jueves, 21 de septiembre de 2017

LA NO INTERNACIONAL

"Cambiar todo para que nada cambie".

Giuseppe Tomasi di Lampedusa

Con total seguridad el lector conocerá el dicho: divide y vencerás. Nada más cierto. Una organización cohesionada, aunque sea de pequeño tamaño, tendrá más fuerza que un numero ingente de individuos sin ningún tipo de orden y concierto, o separado en diversas facciones, que, por si fueran poco, compiten entre ellas.
En los últimos tiempos los dos grandes movimientos que han contado con ese capacidad organizativa sobre la corteza terrestre han sido dos: el neoliberalismo y, con matices, el terrorismo yihadista. Los matices del terrorismo yihadista vienen porque la pugna entre ISIS y Al Qaeda, las dos organizaciones que aglutinan este tipo de actividad asesina, con sus respectivas "filiales", existe y se produce sobre el terrero (véase Siria, Afganistán...). Aunque, por desgracia, eso dé igual a todas las víctimas de la macabra y sangrienta estrategia llevada a cabo por unos y otros. En ese sentido, la internacionalización de este tipo de actividad terrorista es un desgraciado un hecho.
El otro gran fenómeno que ha propagado su mensaje, de manera triunfante, por todos los rincones de este achatado planeta ha sido el neoliberalismo. La ideología dominante en el mundo ha conseguido que sus creencias (se trata de una fe, no de una ciencia) se expandan por doquier y sean aceptadas como una verdad revelada. Lo que hace un par de décadas sólo podían decir gente como Jiménez Losantos: empleo precario, culpabilidad de los trabajadores por no formarse, movilidad laboral como forma de vida, pérdida de derechos en favor del empresario, abaratamiento del despido... hoy se puede escuchar sin rubor en partidos que se denominan progres, en medios igualmente progres y no encuentra una oposición frontal en los sindicatos. Es más, se nos ha vendido la milonga de que no somos trabajadores, ahora somos clase media "empobrecida". Si bien las ideas de Roosevelt sirvieron en Occidente, tras la II Guerra Mundial, para que se produjese un mayor reparto de la riqueza (un reparto de la plusvalía), nunca dejamos de ser trabajadores y la clase empresarial y financiera nunca dejó de beneficiarse del trabajo de la mayoría de trabajadores. La prueba de ello es que tras la crisis (estafa) que comenzó en 2007 ese reparto de la plusvalía ha disminuido sobremanera, enriqueciendo más a unos pocos y empobreciendo mucho a muchos. La implantación de este ideario neoliberal intenta acabar con avances sociales, algunos creados por personajes tan conservadores como Bismark, a finales del siglo XIX.
Si contra el terrorismo que busca su justificación en una fe parece que existe unidad, al menos de manera verbal, por parte de los afectados, contra las atrocidades del sistema neoliberal (que no es más que el viejo sistema liberal, que matizó Roosevelt, creando, de paso, el ideal de vida americano que tanto  nos han vendido y que no fue hasta después de la II Guerra Mundial que apareció) no existe una organización fuerte y supranacional que le plante cara. Diría más, existe una campaña feroz para desprestigiar todo aquello que se sale de la ortodoxia neoliberal. El ataque a Venezuela (le invito al lector a que indague en publicaciones como Le Monde Diplomatique y se llevará una tremenda sorpresa), desprestigiar el comunismo como esa ideología que mató a cien millones de personas (que vete tú a saber de dónde sacan las cifras, eso sin negar las atrocidades de Stalin, Mao, Pol Pot...), obviando los niveles alcanzados en Sanidad, Educación y los de seguridad en lo que se refiere a tener cubierto lo fundamental para poder vivir... constituyen una forma de pensamiento único que no encuentra respuesta en los que dicen representar a los trabajadores (obreros). No sólo no encuentra respuesta, a veces, los mismos líderes que dicen representar a la izquierda, atacan a aquellas personas que dicen representar:


