jueves, 4 de agosto de 2016

... Y EN LOS ÚLTIMOS DIEZ DÍAS

La percepción propia suele coincidir en poco, o en nada, con la que la que la gente que nos rodea posee. En estos últimos tiempos he podido comprobar que mi visión de mí mismo se sitúa por debajo de lo que unos y otros, mi gente, me devuelve. Hace unos días, en una conversación entre cañas y tapas, alguien me explicaba que su experiencia personal a este respecto es similar. Tal vez deberíamos explicitar aquello que nos resulta agradable o llamativo de manera positiva. Contar al de enfrente por qué lleva mucho tiempo enfrente o, mejor dicho, a nuestro lado.


Empiezo a odiar las frases hechas referidas a la importancia de estar vivo y demás muletillas típico de libro de autoayuda. No por repetir ciertos mantras cientos de veces nuestro interior va a alzar el vuelo sobre nuestros miedos, nuestro dolor y nuestras inseguridades. No poseo la receta mágica para tener una vida plena, pero tengo la certeza que repetir frases estereotipadas dista bastante de ello.


He vivido una experiencia reciente decepcionante. He aprendido, una vez más, a seguir avanzando, en este caso preparando un viaje que espero consiga llevarme a alcanzar uno de los anhelos que tengo desde hace tiempo: contemplar la noche en el desierto. Veremos. Sin embargo, y esto es bastante personal, me acabo de dar cuenta de algo que me ha llenado aún más: reír, compartiendo esa desinhibición, no resulta una quimera. Sabe, amable lector, lo pienso y una sonrisa aparece en mi cara. 


Hace no mucho hablaba con una amiga, con una gran amiga, de la soledad y el futuro. Me encantó escuchar que siempre la tendré a ella, en especial porque sé que lo dijo desde lo más hondo de su ser. Ambos no queremos con locura, pero, por suerte, no nos amamos. 


A veces pienso en la edad y me dedico a considerar que debe hacer un tipo de mi edad, al menos según los cánones. Enseguida arrojo los cánones por la borda. No se trata de hacer lo que me dé la gana, quien me conoce sabe que suelo ser un tipo responsable en aquello que tengo que serlo. Más bien se trata de considerar importante la sensación de estar abierto, de no claudicar ante lo básico, de...


Me generan cierta lástima las mujeres que se consideran supermamás, me da igual que vivan en pareja, separadas o divorciadas. Creo que sería más fácil, y bonito, ejercer como mamás y convencerse de que (salvo excepciones) los padres son tremendamente importantes para los hijos. No sólo eso, los padres también resultan cruciales para aportar otra visión de la vida a los pequeños. No se trata de coincidir en todo. Cuando muchas supermamás se den cuenta de eso, igual disfrutan más de su maternidad.


Cada día me encuentro más convencido: el estado ideal para vivir es el de enamoramiento. Lástima que dure lo que duran las hormonas y que la realidad se conforme con pequeños e insustanciales sucesos. 

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