viernes, 19 de abril de 2013

LA SALUD, DE BIEN COMÚN A BIEN PRIVADO (II)

Como bien recordará el amable lector, en la introducción de la entrada anterior se utilizó el ejemplo de la industria farmacéutica para resaltar, de nuevo, que los intereses económicos se encuentran por delante del bien común, más en concreto de los derechos fundamentales del hombre (el derecho a la salud se recoge en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). Esta forma de entender el funcionamiento del sistema afecta también a los gobiernos, que priorizan los beneficios de la industria frente al bien común, ya sea de sus compatriotas o de habitantes de otros países que sufren las consecuencias de la pobreza. De hecho, el apoyo, o más bien la confianza ciega, de los estados y de los organismos nacionales o supranacionales que tienen que supervisar la idoneidad de los medicamentos produce como resultado que ciertos medicamentos, recientemente comercializados deban retirarse del mercado debido a sus efectos secundarios. Efectos secundarios que, en teoría, deberían conocer las agencias de medicamentos encargadas de aprobar la comercialización de los mismos, pero que no parecen conocer. En la página de Miguel Jara, que el lector podrá encontrar situada en este blog, a la derecha, aparecen, con nombre y apellidos, algunos de estos medicamentos. En el siguiente enlace el lector podrá encontrar algún otro medicamento retirado durante la década de los 90 y principios de la década pasada.

www.femeba.org.ar/fundacion/quienessomos/Novedades/medicamentosysalud/mysv3n3_prozzi_guillermo_retiros.PDF

Posiblemente el lector se preguntará: cómo es posible que fármacos que acaban de ser comercializados, con todos los parabienes de las agencias del medicamento, deban ser retiradas en tan breve tiempo. La respuesta la puede encontrar el lector en el siguiente enlace que, además de aportar el nombre de fármacos retirados recientemente del mercado, aclara en que consiste el proceso, fallido o no, de creación de un nuevo medicamento.

El negocio farmacéutico tampoco es transparente

Como habrá comprobado el lector que haya decidido leer el enlace, el proceso de experimentación y aprobación de una medicamento se caracteriza por la opacidad, tanto por parte de los laboratorios, que en casi la mitad de los casos no publican los resultados de los experimentos que no han llegado a buen puerto, así como tampoco comunican todos los posibles efectos secundarios que puede provocar la nueva sustancia y de la agencia que debe dar el visto bueno a los fármacos, que todos los datos que inspeccionan son los aportados por las propias farmacéuticas, no existiendo estudios alternativos.
Una vez más podemos pensar que las autoridades correspondientes no buscan, en exclusiva, la defensa del ciudadano. De nuevo nos encontramos que la influencia, y poder, de una industria que mueve cantidades ingentes de dinero acaba decantando la balanza de las prioridades hacia lo meramente económico y no hacia un derecho de todos y cada uno de los ciudadanos: el derecho a la salud. Evidentemente, una industria que ha conseguido que poblaciones como la española consuma medicamentos sin ton ni son, siendo el segundo país del mundo que más medicamentos consume, tiene que haber movido muchos resortes y voluntades de particulares y de instituciones.

Somos medalla de plata en consumo de fármacos, Farmaindustria debe rectificar | Miguel Jara

Parece que el balance final de las empresas ha podido bastante más que la necesidad de proporcionar un servicio ajustado a las necesidades de los usuarios. Una vez más el capital puede a los derechos.
De hecho, se producen hechos tan chocantes como el acontecido hace bien poco en la India, donde una de las multinacionales del sector ha perdido en los tribunales ante los fabricantes de genéricos del citado país, una demanda por la patente de un producto contra el cáncer. Lo chocante del caso es que Novartis quería patentar un medicamento, evitando así la comercialización del genérico, que no aportaba nada nuevo a los ya existentes. Como el lector habrá adivinado la estrategia parecía consistir en producir más caro lo que se puede producir mucho más barato. Esta forma de intentar acaparar el mercado no es nueva y los medicamentos "creados" para tal fin reciben el nombre de me too (yo también).

http://www.eldiario.es/sociedad/Sentencia-favorable-genericos-juicio-Novartis_0_117238307.html

Como el lector habrá podido comprobar, dejar en manos de empresas que sólo aspiran a engordar sus ganancias aspectos fundamentales de la vida del ser humano puede no resultar ser tan buen idea. Es probable que algún lector considere que los estados no pueden asumir el rol de la industria farmacéutica. Yo niego la mayor. A los investigadores, intuyo, que les dé igual quien les pague y su rendimiento no va a decrecer por recibir su nómina de una empresa privada, de una universidad o del CSIC. Sobre el dinero que adelantan las farmacéuticas no me cabe duda de que al no tener intereses en acaparar el mercado, creando productos en ocasiones inservibles, otras veces del tipo me too, éstos disminuirán sobremanera, pudiendo ser asumidos por unos estados que no tendrán que pagar, durante 20 años, el precio que desee una industria por el mero hecho de poseer la patente, siendo este precio en muchas ocasiones artificial, entre otras cosas porque se debe pagar la publicidad del citado producto, más del 80% de lo invertido.
Estas dos entradas han pretendido demostrar que ciertos aspectos: sanidad, educación, dependencia, deben estar regulados o, directamente, en manos de los gobiernos, pues la empresa privada, por muchas mentiras que nos cuenten, no siempre funcionan mejor y, en muchas ocasiones, deben obtener beneficios a costa de lo que sea. Tal vez lo mejor sea terminar con un vídeo del programa Salvados que he citado en la primera parte de esta entrada, donde un médico de familia habla de los intereses y servidumbres que crea la industria del fármaco y las consecuencias que acarrean para nosotros.



Un saludo.

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