viernes, 18 de noviembre de 2016

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (17-XI-2016)

Desconozco si se me puede calificar como buen o mal docente, o como uno del montón. Sí que tengo la percepción de que en el último año y poco he adquirido algo que me ha alejado del profesional que era: una mayor paciencia. Creo que poseo unos conocimientos teóricos buenos sobre mi profesión, pero ahora sé que eso no sirve para mucho si no tienes la pausa necesaria para paladear tu trabajo y dar tiempo a que las cosas sucedan. He tomado conciencia de que, a pesar de los conocimientos, mi trabajo ha sido mejorable. Cierta pausa en uno mismo y en la forma de hacer y enseñar a hacer supone una mejora infinita en uno y en el entorno. En el fondo, imagino, forma parte del aprendizaje que como docente debe llegar en algún momento. Interpretar con meridiana claridad lo que ocurre no significa que sepas responder de manera adecuada a las necesidades. Me encuentro feliz, porque creo que he encontrado un camino en el que me siento a gusto conmigo y con la profesión que me da de comer. Al menos esto ocurre cuando me dejan recorrer el camino a mi manera.
Estoy viviendo el tema de la hiperactividad muy de cerca. Considero que esta moda del TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) hace un daño tremendo a los niños, algunos bastante pequeños, que se han convertido en el eslabón más débil, y machacado de esta cruel moda. La sobremedicación, en ocasiones por y para comodidad de padres y docentes, resulta una lacra en nuestra sociedad. Niños que desde muy pequeños toman pirulas para no dar guerra, que, en muchas ocasiones, no tiene nada que ver con ayudar a los niños tener una vida normal. Me gustaría que muchos de los médicos, representantes de laboratorios y demás gente que han hecho de este asunto su modus vivendi tuvieran ocasión de ver lo que yo he presenciado en alguna ocasión: niños ausentes, babeando, incapaces de articular palabra o, de repente, alterándose y calmándose sin mayor explicación. Niños sin alma. Sé que algunos casos, pocos, la medicación, unida a terapias de tipo cognitivo-conductual pueden ayudar a ciertos chavales, pero, en general, se hace un abuso de sustancias psicotrópicas en niños que sólo tienen la mala suerte de ser muy movidos.
Recuerdo que cuando me quejaba de lo movido que era, y es, mi hijo, mis padres me respondían que cuando yo era pequeño debían ponerse cada uno en una salida del parque, para que no hiciese excursiones a la carretera, con riesgo de acabar bajo las ruedas de un coche o del autobús urbano que allí paraba. Estaba hecho de "rabos de lagartija", según ellos. No necesité nunca tomar pastillas ni zarandajas por el estilo para terminar mis estudios universitarios, aprobar una oposición y otras cosas que se supone puede hacer una persona adulta, como escribir este blog.
Escucho a personas quejarse de la LOMCE, ley mala donde las haya, porcosas absurdas. Me llama en especial la atención cuando leo o escucho a personas que, a buen seguro, no se han leído la ley y que se quejan de que sin Filosofía los alumnos no aprenden a pensar de manera crítica. Parece claro que esta buena gente, desinformada y sin ganas de informarse, no ha caído en la cuenta de que la forma de pensar de un individuo no se adquiere por trabajar tal o cual asignatura. No puede evitar cuando escribo estas líneas de esto.



En realidad es un proceso, en el que sedebe enseñar a cuestionar las verdades establecidas, pudiendo llegar a aceptar algunas de ellas si el individuo, tras una reflexión, así lo considera. Esto no se aprende en una asignatura, se aprende practicando, analizando, reflexionando, enjuiciando, equivocándose, acertando... Un proceso largo y complejo, en el que el alumno debe ser guiado. 
Enseñar a pensar se debe hacer desde los tres años, en función de las posibilidades del alumno en ese momento, y no unas horas a la semana en un curso terminal de la Educación Secundaria.
Por otra parte, parece oportuno criticar esta ley, como las anteriores, por poner una buena parte de su afán, la más importante, en preparar al alumno para ser un trabajador, un robot productivo. Desde mi punto de vista, ese aspecto sí resulta criticable.

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