jueves, 12 de septiembre de 2013

RICO, RICO. SIN FUNDAMENTO

Como el lector habitual ya sabe, este blog se caracteriza por su afán didáctico, a pesar de la escasa capacidad del autor del mismo, y el deseo de aportar soluciones a los problemas que nos rodean y, en algún caso, nos acosan. Fruto de esta visión, y coincidiendo con la celebración del 11 de septiembre, uno se ha sentido obligado a realizar una entrada dedicada al asunto de los nacionalismos, sean éstos los que sean. Para cumplir con la meta que me he propuesto he decidido plantear este post como si fuera una receta de cocina (no aspiro a que me den ninguna estrella Michelín; más bien aspiro a perder los michelines), buscando con ello que el asunto resulte más digerible para el amable lector. Y como de cocina se trata nos pondremos de manera inmediata manos a la obra.
Ahí va la receta:

NACIONALISMO DE LA TIERRA

INGREDIENTES

- Toneladas de historia manipulada.

- Se puede sustituir este primer ingrediente por una Ley Fundamental que no se puede cambiar, excepto en caso de que se trate de quitar derechos a los ciudadanos.

- Un enemigo.

- Una bandera.

- Unos políticos que azucen a los ciudadanos, bastan unos pocos para cumplir con tal función. En la elección de los políticos se ha de prestar especial atención. Han de serlo de pura raza, de esos que no les mueven de la poltrona ni los G.E.O.S.

- Unos pocos exaltados de tu bando.

- Otros pocos exaltados del bando contrario.

- Mucha palabra hueca, aliñadas con algún exabrupto.

-  Unos cuantos medios de comunicación a favor y otros tanto en contra.

- Una crisis de tres pares de cojones. 

- Un poquito de perejil de la zona.

PREPARACIÓN

Para preparar un buen plato de nacionalismo lo primero que hemos de coger es un trocito de historia, dejándola macerar durante, al menos, medio siglo, para así poder manejarla a nuestro antojo. Se trata de que el hecho histórico coja el sabor, y la forma, que se desea, para así hacer más digerible esta sabrosa preparación. En el fondo pretendemos que los comensales digieran el guiso, dejándose llevar sólo por la parte instintiva.
Puede ser de mucha utilidad envolver el trozo de historia en la bandera, pues así adquirirá más sabor, el sabor de la tierra.
De igual manera se actuará en caso de sustituir la historia por una ley fundamental inamovible. Recuérdese que dicho ingrediente no debe ser usado en caso de reforma de corte neoliberal de dicha ley.
Una vez macerado el primer ingrediente, resulta indispensable buscar a un enemigo, que nos dará el contrapunto de sabor necesario para que nuestro guiso resulte equilibrado y fácilmente digerible. Dicho enemigo puede ser difuso, lo que contribuirá a que el plato sea más ligero, o un enemigo potente y perfectamente definido, lo que aportará más jugo a la preparación. Dicho enemigo debe poseer ciertas características que le den cuerpo. Aunque podríamos indicar muchas peculiaridades de dicho ingrediente, lo fundamental es que representen todo lo que un buen guiso de nacionalismo no aspira a ser. 
Una vez llegados a este paso mezclamos todos los ingredientes con los políticos nacionalistas de turno, a ser posible de pura raza, como ya se dijo en el apartado de ingredientes. Se trata de que la bandera y la historia liguen muy bien para poder utilizarlos junto con el enemigo. Es en este momento donde el uso de las palabras huecas se hacen indispensables, para conseguir dar el gusto que deseamos al guiso nacionalista. Estas palabras, a veces ofensivas, generarán un poso que en determinados momentos puede generar un grupo de exaltados, de uno u otro color, que pueden provocar que el plato se deteriore un poco. Para que esto no ocurra es necesario que los políticos nacionalistas de turno renieguen de este tipo de ingredientes, que han surgido gracias a la inclusión de su palabrería en el preparado culinario.
En caso de poder permitírselo resulta aconsejable ligar todo lo anterior con políticos con un punto, o más, de corrupción. La corrupción aporta un sabor que recordará a la persona que deguste tal guiso las esencias de la tierra, los sabores más ancestrales.
Resulta imprescindible salpimentar todo el preparado con unos cuantos medios de comunicación afines y otros pocos contrarios a la esencia del guiso. Se incorporará este ingrediente siempre que se observe que el preparado va perdiendo fuerza en el paladar. Se recomienda utilizar siempre en caso de campaña electoral, donde suele dar buenos resultados entre los fieles seguidores de tal plato.
En los últimos tiempos los cocineros más afamados han descubierto que añadiendo una crisis de tres pares de cojones la preparación parece ganar consistencia, mucha, resultando cada vez más atractiva para un mayor número de personas, que se acercan a este plato atraídos por su olor fuerte y atractivo en tiempos convulsos.
Resulta imprescindible que jamás se añadan discursos sobre futuras, y concretas, mejoras en los derechos de los ciudadanos de a pie a dicha receta, sustituyéndose tal ingrediente por una mayor cantidad de enemigo, que adormece el paladar y genera una sensación de desazón que sólo puede ser paliada por una mayor dosis de fundamentalismo nacionalista.
Una vez que todo haya alcanzado su punto de cocción adecuado se retira del fuego y se espolvorea con perejil de la tierra.

Consejo: jamás acompañar este plato con otros que contengan ideas políticas de izquierda verdaderas, pues puede resultar difícil de digerir, pudiendo generar indigestión en la persona que lo ingiera, observándose en casos más extremos trastornos esquizofrénicos, que necesitan de una poltrona cualquiera para poder ser superados.

Un saludo.

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