miércoles, 18 de septiembre de 2024

LA CABINA

Rememoró la escena de La cabina en la que José Luis López Vázquez pide ayuda cuando le trasladan  en un camión dentro de la cabina de teléfonos en la que él está atrapado. Como respuesta a su angustiosa situación los transeúntes responden saludándole y jaleándole, generando una escena kafkiana en la que se mezclaba lo trágico con lo costumbrista. Sin embargo, él distaba mucho de ser el personaje que encarnaba el magnífico actor madrileño.
Cualquiera que le conociese afirmaría que nuestro hombre sólo tiene en común con el protagonista del mediometraje de Mercero un bigote, más acorde a la moda de tiempos pretéritos, algunos dirían que pertenece a una época en blanco y negro, que con las actuales tendencias estéticas. No existen más coincidencias. Sobra decir que nada tiene que ver su existencia con el hilo argumental de la genial obra. Su mundo no se encontraba constreñido al limitado espacio contenido entre unos cristales y una estructura metálica, que conforman un prisma en el que apenas se puede dar un paso; ni, por el momento, a ningún otro lugar acotado por muros, vallas o cualquier otro medio concebido para limitar la movilidad de persona alguna. Sus límites hasta ese momento siempre se han construido en función de sus propios prejuicios, tal vez aprendidos, tal vez generados sin necesidad de ningún aporte externo.
Nació en una familia bien de provincias, siendo el segundo de cuatro hermanos. Recibió una esmerada educación en los Maristas, donde coincidió con buena parte de los hijos de las familias importantes de la capital castellana en la que vivía. En realidad, desconocía si había recibido una buena educación, aunque él siempre había sido un buen estudiante, pero si poseía la certeza de que los contactos que hizo durante esos años de colegio e instituto, de una u otra forma, conformaron una red que le sirvió tanto para recibir favores, que se debían devolver si hubiera ocasión y necesidad, como de darlos, esperando recibir una compensación similar si precisase de ellos.  Todo ello bajo un corsé de apariencias, en las que la sobriedad en palabras y gestos, constituían un sello distintivo que, en cierta manera, servía para justificar ese estatus superior a la media de los habitantes de aquella localidad, capital de provincia, en la que el clasismo suponía algo tan consustancial a sus habitantes como el uso de gruesos abrigos para combatir el frío gélido del invierno.
No tuvo necesidad de abandonar la casa paterna para cursar los estudios universitarios de Economía, superados sin grandes dificultades, que le servirían para ponerse al frente de la empresa familiar, cuando su padre decidiese jubilarse. Aunque el marido de su hermana mayor, tuviese un cargo en la directiva de la compañía el peso de la misma siempre ha de recaer en un Martín de Buruaga,  primer apellido paterno, que llevaba cinco generaciones gestionando los intereses de la corporación familiar. 
Con veintiséis años se casó con Blanca Gutiérrez de Bocos, perteneciente a una familia de la burguesía de su misma ciudad, que. Familia que, como la suya, parecía haber fijado para su hija unos carriles sobre los que discurriría su vida, vinculado todo en torno a unos apellidos, que vertebraban aquello que de casa para afuera ocurría. Cuando se cerraba la puerta del hogar, u otras puertas de otros hogares, no existía esa necesidad de subrayar la pertenencia a una determinada familia y a una clase social que se otorgaba el derecho de representar y copar las diversas instituciones de la ciudad.
Germán, recibió muchas felicitaciones, no sólo por su enlace, sino también por la atractiva mujer con la que iba a compartir sus días, pero, para él, ese aspecto carecía de transcendencia. En realidad su verdadera preocupación era como iba a resultar la convivencia entre ambos, pues las uniones como la suya venían con el marchamo: para toda la vida. 
Todo discurrió por un camino, si no plácido, sí llevadero. Lo único que parecía no cumplir con todo lo previsto por los familias de los esposos resultaba lo más trascendentes para ellos: la descendencia. Parecía que Germán y Blanca no podían o no querían tener hijos, herederos. En las frecuentes reuniones familiares bien los abuelos, bien los padres, o ambos, se encargaban de recordar a la pareja, a veces de manera individual y otras de forma conjunta, lo importante que resultaba tener sucesores para las familias. Ni tan siquiera se molestaban en revestirlo con la necesidad que tienen los abuelos de disfrutar tiempo con los nietos para poner en práctica el macabro plan que no pudieron desarrollar con sus hijos: malcriarlos, dándoles todos los caprichos, defendiéndolos de las regañinas de sus padres y cualquier otra cosa que sus hijos ni imaginaban que podían hacer sus padres.
En algún momento indeterminado y difuso en la memoria, todo cobró un nuevo rumbo, como si la senda marcada desde el nacimiento para ambos se desvaneciera de manera lenta, pero irreversible. De manera progresiva las familias de ambos dejaron de preguntar o interesarse por la posible maternidad de ella, ocupando ese lugar los diversos nietos y bisnietos que iban apareciendo en la familia, fruto de las uniones de los hermanos de Germán y Blanca, con sus respectivas parejas. 
Llegado un momento, a los doce o trece años de matrimonio, a nadie pareció importarle el asunto, incluidos a los miembros del matrimonio, y estos pusieron todo su empeño en desarrollar su vida de la manera más plena posible. 
Germán tuvo alguna pareja ocasional, nada "serio" decía él a las personas que compartían su lecho, hasta que encontró a Fernando, de quien se enamoró como un adolescente, teniendo la suerte de ser correspondido. 
Blanca también también tuvo alguna relación ocasional, "hay que conseguir fuera lo que no se encuentra en casa" se decía, a las que añadía dos relaciones más largas. La primera duró cerca de un año y concluyó como lo hacen todas las relaciones, por el desgaste que produce aquello que no lleva a ninguna parte. La segunda, la actual, con Fernando, casualmente también se llamaba como la pareja de Sergio,ya había duplicado ese período de tiempo y parecía poseer todos los mimbres para seguir durante mucho tiempo. 
Ambos sabían de la existencia de los amantes de sus respectivas parejas, no por ellos, que habían pactado sin necesidad de palabras omitir todo aquello que ocurriese fuera del matrimonio, si no por el impulso que sentía cierta gente de su entorno, que solo pretendía sacar a sus amigos de la ignorancia. Aunque también podría hacerlo por la experiencia que produce proporcionar noticias desagradables, que pueden transmitir mucho dolor y sufrimiento; eso sí, siempre en nombre de la amistad. A veces resulta complicado discernir dónde comienza lo altruista y dónde lo mezquino.
Tras este primer paso de libertad consentida por ambos, algo volvió a moverse en esta ocasión hacia un abismo impensable.
Un domingo, tras la semanal comida familiar en casa de los padres de Blanca, ésta le propuso a Germán separarse de manera formal. En palabras de ella: "Poner negro sobre blanco lo que lleva tiempo ocurriendo en nuestro relación", porque "Quiero disfrutar de mi relación con Fernando mañana, tarde y noche". "Tú eres gay y tienes pareja, como yo. ¿Por qué no damos el paso y vivimos plenamente nuestras historias de amor o de lo que sea? Seamos felices", argumentó.
Él se sintió como Prometeo. Tras proporcionar el fuego de la tradición a la familia de ambos, ella le arrancaba el hígado, aunque aún desconocía si lo haría un día tras otros como ocurría en el mito.
Germán, tras el shock inicial, descartó esa posibilidad. No podía plantearse siquiera la opción de hacer pública su homosexualidad. "¿Te imaginas a un alcalde, a un maestro de los de toda la vida o a un empresario procedente de una familia bien reconociendo su homosexualidad en una capital de provincias como ésta? Imposible". 
Aunque él solo hubiese presentado una posibilidad, era plenamente consciente de que la respuesta podía contener dos variables posibles: en realidad sí importaba mantener las apariencias por su posición social o, también probable, el miedo que sentía ante la posibilidad de que en su círculo de relaciones se le señalase por su homosexualidad. O, lo más probable, podía existir una mezcla de ambas, no necesariamente repartidas de manera equitativa.
Ante la falta de respuesta a este argumento los dos permanecieron en silencio durante el resto de trayecto hasta casa y durante todo lo que restó de día.
Unos días después Blanca volvió a abordar el asunto en términos similares, logrando una nueva respuesta negativa de él. Obteniendo una respuesta idéntica las otras tres veces que ella le propuso el asunto durante el siguiente mes. 
Pasaron dos meses sin que ella le volviese a proponer, "por última vez", según sus palabras, una separación amistosa. "Yo no quiero nada", dijo. Por sexta vez él se mostró contrario a ningún tipo de arreglo, que implicase la disolución de su matrimonio. 
Unos días después, tras pasar la noche en un calabozo de la comisaría de Policía, se encontraba esperando sentencia. 
Todo resultaba kafkiano. Él, homosexual,  acababa de salir de la sala del juzgado, donde el abogado de su mujer y el fiscal habían pedido una orden de alejamiento de 50 metros y seis meses, junto con un pena de tres meses de trabajos a la comunidad, por haber vejado e injuriado a su pareja. Pena que estaba seguro le iban a imponer, porque la actual pareja de ella había corroborado que durante la última semana había sido testigo de como en dos ocasiones Germán se dirigía de manera inapropiada a Blanca, Lo más terrible de todo, es que él no podría destruir sus argumentos, pues en esos dos espacios temporales él si se encontraba con Fernando, pero con su amante, en un apartamento, que había adquirido hacía unos años, en un barrio de reciente creación, en el que habitaba su pareja extraoficial, pero real. Por nada del mundo quería hacer pública su homosexualidad. Prefería sufrir las consecuencias de una ley diseñada para perseguir la violencia de los hombres sobre la mujeres a hacer públicas sus preferencias sexuales. 
Ahora sí, no pudo evitar sentirse dentro de la cabina, aunque desconocía si se debía a la argucia utilizada por su futura exmujer, que le proporcionaría un lastre social difícil del que deshacerse, o a los usos y costumbres adquiridos en su entorno, que él  había perpetuado, dejándole indefenso ante esta falsa situación. 


