lunes, 19 de febrero de 2018

HUELGA DE POSTAL

"En Política lo que no es posible es falso"

Max Weber

Hace unos días escuchaba a la locutora de radio, de periodista tiene poco, Pepa Bueno lanzar una pregunta, con ese tono hiriente que utiliza cuando alguien no le cae bien (da igual que sea Pedro Sánchez o un fulano pepero), sobre la decisión que su partido va a tomar respecto a la huelga del día 8 de marzo. El tipo, que no debía traerse preparada la pregunta, contestó con una evasiva (único arte en el que destacan la gran mayoría de los profesionales de la Política patria). 
Acto seguido, la extremeña mostraba su indignación por una falta de respuesta clara y, por supuesto, afirmativa, a la cuestión que le había planteado. El tono de la locutora se volvió un poco más hosco, aún, y no dejó lugar a duda alguna sobre su posición respecto a la famosa huelga feminista.
Este hecho, que puede parecer anecdótico, define, sin ambages, el tipo de periodismo que realizan una serie de personas que dicen situarse a la izquierda y que, en realidad, resultan ser otra cosa bien diferente. Veamos por qué.
En primer lugar, resulta digno del que asó la manteca demandar a un partido que gobierna en un país que secunde una huelga para cambiar una situación. Lo normal, es exigir al partido que en ese momento sustenta al poder ejecutivo que cambie las situaciones, o pretendidas situaciones, injustas.
No considero que sea necesario haber estudiado Políticas para comprender algo tan obvio. Aunque, lo más probable, es que la comentarista considere que todo aquel que no siga sus tesis lo haga porque es un ser abyecto, reaccionario y despreciable (en lo de que el sujeto del P.P. era un reaccionario, en este caso, coincido con la animadora radiofónica; pero por otras cuestiones). En resumen: O conmigo o contra mí.
También es notable comprobar como una parte de la progresía, que no izquierda, a la que dan voz personajes como la tal Pepa Bueno, hayan desvirtuado el principal arma de la clase obrera, la huelga, para hacerse notar y mostrar su postureo. Uno piensa en lo que pensaría alguien como el Noi del Sucre, uno de los líderes de la huelga de la Canadiense, a la que tanto debemos en este país, escuchando a pazguatos como la tal Pepa Bueno o el burguesito Alberto Garzón hablar de una huelga de un día (todas las huelgas de un día acaban conviritiéndose en postureo) para conseguir un objetivo difuso. Realizar una huelga, absurda, para que la gente diga lo que suena bien, sin tener ningún objetivo concreto (por si alguien no se había dado cuenta, cuando se lleva a cabo una huelga los huelguistas quieren conseguir cosas concretas, no generalidades ni abstracciones) sólo sirve para que gente que vive del cuento, con dinero público (el que necesitan otras personas que no reciben por no pertenecer al partido de turno o por no conocer a algún colega en político), justifique su modus vivendi. Nadie quiere volver a la época de las huelgas, como la que consiguió la jornada de 8 horas,  donde, en un momento del conflicto, el Gobierno encarceló a más de tres mil trabajadores, pero sí que debemos respetar a trabajadores como los estibadores, los de Coca-Cola, y sus familias, las trabajadoras de Bershka en Pontevedra o los trabajadores del servicio de recogida de basura de diferentes localidad, que pusieron contra las cuerdas a la patronal, con sus huelgas continúas y solidarias. Esta estupidez de un día de huelga sólo consigue mancillar a los trabajadores
Esta escoria, que está facilitando el ascenso de la extrema derecha, desprovee a los trabajadores de su arma esencial, y la utiliza para justificarse moralmente, porque ellos son incapaces de atacar al verdadero enemigo: el neoliberalismo. Resulta evidente que esta gente no son una respuesta verdadera a los problemas de la gente de la calle, a la que hace mucho tiempo dejaron de pertenecer y que, elección tras elección, les está dando la espalda. La gente que cobra sueldos de miseria o encadena, cuando lo consigue, trabajos malpagados tiene suficiente con llegar a fin de mes. Pero eso no parece importar a todos los ideólogos.
Cabe destacar que esta entrevista, o lo que fuera, de la vocera de las tesis de Rubalcaba, dejó a las claras uno de los mayores problemas del periodismo actual: la falta de periodistas y la sobreabundancia de militantes o activistas mediáticos, que no indagan en lo particular, sólo defienden lo que ellos consideran justo, reduciendo todo a un simplismo infantiloide, donde sólo existen buenos y malos. Hasta que alguien tira de la manta y descubre los tejemanejes de Intermón Oxfam, Médicos sin Fronteras (asuntos ambos muy recientemente descubiertos), Greenpeace (su comercialización de semillas resulta algo... A la ONG les proporciona dichas semillas las mismas multinacionales a las que critica) o lo que se puede leer en este enlace, donde se habla de una oenegé que colabora con las mafias especializadas en el tráfico de personas en el Mediterráneo

https://guerrasposmodernas.com/2018/02/16/al-periodismo-activista-se-le-empieza-a-ver-las-grietas/