Este tuit se publicó este pasado fin de semana y responde a un discurso que el diputado dio en uno de esos saraos que se montan para gustarse los unos y los otros. Parece que la gente que no acudió a esas escuelas de teóricos, y que no sentía que se había aburguesado, también tuvo a bien responder a la soflama del riojano. Las contestaciones eran variopintas. Desde alguien que le quería invitar a un par de cañas para contarle lo que les preocupa a los obreros, hasta aquel otro que le recordaba que para Marx era más importante la dignidad de los obreros que incluso el pan; pasando por los que le criticaban por superficial, por adherirse a chorradas varias, muy de moda, que no son más que esnobismo o los que defendían que en vez de mirar al futuro se recrean en el pasado y en cambiar nombres de calles; sin olvidarnos de quien decía que cuando estaban en el poder no conseguían poner en práctica casi nada de lo que proponían cuando están en la oposición o de aquel otro que les criticaba por situarse al lado del nacionalismo, que por definición siempre es de derechas (quieren formar un nuevo estado liberal, partiendo desde otro estado liberal, lo que choca bastante con la teoría de Marx) Y, ¿sabe una cosa, querido lector? Estoy de acuerdo con todo lo que cuentan unos y otros. Este sucedáneo de la izquierda se ha convertido en una club de esnobistas postmodernos, creadores de palabras y expresiones vacías, que buscan los votos de minorías, muy conservadoras, pero que hace mucho ruido en los medios, y que no representan a los trabajadores ni a sus intereses. Se trata de situarse en una presunta vanguardia que lucha por los derechos de cierta gente, que, en determinados casos, ya los tiene y en estética, en mucha estética, pero nunca en ir al fondo de las cuestiones. Ellos sí se han vuelto conservadores, pues sus intereses son los de que dicen defender a minorías, no los de las personas con problemas reales. Élites de pensamiento conservador, que necesitan hablar de lo suyo para seguir viviendo a costa de sus, cada vez, más delirantes teorías sobre buenos y malos. En este aspecto alguien de izquierda mandaba a paseo a Garzón por su apoyo a la nueva corriente, de una parte de esa élite fascista que se parapeta tras el feminismo, que defiende que la custodia compartida no debe darse por sistema. Resulta curioso personas que reciben subvenciones, y que se declaran de izquierdas, defendiendo los mimos principios que la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera: las mujeres nacieron para cuidar a los hijos y los hombres para estar en el bar. Lo curioso es que, hablando con una abogada, me contaba que en la ciudad donde ejerce ella se conceden en torno al 80% de las custodias compartidas que se piden. Una prueba más de que esas élites absurdas viven lejos de la realidad y de que los intereses reales de ciertas élites distan miriadas de las necesidades de los trabajadores que dicen representar.
¿Acaso tipos como Garzón no se pregunta que están haciendo mal Tsipras, él u otros tipos por el estilo para que la extrema derecha esté recogiendo el voto de los trabajadores (véase el posible ascenso de la derecha xenófoba en las próximas elecciones alemanas)? Siempre se les puede culpar a los votantes de tontos, es algo muy socorrido y permite seguir viviendo como hasta ahora. Pero también se puede bajar a la arena, buscando puntos de unión con movimientos europeos, americanos... articulando una respuesta y una teoría común, recuperando la esencia de la izquierda, olvidándose de la corrección política y de las estupideces de una minoría, esa sí aburguesada, que marca el calendario de los partidos que en su momento representaron a los trabajadores. El análisis de Marx sigue teniendo, ahora más que nunca, plena vigencia, y, a partir de aquí, habrá que decidir que elementos de sus propuestas se toman y cuales otros se cambian por respuestas adecuadas a las necesidades actuales, pero siempre teniendo claro que lo fundamental es el reparto racional de la riqueza, los derechos del trabajador y, por ende, del ciudadano. Se deben obtener soluciones de las respuestas que funcionan. Resulta necesario revertir esa sensación de pesimismo que la ineptitud de las fuerzas progres y de izquierda, junto a la propaganda neoliberal, haciendo públicas las victorias frente al capital, Basta público que la gran mayoría de las huelgas consiguen una mejora significativa en los derechos de los trabajadores. Basta hacer ver que los trabajadores seguimos teniendo la sartén por el mango, por mucho que los traidores sindicatos de clase hayan intentado desvirtuar estas movilizaciones con huelgas absurdas de un día. Se ha de denunciar  la externalización de los servicios en lo Público, difundiendo datos sobre el verdadero coste  final de los servicios privatizados (a la larga mucho más caro que lo público), desmontando el mito que sostiene que lo privado siempre funciona mejor, Se han de plantear medidas penales durísimas, pudiendo asimilar esta práctica con el terrorismo, contra los grandes defraudadores y contra aquellos que les ayudan a hacer sus prácticas delictivas (abogados, asesores financieros....), pudiendo llegar a incautar todo el dinero defraudado  si fuera necesario, que pasaría a engrosar las arcas públicas. Se debe luchar contra este modelo de Unión Europea economicista, basado en la perspectiva alemana, que pivota en torno a una moneda, a índices de crecimiento, que no reflejan como se reparte la misma y a grandes cifras vacías de contenido. Pero, sobre todo, hay que ser coherente y consecuente. No se puede estar hablando de la pobreza en otros países y defendiendo en Europa los fondos destinados a la agricultura (lo uno choca con lo otro). No se puede estar al lado de los mineros del carbón y ser ecologista a la vez (de nuevo un choque con la realidad). No se puede ser antimilitar y cuando llegas a alcalde estar a favor de la construcción de buques de guerra destinados a Arabia Saudí, porque crea mucho empleo en la zona. Se debe tener una idea de lo que se persigue, aunque pueda perjudicar a cierta gente que sea potencial votante, y no apuntarse a todo lo que parece bien y enrollado, cambiando las normas del juego en función de la conveniencia del político de turno. Se debe ser claro con lo que se quiere y, sobre todo, con como se va a hacer, pero claro. Y es aquí, decidir sobre qué y cómo hacer las cosas. donde los que dicen representar a la izquierda lo tienen claro: no dicen nada concreto. Tal vez por eso deban retorcer el vocabulario y buscar causas abstractas, que en nada cambian las cuestiones que realmente afectan a la gran mayoría.
Pero, de manera fundamental, lo que se ha de hacer es organizar una respuesta internacional al embate neoliberal, buscando una respuesta conjunta a un fenómeno que, por el momento, se ha alzado con la victoria. Se debe convencer desde los ámbitos locales mediante la acción y el éxito de las decisiones puestas en práctica, para estructurar una respuesta internacional que haga frente a la aberrante concentración de capital en cada vez menos manos, al empobrecimiento de los trabajadores, a la minusvaloración del trabajo y a la cada vez más importancia que se da a capitalistas y gestores...
Un saludo.

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