sábado, 10 de abril de 2021

EXPERIENCIAS SEXUALES

 Lo reconozco, la vida de hombre sin compromisos sentimentales es un mundo complejo, donde no siempre resulta fácil estar a la altura, en especial cuando te enrollas con una jugadora de baloncesto que te saca una cabeza. 

Pero, en realidad, ese es el menor de los problemas. El problema fundamental reside en conseguir contactar con mujeres, ¿y qué mejor sitio que esas aplicaciones para solteros, separados, divorciados, curas de incógnito y demás tropa? 

Yo me metí una vez en una y pronto comprendí que las mujeres se dividían entre las que buscaban conversaciones serias y las que querían reír. Uno, más necesitado que un ñu en la temporada de sequía en la sabana, daba me gusta a toda foto que iba acompañada de dos pechos y la primera con la que hice match fue una de las que buscaba conversaciones serias y ahí me empleé a fondo. Tras el primer hola y su respuesta la pregunté: "¿Qué opinas de los resultados obtenidos en el Gran Colisionador de Hadrones y la posibilidad de que exista una quinta fuerza fundamental, hasta ahora desconocida?" Imagino que se puso a buscar información sobre el tema y aún anda en ello, porque no me volvió a contestar. 

La segunda vez que el match llamó a mi puerta fue con una de esas mujeres que quieren reír. Tras el pertinente saludo la conté lo siguiente: "¿Te querrás creer que diez minutos antes he hecho match con otra mujer que quería conversaciones serias, la hablé de lo ocurrido en el Gran Colisionador de Hadrones y no me ha vuelto a contestar? ¿A que es para partirse?" Paso un rato y me llegó su respuesta: "¿Me lo estás diciendo en serio?" Y yo, que ya veía camino el camino abierto, contesté: "Sí, aún tienen que volver a interpretar los datos, pero parece que la quinta fuerza existe". Y no volví a saber nada de ella. Desde entonces  solo hablo del Gran Colisionador de Hadrones cuando estoy de copas con los colegas, justo después del Asturias patria querida.

A pesar de todo, no me ha ido mal en la vida en el tema de las mujeres. Incluso se podría decir que tengo una cierta experiencia con ellas. Y sí, voy a contar algunas anécdotas con ellas. 

En la primera, y ocasiones única, ocasión en que te acuestas con una mujer existe un tema peliagudo: quitarla el sujetador. Existen dos posibilidades: quitárselo a la primera, ante lo cual la respuesta es siempre la misma: "Se nota que tienes experiencia", que, por lo general, se acompaña de una sonrisa pícara. Reconozco que alguna vez con ganas de decir que he trabajado cuatro años en una fábrica de Playtex, pero me he mordido la lengua a tiempo, porque a un colega que gastó la broma a una mujer con la que acababa de pillar obtuvo como respuesta que "a ver si era posible que le sacara unos cuantos a precio de fábrica" y de ahí a compartir casa hay cuarto de hora.

Luego está aquellas ocasiones en las que es más fácil quitar un cinturón de castidad que los cierres del sujetador. Ahí la respuesta de ellas suele ser algo como lo que sigue: ¡Jajaja! Eres un poco torpe con el sujetador. Al principio te quedas un poco descolocado, lo que, a la larga, resulta más adecuado, porque si contestas como yo hice: "Con el modelo nuevo, el que salió hace tres años, no me ocurre. Es solo con este modelo, que ya está descatalogado, entre otras cosas por la dificultad para quitarlo", la cosa puede que no vaya por el mejor camino.

Pero antes del sujetador siempre está la pregunta típica: "¿Pero tú qué tal en la cama?". Antes daba explicaciones y demás, pero ahora ni me molesto. Me limito a sacar la cartera y rebuscar, entre los condones y los billetes, el certificado ISO 22000 de calidad sexual y seguridad alimentaria (hay que contemplar todos los aspectos). Se le enseño y me ahorro explicaciones. Yo, en estos casos, soy más de aportar pruebas, aunque, la verdad, reconozco, que fue un poco violento cuando los inspectores de calidad estuvieron tomando notas mientras practicaba sexo. 

