miércoles, 30 de noviembre de 2016

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (29-11-2016)

Se ha puesto en marcha un servicio telefónico contra el acoso escolar, anunciado en los medios a bombo y platillo, como no podía ser menos. No puedo evitar sentirme contrariado ante este hecho. Por un lado pienso que puede constituir una buena medida, pues supone una salida a niños y adolescentes que están sufriendo un serio problema y que pueden encontrar en una conversación anónima salida a su problema.
Por otro siento que se ningunea a los docentes, una vez más. Me explico. Se supone que los docentes formamos parte de la resolución del problema, tanto desde una perspectiva preventiva, como abordando la situación cuando se produce. Parece oportuno que todos deberíamos tener una formación suficiente para abordar este peliagudo asunto con unas mínimas garantías. Una formación impartida por profesionales, con formas de actuación pautadas, fórmulas claras de derivación hacia otras instancias cuando se pueda prever que los actos de acoso puedan constituir un infracción de las leyes... Yo reconozco que no tengo esa formación, ni la he recibido. He preguntado a compañeros de otros centros e, incluso, a alguno de otra comunidad autónoma y todos adolecen de ese tipo de formación y de información.
Parece mentira, pero los encargados de prevenir y atajar el acoso, una conducta que puede ser delictiva, no poseen las herramientas imprescindibles para abordar el tema.
Cuando pienso esto me imagino a un retén de bomberos intentando apagar un fuego sin mangueras. Pueden arrojar cubos de agua, botellas..., pero, como el incendio sea grande, corren el riesgo de acabar calcinados.
He leído que los cuatrocientos mil euros destinados a prestar el servicio telefónico de ayuda a los alumnos que sufren acoso se los va a llevar una empresa, que poco, o nada, tiene que ver con este asunto. Veremos los resultados.
Por otra parte, contemplo como el Colegio de Psicólogos se arroga la competencia única para trabajar en el lado de la línea del que aconseja. Parece que cada cual mira por los suyos.
Lo que nadie ha aclarado, o yo no lo he leído o escuchado en ningún sitio, son los protocolos de actuación cuando se recibe una llamada. Me resulta chocante porque a nadie parece importarle el funcionamiento de este recurso: pautas de actuación, derivaciones... Sólo cuenta que existe. Lo demás...
Me encantan las celebraciones pedagógicas, cada vez aprendo una canción nueva. Estoy temiendo que llegue la celebración pedagógica denominada Día del Heavy y el tema a interpretar me sea familiar. Sólo espero que ese día no llueva y poder hacer los gorgoritos correspondientes en el patio.
Bromas aparte, no me cabe duda de que se hace con toda la buena intención del mundo, o con toda la buena comodidad del mundo, vete tú a saber, pero me parece algo carente de toda lógica. Trabajar valores representa algo más que aprenderse una canción o recibir una charla, o muchas durante el curso, sobre determinados aspectos.
Recuerdo que hace tres años con un grupo de alumnos de 5º de Educación Primaria hablé sobre el acoso escolar. Todos tenían, más o menos, claro que se trataba de algo malo. No existía entre ellos un consenso sobre que era acoso, pero, cuando les pregunté si consideraban que debían intervenir ante una situación de acoso, me dijeron, de manera rotunda, que no. Sin embargo, cuando pregunté si intervendrían si alguien pegaba a su mejor amigo todos me dijeron que sí. Al preguntar sobre la diferencia entre ayudar a un amigo o a un compañero de clase no supieron decirme por qué su postura era diferente. En el fondo un compañero acosado también es alguien cercano a ellos. Esto me hizo pensar sobre la disonancia cognitiva y el conflicto cognitivo como forma de asentar los valores. La necesidad de un proceso, donde se ponen negro sobre blanco los valores con los que funcionamos, pudiendo operar con ellos, supone una forma eficaz de variar los valores. La canción, la lectura de un derecho, diez charlas sobe diferentes aspectos, etc. una forma más de ir rellenando huecos. Sigo pensando que resulta más fructífero trabajar sobre uno, dos, a lo sumo tres proyectos, incardinando en ellos los valores a trabajar.
Me molesta sobremanera cuando me doy cuenta de que sigo errando en ciertas decisiones que debo tomar sobre la marcha en situaciones complicadas. Lo único que espero es no perder la capacidad de análisis y autocrítica, para aprender de aquello que no he realizado como lo haría tras una reflexión más lógica y sosegada. A veces pienso que salir de trabajar con un alumnos con problemas de comportamiento, para entrar a hacerlo con otro con similares características y así día tras día, me hace perder la perspectiva del trabajo diario. Por suerte, también sé que para valorar este trabajo se debe echar la vista atrás, mirando de donde se parte y donde se está. Pero, lo reconozco, a veces, durante esos días que todo parece ser una sucesión de inconvenientes, esa vorágine de lo inmediato parece atraparte.


domingo, 27 de noviembre de 2016

IDIOTARIO (LXXXI)

Año Nuevo: año recién estrenado, que se va arrugando a base de usarlo y de malas experiencias.


Estupido: dícese de algo que está formado por elementos muy juntos entre sí. Cuando esto ocurre en un ser humano puede provocar problemas para razonar con coherencia.


Gaviota: 1. ave de la especie charadiidriforme, cuyo hábitat es el mar o lagunas costeras e incluso 
interiores. Se caracterizan por su gran voracidad y por su capacidad de hibridación entre distintas especies de gaviotas, que asegura la perpetuación de la especie. Su gran voracidad permite que la gaviota colonice nuevos hábitats, acabando con toda, o parte, de la población autóctona del nuevo espacio 2. Símbolo del P.P.


Ginecólogo: médico, cuya especialidad le permite, de vez en cuando, que su consulta esté en el quinto coño.


Perezoso: oso de la familia Pérez.


Procrastinar: esta definición la dejamos para otro día.


Revólver: arma que te gustaría tener cuando escuchas a Carlos Goñi.


Sal gruesa: expresión utilizada con la finalidad de que asome por la puerta una mujer obesa.


Soldado desconocido: militar del que no sabe nada el soldado que le mata.


Zurdo: perzuna que no oye bien por uno o por los duz oíduz.

jueves, 24 de noviembre de 2016

NIÑOS Y ADULTOS

Los niños no recuerdan lo que tratas de enseñarles. 
Recuerdan lo que eres.

Jim Henson.