martes, 10 de septiembre de 2024

LO ESENCIAL

Se abstrajo de la conversación una fracción de segundo y no pudo evitar dibujar una mínima sonrisa cuando consideró que todo lo realizado desde el principio, con  la única finalidad de satisfacer esa idea que le obsesionaba, devorándole con la pasión de aquello que resulta tan esencial como el aire que se respira, una y mil veces, por costumbre y por necesidad, había servido para cumplir un fin. Su fin único y primordial. Ahora, una vez satisfecho todo lo que anhelaba, se encontraba relajado ante ese momento, trágico y triunfal al mismo tiempo, de su existencia.

Había transcurrido mucho tiempo desde ese momento inicial, en el que comenzó a imperar la necesidad de saciar el deseo, que aún  sigue inserto en él, aunque de  manera más serena y asimilable, y no podía evitar sentir que todo lo ocurrido desde aquella época tan lejana había satisfecho todas sus expectativas. Poseía esa certeza. La certeza de saber que había tenido la capacidad de alcanzar lo más importante a lo que un ser humano puede aspirar en una sola vida. 

De manera inmediata, tras esa breve reflexión, volvió a atender el discurso de Elena, esperando no haber perdido ningún detalle importante de lo ella había dicho. 

- Cuando comenzamos esta aventura sólo éramos tú y yo. Casi nadie creía en nosotros. El desastre parecía ser nuestro único destino. Sin embargo, a pesar de los malos augurios, conseguimos crecer, aumentar el número de personas que se unió a nuestra causa, llegando a conformar una familia. ¿Te acuerdas Juan? - preguntó ella con la voz apagada.

- Nunca podré olvidarlo. Siempre tendré presente el día que te conocí - respondió él.

