domingo, 27 de agosto de 2017

MONÓLOGO. HISTORIA DE ESPAÑA (II)

En el anterior monólogo nos quedamos en los Reyes Católicos, Isa y Nando, hablando un poco de Colón y de la conquista de Granada. 
Durante el período de los Reyes Católico tuvieron lugar muchas cosas que resultarían trascendentes para el futuro: tendrían una hija majara, obligarían a los judíos a rellenar la casilla del 0,7 de la Iglesia en la declaración de la Renta (expulsando a los que no lo hicieran), quitarían poder a la alta nobleza, permitiendo el acceso a altos cargos a segundones por méritos, mejoraron la seguridad en los caminos, mejorando la seguridad y fomentando el comercio entre ciudades. Existe constancia del papel crucial que jugó en este aspecto alguien, por identificar, que iba por los caminos en un coche, modelo SEAT 124 1430, del que salía una música que decía: "Apatrullando la ciudad. Apatrullando la ciudad...".
A la muerte de Isa su hija, Juana, heredó el Reino de Castilla. Juana, casada con Felipe, el Hermoso, el Macizorro para las de Mujeres, Hombres y Viceversa, andaba un poco más allá que para acá, pero hasta que murió, de forma prematura, su marido, la cosa no pasó a mayores. La castellana anduvo un tiempo de acá para allá con el cadáver de su marido y, Nando, su padre, decidió tomar cartas en el asunto. Juana le explicó a su padre que todo se debía a que no habían pagado los últimos recibos de lo de los muertos y no tenía pasta para enterrar a Felipe; pero su padre, tras consultar al ministro de Hacienda de la época, un noble apellidado de Montoro, descubrió que el argumento era falso y, en vez de mandarla con su tía y su tío a Bel Air, la mandó a Tordesillas, que el fresco invernal de la Meseta viene muy bien para curar enfermedades psiquiátricas y para el cutis.
Nando se volvió a casar con Germana de Foix, que debía estar de puta madre, porque acabó siendo la amante de su nieto, Carlos I. Nando y Germana tuvieron un hijo, que iba a heredar la Corona de Aragón, pero murió de manera prematura, por lo que todo recayó en un joven flamenco, que introdujo, por fin, la cerveza de abadía en España. El joven: Carlos I. 
Carlos I, además de compartir la afición por Germana, también compartió la afición de enclaustrar a Juana, su madre, en Tordesillas. Y allí, casi a la par que su hijo, acabó sus días.
Carlos I de aquí y luego V de allá, tuvo una gran facilidad para tocar las narices al personal y generar guerras. Qué llego a Castilla, solivianto a la peña y aparecen los Comuneros. Qué paso de Valencia, me crecen las Germanías. Que quiero el Sacro Imperio Germánico, un fraile se rebela contra Roma, y con el apoyo interesado de los príncipes alemanes, se monta un cisma de tres pares y muchas guerras. Que tengo un vecino de arriba, a hostias con él todo el día. Que al Papa no le va mi  rollo, saqueo Roma.  
Tal esfuerzo le valió ser al Premio Nobel, pero fue derrotado por Solimán, que recogió el premio tras conquistar Hungría, y que tenía más tirón entre la gente chic de la época: Erasmo, Miguel Ángel, Boris Izaguirre.
Sea como fuere, Carlos se retiró a Cuacos de Yuste (Cáceres), a pasar sus últimos días, cediendo el trono a su hijo, Felipe II, que, a diferencia de su abuelo homónimo, era feo de cojones, y de cara también. Se cree que el emperador se retiró a Cuacos por su preferencia por la cerveza que toma su nombre de ese lugar, Abadía de Yuste. Pues es bien sabido que al flamenco la Cruzcampo le parecía floja y la Mahou le recordaba a los Comuneros y le ponía una mala hostia que no le permitía disfrutar lo que bebía (gracias, Miguel, por la idea).
Felipe siguió el camino de su padre: guerra va, guerra viene, quemamos por aquí, traemos plata de América, quebramos el tesoro nacional varias veces, me caso cuatro veces para celebrarlo. Lo típico en estos casos. Felipe no se conformó con todo lo que tenía y acabó siendo nombrado rey de Portugal y sus terrenos de ultramar. En esa época se observó un aumento en el comercio de toallas y café en España y en Portugal un aumento en el comercio de siestas.
Se decía que el Sol no se ponía en el Imperio, lo que incomodaba bastante a las compañías eléctricas de la época, que veían bajar el consumo de electricidad, gracias a que siempre había luz.
En este reinado Andrés de Urdaneta descubrió la ruta para volver de Filipinas a Acapulco, lo que contribuyó la intercambio de productos entre Asia, América y Europa. Fue en ese momento cuando se asentó la primera embajada comercial china en España, con sede en una localidad cercana a Madrid, Fuenlabrada; en el Polígono Cobo Calleja, en concreto.
