El asunto la Educación resulta complejo, a la par que sencillo, al menos para algunos, posiblemente los que menos conocen el tema.
Comencemos por hablar sobre las reformas educativas. Las manidas reformas legislativas sólo suponen un mayor papeleo para el docente y pocos cambios reales. Tal vez, la única que cambió cosas sustanciales fue la Ley Wert, que, por desgracia, fue un intento de traspasar el sistema estadounidense a nuestro país. Digo por desgracia, porque, como se puede ver en los informes internacionales, no es uno de los mejores en sus etapas iniciales.
Para que nos hagamos una idea de la similitud de las leyes, uno de los aspectos fundamentales, el aprendizaje por competencias, no ha variado en las últimas tres leyes, entre otras cosas porque viene impuesto desde Europa.
Otra prueba de ello, si usted no se dedica a la docencia puede comprobarlo, la actual ley son correcciones sobre la anterior. Aquí se puede consultar el enlace, publicado en el BOE, donde se puede comprobar que muchos artículos quedan igual o con leves correcciones, a veces lo que cambia es el nombre.
https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2020-17264
Quizás conocer esto evite confusiones como la que tenía un amigo mío, de una determinada tendencia política, que un día que estábamos tomando una cerveza, y le intentaba explicar esto, me preguntó sobre lo que separara a PSOE y PP en el ámbito educativo, además del asunto de la Memoria Histórica. Debo reconocer que, tras el estupor inicial, comprendí lo que hacen los partidos políticos, mejor dicho los medios de comunicación afines, para atraer tropa a las urnas. A unos y otros sólo les importa el tema educativo para captar votantes, tal vez por eso nunca consultan a los docentes que estamos a pie de obra.
Una vez aclarado este punto creo conveniente abordar otro aspecto crucial: el discurso de los ideólogos educativos, que se puede identificar con muchos pedagogos, psicólogos y demás seguidores. Personas que, en su gran mayoría, la última vez que pisaron un aula de Educación Infantil, Primaria o Secundaria fue en los gloriosos tiempos de aquel caudillo lusitano de nombre Viriato.
La gran mayoría de ellos parten de los postulados de Rousseau, el ser humano siempre es bueno por naturaleza, siendo la sociedad la que le corrompe. Además, en determinadas etapas no se deben enseñar demasiados conocimientos, no siendo que se gripe el cerebro, mostrándose el aprendizaje por descubrimiento como el mejor medio para ir ampliando sus conocimientos. Todo muy bonito sobre el papel, pero, resulta, que como el ginebrino hizo con sus hijos, cuando se trata de llevar a cabo lo que se plantean, ellos se encuentran lejos, haciendo bueno ese refrán castellano que reza: Una cosa es predicar y otra dar trigo.
Además de este "pequeño" defectillo, estos teóricos tienen un segundo fallo, en este caso por omisión. Omiten, quién lo iba a decir, que el propio Rousseau habla de la sociedad como corruptora, esta palabra es de cosecha propia, de los niños. Es decir, el propio filósofo reconoce el papel fundamental que el entorno de los pequeños tiene para ellos y para su desarrollo. ¿Por qué estos tipos no lo suelen reconocer? Voy a aventurar una respuesta.
Mi hipótesis gira en torno al hecho de que si se empezara a considerar que existen familias que no constituyen el entorno ideal para los niños, y no hablo sólo de lo que eufemísticamente se denomina familias desestructuradas, parte del chollo de esa gente se iría al garete. La superioridad moral vende, y no exclusivamente para conseguir dinero, también para adquirir estatus, en especial entre una serie de personas de ideal progresista. Sin embargo, este planteamiento falsea la realidad y, sobre todo, hace flaco favor a los niños y, de paso, a los docentes.
Considerar que lo que ocurre dentro del aula resulta lo único que se debe valorar retrata a toda un serie de iluminados con despacho, y a sus acólitos, como personajes o bien indocumentados o bien siniestros.
El niño no se deja el cerebro, sus experiencias previas, el estilo de aprendizaje de sus padres, el interés o desinterés de ellos por él y todo aquello bueno o malo que le afecta en sus hogares; como tampoco lo hacemos los adultos cuando tenemos problemas. Un niño que no recibe atención por parte de los padres, incluso en aspectos tan básicos como la higienes, o que recibe un nivel de exigencias excesivas o que está sobreprotegido y no le han impuesto unas mínimas normas en su casa, por mucho que se trabaje con él, por lo general va a tener problemas en el aula. Algún iluminado repondrá que ese es el trabajo del docente. Pues sí, pero, por supuesto, no. Me explico.