Hace unos días me entretuve leyendo en Twitter los comentarios que el programa Salvados, dedicado a la Educación, generaba. Una vez más, tuve la impresión de que existen personas muy coherentes y otras cuya capacidad de razonamiento deja bastante que desear.
No vi el programa y no tengo intención de criticar, o defender, las posturas de unos y otros. Me interesa mucho más escribir sobre la percepción que cierta gente tiene de los niños y adolescentes. Tal vez lo mejor sea empezar aclarando que no todos los niños, ni los adolescentes, son iguales. Por suerte. Cada cual es de su padre y de su madre y, además, cuando se les fabrica no se hace en serie, por lo que cada individuo resulta único y excepcional, en todos los sentidos.
A partir de aquí me gustaría aclarar que todos los individuos, a medida que vamos creciendo, pasamos por una serie de etapas, o estadíos que diría Piaget, que suponen pasos hacia la madurez (sea esto lo que sea). No resulta difícil deducir que, si esto se produce, se debe a que no venimos con todos los extras cuando nacemos. La gran mayoría de nosotros tenemos la capacidad de adquirir esos extras, pero lo conseguimos poco a poco y de manera, más o menos, pautada. Basta observar el proceso de adquisición del lenguaje o el de la marcha para constatar lo dicho con anterioridad.
De igual manera que aprendemos a andar, gracias a la evolución del aparato locomotor y nervioso, o a hablar, también vamos adquiriendo una mayor capacidad intelectual, gracias a la maduración del sistema nervioso, a las experiencias...
No considero que este lugar sea el adecuado para dilucidar, si es posible, si Piaget o Vigotsky tienen razón en sus aseveraciones sobre la forma de "maduración" de la inteligencia de los niños (me inclino más por el segundo), pero sí para ponernos en el lugar del pequeño.
Leía entre los tuits referidos al citado programa a alguien, de esa gente que piensa moderno, quejándose del tipo de adolescentes que "genera" esta sociedad: chavales que quieren trabajar, tener una relación sentimental que funcione bien y fruto de ella hijos.
Para empezar, desconozco  la representatividad sobre el total de los adolescentes de esta forma de pensar, intuyo que muchos tienen otras prioridades más ligadas a lo inmediato, como corresponde a la edad. Por tanto, aceptar como universales unas declaraciones particulares parece un error considerable.
Suponiendo que dichas declaraciones sirvieran para definir a todos los adolescentes patrios, ¿quién recuerda con exactitud lo que pensaba a los quince o a los dieciséis años? Yo no. Cierta gente, muy guays ellos, piensan que deben ser los jóvenes los que cambien el sistema, porque con esas edades se debe aspirar a cambiar el mundo (como lo prueba el hecho de que el poder económico sigue estando en manos de los mismos desde hace muchas décadas). Adolescente, de profesión: revolucionario. Y es aquí donde se demuestra la estupidez de los planteamientos de personas como la mencionada en Twitter. Poco, o nada, tiene que ver el proceso de cambio, de búsqueda de la persona y de la personalidad, de conseguir su espacio en el mundo que viven los adolescentes, con revoluciones políticas, ni zarandajas por el estilo. Lo que no quita que, entre los adolescentes, existan (y hayamos existido) una parte de ellos que se declarasen de izquierdas y quisieran cambiar las cosas.
Las personas que achacan a los adolescentes, a los jóvenes en general, estar parados, no tener ganas de cambiar el mundo, son las mismas, en su mayoría, que no cambiaron nada (vete tú a saber si lo intentaron) y que entiende la rebeldía del adolescente, generada por un proceso de crecimiento en todos los sentidos, como la rebeldía contra el sistema, ese sistema que los adultos que defienden esa idea vituperan, pero en el que viven con relativa comodidad. Se trata de traspasar las frustraciones propias a los jóvenes. No de ponerse en su lugar.
Algo parecido ocurre cuando insistimos en que niños de tres o cuatro años compartan juguetes, algunos con mucho valor sentimental, con niños recién conocidos. ¿El lector dejaría su coche nuevo a alguien que acaba de conocer? ¡Ah! ¿Qué el automóvil vale más dinero? Pero, a lo mejor, el juguete tiene tanto o más valor para el niño, pues se trata de su juguete favorito, lo que genera un valor sentimental, y eso no lo solemos ver.
Otro mantra muy extendido, sobre todo entre cierta tipo de gente, es el de que los niños no son malos, lo cual es verdad, por naturaleza (y por sociales tampoco). Sin embargo, ello no quita para que se puedan observar conductas que denotan egoísmo y que pueden llegar a ser violentas en algunos casos (la gran mayoría de los niños en alguna ocasión han pegado a otro por un objeto, por no escucharles, por no jugar con ellos...). No, los niños no pueden ser considerados como malos, tampoco como buenos, pero sí que tiene comportamientos encaminados a conseguir sus fines, a veces a cualquier precio, y eso, querido lector, viene de serie. No es la sociedad cuando crecemos la que nos empuja a ser buenos o malos, esos son los roles que adoptamos para sobrevivir, triunfar o lo que fuere. Todos , o la gran mayoría, tenemos un punto egoísta, abusón, manipulador... Precisamente, con el paso del tiempo nos vamos dando cuenta de ello, por lo general, y somos capaces de manejarlo y de mejorar. Sin embargo, al revés de lo que piensan los buenistas, debemos transmitirles que existen otras personas con las que compartir, que no se debe pegar para conseguir lo deseado... En el fondo, mal que le pese a cierta gente, los niños resultan muy parecidos a los alumnos, pero sin los frenos sociales que hacen que, la gran mayoría, no imponga su voluntad siempre que lo desee.
Capítulo aparte merece lo de la imaginación de los niños. Lo que cierta gente denomina imaginación no es otra cosa que la imposibilidad de los peques de ver el mundo de otra manera. La imaginación es un fenómeno por el cual se distingue la realidad de lo imaginado. En muchas ocasiones lo que el niño cuenta, en especial los más pequeños,  es su interpretación de la realidad.  No hay cara A y cara B, todo acaba convirtiéndose en uno. El animismo (dar vida a los objetos), por ejemplo, forma parte de su interpretación de la vida. Por tanto, de nuevo, lo que interpretamos de la vida de los pequeños lo hacemos desde nuestra perspectiva cognitiva, no desde las capacidades reales de los niños. Matar la imaginación de los niños resulta ser, en ciertos aspectos, no en todos, un proceso de maduración intelectual,  necesario para llegar a la edad adulta con perspectiva de éxito para poder ser autónomo en todas las competencias necesarias, o en la mayoría, para poder vivir en sociedad. De nuevo, pensando como adultos.
Creo que estos ejemplos ilustran con claridad a lo que me refiero cuando hablo de la imposibilidad de cierta gente de ponerse en el lugar del otro, del niño o del adolescente en este caso. Ciertas personas intentan recrear su jardín del Edén en otros, los más pequeños en este caso, pintando la realidad de otro color, el que le viene mejor en ese momento.
Tal vez sería mejor que nos dedicásemos a pensar sobre como piensan nuestros pequeños y ver que necesitan. Si queremos revoluciones, imaginación a cascoporro, buenismo y otras cuestiones similares, no se lo exijamos a los pequeños, pongámoslo nosotros en práctica. Tengo la certeza de que un buen modelo constituye la mejor manera de enseñar a ser y a vivir a aquellos que aún están creciendo y aprendiendo.
Un  saludo.

lunes, 21 de noviembre de 2016

RIQUEZA LÉXICA Y TAL.

