, que no la amaba, si es que alguna vez llegó a amarla. Tal vez sólo buscó mitigar su soledad junto a ella y, tal vez, lo que evitó que él acabase no fue tanto la llamada, como constatar que existían más personas, muchas intuía, con esa misma soledad en su mochila y que, por qué no, por alguna de ellas podría llegar a sentir algo más que una afinidad . Algo más que un intento de engañar a la soledad. Y, en efecto, ella apareció. Como también el tercer intento de acabar.
Recuerda los primeros meses con ella, Sandra, como si los hubiese agotado ayer. Nunca había vivido algo tan intenso. Comprendió por primera vez, y única, la expresión que utilizaba su amigo Santiago: volar bajo, refiriéndose a estar enamorado. Un halo de felicidad absurdo e inagotable parecía envolver lo cotidiano. No lo había sentido antes y, una vez en esa vorágine, sólo deseó que nunca finalizase ese extraño e intenso período. Pero los deseos, por lo general, no se corresponden con la realidad y, de nuevo, montó en su vehículo para acabar, tras la ruptura, tan inesperada como escueta, que ella le planteó. Y, de nuevo, una llamada cercenó toda posibilidad de cumplir con la idea inicial, en este caso por obligación. La obligación de ayudar a sus padres. Su madre había sufrido una caída y estaba hospitalizada con un pronostico aún indeterminado, pero que ataría a su progenitora un tiempo, también indeterminado, a una cama en un centro hospitalario. Cambió de sentido en la primera oportunidad que le brindó la calzada y enfiló su automóvil en dirección a la ciudad donde vivían sus padres.
Durante la comparecencia de su madre la voluntad de acabar se diluyó. De nuevo sentía que su presencia era importante para alguien, para sus ancianos padres, que necesitaban en esos momentos de enfermedad e incapacidad su ayuda para salvar la situación lo mejor posible y, en el menor tiempo posible, encauzar su vida hacia la normalidad; sea esto lo que sea.
Hoy, años después de aquel episodio, sus padres habían fallecido. Su hijo residía en a más de tres kilómetros, felizmente casado y con una magnífico empleo y con un nieto al que podía ver, a lo sumo, una o dos veces al año. Llevaba tiempo sin pareja y, en ese momento, consideraba que no necesitaba compartir parte de su vida, "atarse", a otra persona. Se había acostumbrado a esa soledad que incluso le estaba apartando de los escasos amigos que seguía manteniendo. Todo ello le había impulsado a ingerir de una sola vez todos los comprimidos del frasco que el psiquiatra le había prescrito para combatir su depresión. En esta ocasión no quería nada aparatoso. A nadie le iba a preocupar en exceso que acabase. Por ello decidió hacerlo sin dolor y de manera tranquila.
Abrió el frasco con suavidad. Desenrosco el tapón de la botella de agua y, cuando finalizó esta operación, se dispuso a coger el bote de cristal que contenía el medicamento. Cuando comenzó a acercar a su boca, se escuchó una canción,  Frío, una vieja canción del desaparecido grupo Alarma. Alguien le estaba llamando. Detuvo el movimiento de su brazo y durante un momento dudó sobre a qué debía dar prioridad.
La canción sonó dos o tres segundo más.

lunes, 8 de octubre de 2018

AÚN ESTOY EN EL CAMINO

"Y siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti".

