lunes, 11 de febrero de 2019

GOYA Y SUS CAPRICHOSOS

"Tenemos arte para no morir de la verdad"

Friedich Nietzsche

La gala de los Premios Goya me hizo pensar mucho, tal vez demasiado, y sabía desde entonces que tenía una entrada pendiente sobre el asunto.
Como es costumbre en estos casos, suelo tomar un tiempo prudencial para no escribir en caliente y madurar las ideas, más bien para convertir las impresiones en ideas, articulando, o intentando articular un discurso medianamente coherente sobre el asunto.
Sin embargo, la aparición de esta noticia sobre la gala de los Óscar me invitó a acelerar la escritura de una entrada sobre la fiesta española del cine y lo que creo subyace bajo ella.
Por si el lector no tiene ganas de leer el enlace sobre los Óscar basta decir que, a fecha de hoy, no hay presentador para la misma y que puede que no exista un conductor único, porque nadie se arriesga, incluida la Academia de Cine, a que se le pueda criticar por ser "políticamente incorrecto". En otras palabras, nadie se quiere jugar el pellejo y su profesión por hacer humor y que miembros de determinados colectivos critiquen los temas abordados en los chistes o chascarrillos. En el fondo resulta humana esta reacción, se juegan sus lentejas y puede que su futuro en el sector.
No resulta muy difícil considerar que lo que empezó siendo una lucha contra la discriminación se ha convertido en un esperpento, que recuerda más al macartismo que a una democracia.
Esta fascinación por no herir susceptibilidades, al menos las de los afines, se ha instaurado también en nuestro país (EEUU es un referente en muchas cuestiones. Nos guste o no), aunque, por suerte, aún se permite hacer algo de humor (cuando escribo esto último me acuerdo del monje de El nombre de la Rosa, capaz de matar para ocultar la existencia de un libro sobre la risa. Igual entre los políticamente correctos también hay algo de ese monje). Sin embargo, la reducción del discurso y el buenrollismo parece marcar también este tipo de galas. Denuncias por la opresión sufrida por pueblos, minorías, lucha contra la extrema derecha o contras los partidos ultraconservadores (más por sus ideas sobre moralidad que por sus ideales ultraneoliberales). Premios para campeones...
Todo muy bonito, pero todo un decorado; porque cuando hay que enfangarse para defender a gente conocida puede pasar esto:







De igual manera cuando se trata de cargar contra un gobierno no afín a la ideología (el postureo en muchos casos) de muchos de ellos la cosa resulta fácil y sirve para hacer piña. Sin embargo, cuando se trata de defender al consumidor contra la industria del cine o del espectáculo, porque no baja el precio de las entradas ni de cines ni de los espectáculos musicales cuando se baja el mal llamado IVA Cultural, la gran mayoría de ellos callan.

https://desalmado.blogspot.com/2018/08/histriones.html

Me llamo la atención la entrevista a Leticia Dolera (la que pedía que le mandasen poemas machistas que apareciesen en libros de texto, para combatir el machismo, pero que no dudó en despedir a una actriz embarazada por su estado) durante la gala. En dicha entrevista no tiene, en un principio, el valor suficiente para decir que cierta gente no es bienvenida y va quedando en ridículo con cada respuesta, hasta que, acorralada, se decide a decir lo que ella piensa.

https://www.elespanol.com/social/20190204/ridiculo-leticia-dolera-preguntada-vox-goya/373712925_0.html

Independientemente de lo que me pueda parecer un tipo como Santiago Abascal, que lleva viviendo toda su vida del dinero público, del de todos y se permite el lujo criticar las subvenciones que reciben los cineastas de este país, lo de personajes como la tal Dolera dejan entrever a las claras el transfondo del asunto: personas con capacidad de salir en los medios, transmitiendo impresiones, ideas propias, haciéndolas pasar por certezas inquebrantables, todo ello vestido de solidaridad y cierto glamour.
Cuando Jesús Vidal recogió su premio habló de inclusión, visibilidad y diversidad. Los tres conceptos van de la mano, por supuesto, y, en el fondo, se reducen a aceptar que cada persona es distinta a las demás y que la debemos aceptar tal como es, haciendo que participe en la sociedad de manera más plena. Pero eso implica cambiar mentalidades. Cambiar que lo importante en Educación no es la titulación académica. Cambiar el concepto de éxito que nos venden desde el neoliberalismo. Saber que algunas personas van a necesitar apoyos externos para desarrollar su vida...
Pero, en ese tipo de espectáculos, donde todo el mundo aplaude y va de guay, no tiene cabida una reflexión plena o, al menos, sembrar las bases para ello. Todo debe ser superficial y muy solidario.
En España se ha abierto por ciertas cuestiones un debate sobre la inclusión real de alumnos con discapacidades que hasta ahora no lo permitían en centros ordinarios. Un debate complejo, apasionante y, puede, que sin una respuesta que no tenga sus peros. Hubiese sido un momento fantástico para hacer público ese debate y ponerlo en conocimiento de todos, pero es mejor que Almodóvar, el que dijo que el PP iba a dar un golpe de Estado tras perder las elecciones contra el PSOE de Zapatero, diga: "Les niego la existencia".
Resulta muy probable que todo el quid de la cuestión resida en que, teniendo derecho, como cualquier otro ciudadano, a emitir sus opiniones, muchos artistas carecen de cualquier fundamento intelectual y/o moral para argumentar su discursos Entre otras cuestiones, porque no se lanzan a analizar o criticar aquellos aspectos que le pueden granjear antipatías o problemas en el mundo en el que se mueven. Repito, tienen todo el derecho a hacerlo, pero también muchos tenemos el derecho a pensar que sus reflexiones pueden tener el mismo calado moral o intelectual que las de Belén Esteban.
Tal vez sea ese espíritu acrítico y superficial lo que les ha llevado a crear un mundo artificial, políticamente correcto, en el que se han visto atrapados, porque su fachada nada tiene que ver con su realidad y, aunque ellos no sean conscientes, a pesar de sus gestos, muchos de ellos no dejan de ser la correa de transmisión de un modelo social basado en las profundas desigualdades. Resultan, salvo honrosas excepciones, un excelente medio para desviar la atención sobre asuntos, en muchas ocasiones, absurdos y, además, por la escasez de fundamentación de su discurso, un ejemplo muy conveniente para desmovilizar a los ciudadanos. La simplificación del mensaje incita a no pensar; a aceptar lo que te venden, sin entrar en otras cuestiones. En el fondo, se trata de extender la industria del entretenimiento al pensamiento. Mundos con buenos y malos de película, sin grises. Y esos villanos jamás serán algunos de sus jefes. Siempre serán los que no piensan como ellos y/o los que no puedan inferir en su vida laboral.
Un saludo.

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