lunes, 8 de octubre de 2018

AÚN ESTOY EN EL CAMINO

"Y siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti".

Palabras para Julia. 
José Agustín Goytisolo

Una de las cosas importantes de esta vida es ver crecer a nuestros hijos. A mí me fascina comprobar como aquel pequeño que cabía en mi antebrazo, años después, y aún no más alto que yo, es capaz de realizar razonamientos de adulto, crear bromas complejas a medias conmigo sobre distintos temas y mostrarme su mundo interior. Un mundo interior en las cuestiones relacionadas con los sentimientos empiezan a tener nombre y poder ser definidas mediante el lenguaje oral. Una auténtica maravilla.
Sí, ver crecer, desarrollarse como personas, a nuestros hijos resulta una experiencia conmovedora, aunque haya momentos en que las cosas no sean fáciles, como ocurre con cualquier otro aspecto de la vida. Creo recordar que algo muy parecido escribí sobre el asunto en una entrada anterior, por lo que no me extiendo más sobre el tema.
Sin embargo, si me gustaría incidir sobre la diferencia entre ver crecer y ayudar a crecer a nuestros hijos. No hace falta ser un lince para diferenciar que, en el primer caso, se trata de algo pasivo, ser un espectador, y en el segundo de algo activo, ser actor. Uno, en su escasa lucidez, considera que en esto segundo consiste ser padre.
Resulta obvio que ayudar a crecer es un concepto tan ambiguo como,  a priori, atractivo. Existen algunos padres que "no se quieren perder nada de lo que hace su hijo", compartiendo actividades extraescolares como teatro, pintura..., además aquellas que derivan de la propia vida familiar. No poseo la capacidad de decidir sobre la idoneidad o la falta de acierto que supone actuaciones familiares. Uno, en su modesta opinión, considera que los niños deben tener sus espacios, donde interactuar con otros iguales (niños) y con otros adultos, porque las diferentes relaciones contribuyen a enriquecer al pequeño, aportándole una visión más amplia del mundo y de las relaciones sociales, pero es mi perspectiva, acertada o no. Tanto como la de no cargar al niño de actividades, que, en ocasiones, hacen más ilusión a los papis que a los niños. Pero, repito, se trata de una percepción personal, sin intención de sentar cátedra.
Mucho más importante me parece la idea de ayudar a construir  que el hijo tenga confianza en el padre o la madre. Uno, tal vez de manera equivocada, considera que padre e hijo no están al mismo nivel, no tienen los mismo roles, pero eso no es obice para que el menor confíe en el padre, contándole los problemas, las preocupaciones y las alegrías, ¿por qué no?, y, en el caso de aquellas cosas que le preocupen o le duelan, acudir a su progenitor en busca de ayuda, de consejo para abordar la situación.
Creo que no se trata de que el pequeño cuente todo lo que vive con pelos y señales, incluso es lógico que oculte ciertas cosas por las que un padre le podía reñir (por ejemplo, que toca los timbres con los amigos), pero sí de que aquellas vivencias trascendentales para él y la forma de abordarlas y eso sí que es importante, porque encontrar esa comprensión y el aporte de estrategias para salir al paso de las diferentes experiencias sí que pueden conformar cómo va a ser ese hijo. Y eso, es algo más, mucho más, que ver crecer a nuestro hijo o acompañarle o compartir una actividad de pintura o teatro.
Llegar a establecer esa confianza supone un auténtico reto, construido y, en ocasiones, minado en el día a día. Mirar caras, expresiones, escuchar el tono de voz, saber pedir perdón cuando, como padre, te equivocas, marcar límites en ciertas situaciones, siendo comprensivo en otras... Un conjunto de cuestiones grandes y pequeñas, que hagan que el pequeño sienta que es escuchado y tenido en cuenta.
Como he escrito un poco más arriba, a veces no es fácil, somos personas y cometemos errores, tenemos estados de ánimo fluctuantes, nos ponemos enfermos... Un sinfín de situaciones que pueden incidir en que en un momento determinado no estemos a la "altura" de las circunstancias. Sin embargo, nada se rompe por un momento, pero todo se construye con una constancia, con un argumento continuo, que ayude a construir esa confianza.
Por supuesto, todo esto se quedaría en mera teoría, en mera conjetura, si no hubiese una retroalimentación, un feedback, a través del cual nuestros hijos nos buscan, nos cuentan, piden consejo (a veces sin hacerlo utilizando estas palabras) y, en última instancia, cuentan que han puesto en práctica aquello que se les dijo. Es entonces cuando se piensa: "No está nada mal esto de ser padre", aunque, no lo olvidemos, nosotros también estamos aprendiendo a vivir y, a veces, no es fácil ser padre. Como dijo el poeta: " Perdóname, no sé decirte nada más pero tú comprende que yo aún estoy en el camino". 
Un saludo.

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