El trabajo del docente radica en que todos los niños aprendan por igual, pero existen variables sobre las que no tienen control, por ejemplo los padres. Y es aquí donde los teóricos de la Educación no quieren saber nada, a pesar, de que defiendan que la primera institución socializadora de la gran mayoría de nosotros es la familia. Y es también aquí donde no admiten un fenómeno que les resulta muy excitante, pero sólo si se aplica a los niños: la diversidad. La igual que existe diversidad dentro de las aulas, también existe diversidad entre las familias, constituyendo algunas de ellas un freno para el completo desarrollo de sus hijos y para llegar a esta conclusión no resulta necesario ejercer la docencia ni tener muchos años de experiencia como enseñante.
¿Estoy diciendo que como existen familias que dificultan que sus hijos consigan alcanzar el máximo no se debe trabajar con esos niños? Al contrario. Lo que intento defender es que la Escuela no constituye un ente cerrado y que, al igual que hay esforzarse por enseñar a los niños, las influencias externas, que deberían apoyar en la labor de crecimiento de los niños a los docentes, a veces resulta crucial. Por ello, resulta trascendental en ciertos casos, no anecdóticos, trabajar con esos padres para incidir sobre sus hábitos negativos y mejorar lo que le ofrecen a sus hijos. Por supuesto, cuando hablo de incidir sobre la conducta de los padres no me refiero a dar una charlita, de esas que dan los gurús, si no a implicar a los Servicios Sociales externos a la Escuela, que, en casos extremos, podrían llegar a poner en conocimiento de un juez de menores la situación de los niños, para que este adopte, si lo cree oportuno, las medidas necesarias.
Alguien podrá alegar que he ingerido algún tipo de psicotrópico. No es el caso. Pero, con más de treinta años de experiencia docente, no conozco mejor medida. Se ha demostrado que las medidas de los pedagogos no sirven, y no por incapacidad de los docentes (al menos de la gran mayoría), si no por irreales, como la gran mayoría de sus planteamientos educativos.
No, no se puede cargar todo en el debe del docente, porque este planteamiento sólo sirve para falsear la realidad y porque denota un desconocimiento absoluto de lo que nos mueve a la mayoría de los que nos dedicamos a enseñar. Para nosotros, cuando un alumno aprende es un orgullo, en especial si vemos que al principio presentaba problemas, porque sabemos que nuestro trabajo está bien hecho. Nuestra labor se parece a la del artesano, intentándonos adaptar a las necesidades de los chavales y su éxito es nuestro éxito. Lo siento, sé que esto jode a mucha gente: pedabobos, periodistas que hablan de Educación sin tener ni idea, personas que consideran que nuestras vacaciones son excesivas, pero sabéis, yo, que me dedico a los niños que tienen más dificultades, cuando consigo que un niño aprenda a leer o que un niño TEA tenga curiosidad por su mundo, me siento la persona más feliz del mundo.
Una parte de los referidos anteriormente, pedabobos, periodistas que van de progresistas y gente que se deja atraer por unos y otros, realizan una labor de zapa enorme contra los alumnos que presentan más problemas y contra la Educación comprensiva (la que quiere que todos los niños aprendan lo mismo, nivelando sus conocimientos y, teóricamente, sus posibilidades en el futuro). Cuando presentan datos sobre el nivel socioeconómico y su relación con el fracaso escolar, siempre culpan a la Escuela, pero nunca al entorno externo. Parece que si son pobres los niños tienen menos apoyo por parte del sistema educativo. Mentira. Más bien al contrario, suelen recibir refuerzos educativos, becas más cuantiosas... ¿Entonces? Entonces volvemos a lo anterior, la diversidad de las familias, sus expectativas, su visión de la vida y de lo prioritario en esto, su capacidad de educar a sus hijos...
Igual que hacen cuando culpan a los docentes del fracaso escolar, analizando una sola variable del total, cuando hablan de pobreza y de fracaso escolar, optan por una sola variable para explicar todo y eso, querido lector, sólo demuestra una cosa, o dos: los que no quieren abordar el problema en toda su complejidad o bien se enmarcarían en lo que podemos entender como personas siniestras o bien son unos imbéciles o, también plausible, resulta que comparten características de ambas cosas a la vez.
Me estoy alargando en exceso. Quiero abordar otros temas como la farsa de no aprender, la respuesta institucional al fracaso escolar, el sobrediagnóstico o la mala preparación inicial de los profesionales, pero esto será en la próxima o en las próximas entradas.
Un saludo.
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