viernes, 31 de agosto de 2018

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (30-VIII-2018)

En unos días comienza un nuevo curso, querido diario. Como bien sabes, los docentes nos incorporamos unos días antes, menos los interinos que cubren vacantes en determinadas comunidades autónomas, que lo harán con el tiempo justo, para que la Administración se ahorre un dinero, que luego gastarán en publicidad sobre cuestiones absurdas. Pero en uno intuye que éso importa poco al común de los mortales y es el modus operandi de aquellos que rigen nuestros destinos.
Mucho más parece interesar el tema del costo del material escolar. Este asunto concierne a todos aquellos adultos que han de apoquinar cientos de euros para que sus hijos puedan asistir a clase en septiembre. Y a uno, querida bitácora, este asunto le lleva a un estado de perplejidad que limita con la indignación. Te cuento las causas del asunto, para que tengas opinión propia, que no tiene que coincidir con la mía de manera necesaria.
Quiero aclararte, antes de enfangarme, que voy a centrarme en el tramo que va de los tres a los dieciséis años, los estudios postobligatorios y, en especial, los universitarios son harina de otro costal y ahí deberíamos abordarlo desde una perspectiva distinta.
Me gustaría comenzar aclarando, puede que a mucha gente se le olvide, que existen becas de libros, como de comedor, que sirven para que aquellas familias que tienen problemas para la adquisición de libros puedan proporcionárselos a sus hijos. Cuestión aparte resulta si se deben ampliar los mínimos para poder disfrutar de esas becas.
Una vez expuesto ésto, parece obvio que existen personas que han de pagar los libros y el material escolar. Personas que parece tienen unos ingresos que les permiten gastarse, una vez al año, un dinero, doscientos, trescientos, cuatrocientos euros, para la educación de sus hijos. No parece mala inversión, por unos veinte euros al mes (tal vez lo que paguen de factura de teléfono a sus hijos cada treinta días).
Seguro, querido diario, que alguien podrá alegar que dos o tres niños en casa suponen un gasto enorme. Cierto. Pero, si uno mira los baremos para que se concedan las ayudas para libros, resulta que también sube el dinero que tiene que entrar en casa de media todos los meses cuanto más personas hay en el núcleo familiar. En resumidas cuentas, a más niños más posibilidades de que las administraciones ayuden en la adquisición de los libros. Por tanto, no resulta muy coherente quejarse del dinero gastado en material escolar, cuando se tienen unos ingresos que lo permiten.
Sería absurdo ahora argumentar que una parte significativa de esa gente que se queja no dudan en comprar la Play, el móvil o la PSP4 a sus hijos, que cuestan tanto o más que ese material escolar. No tiene sentido criticar a esos padres, que pueden hacer lo que deseen y dar prioridad a lo que les venga en gana. Son sus hijos y si quieren gastarse 300 euros en la Play y quejarse del precio de los libros, es su opción.
Por otra parte, están los teóricos de los libros electrónicos, que ya existen. Muchos creen que pagando una tablet bastaría para poder tener los temarios gratis en ella. ¡Error! Esos temarios los tiene que hacer alguien, al que hay que pagar, y las editoriales no son oenegés, deben ganar dinero también (lo que no implica que todo lo que hagan sea correcto). Por tanto, esos libros electrónicos también tendrán un precio, que unido al de la tablet, que en unos pocos años quedará obsoleta y, por tanto, habrá que cambiarla, no supondrá la desaparición del gasto en material educativo y causará sorpresas al respetable.
Cuestión aparte es el precio de la compra de uniformes, el chándal con el logo del colegio y demás pijadas de ciertos colegios concertados (que todos los que nos dedicamos a ésto sabemos la finalidad que persigue). Eso es un gasto no obligatorio. O, al menos, debería no serlo en los colegios concertados. En este sentido merecería la pena hablar de esa campaña que se hizo hace unos años para llevar a todos los niños uniformados por razones espurias, apelando a una pretendida igualdad (más bien a tapar la realidad), pero, querido diario, eso lo dejaremos para otro día, que no tengo tantas energías a final de curso.
Una vez que ya tenemos solucionado el tema del material escolar -ya quisiera yo-, vamos a centrarnos en otro aspecto que me hace mucha gracia: lo que se debería enseñar en la Escuela, más en concreto la copla de estudiar Historia de las religiones.
Como bien sabes, fiel diario, uno considera que cualquier creencia religiosa se encuadra dentro de lo privada y, por consiguiente, debería desaparecer de las aulas. Existen personas que opinan como yo, pero que proponen que esas horas docentes se completen con historia de las diferentes religiones. Y uno se pregunta: ¿qué entiende esta gente por Historia de las Religiones? Porque la historia de las religiones puede ser algo como: un tipo lucha contra el poder romano, lo crucifican y entre sus seguidores aparece uno nuevo, más culto y con más pasta, que forma la base de la religión. Esta religión ha tenido escisiones, algunas por cuestiones como mandar un obispo intransigente a reunirse con el patriarca de otra facción o por asuntos como que un rey se ha querido divorciar, y una sucesora de éste monarca aprovechó esta nueva religión para formar un estado digno de la Edad Moderna.
También se puede estudiar que una familia poderosa de la Meca acabó con casi todos los miembros de otra familia poderosa y uno de sus miembros huyó a Medina. A partir de ahí fue cimentando su poder, creando una religión nueva, y acabó conquistando La Meca. A su muerte había dos facciones enfrentadas por acaparar el poder en la nueva religión (ambas encabezadas por familiares suyos), que acabaron conformando las dos grandes ramas de dicha religión.
O, había un príncipe que harto del mundanal ruido busco la paz, y tras diversos experimentos encontró el camino. Dicho camino era una filosofía de vida, pero no una religión, aunque muchos de sus seguidores lo convirtieron en religión, como por ejemplo el Tíbet, un estado feudal en pleno siglo XX, hasta la conquista de China. O, que existen religiones que defienden que en función de los padres de los que nazcas vas a pertenecer a una casta u otra. Invento de los arios que conquistaron la India mil y pico años antes de Cristo, para justificar su predominio sobre los nativos, siendo los conquistadores una minoría. Sin olvidar que el nacionalismo japonés tiene su base en el sintoísmo, que consideró al emperador una divinidad en el siglo XIX, lo que junto con su ascenso a religión oficial y su adaptación al sistema educativo japonés, contribuyó a la política expansionista japonesa, que acabó de la manera que todos conocemos en 1945, con el asesinato previo (considerado un genocidio) de unas treinta millones de personas por parte de las tropas japonesas.
¿Historia de las religiones? No. Conocer la Historia es lo que hará crecer a nuestros críos. Saber de dónde venimos y por qué existen, o existieron, diferentes hechos o formas de pensar. El pensamiento mágico se debe enseñar en el hogar, no en los centros educativos. En los centros educativos sólo debe tener cabida el conocimiento universal y la Razón. ¡Basta ya de modas y de las medias tintas! Al final las medias tintas sirven para que los conspiranoicos se reproduzcan y cada vez haya más gente defendiendo que nuestro planeta es plano, que las vacunas no sirven y que existen curas alternativas al cáncer.
Creo, querido diario, que por hoy vamos a dejarlo, porque la deriva que va tomando esta entrada se va alejando de lo meramente educativo y no parece lo mejor para el inicio del curso.
Dentro de poco volverá a juntar palabras y expresar algunas ideas que me preocupan o me hacen feliz, con la finalidad de que te enteres de mis penares y alegrías.
Nos vemos pronto.

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