Felipe II andaba ya cansado y desilusionado tras tantas guerras, quiebras y matrimonios, pero recelaba de las capacidades de su hijo, de nombre Felipe, como él. Lo cojonudo es que con esto acertó. A su muerte su hijo, el tercer Felipe, dejó todo en manos de un tipo, el Duque de Lerma. Felipe, se dedicó con ahínco a sus obligaciones autoimpuestas: jugarse los cuartos, participar en saraos y alguna otra cosa menos confesable.
Lerma también cogió con ganas sus obligaciones y trasladó la capital de Madrid a Valladolid, tras convencer al campechano Felipe. Antes de convencer al rey, Lerma había comprado un montón de terrenos, a precio de saldo, en la capital pucelana y, cuando se produjo el traslado de la Corte se hizo de oro vendiendo lo que había adquirido a precio de baratillo. Un brillante emprendedor, de los que debiera haber ido a la boda de la hija de Aznar.
Como no le invitaron a la boda, tuvo tiempo de comprar en Madrid, a precio de liquidación, los terrenos que habían quedado abandonados por el traslado de la Corte y, ¡oh sorpresa!, propuso al rey y consiguió que, seis años después, la Corte volviese a Madrid. Jesús Gil y Marbella a su lado, un puto aficionado.
Lerma no podía estar parado y, cuando no trasladaba cortes, hacía la guerra o firmaba paces tenía que hacer algo.
"¡Joder! Acabamos de firmar una paz, después de una pila de años, no sé que hacer con mi tiempo. A ver que se me ocurre. ¡Ya está! Voy a expulsar a los moriscos. ¡Con dos cojones!" Y asi, aprovechando un período de paz largo a los moriscos de España.
A partir de ese momento en las tabernas del país sólo se bebía vino, se tomaban tapas, se daban estocadas, pero no se volvió a ver la típica estampa del paisa vendiendo alfombras, relojes y transistores. Se sabe que hubo que quemar muchas obras pictóricas en las que aparecían paisas por orden de Lerma. Cuando unos años después Velázquez pintó su famoso cuadro El triunfo de Baco tuvo que darle un retoque, haciendo desaparecer al marroquí que aparecía al fondo ofreciendo despertadores, pareos y gorras de los Celtics.
Lerma no acabó bien y para dar un giro de 180ª a todo, Felipe nombró sucesor de éste al Duque de Uceda, el hijo de Lerma. Menos mal que Felipe murió joven, porque de otra manera hubiese nombrado sucesor de Uceda al nieto de Lerma o al nieto de Uceda o a un espermatozoide del nieto de Lerma.
A Felipe III le sucedio Felipe IV, un adelantado a su época. Fiestero, mujeriego, vividor, un Borbón del siglo XVII. Un puto adelantado a su época. Felipe eligió como valido al Conde Duque de Olivares, que tuvo que lidiar con todo tipo de movidas dentro: independencia de Portugal tras sublevarse, intento secesionista de Cataluña (que pidió ayuda a Francia y descubrió que era peor el remedio que la enfermedad), intento secesionista andaluz, protagonizada por el duque de Medina Sidonia de la época. Un cuadro mañanero.
El de Olivares, que intento reformas económicas bastante razonables, cayó en desgracia. ¡Sólo a él se le podía ocurrir hacer pagar más a los nobles sin haberse inventado aún los paraísos fiscales, para que pudiesen esconder en ellosla pasta, o las tierras (que estos eran capaces de todo)! Y el gobierno recayó en manos del propio rey, que entre polvo y polvo tuvo que lidiar con catalanes, franceses, ingleses y los Paises Bajos, que no tendrían mucha estatura, pero tenían una mala hostia considerable. En esta época además de victorias como la de Breda (la que sale en la foto de Velázquez, ¡qué gran fotógrafo!) hubo derrotas como la de Rocroi, el primer revés serio de los hasta entonces invencibles tercios.
Se buscó reorganizar el ejército y se paso del tercio al quinto, aunque otros pensaban que sería mejor la pinta y, tal vez, estos tuviesen razón, porque desde entonces las cosas fueron de mal en peor.
Y en estas estaban cuando Felipe IV las espichó y le sucedió su hijo Carlos II, el Hechizado. ¡Los cojones! Si hubiese existido la Seguridad Social a finales del siglo XVII, Carlos hubiese ido más al médico, él sólo, que todos los ancianos juntos de una residencia de tamaño mediando en un año. Tenía más problemas que el McLaren de Fernando Alonso. Lo bueno de ser rey es que, por muchos problemas que tengas, siempre te encuentran alguien con quien echar un polvo, aunque sea casándote con ella. Pero de ahí a ser un fenómeno en la cama, o de funcionar, hay un trecho y, en este caso, además había pocos espermatozoides, o ninguno.
Cada vez que echaban un polvo la Corte debía ser un sinvivir. ¡A ver si esta vez se queda preñada! ¡Que no sean gases como la última vez!...Pero nada, Charli murió sin descendientes y eso provocó una movida que afectó a media Europa. Pero eso lo dejaremos para otro monólogo, porque hoy tocaban los Reyes Católicos y los Austrias. El próximo día me llenará de orgullo y satisfacción hablar de los Borbones.

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