- ¿De verdad, Juan? Para mí resulta mucho más vívido el momento en que tuve mi primera experiencia, que compartí contigo, y como tú fuiste tremendamente comprensivo con todo aquello que sucedió - expresó Elena, mirando a su interlocutor con ternura.

- No albergo ninguna duda de que ese hecho creó entre nosotros un vínculo, diría que casi indestructible,  que dura hasta hoy en día - repuso ante la afirmación anterior realizada por parte de la mujer morena que seguía con la mirada fija en él. 

- Sí. Desde ese momento siempre hemos permanecido unidos, en pos de una empresa superior, que nos ha hecho mejores a nosotros y a todos aquellos que se han acercado a nuestra realidad - aseveró con una sonrisa enmarcada en sus labios carnosos pintados con una carmín de tono rojizo, que aún los hacían destacar más sobre esa cara delgada, tal vez en exceso.

- Catorce años han transcurrido desde ese momento y no me arrepiento de nada de lo que ha sucedido en todo este tiempo - apostilló Juan.

- Lo vi todo tan claro, que tras aquello supe a que iba a consagrar todos mis esfuerzos - afirmó con rotundidad, aún siendo su voz poco más que un hilo que se posaba con firmeza sobre aquella habitación donde se encontraban.

- Te conocía y no dudé que todo iba a ocurrir así - dijo él.

- Allí, frente a mí, se encontraba ella, la Virgen, invitándome a difundir su mensaje de amor. Hermosa, joven, transmitiendo la felicidad que falta a mucha gente en este mundo porque se han olvidado de creer y de vivir - explicó Elena, mientras un gesto de placidez se enseñoreaba de su rostro.

- Ese día cambió todo para nosotros - confirmó, asintiendo con mientras se mesaba su pelo cortado al cero para intentar ocultar una incipiente calvicie.

- En un principio apenas nadie creyó  en el mensaje que la madre de nuestro Señor me transmitió, pero ambos sabíamos que nuestro camino se encontraba marcado por esa aparición y por las posteriores, en las que me detalló progresivamente lo que debía transmitir a todo aquel que quisiera escuchar la Verdad - rememoró ella con la emoción de quien ha consagrado, de manera altruista, parte de su vida a un objetivo puro.

- Por suerte ese tesón sirvió para que se incrementara significativamente el número de seguidores de la buena nueva, hasta llegar a conformar la comunidad que hoy somos - detalló con su voz grave.

- En realidad, pienso que sin la intercesión de nuestra Sagrada Madre y tu habilidad para gestionar todo lo que ha ido ocurriendo; lidiando con los medios de comunicación incrédulos, que nos tildaban de estafadores o la gestión económica que nos ha permitido comprar un lugar donde reunirnos todos aquellos que compartimos el mensaje - agradeció sinceramente.

- Mi papel ha consistido en situarme junto a ti, para facilitar que puedas transmitir a la humanidad todo aquello que sientes y percibes - contestó con modestia el aludido.

- Aunque sé que la Virgen te ha puesto a mi lado para llevar a cabo su misión, creo que debo agradecerte todo lo que has hecho. Conseguir comprar esta finca, transmitir la Palabra por toda España, consiguiendo en todos los lugares a los que íbamos hoteles de calidad para alojarnos, a la par que te encargabas de alquilar locales para transmitir todo aquello que debe ser conocido, junto con las donaciones que has conseguido para construir el pequeño santuario donde adorar a nuestra bienhechora y otras muchas cosas que serían largas de contar-  contestó ella con un tono de voz que expresaba fatiga.

- Ahora debes descansar, se te nota agotada. El médico, del que reniegas, te ha recomendado que no realices demasiados esfuerzos y creo que, al menos en este caso, deberías seguir sus indicaciones - argumentó Juan con un tono que entremezclaba firmeza y dulzura en su voz.

- Sí, me encuentro cansada. Pero quiero agradecerte especialmente que me respetases, que solo tuvieses un interés en aquello que se debe transmitir, en el mensaje de amor de nuestra Madre. Has sido capaz de hacerlo incluso en aquellos momentos en los que se me presentaba Nuestra Señora y en los días posteriores, en los que me encontraba tan débil y, en ocasiones, confusa. Es en esos momentos en los que te sentía más cerca de mí, cuando más indefensa me sentía. ¡Gracias de todo corazón!-  respondió la mujer,cuyo rostro delataba un alto nivel de cansancio.

- No debes darlas. Duerme, es lo que necesitas. Ahora te traigo la infusión que tomas todas las noches y luego intenta descansar el mayor tiempo posible- dijo mientras se levantaba de la silla en la que se encontraba sentado mientras había discurrido toda la conversación. 

Mientras atravesaba la puerta, camino de la cocina, creyó escuchar de nuevo la palabra gracias.

Una vez solo, tras introducir una taza con agua en el horno microondas, procedió a aplastar una pastilla con la parte convexa de una cuchara sopera. Una rutina más, implantada desde hace semanas, como su infusión nocturna, su compañía o, dentro de no mucho, su ausencia.

Un pequeño sonido procedente del electrodoméstico indicó que ya habían transcurrido los dos minutos que había programado para que se calentase el líquido, procediendo a abrir la puerta y posar el recipiente sobre una mesa. Introdujo una bolsita, que contenía la infusión favorita de Elena, en el hirviente fluido, junto con los restos del fármaco que había reducido casi a polvo, moviéndolo con una cucharilla de café hasta conseguir que no se apreciase resto alguno de la desmenuzada sustancia blanquecina que hasta hace poco era un comprimido redondo.

en el trayecto de vuelta a la habitación donde se encontraba ella, con la humeante taza en la mano, pensó en cuán diferentes resultan las historias según quién las cuente. Él siempre había permanecido a su lado, incluso cuando los padres de Elena le advirtieron de su enfermedad mental, que le provocaba delirios con cierta frecuencia. Visiones que, con el paso del tiempo se convirtieron en recurrentes, girando todas sobre apariciones marianas, transmitiéndole mensajes que debía difundir al resto de la humanidad. Esta ciclópea misión se había convertido en el eje de la vida de esa mujer que ahora yacía exhausta  en la cama de la habitación a la que estaba a punto de llegar. Pronto advirtió que la única posibilidad de que ambos siguiesen juntos residía en compartir esa empresa. Él la amaba como solo resulta posible amar una vez en la vida, y hubiese hecho cualquier cosa por poder compartir cada día de su vida con ella. 