Cuando me planteé esta entrada no sabía si realizar algo cómico o profundizar en el asunto con toda la seriedad y rigor posible. Como no me decidía decidí hacer una mezcla de ambas cosas que, espero, sea del gusto del lector.
Llevo bastante tiempo dando vueltas al asunto del lenguaje y cuantas más vueltas le doy más tengo la impresión de que el lenguaje se creó para usarlo de la forma más extraña posible, por lo menos por parte de algunos. No es mi caso. Yo con unas cien palabras, y un número similar de tacos, me voy apañando. Nos sé si refieren a esto cuando hablan de economía del lenguaje. Sin embargo, existen personas empeñadas en dar formas inverosímiles al lenguaje, con la finalidad de expresar cuestiones que con dos o tres palabras, o en mi caso con un taco, pueden decirse, obteniendo como resultado la comprensión absoluta del asunto por parte del receptor. La tendencia a utilizar eufemismos, circunloquios, barroquismos, hipérboles y otro tipo de artificios de similar envergadura persiguen enmascarar todo aquello que el emisor dice, buscando con ello desvirtuar la realidad a sabiendas, con la intencionalidad de esconder su pretensión subyacente. Como acaba de comprobar el lector, que acaba de leer una oración de cuatro líneas que se podía resumir de la siguiente manera: dicen un montón de bobadas para ocultar lo que quieren contar.
Puede ocurrir que el lector aún no sepa a lo que me refiero. No hay problema, con unos cuantos ejemplos creo que usted y yo estaremos en la misma sintonía.
Una de esa expresiones a las que me refiero es: "hacer pedagogía". Recuerdo que la primera vez que escuché esas dos palabras me encontraba haciendo unas patatas a la riojana y de la radio se deslizó: "Debemos hacer pedagogía". De repente supe que eso era lo mío. No puedo explicar porque extraño resorte mental asocié lo de hacer pedagogía con hacer recetas de cocina. Tal vez sea porque me encontraba dándole vidilla a unas patatas a la riojana o, tal vez, porque no tenía ni puñetera idea de a que se refería y como andaba liado con el pimentón y la cayena, lo terminé asociando.  A mi lo de hacer cosas en la cocina se me da bastante bien, y si, encima, lo que se debe hacer es pedagogía eso ya... Yo, un docente de pro, que me defiendo bien, e incluso un poco mejor, cocinando, ¡y encima cocinando pedagogía! ¡La hostia! Sin embargo, como la Pedagogía no resultaba un ingrediente conocido para mí apunté en mi privilegiada cabeza: "Buscar un tutorial en Youtube de Arguiñano, donde haga pedagogía, con o sin perejil. Procurar que el vídeo sea de las últimas temporadas, que cocina con menos grasa".
Bromas aparte, esa expresión, que sirve para decir: os voy a intentar convencer de que mi nueva idea, que resulta la contraria de la que defendía ayer, es la que tenéis que aceptar. Todo ello fundamentado en el argumento: porque a mí me sale de los cojones; oculta una concepción totalitaria de la Política, donde no cuenta la decisión del ciudadano, sino la del político profesional.
Reconozco que cuando pensaba en la realización de esta entrada me vino a la imagen la cabeza de Miquel Iceta gritando: "¡Rousseau, haz pedagogía! ¡Por Dios, haz pedagogía!". Para acto seguido, Rousseau ser desterrado de la lista de pedagogos famosos del mundo mundial.
Es más que posible que el lector tenga más que suficiente con este ejemplo para comprender a lo que me refiero, pero el lector, la gran mayoría de ellos, no conocen lo pesado que puedo llegar a ser cuando abordo algún tema e intento que alguien lo comprenda, por lo que voy a ilustrar a todos ustedes con dos o tres ejemplos más.
En los últimos tiempos se ha puesto de moda el concepto pobreza energética y uno, que de natural resulta curioso, ha buscado en Internet el antónimo de pobreza energética y, ¡oh desilusión!, no ha encontrada nada. Esperaba encontrar riqueza energética o acaparamiento energético, pero no. Cuando se trata de cosas de ricos no hay apellido que valga. Bueno sí, para ser rico los apellidos pueden contar mucho, pero no existen palabras que acompañen a la riqueza para saber si son ricos en ropa, energía, alimentos o anillos de colorao.
Yo una vez conocí a un pobre y me dirigí a él para indagar sobre el tipo de pobreza que le caracterizaba.
- ¡Oiga, señor pobre! -le dije-. ¿Usted puede ser catalogado como pobre energético?
- Pues no lo sé, -me respondió él-.  Lo que si puedo afirmar es que usted es un tonto de los cojones.
- ¿Acaso no he acertado con el tipo de pobreza del que es usted portador? - volví a preguntaR-. ¿Se trata usted de un pobre alimentario o, a lo mejor, de un pobre de indumentaria?
- En realidad, soy un pobre hombre que en vez de dar una patada en los huevos a un snob como usted, para que me deje en paz, me dedico a escuchar sus estupideces con infinita paciencia - dijo con cierto tono de indignación, que me pareció fruto de su confusión sobre el tipo de pobreza que representaba.
No creo necesario seguir describiendo la escena, ni el bofetón que me llevé tras la quinta o sexta pregunta que realicé. El lector ya tendrá una composición del asunto bastante certera.
Sin embargo, no me gustaría terminar de abordar este aspecto sin incidir en la gran cantidad de léxico, en su riqueza, para tratar sobre la pobreza.
Vamos a abordar otro tema más liviano, al menos desde mi punto de vista, el de ellos y ellas, ciudadanos y ciudadanas, fiscales y fiscalas, gilipollos y gilipollas. Existe un movimiento, parece que imparable, al menos hasta que se le acaben las pilas, sobre el uso correcto del idioma en función del género. Me parece bien respetar a todo el mundo, pero yo no creo que lo importante sea el género, sino el respeto que la gente, sin distinción del tamaño de la verga o de la profundidad del coño, se merece. En este asunto el tamaño tampoco importa (eso es lo que me gusta decir a mí cuando conozco a alguna mujer. Lo importante es la persona; suele ser el remate a la primera frase.).
Yo en este asunto me baso en una experiencia real (aunque pueda sonar absurdo lo que van a leer ocurrió) y no utilizo el género para dirigirme a alguien. Mi estrategia se basa en usar el número, siempre el singular. Veamos por qué.
Cuando yo estudié Educación Secundaria opté por la asignatura de Latín. Durante tres años una profesora anciana, de escasa estatura, pero con mucho carácter, se encargó de que conociésemos a Julio César, al que todos estábamos seguros de que había conocido en persona, Séneca y demás tropa que escribía declinando. La magister/magistri (sé que sobra el artículo) solía preguntar todos los días a, más o menos, la mitad de los alumnos de la clase. Bien sobre una traducción, la declinación de un verbo, un sustantivo, etc. Hete aquí que un día le tocó en suerte a una compañera destripar todas las posibilidades de un adjetivo. La pobre chica, con expresión de pánico, se encontró con la putada de que existían tres géneros. Mal que bien, el masculino y el femenino, con cierta ayuda de la docente,  los pudo solucionar, pero no esperaba que existiese un tercer género. Su escaso temple había llegado hasta allí y se produjo el inevitable bloqueo. La docta profesora de Latín no cejó en su empeño por ayudar a la nerviosa adolescente en su misión de completar la declinación y dijo algo como esto: "Existen tres género: masculino, femenino y....". Todo parecía indicar que el asunto se iba a solucionar de la mejor manera posible, pero el pánico escénico estaba ahí, porque declinar tres géneros con Doña ... eran molto longo (que diría Juanito). La chiquilla, en un acto defensivo, sólo acertó a decir: "Singular". Obvio decir el regocijo malsano que cundió en toda la clase y azoramiento de quien formuló dicho palabra, ante la reacción generalizada de quienes ella creía sus camaradas.
Desde hace unos años yo sigo el ejemplo de mi excompañera, cada vez que tengo que dirigirme a alguien que no conozco, siempre lo hago en singular, y así sé que no existe posibilidad de error. Así, cuando sustituyo a algún compañero y en la clase hay alumnos cuyo nombre desconozco, me dirijo a ellos de la siguiente manera: "¡A ver, singular! Qué deberes tenemos para hoy."
 Hace bien poco viví otra situación que puede ilustrar a la perfección el uso de la palabra singular. Conversando con una amiga de toda la vida dije: "¡Pufff! Me encantó que me presentases a singular. No se lo digas, pero tiene un polvazo."
El hecho de llamar singular a personas llama la atención de quienes me rodean y no suele ser infrecuente que me pregunten por qué me utilizo la palabra singular; mi contestación resulta invariable: "El respeto no depende de una a o de una o. El respeto se demuestra con los actos y, en ciertas ocasiones, se pierde con los mismos".
Otra de las expresiones que me hace gracia, y me da por saco a partes iguales, es la de que se trata de algo transversal. Uno, cuando escuchó por primera vez esa expresión, la trasladó a esos maravillosos bollos rellenos de chocolate, que comía en el recreo. Pensé que deberían tener ese relleno de manera transversal, no sólo en poco más de la mitad del mismo. Se imaginan: toda una generación de obesos gracias a la transversalidad del relleno de chocolate. ¡Un desastre transversal, que no integral!
En realidad, parece ser que cuando algún ser humano habla de que algo debe ser transversal se refiere a que debe estar presente en todo momento. Por ejemplo: Antonio García Ferreras, y su programa en La Sexta, es transversal a todo acto político de cierta relevancia que ocurra en España, y también un poco pesado a partir de la novena hora de programa.
Como imagino que ustedes se preguntan, yo también me he cuestionado cómo se sabe con certeza cuando algo es transversal. Tras dar muchas vueltas he encontrado la solución a tan profunda pregunta. A saber:
Para constatar que algo puede considerarse transversal resulta imprescindible que también se caracterice por ser longitudinal en toda su extensión. Lo que se puede comprobar realizando cortes sagitales sobre un cuerpo de manera aleatoria. No debemos descartar vislumbrar desde un plano cenital lo que ocurre en la parte superior, para poder tener constancia fehaciente de que se trata de algo transversal en su totalidad.
Pero usted y yo, en confianza, sabemos que cuando alguien se refiere a una idea, un valor, o algo similar que resulta transversal, en realidad nos están diciendo: debes pensar y actuar como yo deseo, porque de otra forma la has cagado y lo de la subvención te empieza a quedar lejos. O dicho de otra manera. ¡Rousseau, haz pedagogía! ¡Por dios, haz pedagogía!
Andaba dando vueltas a poner algunos ejemplos más de distorsión interesada, e interesante, del lenguaje, pero me acabo de dar cuenta de que he agotado todo mi vocabulario y no podría escribir otra idea sin repetir palabras y como apenas he usado palabrotas, vamos a dejar aquí el tema, para intentar quedar lo mejor posible. Eso sí, recuerden siempre que deben utilizar el lenguaje para transmitir mensajes de manera directa e inteligible, huyendo de hacerlo de forma simulada y en diferido.
Un saludo.