Es evidente que existe un montón de gente, voluntaria, yo lo soy, que va a dar el callo y a hacer cosas por los demás, pero también es verdad que existen muchas aberraciones que se callan y que, para mucha gente, las oenegés se han convertido en un negocio. Tal vez debería hacernos pensar que hemos dejado en manos privadas, lo que deberían hacer los estados, obligados por nosotros, los ciudadanos. Pero resulta más fácil dar pasta a una oenegé que demandar a nuestros gobiernos que cumplan con la legalidad internacional.
Personajes como Pepa Bueno, Jordi Évole, otro tipo para echarle de comer aparte, o Ignacio Escolar necesitan limpiar su conciencia de gente pudiente, vendiendo causas generales, en las que existen buenos y malos, sólo buenos y malos, y los malos son los que no les apoyan cien por cien. Pero, ¡ojo!, ellos denuncian injusticias, en muchas ocasiones realidades deformadas para que parezcan una gran injusticia, aunque, en realidad, no quieran cambiar nada que afecte a los más poderosos, porque, les guste o no, ellos forman parte de ese poder, callando lo que no les interesa contar, siendo cómplices de los tejemanejes de las grandes corporaciones, que saben y callan, en especial si dependen de ellas.
Volviendo sobre la huelga y la deformación de la realidad, me gustaría explicar, una vez e, existe una presentación torticera de la realidad, muy típico de la gran mayoría de personas que escriben en prensa, hablan en radios y/o televisión como lo que se ha denominado la brecha salarial (los estudios reales defienden que esa brecha donde se realmente se produce es en los sueldos de los altos cargos directivos, donde las mujeres sí cobran mucho menos por la misma labor). En realidad, se trata de mezclar datos, de manera acrítica y, a ser posible, sensacionalista. Resulta curioso que no se especifique, por ejemplo, dónde se produce esa brecha salarial. Es bien sabido que los más de tres millones de personas que trabajamos para las diferentes administraciones en este país cobramos lo mismo por el mismo trabajo, como se puede comprobar en el B.O.E. ¿Entonces, dónde se produce esa tan traída y llevada brecha salarial? Parece claro que sería en el ámbito de la empresa privada donde existiría tal discriminación. Esa empresa privada que se aprovecharía además de subvenciones por contratar a mujeres. Entonces resulta claro que para un empresario sin escrúpulos contratar a una mujer, que cobra menos y por la que puede recibir exenciones en el pago a la Seguridad Social o algún otro tipo de incentivo, sería lo más adecuado; sin embargo, se siguen contratando hombres, y no creo que sea porque desempeñan mejor sus trabajos, sino porque, en el proceso de selección un hombre determinado o una mujer determinada se adecuan mejor a lo que busca la empresa. ¿Por qué ocurre esto?
Tal vez lo que nos debamos preguntar es por qué los sueldos son cada vez más bajos, o por qué se trabajan más horas por los mismos sueldos. Tal vez debamos preguntarnos por qué el permiso de maternidad/paternidad no es de un año como en otros países. Tal vez debamos preguntarnos por qué hay tanta gente vendiendo anécdotas sangrantes, a veces irreales, para justificar su ideario de burgués revolucionario de sofá. Tal vez debamos preguntarnos como hemos llegado a hundirnos en esta miseria moral, que ve mejor una protesta anecdótica que una movilización general y continua para cambiar un sistema donde los que tienen el poder económico son cada vez más rico y la gran mayoría nos debemos conformar con las migajas que nos dejan. Tal vez debemos preguntarnos por qué es más importante trabajar por salarios de mierda que tener tiempo para criar a nuestros hijos (a lo mejor eso es un triunfo de la ideología neoliberal, que ve en el trabajo lo mejor y lo único, sacrificando cuestiones como ayudar a crecer a nuestros hijos). Tal vez deberíamos preguntarnos por qué los más tontos son siempre los que más ruido hacen.
Hablando de tontas que hacen ruido, voy a contar algo personal. Hace poco leí a una estúpida algo que decía, más o menos,  que siempre que una mujer, o una gitana o una emigrante (parece que las mujeres gitanas o emigrantes no son mujeres) te llamaban machista o racista es que lo eras, aplicando el artículo 1: porque me sale a mí del coño y de mis escasas entendederas totalitarias.
Ese mismo día, un par de horas después, yo iba a ir a uno de los barrios marginales de la localidad donde vivo, uno de esos donde la gente normal sólo va a pillar farlopa, rulas o costo, a dar clases de alfabetización, de forma altruista, a una mujer de raza gitana, que tiene una nieta de 17 años que se ha casado dos veces (lo que en ese barrio no supone una cosa fuera de lo común). Cuando leí a esa gilipollas escribir ese alegato digno de un ser con problemas serios de funcionamiento intelectual,  me hubiese gustado tener a esa imbécil delante de mí y llevarla  a la casa a la que voy a dar las, donde todo el sistema de calefacción que hay es un brasero y que vea lo que yo veo o escuche lo que a mí me cuentan. Me molestó sobremanera, porque esas estúpidas, también hay estúpidos, no mueven el culo para cambiar nada y se permiten clasificar, descalificar y humillar. Gente que sólo habla y/o cobra una talegada por permitir que todo siga igual o que, como esta imbécil, escribe en una revista muy feminista.
Un saludo y, que lo sepáis, no haré una jornada de paro para justificar el sueldo de un montón de gente que no hace nada (algún día, si me da permiso una amiga, contaré como se dan algunos de esos cargos de dos mil y pico euros al mes) y para que bobas y bobos, con la tripa llena, se sientan revolucionarios, aunque sean incapaces de luchar contra la verdadera injusticia: el desigual reparto de la riqueza.

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