No le importaba cuidarla tras los episodios psicóticos en los que creía ver a la Virgen, asegurándose de que tomase la medicación, añadida a la ya habitual, que debía ingerir tras estas crisis. En el fondo, solo se trataba de añadir más fármacos de los habituales a las infusiones.

Como había dicho Elena, siempre la había respetado, jamás había intentado traspasar la línea carnal en su relación. Con la mera presencia de esa mujer en su vida le resultaba suficiente. Poderla ver, compartir ambos su tiempo, hablar desde la mañana hasta la noche. Pero ahora todo iba a mudar a un lugar desconocido, que quería apartar de su mente. Se limitaba a dejarse llevar, haciendo. Haciendo como ahora que acababa de aplastar ese comprimido de morfina que buscaba evitar el sufrimiento de su persona amada. Resultaba paradójico que esas alucinaciones marianas, que habían contribuido a poder estar junto a ella, ahora los, de manera inapelable los iba a separar. Cuando hace unos dos meses a Elena la diagnosticaron un tumor que se había extendido por varias partes de su cuerpo, ella había rehusado cualquier tipo de tratamiento médico y había confiado su sanación a la Madre de Dios, que la había guiado durante estos últimos años. Para él no había posibilidad de revertir esta decisión. Se limitaba a suministrarle sedantes, que conseguía a través de uno de los hermanos de la congregación, para evitar el dolor, que, por el momento, no parecía manifestarse de manera significativa.

Sabía que en unos días, como mucho dos o tres semanas, se despediría para siempre de ella y de todo lo que había constituido su día a día durante los últimos años. Abandonaría la congregación, alegando vagos motivos, sin aclarar la realidad: todas las apariciones eran el fruto de una enfermedad psiquiátrica de ella. No quería mancillar el nombre de esa persona a la que amaba y seguiría amando. No le importaba todo aquel pequeño imperio que había creado para que ella pudiese ver cumplido su cometido y para que él tuviese la oportunidad disfrutar de ella cada día. 

Cuando abrió la puerta del cuarto se difuminaron todos esos pensamientos. Miró hacia Elena, que tenía los ojos cerrados, y se quedó contemplándola de esa manera que solo pueden hacer aquellos que poseen la  consciencia de haber tenido la suerte en su vida de disfrutar de lo esencial para darla sentido. 

lunes, 15 de julio de 2024

UNIRNOS

El domingo 14 de julio del 2024 se recordará como un día de éxitos para el deporte español: fútbol, tenis, vela... Sin  embargo, leyendo alguna red social, uno considera que la importancia no reside en lo hecho por los deportistas en sus respectivas especialidades, si no en la opinión de ciertas personas y grupos, que utilizan el esfuerzo ajeno para lanzar al aire sus ideas, ocurrencias o lo que fuere que consideren oportunos. Lo curioso del asunto es que estos tipos o colectivos, que intentan sentar cátedra, no persiguen unirnos (ninguno de ellos lo quiere), si no separarnos para intentar lograr sus fines o imponer sus ideas.

 Vaya desde aquí que no creo que España sea muy diferente a otros países. En el fondo, y en la superficie,  las diferentes formas de pensar y de manifestarse resultan el mayor exponente de la diversidad, aunque, en ocasiones, sean el resultado del oportunismo más zafio y rastrero.

Vamos a meternos en harina y para hablaremos de uno de los temas estrella: el racismo. La extrema derecha de este país, abanderada por una pandilla de buscavidas expertos en no pegar palo al agua utilizaron el color de la piel de algunos jugadores para hablar y criticar la inmigración y a los inmigrantes, tratándoles de delincuentes y de recibir "paguitas". ¡Hombre! Que lo digan desde el partido que dirige Abascal, que lo más que sabe de trabajar es que se trata de un verbo y lleva tres vocales iguales, tiene su aquél. 

Es cierto que el porcentaje de inmigrantes en las cárceles es del 27% de total de los reclusos, siendo el tanto por ciento de personas venidas de allende de nuestras fronteras un 13% de la población española. Este dato per se no indica que ser inmigrante te predispone a delinquir, porque la gran mayoría se buscan la vida sin traspasar el umbral de la Ley. Simplemente, por cuestiones varias,  cuanto menos nivel material más posibilidades de acabar entre rejas tienes. Aunque en este aspecto, no conviene olvidar a personas encuadradas en mafias  provenientes del Este de Europa, que también viven privados de libertad por sus actos criminales. 

En España, una de cada cuatro mujeres presas es de procedencia gitana (unas 550 mujeres). Conviene aclarar que hay muchas menos mujeres condenadas y privadas de libertad que hombres. La relación aproximada es de una mujer encarcelada por cada diez hombres. El 7% de la población reclusa masculina son de etnia gitana (algo menos de 3.500), representando el total de los gitanos en nuestro país el 1,7% de la población total de España. Pensemos de nuevo que en total hay unos 725.000 españoles de etnia gitana y que el número de ellos que delinquen es mínimo también.

Parece interesante pensar por tanto que delinquir no es solo propiedad de colectivos, aunque exista un mayor índice de criminalidad en alguno de ellos por aspectos que aquí no voy a explicar ni sabría  explicar en su totalidad, porque, entre otras cosas, cada persona es un mundo.

Una vez hablado de los patriotas de hojalata, esos mismos que defienden a los empresarios, una parte de los cuales no dudan en contratar ilegalmente a inmigrantes sin papeles a cambio de salarios de miseria, fomentando esa inmigración ilegal que tanto critican, pasemos al bando de los progres, muchos de ellos igual de racistas, aunque lo intenten  ocultar.

