miércoles, 2 de mayo de 2018

PANCARTAS Y POCO MÁS

"Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás,
que al final nos disfrazamos para nosotros mismos".

François de la Rochefoucaul


Cuando me planteaba el tema de esta entrada dudaba entre el humor y la realidad, que, en ocasiones, también tiene su punto de gracia. Al final, no puedo decir muy bien por qué, tal vez por la cercanía temporal, me incliné por la segunda opción, considerando que un monólogo puede encajar en cualquier momento y, casi casi, en cualquier situación. Por tanto, toca realidad.
Ayer, 1 de mayo, los obreros debimos celebrar nuestro día, pero, por hache o por be, los trabajadores pasamos cada vez más de salir a la calle un día determinado. éste, para celebrar y demandar nuestros derechos (o algo parecido). Intuyo que esto ocurre por una variedad de causas, que van desde las lúdicas al desencanto. No pretendo analizarlas  una a una con detalle una a una, sería imposible y resultaría presuntuoso por mi parte; aunque sí voy a intentar abordar de manera minuciosa una de ellas, la que creo crucial: el desencanto.
Hace ya un tiempo, en 1888, durante la Exposición Universal de Barcelona de 1888, una serie de líderes sindicales de diferentes sectores se reunieron y fundaron un sindicato que abarcaba todas las actividades obreras. Ese sindicato respondía la nombre de Unión General de Trabajadores. Se intentaba con ello unificar las reivindicaciones de todos los trabajadores, pretendiendo ganar fuerza con ello frente a empresarios y el Estado, cuya inclinación hacia el lado de los empresarios era explícita y, manifestándose en ocasiones de manera sangrienta. 
La historia de este sindicato es la de la todo la socialdemocracia: dos tendencias, una más o menos revolucionaria y la otra mucha más afín al poder establecido. Basta como ejemplo la colaboración de la UGT y el PSOE con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, o, en sentido contrario, la ocupación pacífica de fincas ocurrida en 1936 impulsada por la Federación Española de Trabajadores de la Tierra, que formaba parte de UGT y que, tal vez, protagonizó el mayor acto revolucionario, y pacífico, de la II República.
Sin embargo, en los tiempos que corren los denominados sindicatos de clase, como la UGT, han perdido su ala revolucionaria, como toda la socialdemocracia, pasando ha convertirse en una parte más del sistema y, por tanto, en un aparato del mismo. Las viejas reivindicaciones de la izquierda se han visto ahogadas en el pactismo a costa de todo y el adocenamiento de la mayoría de los profesionales del sindicalismo. El gran capital y sus voceros nunca pudieron soñar con nada tan perfecto: una oposición que no es tal, cerrando el paso a otras opciones más radicales.
El lector podrá opinar que las aseveraciones del párrafo anterior carecen de fundamento o que no las he fundamentado de manera alguna y tendrán razón. La pérdida masiva de afiliados, el escaso seguimiento de las movilizaciones, casi siempre puntuales, que convocan, la aparición de organizaciones como la de los pensionistas o los logros conseguidos por colectivos donde la representación de los sindicatos de clase es mínima pueden ser indicadores claros e incluso suficientes. La "intesificación" de las protestas prometida para los próximos meses, puede ser otro síntoma, en especial si pensamos que en los últimos años los actos reivindicativos y las huelgas no han pasado de lo simbólico.
Sin embargo, existen también otro indicador importante del lugar donde están situados estos sindicatos de clase y que parece tener poca importancia: la asunción de reivindicaciones que nada tienen que ver con la defensa del derecho de los trabajadores. A uno se le salen los ojos de las órbitas cuando los sindicatos de clase apoyan una manifestación por la liberación de los políticos catalanes encarcelados y cuando observa que son asociaciones feministas las que encabezan manifestaciones del 1 de mayo. Sé que estas dos cosas pueden asombrar al lector, empujándole a pensar que en el alma de este bloguero se halla el espíritu más ultramontano del mundo. Nada más lejos de la realidad. Me explicaré.
A uno le parece bien que cada cual se posicione ante situaciones de la realidad como mejor crea. De hecho puede agruparse con otras personas o enrolarse en una asociación que defienda tal o cual idea. Sin problema y normal... siempre que esas asociaciones sirvan para eso y no para otra cosa. Porque los sindicatos existen para defender los derechos de los trabajadores, no las ideas sobre cuestiones de la realidad. Para eso existen otro tipo de agrupaciones, creadas para esos fines. Y es aquí donde los sindicatos muestran su verdadera faz: la del oportunismo y la de vaciar de contenidos obreros sus actuaciones. Quieren estar a la vanguardia alineándose con movimientos que tienen un cierto prestigio entre unas determinadas élites, llegándose a producir el caso de que pueden tener un número significativos de afiliados a los que se las trae al pairo que tal o cual político catalán esté en la cárcel o que piense que se lo ha buscado o, incluso que se ha leído los cuatro artículos sobre feminismo de este blog y piense que muchos de los postulados que defienden cierto sector del feminismo choca con los datos reales.
Sin embargo, a nadie se le escapa que la actuación de los sindicatos antes, durante y tras la crisis ha dejado mucho que desear. El porcentaje de las rentas del trabajo (lo que nos llevamos los trabajadores), incluso en la época de vacas gordas con Aznar o ZP, ha sido cada vez, mientras que las rentas del capital  han sido cada vez mayores, porcentualmente hablando. Es obvio que los sindicatos no se preocuparon mucho en su momento de deshacer este entuerto y que, a fecha de hoy, parezcan poder enmendar esta situación.
Lo expuesto en los dos últimos párrafos nos lleva a pensar que vaciados de objetivos reales, los sindicatos necesitan llenarse de ideas nuevas, que poco o nada tienen que ver con la defensa real de los derechos de los trabajadores.
Algún lector podrá alegar que los sindicatos se adaptan a los nuevos tiempos, recogiendo las reivindicaciones de ciertos sectores. Tal vez... pero creo que no. Los sindicatos de clase cada vez más van a rebufo de los sindicatos profesionales y de otro tipo de asociaciones, dispuestas a luchar sin cuartel, utilizando la huelga indefinida como arma, consiguiendo en la mayoría de los casos magníficos resultados para los trabajadores que representan. Y no, no necesitan cuestiones transversales.
Es más, el papel de los grandes sindicatos podía, y debería ser, unificar a todos los trabajadores ante reformas laborales como al de ZP o la de Rajoy,  pero incluso en ese aspecto, donde su tamaño podía competir contra un gobierno, se han mostrado pusilánimes y han desistido de defender a sus afiliados.
Se necesitan sindicatos fuertes y sin complejos en la lucha de los derechos de los trabajadores. Se necesitan porque los sindicatos de clase siguen mostrando su validez en muchos conflictos, pero no se necesitan estos engendros, que resultan un pastiche muy interesante para el gran capital.
Tal vez cuando todos estos profesionales del sindicalismo se den cuenta de que no se trata de subirse al carro de lo que está de moda, y sí de hacer lo de siempre: defender el derecho de los trabajadores, sea tarde, porque ya no representen a casi nadie. Si llega ese momento espero que los sindicatos profesionales hayan ocupado su lugar y hayan tenido la inteligencia de unirse entre ellos de manera puntual para abordar cuestiones que nos conciernen a todos los trabajadores.
Un saludo.

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