Palabras para Julia. 
José Agustín Goytisolo

Una de las cosas importantes de esta vida es ver crecer a nuestros hijos. A mí me fascina comprobar como aquel pequeño que cabía en mi antebrazo, años después, y aún no más alto que yo, es capaz de realizar razonamientos de adulto, crear bromas complejas a medias conmigo sobre distintos temas y mostrarme su mundo interior. Un mundo interior en las cuestiones relacionadas con los sentimientos empiezan a tener nombre y poder ser definidas mediante el lenguaje oral. Una auténtica maravilla.
Sí, ver crecer, desarrollarse como personas, a nuestros hijos resulta una experiencia conmovedora, aunque haya momentos en que las cosas no sean fáciles, como ocurre con cualquier otro aspecto de la vida. Creo recordar que algo muy parecido escribí sobre el asunto en una entrada anterior, por lo que no me extiendo más sobre el tema.
Sin embargo, si me gustaría incidir sobre la diferencia entre ver crecer y ayudar a crecer a nuestros hijos. No hace falta ser un lince para diferenciar que, en el primer caso, se trata de algo pasivo, ser un espectador, y en el segundo de algo activo, ser actor. Uno, en su escasa lucidez, considera que en esto segundo consiste ser padre.
Resulta obvio que ayudar a crecer es un concepto tan ambiguo como,  a priori, atractivo. Existen algunos padres que "no se quieren perder nada de lo que hace su hijo", compartiendo actividades extraescolares como teatro, pintura..., además aquellas que derivan de la propia vida familiar. No poseo la capacidad de decidir sobre la idoneidad o la falta de acierto que supone actuaciones familiares. Uno, en su modesta opinión, considera que los niños deben tener sus espacios, donde interactuar con otros iguales (niños) y con otros adultos, porque las diferentes relaciones contribuyen a enriquecer al pequeño, aportándole una visión más amplia del mundo y de las relaciones sociales, pero es mi perspectiva, acertada o no. Tanto como la de no cargar al niño de actividades, que, en ocasiones, hacen más ilusión a los papis que a los niños. Pero, repito, se trata de una percepción personal, sin intención de sentar cátedra.
Mucho más importante me parece la idea de ayudar a construir  que el hijo tenga confianza en el padre o la madre. Uno, tal vez de manera equivocada, considera que padre e hijo no están al mismo nivel, no tienen los mismo roles, pero eso no es obice para que el menor confíe en el padre, contándole los problemas, las preocupaciones y las alegrías, ¿por qué no?, y, en el caso de aquellas cosas que le preocupen o le duelan, acudir a su progenitor en busca de ayuda, de consejo para abordar la situación.
Creo que no se trata de que el pequeño cuente todo lo que vive con pelos y señales, incluso es lógico que oculte ciertas cosas por las que un padre le podía reñir (por ejemplo, que toca los timbres con los amigos), pero sí de que aquellas vivencias trascendentales para él y la forma de abordarlas y eso sí que es importante, porque encontrar esa comprensión y el aporte de estrategias para salir al paso de las diferentes experiencias sí que pueden conformar cómo va a ser ese hijo. Y eso, es algo más, mucho más, que ver crecer a nuestro hijo o acompañarle o compartir una actividad de pintura o teatro.
Llegar a establecer esa confianza supone un auténtico reto, construido y, en ocasiones, minado en el día a día. Mirar caras, expresiones, escuchar el tono de voz, saber pedir perdón cuando, como padre, te equivocas, marcar límites en ciertas situaciones, siendo comprensivo en otras... Un conjunto de cuestiones grandes y pequeñas, que hagan que el pequeño sienta que es escuchado y tenido en cuenta.
Como he escrito un poco más arriba, a veces no es fácil, somos personas y cometemos errores, tenemos estados de ánimo fluctuantes, nos ponemos enfermos... Un sinfín de situaciones que pueden incidir en que en un momento determinado no estemos a la "altura" de las circunstancias. Sin embargo, nada se rompe por un momento, pero todo se construye con una constancia, con un argumento continuo, que ayude a construir esa confianza.
Por supuesto, todo esto se quedaría en mera teoría, en mera conjetura, si no hubiese una retroalimentación, un feedback, a través del cual nuestros hijos nos buscan, nos cuentan, piden consejo (a veces sin hacerlo utilizando estas palabras) y, en última instancia, cuentan que han puesto en práctica aquello que se les dijo. Es entonces cuando se piensa: "No está nada mal esto de ser padre", aunque, no lo olvidemos, nosotros también estamos aprendiendo a vivir y, a veces, no es fácil ser padre. Como dijo el poeta: " Perdóname, no sé decirte nada más pero tú comprende que yo aún estoy en el camino". 
Un saludo.

jueves, 4 de octubre de 2018

TRES MENTIRAS

La dominación tiene su propia estética
y la dominación democrática tiene su propia estética.

