miércoles, 4 de diciembre de 2013

LA MEJOR PRUEBA DE NIVEL ES USTED

Dedicada a Esther y a su churumbel y a todos aquellos compañeros que ennoblecen el oficio de hacer crecer a nuestros hijos.

Uno, que ya lleva en este mundillo de la educación un tiempo, no puede evitar troncharse de risa cuando escucha hablar de Informe tal o Informe cual y de sus resultados, que siempre resultan ser concluyentes. Los informes, el PISA incluido, constituyen una forma de medir algo que resulta difícilmente mensurable. 
¿Justificación? ¿Excusa? ¿Osadía? No, nada de eso. Simple y llanamente realidad.
Voy a contar al amable lector como discurrió la última prueba de este tipo a la que asistí, hace bien poco. Ante unos ordenadores unos niños de 3º ciclo de Educación Primaria debían mostrar su pericia en una lengua extranjera, que parece va a dar trabajo a todo Dios y a parte del Panteón Heleno. Las pruebas, divididas en dos días, consistían en un número de preguntas no muy elevado, catorce en concreto y en algo menos de tres minutos hablando describiendo unas escenas. Se supone que contestando a estos items la administración educativa adquirirá una idea certera de como funciona la implantación de ese idioma en su ámbito de competencia. Si no fuera porque algunos alumnos contestaban siguiendo el modelo Pito, pito, gorgorito, o porque en la prueba hablada se oía al alumno, más el coro de alumnos que realizaban la misma prueba al mismo tiempo, todo sería fantástico.


El sufrido lector podrá reprocharme que intento generalizar, desdibujando la validez de ciertas pruebas, muy comentadas y afamadas en el mundo mundial. Tal vez tenga razón. O tal vez no. 
Si bien las pruebas para medir el nivel en 4º de Educación Primaria suelen ser más "complejas", nos encontramos ante algo que se repite una y otra vez en este tipo de pruebas de evaluación: la predisposición del alumno a implicarse en estas actividades. 
Uno recuerda como en un centro donde trabajó se realizó una "evaluación externa" del nivel de los alumnos. Por si esto fuese poco la empresa encargada de tal menester mantenía una estrecha relación con uno de los adalides, si no el principal, de la controvertida L.O.G.S.E. (ley que postulaba, como todas las posteriores, que nadie se lleve a engaño) la evaluación continua como forma de medir los progresión de los alumnos. 
Tal vez deba aclarar la diferencia entre evaluación continua y evaluación final para evitar confusiones, aunque seguramente no habrían ocurrido.


La evaluación continua se basa en medir de donde se parte y evaluar, día a día, los progresos, y dificultades del alumnos.
La evaluación final mide el grado de adquisición de los objetivos propuestos en un determinado momento, que suele ser, de ahí el nombre, el final del tema, unidad didáctica o como narices se quiera llamar.
Volviendo al tema de la evaluación externa. Uno contempló con pasmo como unas mujeres ajenas al centro educativo daban y recogían pruebas de evaluación a troche y moche, que los alumnos, o una parte de ellos, acababan rellenando tras un largo período de reflexión siguiendo el manido modelo del Pito, pito gorgorito. 
¿Quién mide la predisposición del alumno? ¿La validez de las pruebas? ¿Del método elegido? Nadie, porque se supone que todo lo que nos ofrecen tiene una calidad incuestionable.
El amable lector podrá alegar que los finlandeses, coreanos y demás gente avezada en obtener altas puntuaciones en este tipo de pruebas sí que son capaces de rellenar este tipo de cuestionarios con la debida precisión, gracias a que son capaces de concentrarse. 


Desconozco como funcionan este tipo de modelos educativos, pero uno se acuerda de ciertos aspectos que desvirtúan el gran trabajo que, en teoría, se desarrolla en algunos de estos países. Cuando descubres que el índice de suicidios en países como Corea, debido a la presión a la que se someten a los estudiantes, es altísimo o que en países como EE.UU. los centros tienen como principal objetivo superar con la mejor nota posible este tipo de pruebas, para llevarse más dinero (modelo que pretende desarrollar Wert), por lo que preparan a los alumnos para puntuar muy alto en este tipo de pruebas y para poco más, uno no puede evitar pensar si realmente este tipo de evaluaciones ¿diagnósticas? reflejan la realidad, el día a día, de los centros. Obviamente, a uno se le antoja que no.
Lo anteriormente expuesto no quita que nuestro sistema educativo deba mejorar. Mucho, muchísimo ya lo digo yo, empezando por la formación inicial del docente. Pero de ahí a justificar todo lo que ocurre en el sistema educativo, real o inventado, en función de los resultados de unas ¿pruebas? media un abismo.
Justificar el abandono escolar por la calidad del sistema educativo resulta una memez, especialmente hasta el 2008, donde un alumno que se fuera de peón ganaba una talegada. Uno los ha conocido.
Hágame caso, el sistema educativo debe mejorar, pero no se fíen del resultado de unas pruebas, que incluso algunos profesionales de la educación cuestionan. 


Observen como leen sus hijos; sin son capaces de resolver problemas de matemáticas. Pregunten a los docentes e indaguen sobre como actúan ellos ante los problemas de sus hijos. Cada lector que tiene hijos y ve como su churumbel no avanza debe cuestionarse porqué. Debe preguntarse si esa persona que tienen frente a él resulta la más adecuada para su hijo. En el fondo. la educación, como cualquier otro aspecto de la vida en sociedad, se conforma con personas, con mejores  o peores capacidades, y actitudes. No den por sentado que la persona que tiene frente a usted es capaz de resolver los problemas de sus hijos, o de sacar todo lo que puede de él. En el fondo la evaluación de diagnóstico la conformamos todos y cada uno de los padres, y de los hijos, que pertenecemos a la comunidad educativa.

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