Para empezar las personas no son racializadas. Las personas somos personas, a secas. Teniendo una serie de derechos por el mero hecho de serlo y de deberes. Si tienes que andar distinguiendo a la gente por su color de piel o procedencia eres un racista y un xenófobo. 

Personajes tan infumables como Irene Montero publico un tuit, camino del Parlamento Europeo, defendiendo a las dos personas "racializadas" que habían conseguido mediante sus goles que la selección de nuestro país hubiese  conseguido  acceder  a la final de la Eurocopa. Alguien le debió decir que el segundo gol lo marcó un sevillano blanco como la leche y borró el tuit que cierta gente capturó y publicitó. Ni había visto el partido ni le importaba nada más que su rollo progreguay, que le permite vivir del cuento (segundo político que aparece en esta entrada que no ha pegado palo al agua en su vida).

Por supuesto, existe entre los progres patrio (tipos de derechas que no saben que lo son) una tendencia a alegrarse por el éxito de una minoría de personas que pertenecen a lo que ellos llaman colectivos desfavorecidos. Por supuesto, se identifican inmediatamente con ellos, da igual que sea un futbolista, una jugadora de bádminton, o un deportista paralímpico por su esfuerzo por salir de no sé que lugar. Queridos cretinos, para mí tiene mucho más mérito quien trabaja en una casa cuidando dos ancianos por 900 euros (he conocido hace poco a una persona sudamericana que trabaja en esas condiciones) y encima manda dinero a casa, el tipo que juega al bádminton, no es bueno y se esfuerza un montón o el deportista paralímpico que no va a llegar a ninguna final olímpica y se sigue esforzando por el mero hecho de practicar deporte. 

Mucha de este gente progre no se relaciona regularmente con personas que pertenecen a esos colectivos que tanto defienden. Desconocen que muchos gitanos no pueden ver a los "moros", que una parte de los sudamericanos desprecian a los gitanos y a los moros y que una parte de los marroquíes rechazan lo español y, en ciertos casos, eso se lo transmiten a sus hijos.

¿Qué cómo se eso? Porque nací en un barrio donde vivían muchos gitanos, he trabajado con ellos, al igual que con marroquíes y lo de los sudamericanos tengo constancia porque he tenido trato con ellos en otros ámbitos. El racismo no resulta algo exclusivo de los blancos, pero estos progres, cuya relación cotidiana con esas minorías suele ser inexistente o casi, lo desconocen.

Me gustaría abordar el siguiente aspecto: los nacionalistas regionales ofendidos. Sus ideas son respetables, aunque me parezcan supremacistas, de derechas y, como el caso de Junts con los MENAs de extrema derecha en algunos momentos. Cada cual puede tener las ideas que desee, pero lo que me molesta es esa pléyade de paletos que atribuyen a todas las personas que se alegran por el triunfo de la selección unas características despectivas. De igual manera que me irrita esos otros que aprovechan el triunfo de un conjunto de deportistas de su país para ofender a los nacionalistas regionalistas. Unos y otros son la chusma. El fútbol en el nivel profesional es un espectáculo que debe servir para unir o, al menos, para no generar más problemas, pero en este país se utiliza para atizar al facha patriota que tiene las mismas ideas fachas y patriotas sobre otro terruño. Los mismo perros con distinto collar, buscando la separación. 

Luis de la Fuente merece mi admiración por casi todo lo ocurrido en su período como seleccionador. Ha conseguido llevar  a un conjunto de jugadores a lo más alto, a pesar de una prensa futbolística (no son periodistas deportivos la mayoría de ellos porque solo hablan de fútbol, del que en muchos casos no tienen ni idea) que le zarandeó al inicio de su andadura sin ningún motivo deportivo para ello. Sobre sus declaraciones, cada cual puede decir lo que siente y piensa, ya lo he repetido en esta entrada, y se puede discrepar, con argumentos sobre ello, no con insultos. La prensa futbolística ha mostrado ser, una vez más, una panda de gañanes necesitados de llenar espacios de televisión, radio y periódicos, creando falsas polémicas para ocultar lo absurdo de su cometido, que hace mucho tiempo dejó de ser informar. En los medios de comunicación sale mucho muy económico una tertulia de gañanes que simulan discutir, proporcionando réditos interesantes a esos medios. Cada cual se gana las lentejas como puede, unos con dignidad y otros con mucha menos dignidad. 

Escribí que no coincidía con algo con el riojano en algo y ha sido en lo dicho el domingo, no todos los que luchan consiguen sus sueños. Ese mensaje tan capitalista suele ser mentira. La prueba la tenemos en que las selecciones de Alemania, Francia o Inglaterra también han luchado duro, pero no han conseguido su meta.

Sobre la aparición del Borbón y su hija a la hora de disfrutar del éxito, aclarar que si no existiese la monarquía no habría estado allí, pero mientras no haya una república la Jefatura de Estado reside en Felipe y es el máximo representante de España.

No voy a dedicar mucho espacio a  bobos que han publicado tuits en los que se podía leer que a Carvajal no le iban a dar un beso y chorradas por el estilo. Prefiero centrarme en la gran cantidad de personas de este país que se llevaron, nos llevamos, un alegrón por la victoria de la selección española. Personas que sabemos que este hecho no va a solucionar nuestras vidas, ni nadie lo pretende, pero ha conseguido que durante unas horas o un par de días, que muchos de los que habitamos esta piel de toro nos sintamos identificados con unos jóvenes y un seleccionador, uniéndonos en algo, posiblemente intrascendente, en vez de separarnos, como otros muchos pretenden hacer incluso en estos momentos. Y tal vez en unirnos resida el secreto, no en separarnos como una parte de la chusma de la que he hablado pretende. Unirnos no por una patria. Unirnos por una Sanidad mejor, por una Educación mejor, por una vivienda asequible, por....