Herbert Marcuse



La directora del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha declarado que la deuda global (pública y privada) ha alcanzado un nuevo récord histórico, 157 billones de euros. A nadie con dos dedos de frente se le escapa que dicha cuantía es impagable y que, tarde o temprano, todo acabará saltando por los aires. Pero, ¿cómo se ha llegado a esto? Sencillo. Veámoslo.
El sistema capitalista se basa en producir y consumir. En el momento en que el consumo falla, por la causa que sea, se produce una crisis o se agudiza. El sistema neoliberal se ha basado en producir y consumir a todo trapo, con las consecuencias para el planeta y para nosotros que tiene el consumo masivo de recursos, tanto por las administraciones como por los particulares Este consumo, siempre en aumento, tenía un problema: la carencia de recursos de las administraciones y de los particulares para adquirir la cantidad de productos necesarios.para que el sistema funcione como se espera. La solución es la de siempre: conceder créditos. La necesidad de que aumentase el consumo de manera desaforada llevó a conceder créditos difícilmente pagables, con un dinero que, cada vez en mayor medida, es ficticio. Algo muy parecido a una estafa piramidal, pues, como se ha visto en el caso griego, la amenaza  del impago de la deuda puede llevar a situaciones de gravedad extrema para el sistema.
Hasta ahora, cuando ha ocurrido esto, se ha cargado las tintas contra los ciudadanos, que han pagado la culpa de la ineptitud de los, en teoría, expertos prestamistas y expertos prestatarios, que consideran que pueden pagar lo recibido, pero, es obvio, que esta burbuja no puede durar ad eternum, y, como predijo Marx, acabará socavando el capitalismo, que morirá, o se modificará, fruto de sus contradicciones.
Conviene analizar lo ocurrido en Grecia para ver como los "expertos" intentan salvar una situación calamitosa a costa del sufrimiento de los ciudadanos. Para ellos vamos a servirnos de un informe interno del FMI, que ha salido a la luz de manera reciente y que deja a las claras que se "sacrificó" a los ciudadanos griegos para salvar la banca europea, sobre todo alemana y francesa, que había concedido créditos al país heleno imposibles de devolver.


