miércoles, 26 de diciembre de 2018

COSAS DE LA NAVIDAD (MONÓLOGO)

La Navidad son esas fechas tan entrañables en las que toda la familia se junta, con la excepción de los  y las ex, que siguen ahí como el anuncio del turrón, como los villancicos, o, más exactamente, como el carbón de los Reyes Magos.
Hay diferencias a la hora de celebrar la Navidad en función de la capacidad económica de las familias. Por ejemplo, en mi familia somos tan pobres que no tenemos ni para tener un cuñado en la cena de Nochebuena. Para suplirlo ponemos en el móvil un vídeo de Youtube con las mejores frases de Mariano Rajoy y ya tenemos para echarnos unas risas. Por supuesto, como no tenemos dinero, la señal de wifi se la robamos al vecino, que es del PP.
Una vez tuve como pareja a una mujer de posibles y me invitó a cenar con su familia. ¡Menudo despliegue! Varias cucharas, otros tantos tenedores, cuchillos de diversas formas, varias tipos de copas... Lo reconozco, me sentí amedrentado porque no sabía utilizar toda esa variedad de cubiertos y copas, en mi casa tenemos una cuchara, un tenedor y un cuchillo para cada uno y cuando alguien, por error, tira por ejemplo una cuchara a la basura, alguien se queda sin comer el primer plato hasta que robamos otra cuchara de un bar. 
Pero, a lo que íbamos, ante tanta parafernalia me entró el miedo. Pensé: "¿Y si no utilizo el cubierto adecuado" ¿Se reirán de mí?". Entonces tuve una idea genial: imité la escena de Chaplin en La Quimera del oro, esa en la que con dos panecillos y dos cuchillos inventa un baile, y así me dará tiempo a fijarme que cubierto coge cada uno. Todo un éxito. El abuelo, más sordo que una tapia y un poco más para allá que para acá, se pasó las dos horas de la cena obligándome a repetir el baile. Dos horas haciendo bailar los putos panecillos. Eso sí, me enteré de para qué servía cada cubierto y cada copa. Aprendizaje que utilizaré, si tengo ocasión, la próxima vez, porque el puñetero abuelo me tuvo dos horas moviendo panecillos, sin que pudiera hincar el diente a la comida.
Lo mejor es que mi churri me dijo al final de la cena: "Gracias, has hecho a mi abuelo muy feliz. No recordaba haberle visto tan contento". Todo contentos. El abuelo feliz, mi ex feliz, yo con más hambre que Carpanta, pero con un tipín de la leche.
Yo creo que en la Navidad hay mucho aprovechado, empezando por los niños. Me explico. 
Los niños son esos seres humanos pequeños y acelerados que creen que Papá Noel y los Reyes Magos les  traen regalos si se portan bien. Pero no son tan simples como pudiera parecer. ¿Nadie a caído en la cuenta de que los niños se pasan todas las fiestas de Navidad viendo Papás Noeles y Reyes Magos a cascoporro cuando van por las calles comerciales y que nunca se preguntan por qué hay tantos Papás Noeles y Reyes Magos? Obvio. Los muy mamones saben que no tiene lógica, pero no tienen ningún reparo en pedir cosas a cada uno. Al Papá Noel de los grandes almacenes  El Tajo del Brexit la Play, a los Reyes Magos de la calle comercial x la bicicleta, al Papá Noel de la agrupación de faldas escocesas de Villagarcia el móvil... Y así, a la chita callando, si cuela, acaban con una arsenal tecnológico y de juguetes que ya quisieran para sí muchas superficies comerciales en estas fechas. Pura estrategia.
Por desgracia no es así y muchos niños no reciben lo que piden, sino mucho más. Entre los regalos de los padres, de los abuelos, de los tíos, de los amigos de los padres, de los políticos en campaña electoral y demás tropa se juntan con un arsenal de regalos desmesurado. Existe la creencia de que los niños se contentan jugando con lo más simple y económico; y así es. Si les regalas un juego de construcción y la PSP, no lo dudéis, jugará todo el año con el juego de construcción y tendréis que obligarle a que, por no dejarla arrinconada, juegue con la PSP. Los niños son así de raros.
Pero la Navidad también es tiempo de reencuentro con esos familiares y amigos que no ves en todo el año. Yo tengo una amiga que veo sólo en Navidad. La verdad es que volver a ver y hablar con cierta gente me produce mucha alegría. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de sus parejas. Tengo un amigo que se casó con una mujer, no me cae bien pero me genera muchas dudas. De hecho, cada vez que coincido por ella me hago una pregunta: ¿Ese bigote es el mismo del año pasado o se le habrá afeitado y le ha vuelto a crecer? Menos mal que mi amigo no bebe alcohol y yo tampoco cuando estoy con él, porque de los contrario, en un día de excesos etílicos, podría intentar saciar mi curiosidad preguntándoselo a él o a ella y no haría falta que ese año mis pares montasen el Belén, ya lo hacía yo solito.
No debemos olvidar la Noche Vieja y sus cotillones, esos lugares donde la gente se desmanda hasta las taitantas. Reconozco que yo ya estoy en una edad en que lo de los cotillones con jóvenes me desborda, pero soy de los que considera que mientras hay vida hay esperanza y no voy a renunciar a divertirme esa noche. Llevo unos días mirando fiestas de cotillón en los mejores geriátricos de la zona, a ver si alguno se acomoda a mis necesidades. Uno en que las uvas me las den sin pepitas y peladas, en el que cuando entre el nuevo año pueda chocar mi dentadura postiza con la de una mujer y tirar el andador al cielo, mientras vivo sidra sin alcohol. Por el momento no lo he encontrado, pero en ello estoy. Espero encontrar alguno en el que a la una no sea obligatorio tomarse una pastilla... para dormir.
Falta hablar de la Lotería de Navidad, el Gordo de Navidad, que por obra de lo políticamente correcto ha pasado a denominarse, el Sorteo al que, debido a la diversidad de morfologías, le sobran un determinado e impreciso número de kilos de masa corporal. Yo a este sorteo le llamo el sorteo Titánic, porque todos los afortunados con un premio  importante van a invertir  parte del dinero en tapar agujeros para salir a flote. Además, todos los agraciados se notan que son de clase baja. Lo celebran en la calle con champán del Dia. ¡No me jodas! Si te ha tocado una pasta celébralo con Möet& Chandon y con dos tías al lado, como las de los grandes premios de Formula 1. Son pobres hasta para que les toque la lotería. Dios da pañuelo a quien no se lo merece.
Podría escribir muchas más cosas de la Navidad, pero tengo que ir a pedir mis regalos al Papá Noel del centro comercial que tengo cerca de mi casa y luego tengo que hablar con el Paje Real del hipermercado en el que compro el desodorante.

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