Yo, lo reconozco, soy un tipo con suerte. Recuerdo una vez que ligue con una tía y a las dos horas estábamos en su cama practicando el bello arte del sexo nocturno. Cuando estábamos en los prolegómenos ella me dijo que no solía hacer esto y que era la primera vez y ahí fue donde yo pensé que era un tipo con suerte: era la quinta vez que una mujer me decía eso en lo que iba de año. ¿A qué es para sentirse afortunado? Todas las mujeres que echan una cana al aire por primera vez me tocan a mí.

Una cosa que no soporto, lo reconozco, es que, si el plan es para una sola noche, ella me llame cariño. Lo detesto. En estas ocasiones siempre me viene a la cabeza una anécdota real que me ocurrió en un trabajo que tuve hace muchos años. Repito que es real. Tenía un compañero de pueblo, con su barba cerrada y su apariencia rural, pongamos que se llamaba Rubén, y otro que era lo que técnicamente se llama una loca, le denominaremos Roberto, este último le sacaba una cabeza al hombre rural. Un día a Roberto se le ocurrió anteceder una pregunta de la palabra cariño y la respuesta del nuestro agreste hombre fue inolvidable: "A mí solo me llama cariño mi mujer y mi madre". Pues cuando una mujer en la cama me llama cariño, si solo hay sexo, me entran ganas de contestar lo mismo que Rubén; pero luego pienso que para poder decir eso tengo que buscar una mujer y casarme con ella y se me quitan las ganas. 

Dando vueltas a este asunto llegué a una solución, que desde entonces uso con notable resultado. Cuando el vocablo cariño aparece por segunda o tercera vez suelo decir con voz indecisa que me gustaría pedirla algo, pero que no me atrevo. Ella suele responder: ¿A ver qué es? Yo la digo que me da un poco de palo y ella insiste en que la cuente lo que pienso y ahí es cuando, con voz temerosa, la digo que nunca nadie me había hecho disfrutar tanto con el sexo oral como ella, que si no la importaba repetirlo... y un halago de este tipo no suele folla..., perdón, fallar.

Una vez me encontré con una mujer que me pedía que firmásemos un consentimiento para practicar sexo, la cosa me pillo un poco de sorpresa, pero rápidamente la remití a mi apoderado (llevo tantos años viviendo en el pueblo que yo no tengo representante, como los de ciudad, tengo apoderado, como los toreros). Al final, quedamos en echar un polvo, y si nos gustaba y repetíamos llevábamos ambos un documento de consentimiento firmado. En esa ocasión no estuve a la altura. Pensaba en todo lo que debía llevar en la cartera para darme un revolcón: condones, certificado ISO, certificado de penales, documento de consentimiento mutuo, certificado médico de no padecer enfermedades contagiosas... y se me vino todo abajo; especialmente eso. 

Lo que sí recomiendo es no beber mucho antes de enrollarte con una mujer. Seguro que todo el mundo piensa que el rendimiento baja con el alcohol, puede ser, pero el mayor problema viene al día siguiente cuando te despiertas y ves a tu lado una mujer despeinada, con el maquillaje corrido, que en nada se parece a lo que el sexto gintónic te hizo ver. Si fuese una compra por Internet se podría pedir que te devolvieran el dinero, o el polvo, por publicidad engañosa. Lo jodidos es cuando te dicen: "Podemos desayunar juntos".  La respuesta es inmediata: "Me encantaría, pero soy sagitario y los sagitario no desayunamos los... ¿Qué día es hoy?¿Sábado? ¡Gracias! Pues eso, que los sagitario no desayunamos los sábados". 

Todo esto puede parecer una exageración, que lo es, pero puedo asegurar que alguna de las cosas contadas, convenientemente deformadas, son reales. 

Y ahora voy a ver si echo un ratico en el Tinder, que anoche estuve con una vegana y me supo a poco.



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