Un saludo.

jueves, 11 de julio de 2024

EL CAMINO DE LOS LABIOS

Existen mujeres que no se dejan besar. Mujeres, que a pesar de encontrarse desnudas a tu lado, rechazan el contacto lento y exploratorio de los labios. Y eso acaba siendo, en cierta medida, perturbador. 

Este hecho puede definirse como una cuestión fallida de principios. O como la ausencia de interés por  descubrir las posibilidades de placer en cada fragmento del cuerpo propio. Quizá también constituya un reflejo de la imposibilidad de detenerse el tiempo necesario en el inicio del camino, antes de dejarse atrapar en la vorágine del deseo puro. Aunque también se podría deber al más puro desconocimiento de las posibilidades que los labios, la lengua o un pequeño y retenido mordisco puede generar como camino iniciático para alcanzar algo más simple y complejo, donde se contiene la mera supervivencia y uno de los actos de comunicación más complejo que se puede llegar a producir.

De igual manera, existen mujeres que desconocen cuándo contemplar la Luna Llena o la importancia de un atardecer para crear estructuras casi inquebrantables en la telaraña ligera y firme de la complicidad. También deben existir hombres con semejantes características, pero ese dato resulta inútil para completar este relato y debe ser cada cual quién juzgue aquello que encuentra frente a sí mismo y la necesidad de sumergirse de pleno en ello o huir como alma que lleva el Diablo. 

Puede que la clave de aquello que buscaba se encuentre en esos besos virginales permitidos, tan desconocidos como imprescindibles según la ley que había creado en su código legal, tan personal como necesario. Sabía que una mujer que se permitiese, y le permitiese, el tiempo necesario para besarla, tendría ganado algo más que todo la experiencia amatoria que poseía. 

Pero, tal vez, en este momento no se trata de alcanzar nuevos lugares en los que depositar esos besos que anuncian en la piel lo que acontecerá. No se trata de ello porque el lugar más importante en esa escala de prioridades reside en unos labios carnosos conocidos y deseados que, de manera muy probable, él alejo de manera equivocada de su lado. Llevaba un tiempo pergeñando como recomponer ese estúpido error, doloroso para ambos. Él había fallado y sólo él  debía intentar recomponer ese despropósito.  

Marcó su número y toda la angustia del universo se refugió en su abdomen, contraído por el peso de las palabras que habían de seguir a su petición. Sintió como la esperanza y el miedo al fracaso formaban un todo, que lo empujaban y lo retenían de manera simultánea, mientras su boca reseca y sus sentidos se concentraban en los tres tonos de llamada que fueron interrumpidos por la voz de ella. Entonces, antes de responder, lo supo: su camino acababa en aquellos labios.


martes, 16 de mayo de 2023

EN UN PÁRRAFO

 "A diferencia del cazador, que encuentra placer tanto en abatir a la presa como en mostrarla, él sentía que lo importante radicaba en el proceso que conducía a que la mujer que deseaba, su presa en sentido figurado, expresara su deseo de estar con él. Después, una vez conseguido este objetivo, la relación solía perder interés, el instinto de cazador se veía saciado, excepto en los extraños casos en que  sentía un interés que trascendía a lo meramente carnal".

Había leído este párrafo del libro Inquietudes de Juan Morín infinidad de veces y, por fin, las dos últimas líneas cobraban sentido para él. Había encontrado a alguien, Sonia, que transcendía más allá de lo carnal. Para él no suponía mayor problema el estado civil de ella: casada...al menos en un primer momento, pero todo cambió cuando sintió que en su interior  había anidado algo más que la mera pulsión de conseguir que ese cuerpo yaciese con él. 

Llegado este momento tenía plena consciencia de que la situación resultaba compleja. El matrimonio de ella se encuadraba dentro de las uniones de conveniencia, una especie de unión simbiótica de carácter social. Él, Luis Miguel, a ojos de su entorno, ocultaba su homosexualidad , o al menos lo intentaba. Ella, además de conseguir una cantidad de dinero que añadir a su salario, poseía cierta libertad para desarrollar su vida de la manera que considerase más adecuada, siempre que mantuviese un cierto decoro y "no diese de qué hablar", como le había repetido en muchas ocasiones Luismi.

Sin embargo, tanto Sonia como él, Andrés, comenzaban a sentir que el marido de ella resultaba innecesario, y hasta molesto, en esa relación que había nacido como una aventura fruto del deseo de ambos y que había caminado hacia algo más complejo, forjado a base de sentimientos y necesidades diversas por cubrir. Pero aquella rendija en la relación que les llevo a conocerse, a explorarse y a enamorarse también contenía el veneno de la dificultad para obrar con libertad, pues el divorcio el divorcio no entraba en los planes del miembro de ese terceto que no participaba en dicha relación, que no mostraba predisposición alguna a romper ese vínculo artificial con su esposa. No sólo eso, un contrato firmado antes de la boda obligaba a que, de existir una futura separación, debía ser de mutuo acuerdo y, de no existir esa comunión de intereses, si una de las dos partes siguiese adelante con la disolución de la pareja debería indemnizar al otro con una cuantiosa cantidad de dinero. Cantidad de la que ella no disponía ni, muy probablemente, podría disponer en un futuro próximo.

Poco tiempo después surgió la idea, como surge la necesidad de beber agua cuando la sed llega al extremo de acartonar los labios, de una  manera natural, necesaria y urgente. La solución pudo germinar en la cabeza de Sonia, o en la de Andrés, no importaba, ambos la hicieron suya de manera automática y dedicaron un esfuerzo conjunto a llevar a buen puerto su plan, aspecto que aún afianzó más su relación, como ocurre siempre que se planea conjuntamente crear algo nuevo o como sucede cuando se acomete una empresa delictiva, en la que el silencio resulta tan virtuoso como el éxito de la misma.

