miércoles, 10 de febrero de 2016

CONOCER PARA ELEGIR.

Educación es lo que sobrevive
cuando se olvida lo que se ha aprendido

Frederic B. Skinner

La tan traída y llevada asignatura, o área,  de Educación para la Ciudadanía ilustrativa sobremanera sobre el funcionamiento anómalo de unos y otros y la manipulación a la que, de manera inconsciente, aunque a veces deseada, es sometida la gente. Comenzaré diciendo que a un área mínima (se impartía durante dos cursos de la escolarización obligatoria y durante un par de horas a la semana) se le ha dado una relevancia inmerecida e interesada. Nunca menos horas de docencia dieron tanto que hablar.
Parece que a ninguno de los expertos que tanto abundan les importe que tanto en la ley del P.S.O.E. (L.O.E.) como en la del P.P. (L.O.M.C.E.) se prioricen aspectos como las competencias que el alumno debe adquirir. Este enfoque educativo resultó la gran novedad que introdujo la L.O.E y que conservo la L.O.M.C.E. Pero poco parece importar que en ambas leyes se haga hincapié en que los aprendizajes deberían orientarse a ser funcionales en el entorno, presente y futuro, en que se mueve, y ha de mover, el alumno. Parece más importante una riña de gatos destinada a que la peña, desinformada de manera conveniente (y sin mayor afán de informarse de manera fidedigna), utilice cuestiones baladíes para zaherir al contrario. 
No seré yo quien defienda la L.O.M.C.E., una majadería legislativa de grueso calibre en muchos aspectos, ni la L.O.E. que pocos cambios introdujo en la Educación Primaria, la que me afecta a mí tanto desde un punto de vista profesional como personal. No es esa mi intención. Diría más, desde una perspectiva profesional una y otra ley han supuesto pocos cambios en mi quehacer diario. Tal vez todo sea debido a que la ley del P.P., desarrollada en el Real Decreto 126/2014, de 28 de febrero, por el que se establece el currículo básico de la Educación Primaria, figura, de manera textual, en su artículo 14, donde se habla de los alumnos con necesidades específicas de apoyo educativo, lo que sigue:

1. Será de aplicación lo indicado en el capítulo II del título I de la Ley 2/2006, de 3 de mayo, en los artículos 71 a 79 bis, al alumnado que requiera una atención educativa diferente a la ordinaria, por presentar necesidades educativas especiales, por dificultades específicas de aprendizaje, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), por sus altas capacidades intelectuales, por haberse incorporado tarde al sistema educativo, o por condiciones personales o de historia escolar, para que pueda alcanzar el máximo desarrollo posible de sus capacidades personales y, en todo caso, los objetivos establecidos con carácter general para todo el alumnado.

Para que el alumnado con necesidad específica de apoyo educativo al que se refiere el artículo 71 de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, pueda alcanzar el máximo desarrollo de sus capacidades personales y los objetivos y competencias de la etapa, se establecerán las medidas curriculares y organizativas oportunas que aseguren su adecuado progreso.

Para los que no estén al tanto de la calle diré que la ley a la que se remite el Real Decreto que desarrolla la L.O.M.C.E. (todas las leyes educativas se acompañan de Reales Decretos y otro tipo de leyes que la desarrollan) es la L.O.E. Los alumnos a los que se refieren los párrafos anteriores es a aquellos que tienen problemas para seguir el currículum (aprendizajes) ordinarios, bien por no alcanzar los objetivos o por sus altas capacidades.
Sin embargo, aunque pudiese parecer lo contrario, no albergo intención alguna de dar una lección magistral sobre leyes educativas. Me interesa mucho más abordar algo relacionado con los valores y la utilidad, o no, de asignaturas como Educación para la Ciudadanía.
Uno está harto de escuchar a carcas y progres que asignaturas como Educación para la Ciudadanía van a cambiar a los alumnos que la cursen. En unos casos para mal y en otros para bien. Todo en función de si la tortilla les gusta con o sin cebolla. La asignatura, que ya no existe, podrá aportar una serie de conocimientos a los alumnos, es lo menos que se puede pedir, sobre la realidad. Conocimientos que luego el alumno decidirá, si los llega a adquirir, si le interesan poco, mucho o regular. O, lo más probable, si pasa de ellos una vez realizado el examen sobre el tema.
Cuestión aparte resulta esa estúpida idea, defendida por unos y otros, que se basa en que una asignatura residual cambia actitudes y formas de pensar. Me parece una estulticia intelectual que alguien pueda considerar de una manera seria que un mensaje oral puede cambiar las ideas, explícitas o implícitas, de alguien.
El lector podrá argumentar que se trata de niños, más maleables que un adulto. ¡Cierto! O no. Le propongo al lector que haga memoria y considere, si tiene hijos, el número de veces que tiene que repetir a sus vástagos las mismas cuestiones (a veces nimiedades, a veces aspectos más serios) para que, al final, hagan lo que le venga en gana, con la consiguiente retahíla oral, para intentar cambiar conductas o actitudes. Las conductas instauradas de manera firme, así como las actitudes e ideas no se cambian con un discurso. El proceso para transformarlas resulta bastante más complejo. Considerar que a través de unos libros de texto se modifican procederes establecidos de manera sólida en la persona sólo lo puede defender el bombero torero, o personajes que en lo intelectual hagan honor a esta expresión.
En los centros educativos estas actitudes básicas de convivencia, respeto, ayuda... se trabajan todos y cada uno de los días desde el primer curso de Educación Infantil. Entre otras cosas porque esas ideas son las que deben regir en cualquier organización social, entre ellas los colegios. Resultaría imposible que nadie aprendiese nada si el entorno del aula se asemejase al de la jungla. Por tanto, las actitudes se trabajan desde el minuto uno en los centros educativos. Se puede hacer de manera sistemática y reflexiva, de manera improvisada o mezclando ambas formas de actuar, en función de como se presenten las circunstancias, pero se hace.
Creo que cierta gente confunde, de manera interesada (o porque es tonta hasta decir basta), presentar información, conocimientos, con aceptar de manera ciega la realidad que se le presenta. Conocer todo lo posible sobre este mundo en el que habitamos me atrevería a decir que resulta una obligación. La aceptación o no de esas realidades, la importancia de cada cuestión tratada depende de cada una de las personas y, por fortuna, el sistema educativo no puede penetrar hasta la esencia de cada una de las personas para modificarla al antojo del político, obispo o manipulador de turno.
He escuchado a personajes decir que hablar del matrimonio gay en los centros educativos es demoníaco. He leído a una exalto cargo de un Gobierno del artista anteriormente conocido por el nombre de ZP (una experta en violencia de género) decir que si se empuja a las niñas es porque se ha suprimido Educación para la Ciudadanía... El problema no son los comportamientos que denuncian. El problema es que sus juicios tendenciosos y sus ganas de convencernos de su visión sesgada y anómala de la sociedad tiene eco en los medios de comunicación. Las actitudes y creencias son algo más profundo que aprenderse un texto durante dos horas a la semana durante un par de cursos. Las actitudes que deseamos se aprenden viviéndolas, observándolas en su entorno (tanto escolar como familiar), mediante el conflicto cognitivo, el uso de refuerzos... Si no se lo creen, reflexionen sobre su experiencia con sus hijos, con sus amigos o con sus familiares (seguro que en su familia hay alguien que es así, al que no hay que tenerle en cuenta que sea así).
Un saludo.

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