miércoles, 17 de febrero de 2016

LA VIDA, ESA RAMERA MARAVILLOSA

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Jaime Gil de Biedma

Comienzo esta entrada con el propósito de no enrollarme sobremanera y exponer dos ideas de manera concisa y, a ser posible, precisa, por lo que vamos a meternos ya en faena.
No puedo evitar tener, a veces, la impresión de que con el paso del tiempo no llegan aquellas cosas, no sé muy bien cuales, que la vida parecía prometer. Esa sensación, episódica, tengo la impresión que, de una u otra manera, también aparece en personas de mi entorno.
Por lo que respecta a mí puedo decir que aspiraba a ciertas cuestiones profesionales, que he descartado, y que no me arrepiento de haberlo hecho. No necesitaba estudiar algo que no me gustaba, para ejercer de algo que tampoco me llenaba, ni me llena, en el aspecto laboral. Esa es la única renuncia de la que tengo conciencia y de la que no me arrepiento. En otros aspectos tengo la sensación, difusa, de no haber logrado lo que se espera. Pero ese sentimiento esporádico, muy esporádico, creo que se debe más a un proceso positivo, que no siempre se camina de forma lineal, que a vivir derrotado o anhelante.
Sin embargo, si que me gustaría hacer hincapié en algo que escrito en el párrafo anterior, en concreto en la partícula se , que he añadido antes del verbo, y que define a la perfección algo que también intento transmitir. Yo no tengo sensación de derrota o de pérdida por no encontrarme en tal o cual situación, asociada a mi edad. En el fondo, hablando mal y pronto, me la trae floja lo que esperen de mí. Tal vez todo se deba a que he aprendido, o eso creo, a no sufrir por aquello que no tengo o por lo que deseo y aún no he conseguido. Me gustaría explicar esto último, para que no se pueda interpretar de manera errónea lo que intento transmitir.
Aunque pudiera parecer que no sufrir, o no obsesionarme, por aquello que no tengo suena a conformismo o a renuncia, nada hay más lejos de la realidad. El paso de los años, al igual que te va educando el paladar para distinguir lo exquisito de lo normal (que no ha de ser algo malo), también te va enseñando a valorar que lo importante no es acumular muchas pegatinas en una maleta, sino con quién y cómo has realizado el viaje. En otras palabras: lo importante no es la forma, sino el fondo. No se trata de cumplir las expectativas que se espera de un tipo de una cierta edad, se trata de vivir experiencias que te aporten algo, de compartir cosas, todo tipo de cosas, con personas que te hagan mejor, o feliz; personas a las que puedas ayudar a ser mejores o felices. Se trata de vivencias que puedas sentir y no sólo contar. Desde esta perspectiva, no me frustra no realizar tal viaje, no convivir con una persona o lo que el lector pueda imaginar. Pienso que resulta más atractivo realizar tal viaje cuando las condiciones sean óptimas. Considero que convivir con alguien sólo resulta interesante cuando esa persona te pueda aportar cuestiones que trascienden a la mera compañía o al sexo "asegurado". En fin, considero que lo importante es poner todo el bagaje adquirido con anterioridad, a veces forjado a base de hostias, y utilizarlo para vivir lo que fuere con plenitud, evitando todo aquello que de antemano sabes que no va a llevarte a buen puerto.
La vida, nuestra percepción de la vida, creo que debería ser eso: aplicar lo aprendido para mejorar tu existencia, y la de las personas que te importan. Lo que se puede esperar de uno por tener tal o cual edad no resulta más que una expectativa personal (ni tan siquiera se trata de un convención social, pues es cada individuo el que se pone esa meta u objetivo). Por tanto, esa sensación de frustración, de que la vida no nos ha dado lo que esperábamos, no es más que el fruto de un estado, una forma de percibir el momento vital en el que nos encontramos. 
Estoy releyendo, no suelo hacerlo, lo que he escrito, y, aunque algo embrollado, creo haber sido capaz de transmitir lo que pretendía. Sin embargo, no consideraría esta entrada concluida sin una reflexión, que ya bosquejé, hace mucho tiempo, en este mismo blog. Uno de los mayores hitos que podría ocurrir en la investigación científica es descubrir vida en cualquier lugar del Universo. La vida es algo complejo, bello e infrecuente (por mucho que estemos acostumbrados a verla a todas horas). Nosotros, portadores de vida, somos una "anomalía" en nuestro extenso e inabarcable universo. Una anomalía que podía no existir fruto de diversos avatares (piense el lector en lo complejo que puede quedar para una mujer quedarse embarazada). Piense que somos una anomalía fantástica y maravillosa, que tiene conciencia y cierta capacidad para cambiar su presente y su futuro. No debemos dar gracias por un más allá, o por cualquier otra cuita similar. Debemos pensar que el hecho de que estemos aquí, de que usted esté leyendo esto, es fruto de un milagro, el milagro de la vida, del cual somos partícipes y protagonistas. Disfrutemos este milagro.
Un saludo.

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