A pesar de su inexperiencia en estas lides contaban con una gran ventaja: ella, debido a su trabajo, enfermera, poseía los conocimientos necesarios para que la ejecución de su proyecto fuese un éxito. Conseguir un potente analgésico no supuso problema alguno. Acceder a la ricina, procurando no dejar pista alguna sobre su adquisición, requirió un mayor tiempo, pues hubo que sortear varios obstáculos, algunos de ellos imprevistos, pero el proceso de indagación y obtención de la misma, acabo resultando más fácil para ella que para un profano en asuntos relacionados con la Medicina.

Una vez todo preparado, Sonia intentó, por última vez, resolver la situación con su marido mediante el diálogo; llegando a ofrecerle una compensación económica que, a pesar de suponer casi todo lo que poseía, resultaba  muy inferior a lo que estipulada  el contrato. Sin embargo, Luis Miguel rechazó tanto el dinero como las súplicas de Sonia para finalizar formalmente su relación. Se mostró inflexible, remitiéndose al convenio que ambos firmaron de forma voluntaria en su momento. Ella aguantó las lágrimas, y la rabia, lo mejor que supo y pudo, para no mostrarse vulnerable ante el hombre imperturbable que se encontraba enfrente. Ese hombre que, sin ser consciente de ella, había firmado con su intransigencia, en este caso de manera involuntaria, el fin de sus días.  

Tardaron un par de semanas en ultimar los detalles. Billetes de ferry, cerrar los vuelos, papeles falsos para ella, alojamiento en su lugar de destino, realizar transferencias de la cuenta conjunta del matrimonio a una donde Sonia figuraba como única titular, extraer dinero del cajero todos los días, hasta conseguir una cantidad en metálico que no superase el  límite para viajar, pero que les asegurase poder vivir durante un tiempo largo con holgura, mientras encontraban una forma de sustento. Poseían la certeza de que un ingeniero con contrastada experiencia y una enfermera con un amplio historial y una formación actualizada no habrían de tener dificultad para encontrar un trabajo adecuado a sus capacidades en su destino, Guinea Ecuatorial, carente de personal formado en muchas especialidades.

Conseguir el sedante y la toxina, así como su utilización,  constituía la parte inicial del plan. La huida de ambos a un país sin tratado de extradición, como era el lugar africano en el que pensaban recalar, representaba la culminación de  la meta que perseguían: vivir juntos sin necesidad de ocultarse ni de mantener distancias físicas y temporales para responder a convencionalismos y contratos ajenos a su vínculo voluntario. 

Dejar su forma de vida atrás constituía una medida preventiva. Resultaba harto improbable que en la autopsia detectasen restos del tóxico que ella utilizaría. Cuando encontrasen el cadáver, dos o tres días después de su muerte, lo más probable es que hubiese desaparecido del organismo del muerto cualquier rastro del mismo, pero,  para evitar complicaciones que acabasen en una condena penal, huir suponía una salvaguarda ante este hecho improbable, pero no  imposible. 

El cinco de mayo supuso el inicio de la nueva vida de Sonia y de Andrés y el final de la de Luis Miguel. Sorprendentemente, todo resultó muy sencillo. A las 00,30, hora local de Marruecos, desembarcaron en Tánger. Continuaron viaje a Rabat desde donde embarcaron dirección Malabo. 

 Tras aterrizar en el aeropuerto de Santa Isabel de la capital guineana, recoger sus equipajes y traspasar si novedad el control de aduanas ambos sonrieron y se fundieron en un abrazo que selló para siempre el lugar donde habitaban  todos los miedos e incertidumbres que les habían acompañado durante los últimos días. Como ocurre en estas situaciones, cuando llegaron a su alojamiento ambos sintieron como el cansancio se apoderaba de sus cuerpos. La adrenalina había cumplido su función y la actividad y el esfuerzo, sobre todo mental, que habían desarrollado durante estos últimos días se hacían notar. Ya no había planes que ejecutar, horarios que cumplir y miedos a fracasar. Había llegado el momento de dejarse llevar y de pintar de amaneceres ese proyecto vital de convivencia por el que habían llevado a cabo todo aquello, que meses antes resultaba inimaginable para ambos.

No tardaron en encontrar trabajo. Sonia en una ONG, que necesitaba profesionales estables en su organización para dar continuidad a su proyecto sanitario. Andrés en un ministerio, que precisaba de ingenieros para llevar a cabo las obras públicas que el dinero del petróleo financiaba. Pronto se dio cuenta de que parte de su trabajo consistía en hacer proyectos sobre papel, atribuyendo unos precios desorbitados a cualquier apartado del proyecto, a beneficio de todo aquellos que medraban en despachos, concesionarias de obras y demás personal con algún poder sobre la ejecución de la obra. Él no se inmiscuyó en ello. Su principal interés residía en conservar aquello que le hizo llegar a ese país y lo demás sólo suponía un medio para ello. 

Por contra, Sonia si se mostraba crítica con el régimen dictatorial del país. Tal vez debido a que su experiencia laboral le llevaba a convivir con los más desfavorecidos, o con algunos de ellos, pues la pobreza en el país constituía una seña de identidad, o, quizás, debido a que su personalidad la empujaba a criticar las injusticias sociales y los abusos del poder. 

A Andrés no le importaba mucho la etiología de esa pulsión justiciera que parecía haberse instalado en ella. Lo único que le preocupaba era la energía y el tiempo que comenzaba a dedicar a dicha causa. Aspectos que, de manera progresiva, generaba una distancia entre ellos. Una brecha al principio inapreciable, pero que cobraba forma poco a poco, que les arrastraba a mundos paralelos. Él sentía que las campañas, el activismo de su pareja había sustituido a las confidencias, a los atardeceres llenos de miradas cómplices y a los abrazos que abrían la puerta al sexo y que, de igual manera, cerraban esa misma puerta, una vez satisfecha esa necesidad de sentir al otro lo más cerca posible.

