domingo, 10 de noviembre de 2013

MIEDO AL CAMBIO. UNA FORMA DE COMODIDAD

Escuchaba unos minutos antes de comenzar a garrapatear esta entrada una reflexión de una catedrática de Ética que me pareció acertada en extremo. La cuestión se podía resumir, más o menos, de la siguiente manera: en épocas de crisis las personas tienen miedo a reclamar lo suyo. Lo que le roban, añadiría yo. El miedo a perder lo poco, o nada que tienen, paraliza a una buena parte de la ciudadanía. 
Esta idea entronca a la perfección con la frustración que siente mucha gente que sí se ha movilizado para intentar cambiar el estado actual de las cosas y ve como una gran mayoría de sus conciudadanos los máximo que se permiten hacer es despotricar contra ciertos estamentos o rogar para que todo se quede igual (¡Virgencita, Virgencita, qué me quede como estoy!). Esta aseveración, así vista, parece incuestionable. El miedo a perder lo poco que se tiene, o a no conseguir lo mínimo indispensable para subsistir, parece acicate suficiente para no moverse, ni para reivindicar algo tan sencillo como justicia, o lo que es lo mismo, un reparto más justo de la riqueza, que es de todos.


Sin embargo, invito al amable lector a que realice una reflexión que demostrará que esta idea constituye sólo una parte de la realidad. ¿Qué ocurre cuando las cosas, especialmente en lo referido a la economía, van bien? ¿Acaso existen movimientos sociales masivos demandando mejoras sociales? La respuesta parece obvia, no. Tal vez, sólo tal vez, no tengo los datos, se produzcan más movilizaciones, demandas sociales, en épocas de vacas flacas, pues los afectados por las necesidades generados por la injusticia social son mayores.
Desde mi modesto punto de vista no se trata tanto de que la economía de la mayor parte de los ciudadanos vaya bien o mal. La desmovilización ciudadana tiene más que ver con un estado generalizado, una mentalidad ampliamente extendida, que constistuye una forma, respetable, aunque no la comparta, de abordar la realidad.
Esta mentalidad acomodaticia tiene su máxima expresión cuando los mismos tipos que despotrican contra todo lo establecido se quedan en su casa durante las elecciones o votan a los mismos partidos, plagados de miembros corruptos en muchos casos, que nos han abocado a esta situación. Ni tan siquiera se muestran capaces de mover el culo para probar algo nuevo, que tal vez no funcione, pero al menos supone una alternativa a lo existente.


Esta mentalidad acomodaticia se produce en muchos ámbitos de la vida. Desde el de las pseudofeministas que plantean la igualdad como la imposición de la mujer, siguiendo los cánones machistas que tanto critican, hasta aquellos que conciben la educación como la oportunidad de separar a los mejores del resto. 
En todos los casos se trata de perpetuar una forma de pensar, revistiéndola de todos los ropajes modernos que se deseen. No existe intención alguna de cambiar nada, ni de mover el culo para cambiarlo. En algún caso lo que se pretende, a lo sumo, es mudar la cara de los protagonistas, pero, en el fondo, las formas, y hasta las maneras en algún caso, no varían. 
Como escribí hace tiempo los humanos tenemos, por un lado, necesidad de cambiar. Sin embargo, existe un reverso de esta actitud, que consigue que tengamos una estabilidad necesaria para abordar nuestra vida, que choca con ese deseo de cambio. Como ya dije en otra ocasión es lo que todos conocemos como miedo al cambio. 
No hace falta estar dotado de una gran inteligencia para comprender que en un mundo basado en la posesión de bienes materiales (que sirve, en muchos casos, como medida del éxito personal) resulta fácil incentivar el miedo al cambio, a perder lo que se ¿tiene? 


Tal vez aquí resida el quid de la cuestión: en un mundo basado en la posesión de bienes materiales perderlos constituye uno de los peores males que pueden acaecer al común de los mortales. No sólo éso. Una adecuada publicidad, información manipulada (o como se quiera llamar) consigue acentuar ese miedo a fracasar en lo económico, amansando al personal, o una buena parte de él. 
Existen otros ejemplo que casan con esta forma de pensar y actuar de una parte significativa de los ciudadanos: el machismo, y el falso feminismo, la religión practicada de ciertas maneras, el seguidismo político de manera acrítica...
Todo se basa en lo mismo: en no intentar cambiar la realidad porque resulta más cómodo.
Un saludo.

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