viernes, 18 de noviembre de 2016

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (17-XI-2016)

Desconozco si se me puede calificar como buen o mal docente, o como uno del montón. Sí que tengo la percepción de que en el último año y poco he adquirido algo que me ha alejado del profesional que era: una mayor paciencia. Creo que poseo unos conocimientos teóricos buenos sobre mi profesión, pero ahora sé que eso no sirve para mucho si no tienes la pausa necesaria para paladear tu trabajo y dar tiempo a que las cosas sucedan. He tomado conciencia de que, a pesar de los conocimientos, mi trabajo ha sido mejorable. Cierta pausa en uno mismo y en la forma de hacer y enseñar a hacer supone una mejora infinita en uno y en el entorno. En el fondo, imagino, forma parte del aprendizaje que como docente debe llegar en algún momento. Interpretar con meridiana claridad lo que ocurre no significa que sepas responder de manera adecuada a las necesidades. Me encuentro feliz, porque creo que he encontrado un camino en el que me siento a gusto conmigo y con la profesión que me da de comer. Al menos esto ocurre cuando me dejan recorrer el camino a mi manera.
Estoy viviendo el tema de la hiperactividad muy de cerca. Considero que esta moda del TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) hace un daño tremendo a los niños, algunos bastante pequeños, que se han convertido en el eslabón más débil, y machacado de esta cruel moda. La sobremedicación, en ocasiones por y para comodidad de padres y docentes, resulta una lacra en nuestra sociedad. Niños que desde muy pequeños toman pirulas para no dar guerra, que, en muchas ocasiones, no tiene nada que ver con ayudar a los niños tener una vida normal. Me gustaría que muchos de los médicos, representantes de laboratorios y demás gente que han hecho de este asunto su modus vivendi tuvieran ocasión de ver lo que yo he presenciado en alguna ocasión: niños ausentes, babeando, incapaces de articular palabra o, de repente, alterándose y calmándose sin mayor explicación. Niños sin alma. Sé que algunos casos, pocos, la medicación, unida a terapias de tipo cognitivo-conductual pueden ayudar a ciertos chavales, pero, en general, se hace un abuso de sustancias psicotrópicas en niños que sólo tienen la mala suerte de ser muy movidos.
Recuerdo que cuando me quejaba de lo movido que era, y es, mi hijo, mis padres me respondían que cuando yo era pequeño debían ponerse cada uno en una salida del parque, para que no hiciese excursiones a la carretera, con riesgo de acabar bajo las ruedas de un coche o del autobús urbano que allí paraba. Estaba hecho de "rabos de lagartija", según ellos. No necesité nunca tomar pastillas ni zarandajas por el estilo para terminar mis estudios universitarios, aprobar una oposición y otras cosas que se supone puede hacer una persona adulta, como escribir este blog.
Escucho a personas quejarse de la LOMCE, ley mala donde las haya, porcosas absurdas. Me llama en especial la atención cuando leo o escucho a personas que, a buen seguro, no se han leído la ley y que se quejan de que sin Filosofía los alumnos no aprenden a pensar de manera crítica. Parece claro que esta buena gente, desinformada y sin ganas de informarse, no ha caído en la cuenta de que la forma de pensar de un individuo no se adquiere por trabajar tal o cual asignatura. No puede evitar cuando escribo estas líneas de esto.



En realidad es un proceso, en el que sedebe enseñar a cuestionar las verdades establecidas, pudiendo llegar a aceptar algunas de ellas si el individuo, tras una reflexión, así lo considera. Esto no se aprende en una asignatura, se aprende practicando, analizando, reflexionando, enjuiciando, equivocándose, acertando... Un proceso largo y complejo, en el que el alumno debe ser guiado. 
Enseñar a pensar se debe hacer desde los tres años, en función de las posibilidades del alumno en ese momento, y no unas horas a la semana en un curso terminal de la Educación Secundaria.
Por otra parte, parece oportuno criticar esta ley, como las anteriores, por poner una buena parte de su afán, la más importante, en preparar al alumno para ser un trabajador, un robot productivo. Desde mi punto de vista, ese aspecto sí resulta criticable.