Sin embargo, había algo que a él le fascinaba del comportamiento de Sonia. Le maravillaba que una mujer que mostró una gran frialdad para asesinar a un hombre al que le unía una relación íntima, a pesar de que esa persona impidiese su felicidad, unos meses después fuese capaz de posicionarse al lado de los más desfavorecidos contra un poder despótico y cruel, arriesgando su libertad o algo más. En un principio se sintió desconcertado, pero no tardó en darse cuenta de que ambas cuestiones respondían a un  mismo principio: actuar ante la injusticia, bien se cometa con ella o bien recaiga sobre los demás, aunque sean personas con las que, a priori, no tenga ningún vínculo especial.  

Andrés barajó durante, aproximadamente, un par de semanas lo que implicaba el alineamiento social de Sonia con respecto a la relación de ambos. Del mismo lugar que surgió la idea que acabó con ellos en África nació la propuesta que él hizo a  su pareja: adquirir de manera conjunta una casa más grande y, sobe todo, con vistas al mar, como ella tanto deseaba. Recordaba que en una de sus primeras conversaciones Sonia había manifestado que despertarse todos los días viendo el mar constituía su mayor anhelo. Tras la salida de Madrid todo había discurrido de manera muy satisfactoria, en especial en lo económico, y, entre ambos, no tendrían problema alguno en reunir el dinero suficiente para que el sonido del del Océano Atlántico llenase las esquinas de su futuro hogar.

Como era de esperar, la respuesta a la propuesta fue afirmativa y, para sorpresa de la mujer, él la invitó a acompañarle a una casa en venta que, según creía, reunía todos los requisitos que ellos necesitaban. Cuando, al día siguiente, ambos salieron por la puerta ambos estaban de acuerdo ese lugar que acababan de abandonar sería su nueva residencia. Negociar el precio final, debido a los contactos de él en el Ministerio, resultó mucho más sencillo que en España, para sorpresa de ambos. Los siguientes pasos: anunciar a su casero que abandonarían su antigua casa, crear una cuenta conjunta donde depositarían el dinero del pago, gestionar todo los documentos para la adquisición de la nueva casa, concertar citas con los encargados de supervisar la venta...corrieron a cargo de él. El trabajo de él le proporcionaba un entorno que le facilitaba todo este proceso y Sonia no dudó en dejar todo en manos de su eficaz pareja, que parecía haber desarrollado una vitalidad y entrega perdida hace tiempo. 

Andrés se encontraba lejos cuando la Policía irrumpió en su casa, el mismo día que habían prefijado para zanjar la adquisición de la casa. En ese mismo momento o, tal vez, un poco antes o después acababa de colgar el teléfono para confirmar, por segunda vez, lo que ya sabía: la Policía de España no le incluía entre los sospechosos del asesinato de Luis Miguel. Solo Sonia estaba incluida en esa lista. Su abogado en Madrid, con el que había mantenido contacto durante este último mes, lo volvió a asegurar y él ya no tuvo duda alguna. Encendió el ordenador portátil y se conecto a la red wifi del aeropuerto. Cuando desbloqueó el aparato con su clave accedió a la aplicación de un banco y realizó la transferencia del total de la cuenta conjunta a una de la que él era el único titular. Después borró el archivo Confidencia de la carpeta Asuntos, ya no resultaba necesario, pues, tras imprimirlo, lo había enviado a la Comisaría Central de Malabo. El archivo Confidencia constituía un relato pormenorizado de las actividades que una enfermera de una ONG realizaba para ayudar a los más desfavorecidos. Actividades que suponían en determinados casos actuaciones perseguidas por el régimen del dictador guineano.

Apagó la computadora y abrió un libro que sacó del bolso de viaje que llevaba con él. La página elegida se encontraba señalada por un marcapáginas y en espera de escuchar la llamada que le indicase que debía embarcar en el vuelo con destino a Madrid, leyó:

  "A diferencia del cazador, que encuentra placer tanto en abatir a la presa como en mostrarla, él sentía que lo importante radicaba en el proceso que conducía a que la mujer que deseaba, su presa en sentido figurado, expresara su deseo de estar con él. Después, una vez conseguido este objetivo, la relación solía perder interés, el instinto de cazador se veía saciado, excepto en los extraños casos en que  sentía un interés que trascendía a lo meramente carnal".

Y entonces comprendió que Sonia y él tenían algo en común: la fidelidad a sus principios. Ella lo había apostado todo, y había perdido, para conseguir justicia. Él, en cambio había sido fiel a sus principios y, como ella, no había dudado en saltarse cualquier norma para conseguir a quién deseaba, pero, como decía el texto de Juan Morín, una vez conseguido lo que pretendía de una mujer ésta, más tarde o más temprano, perdía todo su interés y necesitaba encontrar otro reto, otra mujer a la que ganarse, para continuar sintiéndose vivo. 

jueves, 6 de abril de 2023

NADA IMPORTANTE

NADA IMPORTANTE


Te reconocí en el carmín de una camarera,

en el sabor del pan de maíz

y en la ausencia, que por momentos, aplasta.

Me reconocí en la toma de decisiones,

en la duda de los días corrientes

y en el cansancio que, en ocasiones, asfixia.

Me siento, inestable,

sobre la pulsión de estos caminos bifurcados,

segmentados por la distancia a tus labios,

a tus senos voraces y reconfortantes,

transitando ese espacio entre tú

y miles de relatos imposibles

trufados de victorias improbables,

contrapuestas a la realidad

de las vidas corrientes,

ancladas a sueños ocultos

en las profundidades de océanos domesticados,

exangües tras cada claudicación.

Ahora, detenido en este lugar desgastado,

las mañanas aúllan una tras otra.

Nada importante.

Quizás no eras tú,

quizás no era yo,

quizás sólo se trataba confusión

o de un sentimiento real

yaciendo en algún lugar sin nombre,

en un lecho oxidado;

 hibernando en un cuarto de ventanas acenagadas

donde la carcoma de la esperanza

no encuentra su itinerario,

y todo lo abarcable se transforma en un habitáculo interior,

iluminado de luna nueva

sin resquicios al viento de la mañana,

creador de caricias,

de la colisión de los cuerpos,

y del sonido de los bailes.

Mientras, amanece hoy también, 

nada importante.