jueves, 25 de mayo de 2017

EL MÁS COMÚN DE LOS SINSENTIDOS

"La manera como se presentan las cosas no es la manera como son;
y si las cosas fueran como se presentan
la ciencia entera sobraría".

Karl Marx


"Es de sentido común", esa frase que sirve para justificar que nuestras ideas resultan acertadas y las de los demás no. El lector habrá oído, cuando no dicho, esta oración en diversas ocasiones; siempre con el mismo sentido: el de la certeza absoluta y, de paso, la descalificación de los pensamientos o palabras de quien osa contradecir eso que es de sentido común y que se cae por su propio peso. Sin embargo, el sentido común, tan evidente para nosotros, resulta poco común para otros, que consideran que nuestras certezas nada tienen que ver con las suyas. ¿Entonces? Entonces, lo evidente, el sentido común no existe. 
Imagine el lector el caso de unos políticos, no pongamos nombres ni siglas, que acceden al poder y piensan que existe una impunidad total sobre sus actos (al menos en ese momento). Estos tipos pueden considerar de sentido común trincar como bellacos, embolsándose dinero público, que además reparten entre sus afines. Se puede alegar incovenienteque sus acciones se pueden, y deben, perseguir judicialmente. Cierto. A pesar de ello, en un determinado momento, en que la sensación de impunidad resultaba absoluta, a estos tipos les pareció que se caía por su propio peso aprovechar la posibilidad para saquear las arcas públicas.
Tal vez el ejemplo lleve adjuntas una serie de cuestiones morales que puedan contribuir al despiste, enzarzándonos en dilemas éticos que en nada contribuyen a ilustrar lo que pretendo. Vamos, entonces, a ilustrarlo con otra situación.
Supongamos que en nuestro país, o en nuestro continente, ha estallado una crisis económica considerable. Como hemos podido escuchar para unos el sentido común invita a invertir por parte de los estados, para conseguir un crecimiento que mejore la economía de los países. Ese gasto se consigue con un aumento de los impuestos, en especial a los que más tiene. Sin embargo, para otros el sentido común dice que los estados deben gastar lo menos posible, disminuyendo los impuestos, en especial a los más ricos, pues ellos solos son capaces de crear riqueza. Digo es de sentido común, porque si fuera una ciencia existirían datos incontestables que nos ilustrasen sobre el camino a seguir. Entonces, ¿qué opción tomamos? Mi sentido común defiende que la primera opción resulta mejor y, sobre todo, más justa, pero el sentido común de otra gente no parece opinar lo mismo. 
Puede que este ejemplo también posea una serie de matices ideológicos que nos pueden desviar del asunto. La verdad, parece que no me encuentro muy acertado con los ejemplos, todos se encuentran cargados de ideología o de creencias. Vamos a ver si un tercer intento es más afortunado.
Pensemos que existe una catástrofe humanitaria y millones de personas deben salir de su país, buscando una vida más segura, y mejor, en países de un continente como Europa. No tendremos inconveniente en pensar que es de sentido común dar acogida a personas que pasan hambre, sed y, en algunos casos, mueren intentando llegar a un lugar mejor. Se trata de ayudar al necesitado y eso se cae por su peso. De hecho existen organizaciones cuya labor, toda en parte, consiste en ayudar al necesitado Cáritas, Intermon Oxfam, Hogar Social... Aunque estos últimos, creo recordar, que sólo ayudan a los que ellos consideran españoles de pura cepa, porque, para ellos, es de sentido común que los extranjeros vienen a quitarnos lo que hay aquí. ¡Vaya! Parece que estos tipos racistas y xenófobos también tienen sus certezas y consideran que ciertas cosas se caen por su propio peso y, dato importante, esas creencias son compartidas por una buena parte de la población europea, como se pudo comprobar en las elecciones francesas, austriacas, holandesas... 
Creo que este tercer ejemplo también posee una gran carga de ideología y, por tanto de creencias. He vuelto a incurrir en el mismo dislate: asociar el sentido común a ideología o creencias. Aunque, ahora que lo que pienso, a lo mejor el sentido común consiste en eso: en una serie de creencias que creemos superiores a las de los que no las comparten con nosotros. Empiezo a creer que el verdadero problema lo encontramos en llamar sentido común a algo que se debería denominar sentido particular, porque no cabe duda alguna, no existen verdades universales sobre cuestiones referidas a la moral de las personas. Existen tantos sentidos comunes como percepciones de un mismo asunto encontremos. Puede que esas percepciones se puedan agrupar en dos o tres categorías (sí/no/me da igual), con los matices que aporte cada persona, pero, incluso en este caso, no existe una categoría única y universal.
El lector puede alegar que en muchas ocasiones la frase: es de sentido común, se aplica a situaciones cotidianas. Cierto. Pero, si se realiza un análisis del contexto con detalle los principios rectores resultan los mismos: yo tengo la razón. El otro defiende un disparate. No hay más que discutir, ¿cómo se le puede ocurrir eso?
A modo de resumen, concluiré esta entrada diciendo que  tengo la impresión de que el sentido común ni es un sentido, es más bien una creencia, ni es común, se trata de algo particular. Por tanto, querido lector, este humilde bloguero cree que cuando se habla de sentido común, lo que en realidad signfica es que, por parecer evidente a otra persona una cuestión, sin ningún tipo de fundamento real, me intenta imponer su forma de entender esa circunstancia como verdad revelada. Y uno, que sigue ejerciendo de ateo, pasa de verdades reveladas.
Un saludo.

P.D.: Esta entrada está dedicada a Pilar, por hacerme pensar, por el bacalhau, la pularda y...

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