viernes, 12 de agosto de 2016

SIN FILOSOFÍA

A pesar de estar concentrado en otras historias, no puedo evitar leer ciertos artículos y opiniones sobre diferentes cuestiones de la realidad, o de la fingida realidad. No tengo intención de hablar sobre ganapanes varios que han hecho de la mujer su especialidad, para esos tengo una entrada reservada, donde me dedicaré a desmontar sus hipótesis, que no teorías, y su lucrativo negocio basado en la represión y en hacer de la anécdota categoría. Hoy me interesa abordar otra cuestión bien distinta... O tal vez no. Veamos.
Hace unos días murió el filósofo materialista Gustavo Bueno, un tipo que me caía muy bien. Gustavo Bueno, como Emilio Lledó y otros, postulaban la necesidad de saber Filosofía para poder cambiar este mundo, que según ellos se derrumba. Fruto de esta interpretación, y de otras cuestiones, se ha desatado una campaña sobre la necesidad de volver a implantar asignaturas obligatorias sobre Filosofía en Educación Secundaria, cuesión que comparto. Sin embargo, yo no comparto que se deba estudiar Filosofía porque ayuda a hacer a los hombres mejores. Mi idea se fundamenta en que resulta difícil entender la historia de Occidente sin las corrientes filosóficas y su importancia a la hora de fundamentar el discurrir de las sociedad. La estructuración social medieval, o parte de ella, se basa en teorías platónicas, la influencia de Marx llega hasta hoy, o la importancia del tomismo durante el final de la Edad Media y parte de la Edad Moderna son innegables. De ahí a que la Filosofía nos haga mejores... Pero, lo reconozco, soy lego en dicha disciplina y puede que esté metiendo la pata hasta el fondo. Aunque también puedo opinar como uno de los grandes filósofos del siglo XX, Wittgenstein, que la Filosofía da vuelta a cosas irresolubles, que ella misma crea.
Sin embargo, la entrada de hoy quiere profundizar un poco más en las soluciones, o presuntas soluciones, propuestas por unos y otros. Todos parten del mismo supuesto: este mundo es malo, vamos hacia el más profundo abismo y se debe cambiar todo.
Estoy de acuerdo en que el mundo, o la parte que conocemos de él, es susceptible de mejora, de una mejora muy grande; pero no todo lo existente, fruto de una construcción social mediante la presión de los ciudadanos, es malo. Voy a poner un ejemplo. Una persona me dijo el alto coste económico de un tratamiento que debe recibir de por vida. Ese fármaco lo paga dicha persona y todos aquellos que contribuyen a mantener un sistema solidario de sanidad pública, a través de la Seguridad Social. Esa construcción solidaria, que da a quien lo necesita y al que todo el mundo contribuye, lo necesite o no, resulta algo maravilloso. Puede que mejorable, pero el concepto es fantástico.
Puede los filósofos, o los líderes morales de turno, no se refieran a hechos concretos y hablen de valores, de unos valores universales y beatíficos que todos debemos llevar de serie para hacer de la faz de la Tierra un sitio cojonudo y maravilloso. No puedo estar más en desacuerdo. No puedo estar más en desacuerdo porque cada uno es de su padre y de su madre y obra en función de su propia visión del mundo. Lo que necesitamos para vivir en sociedad son unas normas/leyes escritas y explícitas que aborden de manera realista los problemas. Veamos un ejemplo.
Uno de los mayores problemas de nuestras sociedades liberales es la ocultación de dinero por parte de las grandes fortunas en paraísos fiscales. ¿Alguien cree que una moral determinada va a impedir eso? ¿Qué plantean los políticos de uno y otro signo para acabar con esta situacion, que concentra cerca del 30% del PIB mundial? La respuesta en ambos casos es la misma: hablar, o sea, nada.
Tal vez una legislación en la que se contemple que todo el dinero que, de manera ilegal, esté en paraísos fiscales sea confiscado, además de las correspondientes medidas penales para sus propietarios y para los intermediarios (asesores fiscales, abogados) que han ayudado a cometer el delito ayude a mejorar las cosas. Contemplado, por ejemplo, que en caso de que ese dinero provenga de una herencia se tendrá tres meses para regularizarlo, con una correspondiente sanción que, como poco, se corresponderá con los impuestos que se deba pagar por dichos impuestos, además de tener que presentar todos los papeles, para intentar determinar qué "profesional" ayudó a cometer el delito, cayendo el peso de la ley sobre él.
Puede que dicha medida pueda parecer disparatada, excesiva o muy ajustada al lector, pero resulta un punto de partida sobre el que discutir. No hablamos de moral ni de propuestas vacuas y populistas, que de poco van a servir.
Conocer como la idea que Platón tenía sobre las relaciones de las cosas, lo que pensaba Aristóteles que ocurría cuando se pasaba de la potencia al acto... resulta una forma de conocer nuestra procedencia, pero lo que tenemos que dar es soluciones a nuestros problemas. Soluciones nada timoratas, que partan de lo que tenemos y que sirvan para dar unas pautas de funcionamiento a una sociedad que desde la caída del Muro de Berlín está sufriendo unos cambios, desde mi punto de vista, indeseables.
Me gustaría hacer otra reflexión sobre esa teoría que apunta a que por no tener clases de Filosofía se van a perder unos valores trascendentales. En este país la escolarización, tal como la conocemos, es decir, para todo perro quisque con, más o menos, oportunidad de igualdades aparece con la Ley General de Educación, de 1970. Sin embargo, a pesar de ello, nuestros padres, que la mayoría no han estudiado Fihosofía, nos han transmitido unos valores, más o menos los mismos a todos, que nos han hecho llegar hasta aquí. Estudiar Filosofía es un invento reciente, muy reciente en nuestra historia, y no creo que contribuya a formar la moral de la gran mayoría de nosotros, ni a entender mejor el mundo. Para eso está despertar la curiosidad, comparar, leer desechando y adquiriendo, y, sobre todo, aprendiendo que las problemas se resuelven aportando soluciones tangibles, acertadas o no, pero mensurables.
Un saludo.

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