martes, 10 de mayo de 2016

LAS TETAS, EL OBISPO Y LA IMPOSICIÓN IDEOLÓGICA

"La semilla de la revolución es la represión"

Woodrow Wilson

Vamos a echar un vistazo a lo divertido que resulta ser inconsecuente en este país, que, imagino, no se diferencia mucho de otros, al menos en este aspecto.
Uno considera que si alguien hace algo, cualquier cosa, de manera voluntaria debe ser consecuente con aquello que acarrea, ya sea bueno o malo. Diría más, si una, o varias, personas llevan a cabo un acto que vulnera la ley para intentar que sus ideas se lleven a la práctica, lo menos que se puede pedir es que apechuguen con las consecuencias. Creo recordar que ya he hablado en este blog de esos patriotas cobardes que, una vez cae su régimen, reniegan de todos esos crímenes que cometieron "en nombre de la patria". Basta recordar dictadores y militares, o policías de diversos países, entre ellos el nuestro. Este esquema de actuación no sólo lo encontramos en dictadores genocidas y sus adláteres, gente "del otro bando" también ponen el grito en el cielo, cuando no reniegan de sus actos, en el momento en que el sistema judicial (que no la Justicia) alarga su mano hacia ellos. Un ejemplo de ello es toda la movida que rodea a Rita Maestre. Digo movida porque elevar a categoría de importante esa menudencia resulta ofensivo.
Debo empezar diciendo que considero que la religión, me da igual una que otra, debe formar, y forma, parte del ámbito privado, por lo que debería estar fuera de los edificios públicos, del sistema educativo, del ejército, de la celebración de actos oficiales... Sin embargo, la bobada de exhibirse semidesnudo para reivindicar algo resulta una gilipollez, digna de mentes "privilegiadas". Se trata de provocar, y como tal provocación busca más fastidiar a alguien, que cambiar las cosas. Vamos a imaginar que un tipo, que considera las ideas de Rita Maestre y sus acompañantes inaceptables, se presenta en medio de su asociación, o partido político, se baja los pantalones, los calzoncillos y enseñe el pene, con unas frases "reivindicativas" escritas en los muslos. Intuyo que apelativos como machista, carca, retrógado, degenerado... se escucharían por doquier y, ¡oh sorpresa!, proferidos por los mismos que defienden la misma forma de actuar de la política y sus compañeras, a día de hoy, el grito en el cielo por la sentencia recibida.
Vamos a actuar con un mínimo de coherencia. Existen medios establecidos para cursar peticiones, aceptables o no, para cambiar las cosas. Enseñar las tetas y pintarse cosas no parece el medio más adecuado para cambiar algo. Seguro que Rita Maestre se muestra más partidaria, ahora que ocupa un cargo político, de que los ciudadanos se dirijan a ella para cursar sus demandas a través de los cauces establecidos a que tomen la opción de enseñar pechos o penes para reivindicar lo que corresponda.
Este hecho también encierra una segunda interpretación del asunto: ¿quién decide que se puede decir o no decir? Me explico.
Vivimos en un mundo, no sólo ocurre en este país, en que una tropa de personajes, con bastante poder mediático, se ofenden por comentarios o actos de otra gente, intentando anteponer su mentalidad a la de los demás. Existen ofensas a los creyentes, comentarios que son considerados machistas (no hablemos ya del lenguaje), ofensas a la patria... Demasiada gente intentando imponer sus criterios amparándose en un único mérito: contar con la fuerza que proporciona la manada y la intransigencia. En este vorágine de lo políticamente correcto, basada en la imposibilidad de manifestarte por si alguien se molesta, subyace el más puro fascismo ideológico. La censura de las ideas, la búsqueda de la autocensura, para evitar "ofender", se ha convertido en el modus operandi de una serie de personas, muchas, que parecen estar por encima del común de los mortales. Esa pretendida superioridad moral que tan bien describe a ciertas personas nada recomendables y muy intransigentes. Personas que parecen no poseer la capacidad de discernir cuando un mensaje se realiza en tono jocoso o con ánimo ofensivo. Gente que se cree con la capacidad de decidir sobre lo que otros deben, o no deben, hablar. Y es aquí, en la intención del que emite el mensaje donde radica la cuestión. Una palabra, un enunciado resultan neutros per se. Es la intención del emisor lo que determina el carácter de dicho mensaje. La interpretación del receptor se puede ver enturbiada por lo prejuicios (o por la estupidez del individuo) previos. Por tanto, lo que resulta ofensivo a una persona resulta totalmente subjetivo e, incluso, puede ser fruto de su propia mala intención, y de las modas.
No sólo eso. Esa actitud de ladrar ante mensajes o conductas, para intentar amedrentar a quien proceda, denota otra cosa: cobardía. Si realmente los mensajes resultan ofensivos, o algo más, parece oportuno que a quien le ofenda acuda al sistema judicial para defender sus derechos. Recuerdo alguna declaración de obispos que resultan susceptibles de ser llevadas ante los tribunales, pero la gente modernilla se conforma con ladrar, ante el enemigo. En el fondo, unos y otros sólo tratan de imponer su zafia y limitada forma de pensar. En el fondo sólo buscan dominar a los demás y la castración del lenguaje, así como la de ciertas formas de actuar, resultan un claro ejemplo de ese intento de imponerse a la gran mayoría de los ciudadanos, de una forma sutil, pero efectiva. No hay duda de que se trata de lo de siempre: Una minoría que intenta imponerse a través de la creación de una moral.
Un saludo.

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