martes, 15 de noviembre de 2016

SIMBIOSIS

Reconozco que ella me parecía una persona desagradable. Su carácter hosco, sus contestaciones, por lo general tajantes. El escaso tacto hacia su interlocutor y, por qué no decirlo, un rostro poco agraciado (que no hubiese desentonado en la cara de una bruja de esas que se recrean en el  típico cuento infantil), contribuían a generar en mí esa impresión. Debo decir en descargo mío, si es que fuese necesario, que esta percepción negativa sobre su carácter, resultaba compartida por todas las personas que formábamos ese pequeño entorno en el que nos movíamos. Sobre su físico desconozco la opinión de esa misma gente con la convergía en el asunto anterior. Aunque intuyo que al menos a una persona no le debía resultar tan poco atractivo como a mí, pues han acabado estableciendo una relación que va más allá de la que tenían en un principio. Para ser más preciso, debería anteponer el adverbio bastante a la palabra más.
Pero no nos precipitemos anticipando cuestiones, que el lector sólo deberá conocer al final del relato. 
Todo comenzó en el trabajo, como otras muchas cuestiones de este tipo. Un hombre. Una mujer. Ambos sin compromisos conocidos.Todo ello aderezado con un ingrediente básico en estos casos: el paso del tiempo... Incluso, por qué no escribirlo, la necesidad. Nada nuevo bajo el sol; aunque, como toda historia, con sus matices, que dan a cada relación unos atributos únicos y que, sin duda alguna, conforman su esencia. 
Ella, Elisa, sí se debió fijar en él de inmediato. Él, Julián, no sintió ningún tipo de afecto especial por ella en mucho tiempo. Si decimos que él se sentía inclinado a compartir su tiempo con personas de su mismo sexo tampoco contaríamos una mentira.
Elisa, una mujer sin apenas estudios, que desde bien joven hubo de ganarse la vida con el sudor de su frente. Cuando naces la primera en una familia numerosa con pocos posibles pareces encontrarte abocada a sobrevivir desde bien joven y a encontrar un trabajo estable y bien remunerado, al menos en función de la formación adquirida, supone una suerte en la vida.
Julián, hijo único de una familia acomodada, no tuvo problema alguno para continuar en el sistema educativo hasta que alcanzó una titulación universitaria. A nadie se le escapa que nacer en este tipo de entornos acomodados, en el que el sistema le brinda lo necesario para cumplir con todos los requerimientos sociales,  resulta una gran ventaja. A pesar de ciertas servidumbres, como la rígida moral tradicional, que mamó desde el primer momento nuestro protagonista. Cuestión que, a fuer de ser sincero, supo ocultar muy bien o, de manera directa, desterró de su existencia.
Nada parecía predestinar a ambas personas a enlazar sus existencias, pero el amor, el dinero y algo que aún hoy desconozco, contribuyeron a ello.
A nadie se le escapa en el trabajo que el carácter hosco de Elisa cambiaba cada vez que Julián se dirigía a ella. La transformación, a veces llegué a observar una sonrisa franca en su rostro, se debía, con total seguridad, a la fuerza con que bombeaba el corazón de ella. Si a ello añadimos los modos suaves de él cada vez que se dirigía a cualquier persona, no resulta difícil imaginarse la situación.
Un día, no recuerdo cuando con exactitud, un compañero, que, cosa curiosa, no destacaba por dedicarse a husmear en las vidas ajenas, me contó que ambos vivían juntos. En un primer momento me pareció una broma poco elaborada; pero, ante la insistencia de él, y tras observar que ambos abandonaban juntos la empresa, me plantee en serio dicha posibilidad.
No hizo falta que le diese muchas vueltas al asunto, otra compañera, una de las personas a las que puedo considerar amigos entre mis compañeros de trabajo, momentos después de presenciar esta escena, me confirmo lo que parecía ser un secreto a voces, que sólo yo desconocía.
Como dije, Elisa y Julián se convirtieron en pareja de improviso o, al menos, esa impresión tuve yo. Con el paso del tiempo supe que todo había sido muy distinto a lo que yo percibí en un principio. Los padres de Julián, ya bastante ancianos, deseaban ver a su hijo comprometido y, como consecuencia de ello, padre de algún pequeño, que les asegurase la descendencia. La moral tradicional de los frustrados abuelos les llevó a amenazar a su hijo con desheredarlo (o con dejar lo mínimo establecido por la ley), si no acababa compartiendo su vida con una mujer. No querían más amigos, de esos con los que se iba a pasar fines de semana y vacaciones a lugares extraños y, casi siempre, muy alejados.
Lo que pareció un intento desesperado de los padres de él por conocer una nueva generación de descendientes, acabó convirtiéndose en un órdago en toda regla. La amenaza acabó haciéndose real, negro sobre blanco, en el despacho de un notario, que no dudó en leer al desconcertado hijo las clausulas que el testamento de ambos recogía. Heredaría a cambio de formar una familia o, al menos, de intentarlo, pues el matrimonio se convertía en condición indispensable para recibir todo aquello que sus progenitores habían acumulado durante su vida.
Parece que, tras el impacto inicial que le generó la retahíla de condiciones desgranadas por el notario, Julián tuvo la, en principio, descabellada idea de proponer a una mujer que simulase una relación sentimental estable con él. La cuestión, una más de las que se planteó para solucionar la cuestión que se le acaba de presentar, no le pareció ni mejor ni peor que otras. Quedó ahí, enredada de manera sutil entre las diferentes opciones que su febril mente iba pergeñando.
Tras todo proceso de siembra llega el de recogida y el resultado de la cosecha se redujo a la opción que antes he expuesto: hablar con alguna persona del género femenino para convencerla de que le ayudase a representar una obra teatral de duración imprecisa.
Una vez tomada la decisión faltaba buscar a la protagonista femenina, que como ya he contado, resultó ser Elisa. Se decidió por ella siguiendo dos criterios que consideraba complementarios y que, en cierta medida, le ayudaban, al menos uno de ellos, a aliviar su moral. El primer criterio se basaba en la facilidad: sabía que ella estaba enamorada de él, por lo que esperaba que aceptase con mayor facilidad que cualquier otra la proposición. Pero también consideraba que de esta manera ella podría conseguir uno de sus anhelos: pasar más tiempo junto a él (los sentimientos de ella no le resultaban un secreto a Julián, ni a nadie al que le funcionase el sentido de la vista o el de la audición). Si no podía considerarse una relación de amor, sí se podía hablar de una especie de unión simbiótica, de la que ambos saldrían beneficiados.
Desde el momento en que la idea se erigió en ganadora, hasta el instante en que de los labios de Julián salieron las palabras que dieron forma a la propuesta, que de manera inmediata aceptó la receptora, él pasó un auténtico calvario. Las dudas sobre el resultado de proponer aquella idea a su compañera. La sensación de aprovecharse de los sentimientos de ella. La deshonestidad hacia sus padres, motivada por la avaricia... Todo ello le generaba conflictos internos, que, en ocasiones, le llevaba a verse a sí mismo como un ser despreciable, sin otra moral que la que se sustentaba en lo económico.
Por fortuna, como dije con anterioridad, las expectativas más optimistas respecto a su plan se cumplieron. En unos pocos días Elisa y él, Julián, el soltero sempiterno, al que sólo se le conocían amigos, hicieron público su nuevo estado. O, al menos, hicieron público aquello que convenía a los intereses de la parte masculina de la pareja.
Igual de sorprendente, o aún más, resulta la diligencia que tuvieron para compartir sus vidas en un piso, el de Julián. Este hecho me llevo a perder una cantidad de dinero de tres cifras, que en las centenas tenía un número superior al cinco. En el trabajo hicimos una porra sobre la duración de la relación y no resulta difícil adivinar quien era  uno de los que no confiaban en absoluto en dicha unión.
Según supe después, los padres de Julián compartían mi opinión sobre la relación y empujaron, a su manera, a que la que esperaban futura madre de sus nietos no desapareciese de la vida de su vástago. Un nueva visita al notario, con el objetivo de precisar determinadas cuestiones del testamento, contribuyó sobremanera a agilizar el proceso de convivencia de la casi recién formada pareja.
Poco les duró la alegría a los ancianos. En un intervalo inferior al año y medio ambos fallecieron. La madre, que murió ocho meses después que su marido, se murió con las ganas de conocer a un nieto, que, por otra parte, jamás llegó.
De nuevo las apuestas aparecieron en el trabajo y, de nuevo, parte de mi retribución mensual pasó a manos de otro compañero; y, de nuevo, el mismo error: considerar que la fecha de caducidad de esa relación se encontraba a la vuelta de la esquina. Para sorpresa de propios y extraños ambos siguen juntos aún, ocho años después de tomar la decisión de compartir sus vidas. Siguen compartiendo vivienda, trabajo, horas del día, semanas, meses del calendario y años. Parece que en lo que en principio nació como una relación de conveniencia se convirtió en algo más, que satisface las necesidad de ambos. Lo único que no comparten es a Luis Alberto, el amigo de Julián, con el que cada mes necesita pasar un fin de semana lejos de su ciudad y de ella. Pero eso no le importa a Elisa, que sigue enamorada de Julián como el primer día.