Si el lector ha leído el artículo se habla de fallos de cálculo a la hora de valorar las repercusivos de las medidas, de desinformación y secretismo para ocultar las acciones a otros miembros del FMI, de falta de previsión.... En otras palabras: los miembros del FMI, como los directivos bancarios que concedieron los créditos a Grecia, no tenían ni idea de lo que estaban haciendo y de sus consecuencias. Sin embargo, no tuvieron empacho alguno en culpar a los ciudadanos griegos y hacerles pagar las consecuencias de su "error" para salvar a sus colegas banqueros. 
En dicho informe se dice, de manera clara, que los miembros del FMI que tomaron esas decisiones contravinieron el espíritu del FMI, el espíritu neoliberal, que consiste, al menos en teoría, en algo así como: "el que la caga paga las consecuencias". En este caso, como en otros muchos, el que mete la pata sale indemne e incluso reforzado. 
Unos tipos, expertos en teoría, organizan una moneda única para varios países, pero pensando sólo en las características de unos pocos de ellos, en especial de Alemania. No tienen en cuenta aspectos básicos del funcionamiento de todos los países (algunos de ellos incluso hacen trampas para entrar en el euro) y cuando llegan los problemas...
Más expertos deciden que los bancos que dirigien deben dar créditos a un país que ha falseado sus cuentas para entrar en el euro y que vuelve a mentir sobre sus cuentas en 2010, con la complicidad de Goldman Sachs (otra empresa privada), encargada de hacer la auditoria.
Y todo ello quién lo paga. En efecto, los ciudadanos helenos, que no estaban ni en el grupo de expertos que creó el euro ni en los órganos directivos de los bancos que concedieron de manera alegre créditos a un país insolvente. En cualquier organización que siguiese las directrices neoliberales estos tipos estarían fregando baños. Aquí siguen en el machito, dando lecciones de Economía.
Obviamente los créditos inviables son fruto de unas condiciones laborales cada vez más precarias, condiciones en las que se incluyen los salarios, cada vez menores, lo que hace que el trabajador pierda poder adquisitivo y acuda a créditos, a veces sólo para llegar a fin de mes.
Esta política, reformas estructurales lo llaman los neoliberales, consisten en desregularizar el mercado laboral, que no es otra cosa que intentar cargarse el Derecho Laboral, buscando que el trabajador negocie con el empresario de manera individual. Parece lógico pensar que si quieren acabar con el Derecho Laboral, también se acabe con el Derecho Penal en lo referido a trabajadores y patrones y que cada cuál tome las medidas oportunas para ajustar su situación laboral. Puede parecer una exageración, pero al que ha escrito estas líneas le parece una cuestión de pura lógica, pues, parafraseando a los neoliberales, sólo los que mejor consigan gestionar su empresa conseguirán triunfar. 
Sin embargo, a uno no le parece oportuno acabar con el Derecho Laboral y considera que el intento de desregularizar las relaciones laborales es un sinsentido, que incluso contradice las teorías neoliberales. Veamos por qué.
El obrero ofrece su fuerza de trabajo a cambio de una remuneración, llevándose el empleador una plusvalía (diferencia entre lo que produce el trabajador y el valor de su producción). Los trabajadores se organizan para intentar que esa plusvalía sea la menor posible y ellos se beneficien lo más posible de su trabajo, lo que, en el fondo, es lo que defiende el neoliberalismo, cada uno busca su nicho en el Mercado y los trabajadores lo hacen organizándose para intentar conseguir las mayores ganancias posibles (que sólo eso es el neoliberalismo). En ningún sitio figura que todo ello se deba hacer enfrentándose los unos con los otros. Se puede plantear que los trabajadores se enfrenten por un puesto de trabajo, pero también se puede plantear que los trabajadores, organizados o no, se enfrenten a los empresarios por conseguir una mayor parte del pastel. En el fondo, si tomamos en sentido estricto la