miércoles, 18 de septiembre de 2013

UN LEJANO PAÍS.

Hoy, que parezco encontrarme con buen ánimo, me propongo hablar de un país, que el amable lector podrá considerar real o ficticio, donde ocurrían cosas estupendas. Cosas estupendas que sus habitantes no siempre apreciaban, por constituir moneda corriente en su vida diaria y pensar que en cualquier otro lugar ocurrían de igual manera.
No considero necesario ubicar geográficamente ese pedazo de tierra, pues creo que en este caso ese asunto compete al amable lector, si así lo desea. Sin embargo, pienso que la localización en el tiempo de dicho lugar sí se antoja necesaria. Pongamos, por no irnos mucho más atrás que todo lo que narraré a continuación ocurría en ese país, imaginario o no, hace cinco o seis años.
Unas cuantas decenas de millones de personas, el total de los habitantes del país, eran felices por muchas causas, entre ellas saber que cuando nacieran sus hijos iban a tener una esperanza de vida de las más altas de todo el planeta Tierra. Aunque mucha gente se empeñara en atribuir tal longevidad a una estupenda dieta, la realidad demostraba que el pilar sobre el que se asentaba tan larga esperanza de vida no era otro que una estupenda sanidad pública y universal, que además destacaba por el bajo coste de la misma, comparada con otras más afamadas y con peores resultados globales.


En algunos asuntos sanitarios se llegó a alcanzar la excelencia, como en el asunto de los transplantes de órganos, donde ningún país fue capaz de superar el sistema creado en la nación que nos ocupa hoy.
Tampoco constituía un gran motivo de queja la educación, también universal y gratuita desde los tres años hasta los dieciséis. Todo ser diminuto tenía derecho a un aula, una beca si se consideraba necesario y, encima, disfrutaba del segundo sistema educativo del mundo "civilizado", donde las diferencias educativas entre alumnos de un mismo centro eran menores. Parecía que el esfuerzo económico para contratar a maestros y profesores sí redundaba en que los alumnos más desfavorecidos tuviesen más oportunidades que en otros países.
Decían de esa educación, la del país en cuestión, que era mala, pero los universitarios titulados eran requeridos por doquier, debido a su buena formación y su capacidad. Tal vez, en parte, a que el sistema de becas permitía estudiar a cualquier persona, sea cual fuere su extracción social, dando oportunidades a todos por igual, o casi por igual.


Famosa fue aquel intento de rescatar a los investigadores que huyeron al calor de las oportunidades extranjeras y que empezaron a volver a su hogar, fruto del interés, y del dinero, que se puso en ello y que, en cierta parte, revirtió en forma de patentes.  Auténticas eminencias en sus campos que crearon equipos de investigación que a día de hoy siguen presentado descubrimientos, como aquel que describía que era el envejecimiento y ciertas claves para detenerlo, al menos en animales.
Por fin se había borrado el famoso: "¡qué inventen otros!", transformándose en: "cobremos los royalties por el uso de inventos y descubrimientos propios".
Incluso alguien se atrevió, con dinero ajeno, a intentar asegurar una vida digna a las personas más desfavorecidas, las dependientes, y a sus cuidadores, en especial a sus familiares. Un bastón económico que permitía a muchas familias acceder a recursos indispensables para atender a sus familiares más desvalidos. País de quijotes que entregaban su vida para mejorar la de sus padres, hermanos o hijos, que vieron como el idealismo trocó en reconocimiento y ayuda para todos aquellos que en silencio sustentaban, con su sacrificio, la vida, y la calidad de la misma, de los demás.


Pero, querido lector, como dije al principio, todo lo descrito anteriormente pudiera ser una ensoñación, pues en aquellos mismos lares, de los que tanto hablo, también existía una fortaleza inexpugnable, envidia de propios y extraños, que se llamaba banca. Loas, vítores y parabienes sin cuento recibió tal estamento por su buen hacer y mejor estar. Pero, como he dicho, tal vez todo fue un anhelo de un pasado inexistente, pues hoy nada de los descrito permanece incólume y todo lo escrito hasta aquí puede formar parte de un paisaje onírico, barrido por un enfurecido huracán que, como un sumidero, ha desmantelado todo cuanto merecía la pena en ese país, descubriendo un entramado podrido, donde creíamos había seguridad y buen hacer, que ingiere de manera insaciable la educación, la sanidad, la investigación y la calidad de vida de las personas.
Pena de país aquel, que para salvar a los miserables desmantela su presente y su futuro.
Un saludo.

4 comentarios:

Piedra dijo...

Lectura recomendada: Un mundo feliz.

A ver si ese país tan chachi piruli era solo una mentira de apariencias donde la miseria no salía en la tele y la gente "feliz" creía que no existía, a ver si los "felices" eran unos pringaos que se se tragaban toda la propaganda del estado para mantenerlo. A ver si la sanidad y la educación no eran gratuitas, que las pagaban ellos mismos con su esfuerzo y a pesar de eso no podían escoger que sanidad y mucho menos que educación tener.
A ver si esos felices, el día que todo se fue al carajo, aun no se enteraron de nada porque los caralmelitos que les daba el estado que los explotaba le parecían suficientes para mantenerse felices, fulbol y cerveza.

PACO dijo...

Hola Piedra.
No creo haber escrito que la sanidad, de las mejores del mundo, o la educación sean grautitos. Hablo de como se gestionan.
Sobre escoger la sanidad o la educación, que cada uno haga lo que quiera, siempre que exista una sanidad y una educación pública de calidad. Luego, si son capaces, y sin subvenciones, que compitan las privadas con la pública. Todos los servicios públicos deben tender a satisfacer las necesidades de los ciudadanos, evitando en su sector las desigualdades. Lo demás, lo de elegir fuera de lo público(pequeña falacia, pues en el fondo todo está instrumentalizado por el capital)que lo haga el que quiera. Sobre los días felices, nadie habla de días felices. La entrada versa sobre unos servicios públicos, en algunos casos magníficos, que se están cargando para pagar a la banca, que esa si se puede elegir.
Un saludo.

Piedra dijo...

Al decir que no se puede escoger me refería a esto :
http://timefortruth.es/2013/07/08/nicaragua-un-ejemplo-a-seguir-ley-de-medicina-natural/

Y cuando la sanidad o la educación no se auto gestionan, no pueden ser buenas, porque están dirigidas por unos intereses ajenos a sus usuarios.
Nunca he defendido una sanidad Privada en el sentido actual, pero la "pública" no es publica, es estatal pagada con dinero nuestro y dirigida, no otros que no somos nosotros. Su misión no es mantenernos sanos, sino activos y además gastando porque es una mafia de intereses, solo ver las conexiones políticos/farmacia.

PACO dijo...

Hola Piedra.
La sanidad tendrá muchos fallos, muchísimos, pero no la cambio por nada. No cambio lo rápido que han atendido a mi madre este verano y la han extirpado un pequeño tumor maligno. Lo siento, pero, a pesar de los intereses, creo que sigue siendo espléndida.
Sobre los intereses en educación, en primero de Magisterio ya se estudiaban y también se hablaba de la educación como motor de cambio. Pero eso, depende de cada cual y de que se entiende por cambio.
Un saludo.