domingo, 13 de noviembre de 2016

ESCUCHAD, ANTES DE QUE SEA TARDE

"Nadie escucha ya. No puedo hablar a las paredes,
porque están chillándome a mí...
Sólo quiero que alguien oiga lo que tengo que decir.
Y, quizá, si hablo lo suficiente,
diga algo con sentido".

Ray Bradbury


Imagino que a fecha de hoy nadie desconoce que Donald Trump ha sido elegido por los estadounidenses para sustituir a Barack Obama. Parece ser que el resultado ha sorprendido a propios y extraños, que veían en Hillary Clinton a la sucesora, casi natural, del primer presidente no blanco del país norteamericano. Un tipo de color, una mujer, parece que todo cuadraba en este mundo ideal de igualdades para todos que los medios, desde la corrección política, nos muestran una y otra vez.
Así, a vuelapluma, uno se pregunta por qué nadie se cuestiona que la minoría mayoritaria de ese país, la hispana, no tenga un candidato para acceder a la presidencia. Teniendo en cuenta que los hispanos que habitan EE.UU. suponen más del 16%, sin contar los 30 millones de personas de origen mejicano, uno no entiende como nadie se subleva, y más en España, por este hecho (la población negra del país americano se situa en torno al 12%).
Comentarios absurdos, o no, aparte, me gustaría abordar el asunto con un poco de profundidad y con algunos datos que, por supuesto, no suelen aparecer en los medios.
Mi postura ante Donald Trump es de frontal oposición a lo que representa, o a casi todo lo que representa. Pero también debo dejar constancia de que Hillary Clinton me genera un rechazo similar o mayor. Entre otras cosas porque la postura de la la candidata demócrata es seguir prendiendo la mecha Siria.

http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-37686006

Sí, querido lector, la misma que propone acoger refugiados sirios los genera. Algún día hablaré sobre el asunto sirio, pero adelantar que los "rebeldes" que intentaron levantar el cerco que las tropas de Bashar al-Ásad han puesto a Alepo, en manos de Estado Islámico, pertenecen a un grupo que es la representación de Al Qaeda en Siria, grupo que contaba con el asesoramiento y apoyo de EE.UU.

http://www.elconfidencial.com/mundo/2016-10-12/guerra-siria-al-qaeda-estado-islamico-assad-rebeldes-siria-rusia_1273662/

Por otra parte, no cabe duda de que Hillary era la favorita de los poderes económicos por algo. Tal vez porque lo importante sea decir una cosa y hacer otra, que, casualidades, favorece a los grandes intereses (cuestión en la que no se diferencia de Trump).

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/10/11/actualidad/1476215767_085445.html

Como he dicho el multimillonario no me genera simpatía alguna, pero ha conseguido generar cierta afinidad con el número suficiente de estadounidenses, lo que le ha permitido ganar los comicios en los que se dilucidaba la presidencia. Según los expertos lo ha hecho porque la gente es tonta y el populismo es una fórmula infalible.
En ese momento parece oportuno abordar el tema del populismo, para avanzar hacia una mejor comprensión del asunto. Parece que el populismo consiste en prometer por parte de los políticos algo que sabe que no va a poder cumplirse, como hizo el Partido Popular en 2011 en España o como hizo Francois Hollande en Francia, por poner un plan de ejemplos cercanos en el espacio y el tiempo. Sin embargo, parece que este término se aplica a aquellos tipos o grupos que irrumpen en el panorama político surgiendo desde la nada y recogiendo el descontento de los votantes. En otras palabras: el populismo se identifica con un mensaje que promete lo que los grupos políticos al uso no prometen. En el fondo, se trata de dar a los ciudadanos un mensaje de esperanza en el futuro de ellos y de los suyos.
Aunque no crea en los mensajes de esperanza que unos y otros lanzan, intentan hacer algo: dar la impresión de que les preocupan los problemas reales de los votantes. Aquí radica la diferencia. Si uno escucha a los medios de comunicación al uso, la gran mayoría, los votantes de Trump, de la extrema derecha europea e incluso de Podemos, son poco menos que unos iletrados, que, en muchos casos, representan lo más retrógrado de la sociedad. De una sociedad que no da respuesta a sus necesidades, pero eso poco parece interesar. No parece descabellado pensar que el triunfo en Winsconsin, Pensilvania y Michigan, estado industriales en horas bajas, del multimillonario se deba a que se ha pateado estos estados y que se ha preocupado por la situación de los trabajadores, o parados, de estos lugares, prometiéndoles que todo va a cambiar.

http://www.rtve.es/noticias/20161109/obreros-del-cinturon-del-oxido-jubilados-florida-aupan-trump-casa-blanca/1439801.shtml