idea del Mercado de los neoliberales, la fuerza de trabajo también es un producto que forma parte del mercado y quienes la ofrecen tienen derecho a luchar por conseguir lo máximo posible por ella. De hecho, no es infrecuente que empresas de mayor o menor tamaño se alíen para conseguir ventajas sobre el competidor. Observamos ejemplos que van desde las UTEs (Unión Temporal de Empresas), hasta las grandes compañías automovilísticas que comparten tecnológica para abaratar costes, pasando por cadenas de pequeñas tiendas que se alían para comprar productos en grandes cantidades a precios más bajos, para ser más competitivas y aumentar su margen de ganancias o, como los trabajadores cuando reivindican mejoras, salir adelante.
Un verdadero neoliberal debería comprender que el hecho de que los trabajadores se agrupen para conseguir derechos forma parte del Mercado al que dicen adorar, pero, en cambio, los satanizan, porque su ideología lo único que desea es currantes sumisos, para que las empresas tengan mayor margen de beneficios. Actitud que conlleva, como se dijo, engordar la deuda privada y la pública, pues al ser los salarios menores se recaudan menos impuestos. 
Por supuesto, estos mismo tipos (los que crean una moneda inviable, conceden créditos imposibles de devolver y asocian la libertad a favorecer a quien tiene el dinero) son los que se quejan de los impuestos. 
En la radio aparece un tipo, profesor de Economía, que cada vez que se habla de subir los impuestos se dirige a las señoras para recordarlas que lo van a pagar ellas (no tiene ningún pudor en reconocer que los impuestos a las grandes empresas y a la banca no va a mermar la cuenta de resultados de estas entidades, sino la de los ciudadanos). Este tipo, que defendió con uñas y dientes a la monja acusada de raptar y vender niños en España, enjuiciada por ello, se olvida  de decir a la señora que esos impuestos permiten que ella tenga Sanidad de calidad, Educación para sus hijos, también de calidad, una red viaria buena, una Dependencia mejorable, pero que llega a mucha gente... Este tipo se olvida decir a la señora, que si cobra 700 euros y no hubiese impuestos, esa Sanidad la tendría que pagar de su bolsillo e igual no podría tener Sanidad como pasa en EEUU o en Suiza, a no ser que se empeñara hasta las cejas, con consecuencias como las que podemos leer aquí. De igual manera no podría tener acceso a esa comida y a esa persona que va unas horas a la semana para hacer las tareas del hogar, todo gratuito, de la que disfrutan muchos ancianos con pocos recursos, como alguno de mi propia familia. Los impuestos sí revierten en los ciudadanos, lo que pasa es que nos dan una factura cada vez que usamos una autovía, en cada ocasión que se va al médico, o cuando un alumno comienza un curso escolar.
Los neoliberales utilizan el absurdo de Hayek que defiende que la libertad es gastarme el dinero como desee, sin tener en cuenta que, es muy probable que muchas personas quieran gastarse el dinero de otra manera, mucho más afín a las ideas socialdemócratas. Los seguidores del austriaco podrán alegar que se vulnera su libertad, pero lo que ellos no consideran, porque no llegan o porque no les interesa, es que su idea también vulnera la libertad de muchos ciudadanos de organizarse de otra manera. En nombre del a libertad ellos intentan imponer una doctrina cruel y absurda, que hace aguas en la teoría y en la práctica. Que es lo que ocurre siempre que alguien se apropia de conceptos como el de libertad.
Basta rascar un poco para comprobar la ineptitud de los gurús de la vieja nueva neoliberal, que no deja de ser lo mismo de siempre: una minoría domina al resto de personas y para ello, en vez de inventar un dios, inventan una tesis, tan fundamentada en mitos como cualquier otra religión. Cambian las apariencias, ya no es necesario ser elegido por dios para ser triunfador, pero no el fondo de la cuestión, los triunfadores son los elegidos para imponer sus ideas y sus formas de producción.
Un saludo.

