lunes, 12 de noviembre de 2018

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (11- XI- 2018)

Hace tiempo que quería contarte algo que me llamó la atención, pero no he encontrado el momento justo, hasta hoy, para hacerlo. Por suerte, a pesar de la edad, para ciertas cuestiones conservo buena memoria y, querido diario, voy a poder compartir contigo lo siguiente: puedo que Ocurrió, puede que hace poco o puede que hace mucho, que circulaba yo por los pasillos de un centro y escuché a un niño de siete años decir: "Yo soy así", para justificar ante su tutora una mala conducta. Esta respuesta, procedente de un pequeñajo, me llamo la atención sobremanera. No por lo que significaba de desafío a la maestra, si no por el hecho de que el niño había adquirido la convicción, y la estrategia, de justificar sus malas conductas en algo interno e inamovible: su forma de ser. En mi modesta opinión se trata de una respuesta aprendida, que uno o varios adultos han dado por buena, para no tener que abordar ciertas situaciones.
Aunque en el caso expuesto considero que la familia tiene bastante que ver con el asunto, los docentes también adoptamos ese tipo de "estrategias" con nuestros alumnos. En ocasiones se utiliza el verbo ser para definir a un niño, cuando lo ideal es hablar de hace esto o aquello o se comporta de tal o cual manera.
Este matiz semántico puede parecer nimio, pero considero que no lo es. Considerar que una persona es.... (lo que sea), conlleva que ese rasgo es imposible, o casi imposible, de cambiar. Sin embargo, hablar de comportamientos en determinadas situaciones, conlleva analizar lo que se pretende cambiar, concretándolo, el contexto en que se produce y lo que esperamos que realice ese alumno. En definitiva, no dar por perdida de antemano la "batalla".
Creo que tratamos con personas y, aunque no considero que Skiner tuviese razón cuando decía eso de denme un niño y haré con él lo que me pidan, sí tenemos la capacidad de conseguir que nuestros alumnos adquieran unos comportamientos deseables para él y para el resto de miembros de la comunidad educativa.
Cuando escribía esto me acordaba de una conversación que tenía hace un tiempo con unas compañeras. Uno, que como bien sabes, caro diario, no puede estar callado ni debajo del agua, tuvo a bien dar su opinión sobre un intercambio sobre este tema y, para sorpresa de una de las compañeras, defendí que para comprender por qué ciertos alumnos se comportan mal había que meterse en su persona. Imaginemos que, una vez ocupado su papel, hemos nacido en una familia donde no nos marcan los límites, las normas son laxas o inexistentes y, sólo hemos conocido eso. Un niño debe aprender a vivir en sociedad, si el primer agente socializador, la familia, no le marca unas pautas claras de comportamiento, el pequeño no las va a aprender por ciencia infusa.  A convivir en sociedad se aprende conviviendo en esa misma sociedad, siendo los agentes socializadores, en este caso familia y escuela, los encargados de dar las pautas necesarias para la convivencia. Si hay discrepancias entre ambos el niño se acogerá, como todo ser humano, a aquello que le resulte más cómodo o productivo a corto plazo. El pequeño no tiene la visión de futuro que los adultos poseemos, por eso somos nosotros los encargados de, mediante el trabajo a corto plazo, implantar una serie de formas de actuar estables que le ayuden a abordar las diferentes situaciones que se le presentan en su vida.
Con esto no quiero quitar responsabilidad a nadie, incluidos maestros y profesores. Sólo pretendo recalcar que existen casos en los que es complicado trabajar porque no todo depende del docente, aunque, me viene a la memoria algún caso de enseñantes que siempre tienen la peor clase, los alumnos más guerreros, más "torpes" y los padres más complicados. Cuando veo a alguien así desconfió y pienso que se han equivocado de profesión. En un programa como Sálvame estarían mucho mejor, exponiendo sus cuitas, reales o inventadas. Esto de la enseñanza es algo más sencillo y complejo a la vez. Se trata de que unos niños o adolescentes llegan de una manera (con unos conocimientos, unas habilidades, unas actitudes...) y nosotros tenemos que intentar que aumenten sus conocimientos, sus habilidades y tengan unas actitudes mejores ante el trabajo y ante sus iguales y los adultos. El resto, quejarse mañana, tarde y noche, denota falta de aptitud, suplida, o intentada suplir,  por un histrionismo. Nuestro trabajo no consiste en ser mártires, para eso están los santos. Nuestro desempeño se basa en hacer crecer a unos niños que los padres ponen en nuestras manos y a los que debemos ayudar para tener un presente y un futuro mejor. El que quiera ser mártir que se vaya a predicar a los territorios de Estado Islámico.
Lo siento, querido diario, si he perdido la compostura, pero este tema me irrita sobremanera. Procuraré no volver a abordar las cuestiones de esta guisa.
Me gustaría contarte para acabar un asunto que me ha llamado la atención y por el que nadie a pedido disculpas.
No sé si recordarás, sufrido diario, que reflejé en ti la indignación que sentí al ver como pretendidos periodistas escribían y opinaban sobre los procesos selectivos de maestros y profesores, en especial sobre aquellos en los que el número de suspensos había sido considerable. Mi queja residía en que no habían preguntado a nadie de los tribunales. Hablaron con opositores, sindicatos y otros "expertos", pero no con los que se encargaban de evaluar. Hace unos días apareció la noticia de que en esas comunidades autónomas se había evaluado la puntuación, los problemas ortográficos, la redacción... En otras palabras, que algunos opositores, desconozco el porcentaje, no suspendieron por sus conocimientos sobre el temario de oposiciones, sino por sus problemas con el lenguaje que deben enseñar. Resulta obvio que los medios de comunicación no se han disculpado por no haber indagado sobre el asunto. Los uno querían víctimas de un sistema injusto y han pasado de reconocer su desvergüenza a la hora de desinformar y los otros han utilizado esta última información para desacreditar la labor de los docentes y de los aspirantes.
El problema que tiene todo ello es que unos y otros hacen un flaco favor a la reflexión serena, a la dignidad de la profesión docente (tampoco a la de periodista) y a todo lo referido a la Educación en general.
Tal vez lo mejor sea hacer como hacen ellos: ir a las redes sociales y contar lo que hacen esos tipos que se llaman periodistas. Es posible que si ocurriesen eso se tentasen la ropa y se lo pensasen antes de despotricar contra los tribunales de una oposición o ante los docentes en general.
Creo que lo vamos a dejar aquí, no quiero torturarte más con mis pesares. En breve te contaré más cosas que espero te interesen y no resulten tan... Tan lo que sea.
¡Hasta pronto, querido diario!

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