Le voy a proponer un ejercicio de dramatización al lector. Le invito a que se meta en el papel de un hombre, o mujer (según esas encuestas y estudios que tanto fallan, casi la mitad de las mujeres blancas que votaron lo hicieron por Trump), pongamos que de color blanco, al que las cosas le iban bastante bien en lo económico, teniendo cubiertas las necesidades básicas de manera holgada, tanto las propias como las de los suyos. Se cierra el telón. Vuelve a abrirse el telón y la crisis, la gran estafa neoliberal, ha hecho acto de presencia y su cómoda situación ha trocado en una situación de incertidumbre, en la que ha perdido poder económico, bastante, y el paro y los aprietos económicos ya no resultan un os desconocidos en su hogar. Los que deberían intentar cambiar su vida se dedican a hablar de minorías y de otras cuestiones similares, sin preocuparse de manera específica de su situación y de la de los suyos. Vuelve a descender el telón. El guión del tercer acto se lo dejo a usted, amable lector; sólo le ruego que se ponga en la piel del protagonista.
No sólo eso, los partidos, y sus medios afines, en vez de preocuparse por los problemas, reales, muy reales, de estos votantes, se dedican a denigrarlos, a llamar fanáticos. ¡Curioso! En vez de buscar representar a los ciudadanos, de meterse en su piel y buscar fórmulas para arreglar sus problemas, se dedican a pensar que se trata de una panda de iletrados, fanáticos que, no hace mucho, votaban por Obama.
No comparto el programa energético de Trump, potenciando las energías fósiles y lo nuclear. No puedo estar más en contra de la estupidez del muro, ni del programa de deportaciones que parece ha propuesto hoy mismo. Repruebo su ideología conservadora en lo social. Pero, por ejemplo, la distensión que busca con Rusia parece crucial. En los últimos años Rusia ha iniciado un rearme que, por ejemplo, le ha llevado a tener el mejor carro de combate del momento, el Armata, o crear un megamisil nuclear con una capacidad de destrucción inimaginable y, en breve, un caza de quinta generación. La lucha que existe en Irak, Siria, el rearme en los países bálticos o Polonia, son fruto de los roces continuos entre EE.UU. y Rusia, y, en ese sentido, parece que Trump no quiere seguir tensando la cuerda. Más bien, al contrario.
Cuestión aparte merece el asunto de la campaña mediática a favor de Hillary Clinton, una profesional de la política, a la que incluso se la revistió de la aureola feminista: la primera mujer que podía llegar a ser presidente de EE.UU. La misma que asistió en directo a la ejecución de Ben Laden, y que, entre otras bondades, pretende alargar una guerra. Parece que este tipo de campañas, que tan bien funcionaban con antelación (recuerde el lector, como ejemplo, el referéndum sobre la OTAN en nuestro país), ya no tienen el mismo efecto en un tiempo de crisis generalizada. Lo que antes se votaba con una pinza en la nariz, ya no se hace. Tal vez, porque muchos votantes no tengan dinero ni para comprarse una pinza. Medios de comunicación, políticos del aparato, intelectuales (o lo que sean) defendiendo a una persona que ha navegado durante décadas en un sistema que no funciona, formando parte del mismo. Pero nada vale, como tampoco ocurrió con el Brexit, cuando los que han creado el problema venden humo (populismo), humo ya gastado y conocido.
Resulta probable que el verdadero rival de Trump hubiese sido Bernie Sanders, porque proponía algo que podía variar la vida de los ciudadanos; pero los mismos poderes mediáticos, los mismos politicos, los mismos intelectuales, o casi todos ellos, apoyaban a la Clinton, con el grandísimo argumento: No cae bien a los votantes, pero del mal el menos. Profundidad intelectual donde la haya. El objetivo era no cambiar nada, ni tan siquiera las caras de quienes ocupasen la Casa Blanca.
Me gustaría concluir manifestando mi gran temor: Me asusta que Donald Trump se salte a la torera todos los procedimientos que conforman la democracia, o lo que sea esto que padecemos. No respetar los procedimientos, convertirse en autócrata y, si lo hace, espero que acabe con sus huesos en la cárcel. Los cambios se han de hacer sin saltarse la legalidad vigente, pudiéndola cambiar, pero no pisotearla. Si esto ocurriese el camino hacia una cierta forma de dictadura estaría abierto y me preocupa. Me preocupa mucho.
Tengo la impresión de que se podrían contar muchas más cosas, pero creo que la entrada ya resulta bastante larga y no deseo aburrir al sufrido lector.
Un saludo. 

miércoles, 9 de noviembre de 2016

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑON (9-XI-2016)

Cada vez encuentro un mayor número de contrasentidos en este mundo de la Educación. Creo que me ocurre lo mismo con la vida, por lo que no me parece nada preocupante. Sólo envejezco y miro con más detenimiento. Nada grave.
Comencé un curso que, por problemas de salud, unido a su corta duración, me fue imposible concluir. No pude evitar sentirme un poco, bastante, descolocado cuando la persona encargada de impartir la actividad formativa insistía en que debíamos reciclarnos para atender a las necesidades de los alumnos, para, acto seguido, asegurar que los alumnos de Educación Secundaria pueden ser considerados, parece que todos, como una pandilla de adolescentes indolentes e incapaces de realizar por sí mismos actos referentes a su vida diaria. Por fortuna alguien, con más edad que quien defendía esas posturas, corrigió esa percepción de quien se responsabilizaba de la formación. 
Muchas veces nos falla la capacidad de ponerse en el lugar del otro, del alumno, para saber qué piensa o que necesita. No se trata, lo siento buenistas, de darles todo aquello que deseen, sería un error; el objetivo es buscar un punto de confluencia, que, a veces, sólo es sentirse escuchado, para conseguir nuestros objetivos. La responsabilidad del docente pivota sobre la consecución de unos aprendizajes por parte del alumno, pero esto se puede hacer de muchas maneras. Si nos limitamos a presentarnos como meros transmisores de unos contenidos, como forma de perpetuar y/o mejorar, la sociedad, considero que fracasamos en la transmisión de otros aprendizajes, de difícil evaluación, pero aún más importantes: la capacidad de mirar en el otro, de escuchar, de comprender y, a veces, de mostrar que uno no siempre consigue sus pretensiones. En el fondo, y en la superficie, esto constituye la base de la sociedad. Nadie puede vivir sin sentirse escuchado, respetado, en cierta forma querido. Y, tal vez, predicando nosotros con el ejemplo en nuestro trabajo, les estamos mostrando a los críos como se debe hacer. Este tipo de aprendizajes, como todos los de tipo social, se adquieren. No deberíamos olvidarlo.
Por cierto, me encanta chocar la mano con los alumnos (algunas compañeras lo han adoptado), poner caras raras, hacer un poco el payaso (quienes me conocen saben que lo soy un mucho), pero, todo ello, intentando hacer comprender al alumno que cuando se ha de trabajar deben poner los cinco sentidos en ello. Existe un tiempo para reír y otro para esforzarse, que pueden intercarlarse. Esto también es un aprendizaje social.
En estos últimos meses, no voy a contar la causa, he perfilado con mucha exactitud una certeza que poseía desde hace años. No albergo duda alguna sobe la capacidad innata de aprender de los chavales, la gran mayoría resultan unas esponjas intelectuales (como sabrá cualquier padre), aprendiendo, incluso, aunque las circunstancias no resulten las más favorables. De hecho, creo que existen casos de chavales que aprenden a pesar de los docentes que les ha tocado en suerte (existe la posibilidad de que a mí también pueda incluir en este grupo de docentes).
Todo ello me lleva a pensar que no importa tanto el revestimento como el fondo. No resulta infrecuente que compañeros exhiban ante el resto de tropa el proyecto tan maravilloso que desarrollan, o han desarrollado, con su grupo de alumnos. En alguna ocasión he quedado encandilado por lo trabajado y por el planteamiento del compañero, admirando su labor y su capacidad. Pero, en muchos casos, considero que aquello que se muestra no responde al interés del alumno, y sí al del docente por hacerse notar. Poco, o nada, importan los contenidos y su conexión con los conocimientos previos, su funcionalidad o su significatividad. Los resultados finales, no el proceso, parecen vestir el armazón del trabajo realizado, a veces absurdo y descontextualizado.
Uno, que eligió trabajar con aquellos que tienen problemas para aprender por sí mismos, siente impotencia cuando observa como se desperdicia el caudal de aprendizaje en fruslerías y fuegos de artificio.

domingo, 6 de noviembre de 2016

IDIOTARIO (LXXX)

Arden las redes sociales: lo que ocurre cuando alguien entra en Twitter utilizando un teléfono móvil Samsung Galaxy Note 7.


DIU:  ordenar a alguien , a gritos, decir la última vocal, como medida para evitar un posible embarazo.



Faquir: persona a la que nunca le han metido una clavada.