lunes, 1 de octubre de 2018

EL DEPORTE (MONÓLOGO)

En estos últimos años nos hemos acostumbrado a ver como los deportistas españoles triunfan por doquier: Nadal en tenis,  Alejandro Valverde en ciclismo, Carolina Marín en badminton, Mariano Rajoy en marcha... Imagino que a mí me pasa como a todo hijo de vecino que tenemos amigos tan poco dados a practicar deporte, tan vagos, ésa es la palabra, que serían capaces de no ganar un torne de chapas por no hacer el esfuerzo de levantar la copa de campeón. Lo más gracioso del asunto es que algunos de estos colegas míos se enfadan con Ramos o con Rakitic porque no corren. Al menos son pacíficos. Ellos mismo reconocen que, a pesar de las ganas de tirar el mando a distancia contra el televisor cada que uno de los suyos no corre lo suficiente según ellos, jamás lo harán, porque tendrían que levantarse a por él y agacharse cansa mucho.
Desde épocas inmemoriales se asoció el practicar actividades físicas con el bienestar e incluso con la inteligencia. Son conocidos el caso de grandes deportistas que han destacado por otro tipos de habilidades ligadas a lo intelectual: Miguel Indurain con la Oratoria, Sergio Ramos con la Ingeniería Aeroespacial, Charles Barkley y Maradona con la Diplomacia Internacional... Aunque, por encima de todos ellos destaque Jorge Valdano y su cruzada infatigable contra el insomnio de los que les escuchan. Los avances que ha propiciado su verbo florido en este campo se pueden asemejar a los de Einstein en Física, los de Fleming en Medicina o los de Melendi a la Música, cuando por fin decida abandonarla.
Sin embargo, a mí no me gusta identificar el deporte con los deportistas de élite, al menos de manera exclusiva. Mucha gente practica diferentes actividades físicas sólo por el placer de superarse. La verdad que en ocasiones esta profusión de peña haciendo deporte te lleva a confusión. Recuerdo una vez que volvía de marcha a las ocho de la mañana y empezaron a pasarme corriendo tipos vestido de fosforito. Uno, dos, tres, cuatro... Y yo empecé a correr detrás de ellos porque pensé que a esa horas, con esas prisas y vestidos con esas pintas y esos colores tan chillones sólo podían ir a un after que estaba a punto de cerrar. Yo venga a correr detrás de ellos y cuando me quise dar cuenta había quedado el trigésimo noveno en la maratón de Tajuña de la Sierra. Hasta que me hicieron el control antidoping. Ahí quedé el primero.
Hay que reconocer que las ciencias han mejorasdo el rendimiento de los alumnos. Antes los atletas se metían un chuletón para tener reservas antes de empezar su actividades, que acompañaban de un cigarrito, que desestresaba mucho. Ahora toman carotenos del grupo B12, simbióticos alfa 19, zumo de anacardo recolectado en la segunda luna llena de primavera, emulsionado con aceites esenciales sin glueten, todo ello ingerido exactamente tres y horas y doce minutos antes de que empiece la competición, porque existe un estudios alemán que defiende que la mezcla de todo ello produce flatulencias, lo que hace que el deportista gane velocidad en la propulsión. ¡Increíble!
Cuando leo esto me imagino lo que pensaría mi abuelo si hubiese ido un experto de éstos a aconsejarle sobre como mejorar su rendimiento cuando trabajaba como una mula en el campo.Pongámonos en situación: años cuarenta, junio o julio, momento de la cosecha, que se podía realizar a mano a las tres o a las cuatro de la tarde y un fulano experto de éstos se dirige a mi abuelo tal que así: "Pues usted, señor Juan, lo que necesita para aumentar su rendimiento es un psicólogo, un fisioterapeuta, un coach que controle el color de su orina y una dieta variada y rica en carbohidratos".
La respuesta podía ser algo como: "Vamos a ver, manguán, me acabo de meter un cocido, con más grasa que una manifestación de leones marinos, y tengo media hora para echarme la siesta debajo de una encina antes de seguir cosechando. Te coges a Cólogo, a la tal Fisioputa y al de los meaos y os vais a tomar por culo un rato o mejor , cogéis la guadaña y os ponéis a trabajar y vamos avanzando".
La siguiente imagen hubiese sido una en la que el experto, ojiplático, huye de manera imperceptible del lugar para no tener que estudiar la ergonomía de la guadaña.
Alguien me dirá que vivían menos. Pues puede que tengan razón, pero eran más felices. A pesar de todo lo que curraban bien que follaban, que no hacían más que traer hijos al mundo. En cambio, estos deportistas modernos no se comen un colín. Cuando no es porque están concentrados, es porque están compitiendo. Cuando no, porque tienen altas las transaminasas y follar te las sube aún más, por lo que empeoran tus marcas. Mi abuelo, trabajando de sol a sol, siete churumbeles. Estos deportistas modernos, uno, dos, tres si es un salido y se salta las normas. En conclusión: los abuelos hacían ejercicio físico, que ellos lo llamaban trabajar para poder comer, y el resto del tiempo lo dedicaban a dormir, follar y recordar el nombre de los hijos.
Bromas aparte, considero que hacer deporte es bueno; yo mismo lo practico y noto de manera negativa cuando no puedo realizar actividad física por lo que sea. En eso me parezco a mi abuelo. En lo que no me parezco a mi abuelo es que yo o hago deporte o follo, las dos cosas no son para mi. Lo que me ha hecho pensar y llegar a la conclusión de que Darwin no tenía ni puta idea de por donde iba la evolución en mi familia, donde está demostrado que los genes pueden involucionar de manera significativa.
Creo que voy a acabar este monólogo porque voy a empezar a correr en breve, a ver si soy capaz de despistar a este policía que me ha comenzado a perseguir porque acabo de robar el ordenador portátil desde el que estoy escribiendo esta entrada en unos grandes almacenes.