Flauta: instrumento de viento, que consiste en un tubo hueco con unos orificios que acaban en una boquilla por donde se sopla. 


Instrumento de viento: fabada.


Pato Donald: personaje de Disney. Se trata de un, pato blanco antropomorfo que viste camisa de marinero y gorro. A pesar de intentar ver todo desde una perspectiva positiva, sus enfados son frecuentes, cuestión esta última que ha heredado su descendiente más famoso: Donald Trump.


Pueblo con encanto: población con pocos habitantes, que durante los períodos vacacionales y los fines de semana rebosa de gente foránea, que compran encantados todo lo que les venden en las tiendas de souvenirs de dichas localidades.


Salinas: yacimientos de sal. que durante el mes de julio fallan los goles más fáciles.


Trabalenguas: síntoma de que alguien se encuentra en el punto intermedio del proceso que va de estar sobrio a estar ebrio. Esta fase se sitúa entre el contento y el: ¡vaya mierda que lleva! No puede ni hablar.

jueves, 3 de noviembre de 2016

LEGO

TOMAR PRESTADO TU ÚTERO
PARA MORAR EN ÉL,
 DELINEANDO EL ALBA
DE LA JORNADA AÚN POR DECIDIR
DENTRO DE TU ESENCIA




PERDERSE EN LA INCONSCIENCIA
DE LA IMPROVISACIÓN.
MAÑANA ARAÑANDO SENDAS,
NOCHE DE OTRA VIDA
EN LOCALES ROTOS POR UN QUEJÍO
RASGANDO EL AIRE,
O POR UNA LUZ DE COLOR JAZZ:
DOMINGO.
MAÑANA PESARÁ EL RELOJ
BASTARÁ CON IDEAR 
LO PRÓXIMO




RESULTA AVENTURADO DECIDIR,
UNA PIRUETA CONSTRUIDA EN EL DESEQUILIBRIO.
NECESIDAD DIASTÓLICA
OPUESTA A LA PRECAUCIÓN SISTÓLICA,
ESCUCHANDO, ESPERANDO
 EL RUMOR ENFEBRECIDO ADECUADO




SE APILAN MIL OBLIGACIONES
A CUMPLIR ENTRE EL DESEO Y EL DESEO
MIL UNA, AMBOS.
UNA CAMA, UNA HABITACIÓN, 
UNA CALLE, UN BARRIO, UNA CIUDAD
UN MUNDO POR PASEAR Y RECREAR.




OJOS DE SONRISA,
¿PARA QUÉ MÁS?





UNA EXPLICACIÓN, BUSCAR EN LAS PUPILAS
UNA EXCUSA, PERDER LA ROPA.
SOLAPAR LAS GANAS DE COMPARTIR
SOBRAN MÁS PRETENSIONES,
¿HAS VISITADO HOY SUS PALABRAS?
LAS RECITO SIEMPRE,
CONTESTA, 
MIENTRAS ESCUCHA SUS FRASES 
EN OTROS LABIOS.
DESTERRAR LA INDIFERENCIA,
EL ÚNICO PECADO.




FRANQUEARNOS, 
PARA ENVIARNOS LO MÁS LEJOS POSIBLE:
UNA MICRA.

martes, 1 de noviembre de 2016

RELIGIONES PARA TODOS

Como ya habrá podido observar el lector habitual, una de las preocupaciones que tengo en estos últimos tiempos es la de las ideas preestablecidas y la necesidad de muchas personas de identificarse con un grupo, por lo general ideológico, para hacerse valer, o para sentirse reconocido, bien por los demás, bien por uno mismo. No voy a martirizar, aún más, al amable lector con largas disquisiciones sobre el asunto, estimo mucho su paciencia y compañía, remota, pero compañía, en esta bitácora. Por ello voy a escribir menos que de costumbre, culminando la página con un corto de animación, que reflejará con precisión lo que de manera torpe intentaré transmitir.
En estos días convulsos de atentados en nombre de dioses y de guerras fundamentadas en la verdadera fe, no resulta difícil oír hablar de que aquellos que matan en nombre de tal o cual deidad no siguen la palabra del mismo. Sin embargo, si uno atiende a los argumentos de los que asesinan escudándose en tal o cual ser sobrenatural escucha el mismo tipo de razonamiento: los verdaderos creyentes son ellos y los demás sólo puede calificarse como una panda de herejes, apóstatas y, casi, casi, fans de David Bisbal.
¿Quién tiene razón? Ninguno de los dos bandos y, a la vez, los dos bandos. Veamos por qué.
Desde nuestro punto de vista occidental, del siglo XXI (este detalle resulta crucial), los asesinos, que además se caracterizan por odiar todo lo referente a nuestra forma de pensar, sea ésta cual sea, están tan cerca de creer en un religión como Pedro Sánchez de presidir en breve el Gobierno del Reino de España. Según el entender establecido las religiones existen para transmitir paz, armonía, buen rollo y dos huevos duros, que diría Groucho. ¡Mentira! Las religiones no existen. No poseen vida propia. La reificación de cuestiones como las religiones nos  lleva a equivocarnos. Las religiones, como la Política, la Economía, la Educación, son construcciones humanas, realizadas por humanos y, por tanto, poseen las características que las personas que las practican las imprimen. Teniendo en cuenta que no todos pensamos igual, ni poseemos las misma escalas de valores, resulta lógico que unos y otros crean poseer la verdad sobre su fe y que, desde un punto de vista desapasionado, ambos tengan razón en ese sentido y ambos se encuentren equivocados cuando culpan al de la otra orilla de no seguir los pasos dictados por el profeta de turno. En el fondo, y en la superficie también, las religiones resultan construcciones morales/políticas de una minoría, que intentan  hacer llegar, e imponer, al mayor número de personas posibles. Personas que, a su vez, interpretan y reinterpretan, lo transmitido a su manera, construyendo esa religión, con todos sus matices y formas.
A partir de aquí cabe una segunda reflexión: ¿por qué esa disparidad de interpretaciones?
Como escribí hace tiempo, no recuerdo si en este blog, existe un cierto número de personas cuyos principios distan de los del común de los mortales. Su lógica se fundamenta en que alcanzar el objetivo, la meta se puede hacer por cualquier camino y de cualquier manera. No importa cómo, ni lo que cueste; lo fundamental es llevar a cabo lo que uno se propone. Cuando esto ocurre, y se dan ciertas condiciones, la vida de los demás importa un carajo. En otra escala esto también sucede en el mundo de los negocios: a cierta gente no le importa vender basura (en forma de hipotecas o acciones de un banco, por ejemplo) a otras personas, engañándolas, con tal de seguir en el machito.
Existen seres humanos que en nombre de la religión, la patria, la supremacia racial o de cualquier otro invento humano cometen atrocidades sin cuento. Nos podíamos preguntar si esa forma de actuar subyace en esas personas, si la religión, la patria, la raza... sólo resulta ser un envoltorio. La respuesta intuyo que variará en función de unas u otras personas, pero lo que sí tengo claro es que esas personas contribuyen a crear una parte de esa religión, de ese concepto de patria, de esa forma de entender las razas... A partir de aquí podremos, y debemos, estar en contra de ese tipo de formas de actuar, pero, pensemos, que esa ideología que sustenta esos actos existe y forma parte de ese constructo ideológico, o moral, más amplio al que dice pertenecer.
Por desgracia, no se trata de lo que nos gustaría, más bien se trata de aceptar la realidad; de aceptar lo que ocurre.